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Anagnórisis y peripeteia, desde Ulises a Luke Skywalker


La anagnórisis (del griego antiguo ἀναγνώρισις, «reconocimiento») o agnición es un recurso narrativo que consiste en el descubrimiento por parte de un personaje de datos esenciales sobre su identidad, sus seres queridos o su entorno, ocultos para él hasta ese momento. La revelación altera la conducta del personaje y lo obliga a hacerse una idea más exacta de sí mismo y de lo que le rodea. 

También se produce anagnórisis cuando un personaje principal revela su identidad hasta entonces oculta o velada a otros personajes secundarios cambiando así la relación, normalmente de un nexo débil o inexistente (un mendigo o simple huésped) hacia un nexo fuerte (el hijo de un enemigo que clama venganza, el retorno de un rey por largo tiempo ausente,...), produciendo un punto de giro en la historia que la hace avanzar hacia su desenlace.

Al regresar a Ítaca Ulises se presenta o revela hasta en diez ocasiones su identidad a sus seres queridos, puesto que sus rasgos físicos han sido cambiados por los dioses y el tiempo y no siempre le reconocen. El término fue utilizado por primera vez por Aristóteles en su Poética. Aunque la anagnórisis es un recurso frecuente en muchos géneros, Aristóteles la describió en relación con la tragedia clásica griega, con la que está asociada de modo especial.

De acuerdo con Aristóteles, el momento ideal para la anagnórisis trágica es la peripecia (giro de la fortuna): en un momento crucial, todo se le revela y hace claro al protagonista, con efectos casi siempre demoledores. Por ejemplo, el descubrimiento por parte del héroe trágico de alguna verdad sobre sí mismo, otras personas, o de algunas acciones que significan que, ahora que las sabe, toda la trama cambia de dirección como resultado de su reacción a las noticias. La revelación de esta verdad (que ya era un hecho, pero el protagonista ignoraba) cambia la perspectiva y la reacción del héroe, que se adapta y se acomoda aceptando su destino y en consecuencia ayudando a que este ocurra.
Ejemplos: Edipo, rey de Tebas descubre que el verdadero origen de las plagas que asuelan su polis son causadas por él mismo al cumplir sin saberlo con el oráculo de Delfos: "Matarás a tu padre y te casarás con tu madre", con quien ha tenido cuatro hijos. Un ejemplo clásico de anagnórisis en la tragedia griega se halla en el «Edipo Rey» de Sófocles, cuando Edipo se entera de que la persona que había matado era su padre y que su esposa es su madre. Otro caso especialmente emotivo es el de Ágave al final de «Las bacantes» de Eurípides, que llega a Tebas con lo que cree la cabeza de una fiera en su mano. A medida que el dios Dioniso se va retirando de su ser, comprende que se trata de su propio hijo, Penteo, al que ella y las demás bacantes han despedazado en una orgía de sangre.

En la comedia griega, la anagnórisis es también un recurso frecuente: en las obras de Menandro y sus imitadores latinos, abundan los personajes que han sido abandonados de pequeños y criados como miembros de una clase social inferior. Al entablar una relación con un personaje noble, su extracción humilde supone un estorbo; al final de la obra, se descubre por algún indicio (una marca de nacimiento, un objeto personal que la madre dejó junto al bebé) su verdadera identidad, y la pareja puede unirse felizmente en matrimonio.

En la épica griega tenemos un buen ejemplo de anagnórisis en los últimos cantos de la «Odisea», cuando Ulises vuelve a Ítaca, su patria, y varios personajes lo van reconociendo (su viejo perro Argos, su nodriza Euriclea, su hijo Telémaco, su padre Laertes,...), en una gradación que termina cuando su esposa Penélope, la más reacia a aceptar la revelación, lo somete a una última prueba para confirmar su identidad.

En la literatura española, la anagnórisis es moneda corriente en las novelas de caballerías, el teatro barroco (p. ej. «La dama duende», de Pedro Calderón de la Barca) y el drama romántico. Y también está presente en La gitanilla y en varias de las novelas ejemplares de Miguel de Cervantes. En la literatura inglesa renacentista, William Shakespeare también utiliza las características asociadas a este término en sus obras dramáticas, específicamente en sus tragedias. A pesar del momento de anagnórisis, de reconocimiento, todo acaba mal por el hecho de la inclusión del fatalismo, propio de las obras trágicas.

En la literatura prehispánica, específicamente en el drama Ollantay encontramos una hermosa anagnórisis cuando el inca Túpac Yupanqui encuentra a Cusi Coyllur, prisionera, y reconoce que ella es su hermana.

El ejemplo más moderno sería en el episodio V de la Saga cinematográfica de Star Wars: Cuando Darth Vader revela a Luke Skywalker que él es su padre, la trama pasa de ser una batalla entre el bien contra el mal a ser un conflicto existencial del protagonista entre su deber de luchar contra el mal o redimir a su padre caído.
La peripeteia (en griego antiguo, περιπέτεια) o peripecia es el acontecimiento de una trama que supone un punto de inflexión, un giro en la suerte de los personajes. Este término especialmente se aplica a las obras dramáticas. Dicha historia se presenta como una adversa y repentina que sucede accidentalmente y sin previo aviso, lo cual provoca un cambio en la situación actual que se vive en lo relatado.

En las tragedias supone el punto en el que la trama toma el cariz propiamente trágico, es decir, el punto de inflexión en el que la suerte del héroe protagonista se trunca y comienzan las desgracias que le llevarán inevitablemente a un final desdichado.

Aristóteles define la Peripeteia como «un cambio por el cual la acción gira hacia su opuesto, sujeto siempre a nuestra regla de probabilidad o necesidad». Según Aristóteles, la peripecia, junto con el descubrimiento, es la más efectiva cuando se trata de drama, particularmente tragedia: «la mejor forma de Descubrimiento es aquella que asiste a Peripeteia, como la que conduce al Descubrimiento a Edipo».

