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Campanas de Gauss

¿Somos de los buenos, de los regulares o de los malos? Todo depende de con quiénes nos comparemos.

Según refiere la wikipedia, en matemáticas la campana de Gauss es la representación gráfica de una distribución normal, donde un grupo aleatorio de datos se reparte entre valores bajos, medianos y altos, con mayor frecuencia de los valores intermedios. Recibe su nombre en función de su forma acampanada y en honor a su descubridor, Carl Friedrich Gauss.

Esta campana está muy presente en el conjunto de la realidad social. En multitud de escalas, algunas más explícitas como riqueza y otras menos visibles como el esfuerzo, todos conocemos casos de personas muy ricas y muy pobres, si bien la mayoría oscilan entre valores intermedios. Más difícil resulta estimar el ánimo, la voluntad, o la constancia,… aunque tampoco todos estamos igualmente dotados en estas u otras cualidades.

En el panorama educativo, en las aulas conviven alumnos y alumnas de diferentes capacidades y actitudes, factores ambos que se retroalimentan recíprocamente. Lo más duro resulta para aquellos estudiantes que crónicamente ocupan los puestos de cola, al apilar ciclos de peores condiciones de partida, pequeños reveses y desalientos acumulados. Si no superan esta posición de “hundidos”, a medida que crecen en edad acumulan frustración, rechazo y agresividad hacia el entorno (y no sólo el escolar). A pesar de los refuerzos docentes, y de programas específicos de intervención o de diversificación curricular, en muchos casos están predestinados al “fracaso escolar”.

Recuperar social y académicamente a estos “desertores educativos” es un objetivo de primer orden. Los Centros de Iniciación Profesional son una acertada opción, que facilita su inserción laboral al tiempo que prosigue su maduración personal, y con ella su posible reenganche en una sociedad que exige formación continua. Entre estos no-graduados también se aprecia estadísticamente una campana de Gauss. En su tramo inferior quedan los más marginados tras su proceso de escolarización, con un largo expediente de “naufragio escolar”. Son aquéllos a quienes siempre les ha resultado difícil estudiar, leer, entender,… Se ven a sí mismos como los “últimos de la fila”, con el consiguiente riesgo de que tiren la toalla respecto a su futuro.

Afortunadamente nos quedan fórmulas válidas en los programas complementarios de escolarización. Visitando uno de nuestros centros de referencia, dirigido por la Fundación Peñascal y sostenido con financiación pública, su director comentaba una de las bases para la recuperación de este alumnado: el agrupamiento donde conocen a otros compañeros parecidos que han superado las mismas desgracias. Juan Bedialauneta apunta que “aquí les cambiamos la campana