La peripeteia incluye cambios en el personaje, además de cambios externos. Por ejemplo, si un personaje pobre y oscuro se ha vuelto rico y famoso, ha sufrido una peripeteia, incluso si su personaje sigue siendo el mismo. La peripeteia o peripecia se distingue de la anagnorisis o agnición, cuando un personaje descubre una información que previamente ignoraba. Esta distinción proviene de la Poética, que consideró que la anagnórisis, que lleva a la peripeteia, un aspecto superior de la tragedia. 

Dos de estas obras son Edipo Rey, donde la información proporcionada por el oráculo de Delfos (que Edipo mató a su padre y se casó con su madre) provocó la muerte de su madre, Yocasta y su propia ceguera y exilio, e Ifigenia entre los tauros, donde Ifigenia se da cuenta de que los extraños que ella debe sacrificar son su hermano y su amigo, lo que resultó en que los tres escaparan de Tauris. Consideró estas tramas complejas y superiores a las simples sin anagnórisis ni peripeteia, como cuando Medea decide matar a sus hijos sabiendo que lo son y aun así lo hace. Aristóteles identificó a Edipo Rey como la principal obra para ejemplificar la peripecia.
Otro recurso literario citado en este vídeo es el Arma de Chéjov: "Elimina todo lo que no tenga relevancia en la historia. Si dijiste en el primer capítulo que había un rifle colgado en la pared, en el segundo o tercero este debe ser descolgado inevitablemente. Si no va a ser disparado, no debería haber sido puesto ahí", indicó Antón Chéjov.

William James Sidis según James Thurber en The New Yorker

¿Dónde están ahora? ¡Día de los inocentes! por James Thurber. The New Yorker, sábado 14 de agosto de 1937, 22-26.

Una tarde nevada de enero de 1910, alrededor de cien profesores y estudiantes avanzados de matemáticas de la Universidad de Harvard se reunieron en una sala de conferencias en Cambridge, Massachusetts, para escuchar a un orador llamado William James Sidis. Nunca antes se había dirigido a una audiencia y al principio se sintió avergonzado y un poco incómodo. Sus oyentes tenían que prestarle mucha atención, porque hablaba con una vocecita que no se escuchaba bien y puntuaba su charla con risas nerviosas y estridentes. Un mechón de cabello rubio le caía sobre la frente y unos penetrantes ojos azules se asomaban desde lo que uno de los presentes describió más tarde como un rostro "parecido a un duendecillo". El orador vestía medias de terciopelo negro. Tenía once años.

A medida que el niño se familiarizó con el tema, su timidez se derritió y llegaron a los oídos de sus oyentes las palabras más notables que jamás habían escuchado de labios de un niño. William James Sidis había elegido como tema de su conferencia "Cuerpos de cuatro dimensiones". Incluso en este selecto grupo de caballeros eruditos, hubo quienes fueron incapaces de seguir todos los procesos del pensamiento del niño. Para los legos que estaban presentes, la cuarta dimensión, como se demostró esa noche, debía de haber encajado perfectamente en su definición coloquial: "un reino especulativo de relaciones incomprensiblemente involucradas". Cuando todo terminó, el distinguido profesor Daniel F. Comstock del Instituto Tecnológico de Massachusetts se sintió impulsado a predecir a los periodistas, que habían escuchado con profundo desconcierto, que el joven Sidis crecería hasta convertirse en un gran matemático, un líder famoso en el mundo. de Ciencia.

William James Sidis, que a la edad de once años apareció en las portadas de los periódicos de todo el país, era un estudiante de Harvard en ese momento. Para explicar cómo llegó allí, debemos mirar a su padre, el fallecido Boris Sidis. Nacido en Kiev en 1868, el padre Sidis llegó a este país, aprendió inglés y fue a Harvard, donde se graduó en 1894. Su especialidad era la rama de la psicoterapia que se ocupa de aliviar las enfermedades nerviosas y los desajustes mediante sugestión mental. Escribió un libro titulado "La psicología de la sugestión" y estaba muy interesado en los experimentos para transmitir la sugestión mediante el estado hipnótico. Creía que en los primeros años el cerebro es mucho más susceptible a las impresiones que en la vejez. Cuando nació su hijo en 1898, nació, por así decirlo, en un laboratorio. Boris Sidis dirigía entonces un instituto psicoterapéutico en Brookline, Massachusetts. Era un admirador y amigo del fallecido William James, y le puso a su hijo el nombre de ese gran psicólogo.

Boris Sidis comenzó sus experimentos con su hijo cuando el pequeño William tenía dos años. Parece que indujo una especie de estado hipnoidal mediante el uso de bloques alfabéticos. Los rápidos resultados que obtuvo deleitaron su mente científica. El niño aprendió a deletrear y leer en unos meses. Al cabo de un año podía escribir tanto en inglés como en francés en la máquina de escribir. A los cinco años había compuesto un tratado de anatomía y había ideado un método para calcular la fecha en que había caído cualquier día de la semana durante los últimos diez mil años. Boris Sidis publicó varios artículos en revistas científicas describiendo los logros de su bebé. A los seis años, el niño fue enviado a una escuela pública de Brookline, donde sorprendió a sus maestros y alarmó a los demás niños al superar siete años de escolarización en seis meses. Cuando tenía ocho años, William propuso una nueva tabla de logaritmos, empleando 12 en lugar del habitual 10 como base. Boris Sidis publicó un libro sobre su increíble hijo, llamado "Filisteo y genio", y entró en Quién es quién en Estados Unidos .

El niño maravilloso tenía nueve años cuando su padre intentó matricularlo en Harvard. Podría haber aprobado los exámenes de ingreso con facilidad, pero las autoridades universitarias, sorprendidas y avergonzadas, no le permitieron realizarlos. Continuó realizando sus maravillas en casa y comenzó a estudiar latín y griego. No le interesaban los juguetes ni ninguno de los placeres normales de los niños pequeños. Los perros le aterrorizaban. "Si veo un perro", le dijo William a alguien en ese momento, "debo huir. Debo esconderme. Me gusta el gato. No puedo jugar, porque mi madre tendría que estar allí todo el tiempo, porque de la posibilidad de que pueda ver un perro." Su principal recreación parece haber sido viajar en tranvía con sus padres. El mayor Sidis le explicó los traslados y le interesó por los nombres de calles y lugares. Incluso antes de cumplir cinco años, William había aprendido a recitar todas las horas y estaciones de un complejo horario ferroviario. De vez en cuando recitaba horarios para los invitados mientras otros niños recitaban rimas de Mamá Ganso o cantaban pequeñas canciones. Quienes lo recuerdan en aquellos años dicen que tenía algo de la intensidad de un adulto neurótico.

En 1908, a la edad de diez años, a William James Sidis se le permitió matricularse en Tufts College, en Medford. Viajaba diariamente desde Brookline con su madre, quien estaba tan interesada en su fenomenal desarrollo mental como su padre. Siempre iban y venían de la universidad en tranvía. El joven asistió a Tufts durante un año y finalmente, en 1909, cuando tenía once años, Harvard le permitió matricularse allí como estudiante especial. Se matriculó como estudiante de primer año al año siguiente, y así se convirtió en miembro de la promoción de 1914. Cotton Mather, en 1674, se había convertido en estudiante de primer año de Harvard a la edad de doce años, y probablemente debido a este distinguido precedente, William Sidis se le permitió matricularse a esa misma edad. Era una fuente de asombro para sus compañeros de estudios y para el profesorado; algunos de los periódicos asignaron periodistas para cubrir "el caso Sidis".

Se pierde en el registro cómo se convenció a William para hablar ante los eruditos eruditos en enero de su primer año en Harvard, pero se sabe que mostró un gran interés en escuchar las conferencias de otros y se unió fácilmente a las discusiones grupales sobre metafísica. En su tiempo libre empezó a componer dos gramáticas, una latina y otra griega. Sin embargo, la presión de sus estudios y su repentina fama comenzaron a hacerle efecto, y no pasó mucho tiempo después de su notable discurso cuando sufrió un colapso general. 

Su padre dirigía un sanatorio en Portsmouth, New Hampshire, en ese momento, y William fue trasladado allí de urgencia. Cuando finalmente regresó a Harvard, estaba retraído y tímido; no se le pudo persuadir para que volviera a dar una conferencia; Comenzó a mostrar una marcada desconfianza hacia la gente, miedo a la responsabilidad y una inadaptación general a su vida anormal. No se relacionaba mucho con los estudiantes y huía de los periodistas, pero estos lo arrinconaron, por supuesto, el día de su graduación como Licenciado en Artes en 1914. Tenía dieciséis años. Entonces vestía pantalones largos y se enfrentaba a los periodistas que bajaban al Yard con menos sensación de vergüenza que cuando era un niño con bragas. Pero en él se habían desarrollado claras fobias. "Quiero vivir la vida perfecta", dijo William a los periodistas. "La única manera de vivir la vida perfecta es vivirla en reclusión. Siempre he odiado las multitudes". Por "multitudes" no fue difícil leer "gente". Entre los que se graduaron con William James Sidis ese día se encontraban Julius Spencer Morgan; Gilbert Seldes; y Vinton Freedley y Laurence Schwab, los productores de la comedia musical. Los periodistas no les prestaron atención.

A los dieciséis años, William James Sidis era un chico grande y, cuando ingresó en la Facultad de Derecho de Harvard, ya no era la figura incongruente que había sido. Los periódicos tenían poco interés en sus idas y venidas. Asistió discretamente a la facultad de derecho durante tres años y aparentemente fue un estudiante brillante, pero su principal interés eran las matemáticas, y en 1918 aceptó un puesto de profesor en una universidad de Texas. Su fama le precedió, pero incluso si no lo hubiera sido, la extrema juventud de este profesor de matemáticas habría sido suficiente para convertirlo en una curiosidad. Se encontró en el centro de un interés que le molestaba y le consternaba. De repente renunció a su puesto y regresó amarga y silenciosamente a Boston, donde vivió en la oscuridad durante algunos meses.

Fue el 1 de mayo de 1919 cuando el nombre del joven Sidis volvió a ocupar las primeras planas de los periódicos. Con una veintena de jóvenes más, participó en una manifestación comunista en Roxbury y fue llevado ante el tribunal municipal como uno de los cabecillas del grupo y, de hecho, el mismo individuo que había portado la horrible bandera roja en su desfile. En el estrado de los testigos, Sidis demostró ser más franco y sincero que discreto. Anunció ante un tribunal estupefacto que para él no había más dios que la evolución; Cuando se le preguntó si creía en lo que representa la bandera estadounidense, dijo que sólo hasta cierto punto. En un momento dado, para instrucciones del magistrado, se lanzó a explicar la forma de gobierno soviética. Su inclinación marxista se había desarrollado durante un período de varios años. Cuando los Estados Unidos entraron en la guerra, se declaró objetor de conciencia y en varias ocasiones expresó la opinión de que los problemas del mundo eran causados ​​por el capitalismo. Un policía que había ayudado a disolver el desfile de los radicales identificó a Sidis como el hombre que llevaba la bandera roja. El oficial dijo que le había preguntado a Sidis por qué no llevaba la bandera estadounidense, y que Sidis respondió: "¡Al diablo con la bandera estadounidense!". Al regresar al estrado, el famoso prodigio negó vehementemente haber hablado alguna vez con el testigo y haber dicho alguna vez a nadie: "¡Al diablo con la bandera estadounidense!" Repitió que se oponía a la guerra y que creía en una forma de gobierno socializada. Después de una pausa, anunció que, en realidad, había llevado una bandera estadounidense, tras lo cual, ante el asombro de la sala del tribunal, sacó una bandera estadounidense en miniatura de su bolsillo. Fue condenado a dieciocho meses de cárcel por incitación a disturbios y agresión. Apeló y, mientras estaba en libertad bajo fianza de 5.000 dólares, desapareció del estado en el que había sorprendido a profesores eruditos y a policías patrióticos. Marcó el comienzo de un nuevo y curioso modo de vida para el joven.

Durante los cinco años siguientes, William James Sidis parece haber logrado la "vida perfecta" de la que había hablado el día de su graduación: la vida de reclusión. Aparentemente vagaba de ciudad en ciudad, trabajando como empleado, o en alguna otra función menor, por un salario que sólo le permitía subsistir. En 1924 volvió a aparecer en las noticias cuando un periodista lo encontró trabajando en una oficina en Wall Street, por veintitrés dólares a la semana. Estaba consternado al ser descubierto. Dijo que todo lo que quería era ganar lo suficiente para vivir y trabajar en algo que requiriera un mínimo de esfuerzo mental. Los últimos periodistas que bajaron a su oficina para entrevistarlo no lograron verlo. Había dejado su trabajo y había vuelto a desaparecer.

Dos años más tarde, en 1926, Dorrance & Company, una editorial de Filadelfia que imprime libros "vanidosos", es decir, libros publicados a expensas de los autores, publicó un volumen llamado " Notas sobre la colección de transferencias". Fue escrito por un tal Frank Folupa. Frank Folupa, según descubrió un periodista despiadadamente ingenioso, no era otro que William James Sidis. Nuevamente lo atropellaron y lo entrevistaron. Anunció que durante mucho tiempo había sido un "peridromófilo", es decir, un coleccionista de transferencias de tranvía. Él mismo había acuñado la palabra. Su libro (ahora agotado) tenía trescientas páginas y era un tratado erudito y laborioso sobre el origen, la naturaleza y la clasificación de nada más y nada menos que los trozos de papel que los conductores de tranvía entregan a los pasajeros cuando solicitan transbordos. Muchos psicólogos y analistas deben haber estado interesados ​​al leer en los artículos que el genio del niño precoz que había asombrado al mundo académico dieciséis años antes había florecido de esta manera extraña. El libro es digno de examen. Sidis escribió un prefacio al volumen, que comenzaba así: "Este libro es una descripción de lo que es, hasta donde sabe el autor, un nuevo tipo de pasatiempo, pero que a primera vista parece tan razonable como , tan interesante y tan instructivo como cualquier otro tipo de colección de moda. Esta es la colección de transferencias de tranvías y formas afines. El propio autor ya ha recopilado más de 1600 formas de este tipo." El prefacio revela, en otro lugar, que el autor no carecía de cierto humor. "Podemos mencionar", decía, "el interés geográfico y topográfico, tanto en la exploración como en el análisis de las transferencias mismas. También están las interesantes luces que una colección de este tipo arroja sobre la política en la que necesariamente están involucradas las empresas de tránsito". ; aunque difícilmente recomendamos que este interés político se lleve lo suficientemente lejos como para inducir al coleccionista a tomar partido en tales disputas. Y nuevamente: "Uno puede encontrar mucha diversión con las transferencias: se dice que un estudiante de la Universidad de Harvard se encontró en una calle coche y, deseando un viaje extra, le pidió al revisor un transbordo. Cuando se le preguntó "¿A dónde?" "En cualquier lugar", dijo. El conductor le guiñó un ojo y dijo: "Está bien". Te transferiré a Waverly. Posteriormente se rieron del estudiante cuando contó la historia y se le informó que el asilo para débiles mentales estaba ubicado en Waverly ". Sidis también incluyó en su prefacio algunos versos que había escrito cuando tenía catorce años. Comienzan:

Desde los trenes subterráneos en Central, se toma un transbordo y se va a Allston o Brighton o a Somerville, ya sabes; En los automóviles desde Brighton, haga transbordo al metro de Cambridge este y tome un tren hasta Park Street o Kendall Square, al menos.

"Conocemos", concluye el autor, "a alguien a quien realmente le ayudó a tomar el camino correcto al recordar un fragmento de uno de estos versos". El libro analiza todo tipo de transferencias: tipos estándar, tipo Ham, tipo Pope, tipo Smith, tipo Moran, transferencias Franklin Rapid, transferencias Stedman. De este último (para darle una idea), el Sr. Sidis escribió: "Transferencias Stedman: esta clasificación se refiere a un tipo peculiar elaborado por cierta imprenta de transferencias en Rochester, Nueva York. Las peculiaridades de la transferencia Stedman típica son el límite de tiempo tabular. ocupando todo el extremo derecho de la transferencia (ver Diagrama en la Sección 47) y la combinación de fila y columna de ruta de recepción (u otras condiciones de recepción) con el medio día que ya hemos discutido en detalle".

Un año después de la publicación de su libro (al parecer sólo se vendió a unos pocos peridromófilos más), Sidis regresó a la ciudad de Nueva York y volvió a conseguir un trabajo como empleado en una empresa comercial. A su habilidad y experiencia en el trabajo de oficina en general, el genio matemático había añadido ahora, irónicamente, la capacidad de operar una máquina sumadora con gran velocidad y precisión, y le gustaba alardear de este logro. Vivía en 112 West 119th Street, donde se hizo amigo de Harry Freedman, el propietario, y su hermana, la señora Schlectien. Sidis ya no está con ellos y no te dirán adónde ha ido, pero te reenviarán cualquier correo que llegue por él. Aprecian al joven y aprecian su deseo de evitar la publicidad. "Tenía una especie de amargura crónica, como mucha gente que ves viviendo en habitaciones amuebladas", dijo recientemente Freedman a un investigador de la curiosa historia de William James Sidis. Sidis solía sentarse en un viejo sofá en la sala de estar de Freedman y hablar con él y su hermana. Sidis les dijo que odiaba Harvard y que cualquiera que enviara a su hijo a la universidad es un tonto: un niño puede aprender más en una biblioteca pública. Con frecuencia hablaba de su pasión por coleccionar transfers. "Él puede decirle cómo llegar a cualquier calle de cualquier ciudad de los Estados Unidos con un solo billete de tranvía", dijo el Sr. Freedman con asombro y admiración. Parece que Sidis mantiene correspondencia con peridromófilos en varias otras ciudades y de esta manera se mantiene al día con la situación del tranvía y los transbordos. Una vez, el joven bajó de su habitación un manuscrito en el que estaba trabajando y le pidió a la señora Schlectien si podía leerle "algunos capítulos". Dijo que resultó ser un libro del tipo "Buck Rogers", sobre aventuras en un mundo futuro de maravillosos inventos. Ella dijo que estaba genial.

William James Sidis vive hoy, a la edad de treinta y nueve años, en un dormitorio del destartalado extremo sur de Boston. Por una fotografía de él y de sus actividades, este disco está en deuda con una joven que recientemente logró entrevistarlo allí. Lo encontró en una pequeña habitación empapelada con el diseño de enormes flores rosadas, considerablemente descoloridas. Había una cama grande y desordenada y un enorme baúl medio abierto. En una pared colgaba un mapa de Estados Unidos. Sobre una mesa junto a la puerta había un paquete de transferencias de tranvía cuidadosamente unidas con un elástico. Sobre una cómoda había dos fotografías, una (sorprendentemente) de Sidis como el niño genio, la otra una chica de rostro dulce con gafas con montura de concha y un elaborado saludo de Marcel. También había un escritorio con una pequeña y antigua máquina de escribir, un Almanaque Mundial , un diccionario, algunos libros de referencia y un libro de la biblioteca que el visitante del joven recogió en un momento dado. "Oh, vaya", dijo Sidis, "esa es sólo una de esas historias de delincuentes". Dirigió su atención hacia la pequeña máquina de escribir. "Puedes cogerlo con un dedo", dijo, y así lo hizo.

William Sidis, de treinta y nueve años, es un hombre corpulento y corpulento, con una mandíbula prominente, un cuello grueso y un bigote rojizo. Su cabello claro cae sobre su frente como lo hizo la noche que dio una conferencia a los profesores en Cambridge. Sus ojos tienen una expresión que varía desde la ingeniosa hasta la cautelosa. Cuando es cauteloso, tiene una especie de dignidad incongruente que de repente se rompe en el alegre abandono de un niño de vacaciones. Parece tener dificultades para encontrar las palabras adecuadas para expresarse, pero cuando lo hace, habla rápidamente, asiente bruscamente con la cabeza para enfatizar sus puntos, hace gestos con la mano izquierda y, de vez en cuando, emite una risa curiosa y jadeante. Parece disfrutar mucho e irónicamente de llevar una vida de irresponsabilidad errante después de una infancia de escrupulosa reglamentación. Su visitante encontró en él cierto encanto infantil.

Sidis trabaja ahora, como de costumbre, como empleado en una casa comercial. Dijo que nunca permanece mucho tiempo en una oficina porque sus empleadores y compañeros de trabajo pronto descubren que él es el famoso niño prodigio y que no puede tolerar un puesto después de eso. "La sola visión de una fórmula matemática me enferma físicamente", dijo. "Todo lo que quiero hacer es ejecutar una máquina sumadora, pero no me dejan en paz". Resultó que una vez le ofrecieron un trabajo en la Eastern Massachusetts Street Railway Company. Parece que los funcionarios creían con cariño que el joven mago de alguna manera sería capaz de resolver todos sus problemas técnicos. Cuando se presentó a trabajar, le presentaron un montón de planos, gráficos y documentos llenos de estadísticas. Uno de los funcionarios lo encontró una hora después llorando en medio de todo. Sidis le dijo al hombre que no podía soportar responsabilidades, ni pensamientos complejos, ni cálculos, excepto en una máquina de sumar. Tomó su sombrero y se fue.

Sidis tiene un nuevo interés que le absorbe actualmente más que los traslados en tranvía. Se trata del estudio de ciertos aspectos de la historia de los indios americanos. Da clases a media docena de estudiantes interesados ​​una vez cada dos semanas. Se reúnen en su dormitorio y se acomodan en la cama y en el suelo para escuchar el intenso pero vacilante discurso del otrora prodigio. A Sidis le preocupa principalmente la tribu Okamakammessett, a la que describe como una especie de federación proletaria. Ha escrito algunos folletos sobre la tradición y la historia de Okamakammessett y, si se le solicita adecuadamente, recitará poesía de Okamakammessett e incluso cantará canciones de Okamakammessett. Admitió que su estudio de los Okamakammessetts fue una consecuencia de su interés por el socialismo. Cuando la joven mencionó la manifestación del Primero de Mayo de 1919, miró el retrato de la niña en su cómoda y dijo: "Ella estaba en ella. Era una de las fuerzas rebeldes". Él asintió vigorosamente con la cabeza, como complacido con esa frase: "Yo era el abanderado", prosiguió. "¿Y sabes qué era la bandera? Sólo un trozo de seda roja". Él soltó su risa curiosa. "Seda roja", repitió. No hizo ninguna referencia a la imagen que tenía de sí mismo en los días de su gran fama, pero su entrevistador supo más tarde que en una ocasión, cuando un alumno suyo le preguntó a quemarropa sobre su precocidad infantil e insistió en una demostración de sus habilidades matemáticas. Sidis logró con dificultad expulsarlo de la habitación.

Sidis reveló a su entrevistador que tiene otro trabajo en marcha: un tratado sobre las inundaciones. Le mostró la primera frase: "California ha adquirido considerable fama gracias a su supuesto clima". Parece que estuvo en California hace unos diez años durante sus andanzas. Su visitante se animó, por fin, a mencionar la predicción, hecha por el profesor Comstock del Instituto Tecnológico de Massachusetts allá por 1910, de que el niño que ese año daba una conferencia sobre la cuarta dimensión a una reunión de eruditos crecería hasta Sé un gran matemático, un líder famoso en el mundo de la ciencia. "Es extraño", dijo William James Sidis, con una sonrisa, "pero, ya sabes, nací el Día de los Inocentes".

―Jared L. Manley (James Thurber) 1

1 En Los años con Ross Thurber escribió: "Era uno de los '¿Dónde están ahora?' serie, para la cual hice la reescritura (Grossett & Dunlap, 1957, p. 210)". Pero Jared Manley era el seudónimo de Thurber. "Bernstein escribe: 'A principios de 1936, Thurber comenzó a escribir (en realidad a reescribir, ya que algunos de los mejores reporteros de The New Yorker, como Eugene Kinkead, estaban haciendo la investigación) una serie de perfiles breves y retrospectivos. Bernstein también revela que Jared L. Manley fue un nombre que Thurber improvisó cuando escribió su primer artículo sobre un viejo boxeador basado en las iniciales del boxeador John L. Sullivan y Manley basado en "el arte varonil de la autodefensa".'" — Privacidad, Información y Tecnología.

2 Norbert Weiner, que estaba en la reunión del club de matemáticas, escribió: "El joven Sidis, que entonces tenía once años, era obviamente un niño brillante e interesante. Su interés estaba principalmente en las matemáticas. Recuerdo bien el día en el Club de Matemáticas de Harvard en el que GC Evans, ahora jefe retirado del departamento de matemáticas de la Universidad de California y amigo de toda la vida de Sidis, patrocinó al niño en una charla sobre las figuras regulares de cuatro dimensiones. La charla habría dado crédito a un alumno de primera o segunda dimensión. estudiante de posgrado de cualquier edad, aunque todo el material que contenía era conocido en otros lugares y estaba disponible en la literatura. El tema me lo había hecho familiar EQ Adams, un compañero de mis días en Tufts. Estoy convencido de que Sidis no tenía acceso según las fuentes existentes, y que la charla representó el triunfo de los esfuerzos sin ayuda de un niño muy brillante ( Ex-Prodigy , Simon & Schuster, p. 131 - 132)".


4 Cfr. Siete mitos del fracaso por Dan Mahony: "Las investigaciones muestran que la mayoría de los niños prodigio llevan vidas productivas. Al igual que Sidis".

PDF  Mecanografiando por Bill Paton.

El mayor defecto de mi padre

Siempre creí que el principal defecto de mi padre, quizá su único fallo, era que hablaba demasiado y con demasiada gente.

Con la edad he comprendido que he heredado aquel defecto, sólo que ampliado y con el orgullo de parecerme a él. También yo hablo demasiado, con demasiada gente, pero además tengo un blog, algo que mi padre -fallecido hace años- jamás pudo imaginar.

Sólo espero que habiendo heredado y ampliado su único defecto, y quizá el mejor de los posibles, también haya desarrollado, en algún grado, alguna de las numerosas cualidades humanas de mi admirado padre.

Diálogo intergeneracional: Cat Stevens, Father And Son

Admira ver a un cantante 50 años (1970-2020) después cantando la misma canción.

Cat Stevens - Father And Son. La canción original de 1970 y es uno de los mayores éxitos de Cat Stevens. Pertenece al álbum Tea for the Tillerman, evoca melancolía y el adiós que un padre siempre da a su hijo cuando este abandona el nido. Esta canción nació de una historia ficticia creada por Cat Stevens -llamado Yusuf Islam tras su conversión al islamismo en 1977-. 

Cuenta la historia de una familia de Rusia en la que su hijo quiere unirse a la revolución rusa, pero su padre le pide que se quede en casa trabajando con él en la granja. A lo largo de la canción se desarrolla un diálogo entre las distintas personas involucradas en esta triste pero inevitable situación. 

Sin embargo, la narración no surge de una mera invención. La relación paterna que tuvo el propio Cat Stevens está retratada en esta canción, según contó en 2009 en el programa The Chris Isaak Hour. "Él estaba a cargo de un restaurante y yo era una estrella pop, así que yo no estaba siguiendo lo que él tenía determinado. Pero no tuvimos ningún antagonismo. Yo lo amo y él me ama", dijo el músico.

Esta canción ya una melodía clásica de nuestra memoria de los años '70 se convierte en una broma durante la pandemia, y surge el dueto con la cerveza como excusa. Nos gusta especialmente cómo se traslada el consejo entre tres generaciones, aunque no sea seguido exactamente. Ni Cat Stevens hizo caso a su padre en el negocio familiar, ni su hijo lo seguirá al pie de la letra al cantante. Pero se quieren, estiman su ejemplo de vida, se dan voz en el dueto de la versión COVID y así la vida se perpetúa con ánimo y humor. 
 
La parodia humorística en el confinamiento de la pandemia entre padre e hijo, Cat y Davey.
La traducción, frase a frase para degustar el poema, de la versión original.
La readaptación subtitulada en tiempos de pandemia.

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Efecto Franklin para ganarte hasta a tus enemigos

El denominado "Efecto Franklin" lo explica Richard Wiseman en su libro "59 segundos". Fue un hallazgo del científico y político Benjamín Franklin en el siglo XVIII y es tan válido hoy en día como lo fue hace 300 años.

Franklin nació en una familia pobre y numerosa (fue el decimocuarto hijo de un total de diecisiete hermanos, cuatro hermanastros de padre y el resto hermanos de padre y madre).  Dejó la escuela a los diez años para trabajar inicialmente en la fábrica de velas y jabones de su padre, para luego hacerlo en la imprenta de su hermano y posteriormente en su propia imprenta. Gradual pero muy tempranamente fue triunfando como científico y como político.

Según aumentaba su fama y fortuna, también crecían sus adversarios y enemigos. Uno de ellos, un intelectual rico e influyente, arremetió en su contra durante su segunda campaña a la Asamblea General de Filadelfia. Consciente de las dificultades que esta rivalidad le traería en el futuro, Benjamín Franklin decidió ganarse la amistad del asambleísta pidiéndole un favor: Aprovechando su reputación como coleccionista de libros, le envió una carta solicitándole en préstamo “un volumen escaso y curioso” que el rival envió encantado, sintiéndose muy halagado por la solicitud. Desde ese momento nació una amistad que se mantuvo hasta la muerte del Padre Fundador de los EE.UU.

La causa se encuentra en un fenómeno que los psicólogos llaman Disonancia Cognitiva, una sensación de malestar emocional que se produce cuando nos vemos enfrentados a dos ideas, creencias o valores contradictorios. Para resolver este conflicto, la mente alinea las emociones de la persona para que sean coherentes con las acciones del individuo.

Recordad la máxima que Franklin había aprendido de pequeño que dice: “Es más probable que te haga otro favor alguien que ya te ha hecho uno previo que no uno que te lo debe a ti”.  Ese es el truco: Si quieres gustarle a alguien, pídele un favor.

Cuando le hacemos un favor a alguien que no nos agrada, internamente se nos crea una contradicción, y la mente lo que hace es eliminarla y hacernos sentir que no nos desagrada tanto.

Este tipo de comportamiento, la Disonancia Cognitiva, se puede observar a todo nivel y en cualquier ámbito, cuando las circunstancias nos obligan a actuar de forma incorrecta para nuestros estándares (por ejemplo, en guerras, en situaciones sociales conflictivas,...); para reducir el malestar emocional, tendemos a justificar las acciones con conceptos grandiosos como defensa de la patria, de la religión, y similares.

Precaución con el desconfinamiento del COVID-19

Comenzamos una semana de supuesta desescalada, que nos la tomamos con mucha calma y aislamiento, ante la falta de medidas como la Mascarilla Obligatoria en la calle. Dos vídeos, el primero lleno de ternura, que nos sugiere los ignotos tesoros de las cercanías que pasaban desapercibidas.

El segundo es un conmovedor vídeo viral de un padre del futuro que lee un cuento a su hijo sobre lo que fue el coronavirus El poeta británico Tomos Roberts ha conmovido a las redes sociales con el vídeo de un hombre que en el futuro lee un cuento para dormir a su hijo sobre lo que supuso la pandemia para la Humanidad.

Tomos Roberts es un artista británico dedicado a la poesía oral que desde el principio de la crisis del coronavirus se ha propuesto ayudar con mensajes constructivos que permitan a la sociedad afrontar la tragedia y encontrar la luz al final del túnel. Su último vídeo se ha convertido en un fenómenos viral. 

Utiliza un lenguaje poético y en verso y una puesta en escena sencilla para conectar con el espectador. Se llama “The Great Realisation”, algo así como el gran descubrimiento y en él utiliza a un padre y a su hijo para reflexionar sobre la pandemia del coronavirus. La escena ocurre en el futuro cuando un niño está a punto de dormir y pide a su padre que le lea su cuento favorito. Resulta que la historia trata sobre cómo el COVID-19 fue una tragedia que, a pesar de todo el dolor que causó, también permitió que la Humanidad reflexionar sobre lo que hacía mal y en qué podía mejorar.

Con peor calidad, pero hay otro vídeo subtitulado al español en este enlace.

Una gran programación (véase aquí) de #BBKsasoiko para esta semana, con el gran chef Fernando Canales @Etxanobe  el miércoles 13 de mayo y sobre #CoHousing el viernes 15.
Videoconferencias diarias de BBKsasoiko
La videoconferencia del pasado jueves 7 de mayo de 2020 sobre "Energías renovables", con Javier Marqués, Director Técnico del Ente Vasco de la Energía (EVE).
Conferencia de hoy en BBK Sasoiko: LA MAR Y LOS VASCOS, con Eduardo Araujo.
Hashtags: #MascarillaObligatoria #MasquesPourTous #Mask4All.

El primer hombre de Albert Camus

Una reciente Conferencia de Joaquín García Roca nos alertó sobre esta obra, "El primer hombre", obra inconclusa y póstuma de Albert Camus que llevaba en el coche donde murió en accidente a los 47 años. Su narración nos hizo un nudo en la garganta a todo el auditorio. Cuenta cómo Camus rompió el destino de exclusión al que estaba -aparentemente- predestinado y condenado.
Sin padre ni hermanos mayores, Albert Camus fue "el primer hombre" en su propia travesía que le llevó al Premio Nobel de Literatura. Pero no estuvo solo. Hubo dos grandes maestros (Louis Germain en primaria y posteriormente Jean Grenie) que guiaron su destino. Camus nació en un paupérrimo barrio de Argelia, huérfano de padre (muerto en la Primera Guerra Mundial). De su progenitor, Albert, sólo una fotografía y una significativa anécdota: su señalada repugnancia ante el espectáculo de una ejecución capital. Creció con una madre analfabeta y casi totalmente sorda, y con una abuela tiránica. Apasionado del fútbol, jugaba de portero porque en esa posición se gastan menos los zapatos. Sólo al ingresar en el Liceo supo que había... ricos. Camus describió aquella etapa infantil, donde la precariedad fue absoluta: "La infancia... ese secreto de luz, de cálida pobreza".
Camus realiza allí sus estudios, alentado por sus profesores, especialmente Louis Germain en la escuela primaria, a quien guardará total gratitud, hasta el punto de dedicarle su discurso del Premio Nobel. Al recibirlo menciona a Germain, su primer maestro: "Sin usted, sin la mano afectuosa que le tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza y su ejemplo, no hubiese sucedido nada de todo esto".
Cuando
Camus era niño en Argel, por un momento, y... en la escuela, "sintió que existía y era objeto de la máxima consideración". De aquel maestro reconoce que "recibí el único gesto paternal meditado y racional que viví de niño" (su padre había muerto en la guerra). Sigue Camus: "Y en clase, al menos, la escuela alimentaba el hambre de dignidad".
En 1924, Louis Germain juzgó que el niño al que daba clases gratuitas estaba listo para presentarse a examen y recibir una beca para seguir estudiando. Se calzó las polainas de las grandes ocasiones y lo llevó al Liceo. Antes de la prueba, le regaló un croissant. Fue el primero en enterarse de los resultados. Cuando vio a su alumno Camus de 9 años, soltó una frase que cifraría un destino: "Bravo, mosquito". Albert Camus había aprobado. Al despedirse de aquel maestro, camino del Liceo en París, Camus supo que "nunca encontraría mejor ni más sabio profesor que aquel cuyo corazón lo sabía todo"...
El primer hombre (descargar íntegramente en PDF) de Albert Camus puede leerse abajo (mejor a pantalla completa con FullScreen). El relato sobre "La escuela" ocupa el capítulo 6bis, desde la página 58 hasta la 74.
CamusAlbert-Elprimerhombre

Arsène Lupin, el caballero ladrón (Gentleman Cambrioleur)

Arsène Lupin, el caballero ladrón (Gentleman Cambrioleur)
Arsenio LupinArsène Lupin en francés, es un ladrón de guante blanco creado en las veinte novelas de detectives del escritor francés Maurice Leblanc. Un referente en la literatura francesa que ha aparecido en numerosas secuelas escritas por otros autores, en películas, y en adaptaciones para televisión, teatro y cómic. Incluso anime y anime como se puede ver en este enlace.

Su autor, Maurice Leblanc (1864-1941), fue contemporáneo de Arthur Conan Doyle, y la popularidad que alcanzó el personaje de Arsène Lupin en Francia puede ser comparada con la del detective británico Sherlock Holmes en los países anglosajones. Por todo ello es uno de los elegidos por nuestros nietos que leen preferentemente en la lengua de Molière.Arsène Lupin, el caballero ladrón (Gentleman Cambrioleur)

Arsenio Lupin apareció por primera vez en una serie de relatos publicados en la famosa revista mensual 'Je Sais Tout' en plena 'belle époque' (1905). Su libro en ocho capítulos, Arsenio Lupin, Caballero Ladrón, puede leerse en español PDF en este enlace.

Es una especie de Robin Hood de los bajos fondos. ducho en derecho, medicina, artes marciales (su padre fue profesor de esgrima o boxeo, entre otros) y prestidigitación al más puro estilo Houdini, además de ser un auténtico seductor con las damas que no tiene nada que envidiar a James Bond. Un héroe de los bajos fondos, culto que habla latín, en definitiva, a cuya perspicacia nadie escapa, pues Leblanc aprovechó en sus novelas para hacer un retrato irónico de la policía francesa. 

Netflix ha relanzado este personaje (que ya estaba entre nuestros preferidos) con una serie francesa 'Lupin', que se estrenó hace unas semanas (véase un trailer al final del post). Incluso ha confirmado ya una segunda temporada en Netflix tras el éxito apabullante de la primera. El carismático Omar Sy ('Intocable') protagoniza el que está siendo el fenómeno de estos días, la historia de Assane Diop, un hombre que encuentra un libro sobre Arsène Lupin que tiene el poder de concederle riqueza y recursos. 

La serie Lupin es un constante homenaje al personaje, al autor y a sus libros. Maravilloso el legado del libro que pasa de abuelo, a padre y a hijo en un guiño intergeneracional donde un formato moderno recupera una historia que cuenta con más de un siglo. Hay que aprender de los franceses en esta forma de recuperar a sus clásicos del folletín para crear obras de arte contemporáneas. Sin desvelar ningún spoiler, la obra completa sobre Arsène Lupin aparece reiteradamente desde el primer capítulo como algo que forma parte del legado cultural del protagonista desde niño y de su padre, de uno de los policías que encuentra la relación,...
Un resumen en español del personaje original en los cómics.

Un precedente real que quizá inspiró el personaje de Arsène Lupin existió. Su nombre fue Alexandre M. Jacob (mejor conocido como Marius Jacob). Ha sido, hasta la fecha, uno de los más célebres bandidos anarquistas de todos los tiempos. Nació el 28 de septiembre de 1879 en Marsella (el personaje de Lupin, por su parte, nace en Blois en 1874), en el seno de una familia obrera, y su vida fue, sin duda, digna de ser relatada. A los 12 años se enroló como aprendiz de marinero en un viaje que le llevaría a Sídney y después desertó de la tripulación, hasta convertirse en pirata. 

Marius Jacob volvería a Marsella en 1897 renunciando a la vida marina y acompañado de unas fiebres frecuentes que sufriría el resto de su vida. "Vi el mundo y no es hermoso". Más tarde, siendo aprendiz de tipógrafo, acudiría a reuniones anarquistas, fue pillado con explosivos tras una serie de robos menores y condenado a seis meses de prisión, tras los cuales tuvo dificultades para reintegrarse. Tras huir del manicomio de Aix-en-Provence (había fingido sufrir alucinaciones para evitar una pena de cinco años de prisión), organizó una banda que se hacía llamar Los trabajadores de la noche (Travailleurs de la nuit).
Marius Jacob, inspirador del personaje Arsène Lupin
Marius Jacob detenido por la policía francesa

Habían de cumplir una serie de principios para poder formar parte de la banda de Marius Jacob: no asesinar, excepto para proteger la propia vida o escapar de la policía, robar solo a los parásitos sociales (empresarios, jueces, soldados y el clero), y nunca a aquellos con profesiones consideradas útiles (artistas, arquitectos, médicos...), y donar un porcentaje de dinero a la causa anarquista. 

Para saber si la persona en cuestión a la que pretendían atracar se encontraba en su domicilio, Jacob y compañía introducían trozos de papel bajo la puerta y volvían al día siguiente para comprobar si estos seguían en su sitio. También entraban en las casas por el suelo, desde el techo del piso inferior. Entre 1900 y 1903, Los trabajadores de la noche efectuaron más de 105 robos en París, aunque con el paso del tiempo Jacobs empezaba a pensar que su causa no tenía sentido. 

Detenido en 1905, se salvó de la guillotina, pero fue condenado a trabajos forzados en Cayena (en la Guayana francesa), hasta que regresó a Francia en 1928. Después vivió trabajando como vendedor ambulante de telas. El resto de su vida es un misterio. 

Se cree que en 1936 estuvo en Barcelona ayudando a la CNT y finalmente se suicidó el 28 de agosto de 1954 en Bois-Saint-Denis, donde residía. "Sois demasiado jóvenes para poder apreciar el placer que proporciona irse gozando de excelente salud, burlándose de todas las enfermedades que acechan a la vejez. Allá están todas estas asquerosas reunidas, listas para devorarme. Pero voy a defraudarlas. Yo he vivido y ya puedo morir", le escribiría a sus amigos antes de fallecer. 
'Por qué he robado y otros escritos', en español en la editorial Pepitas de Calabaza, narra las pericias vitales de este particular personaje, que ha salido a la palestra de nuevo gracias a la serie de Netflix, un Robin Hood que se defendería así: "Antes que verme enclaustrado en una fábrica como en una cárcel, antes que mendigar aquello a lo que tengo derecho, he preferido sublevarme y combatir metro a metro a mis enemigos, haciendo la guerra a los ricos (...). Prefiero ser un cínico consciente de sus derechos que un autómata o una estatua".

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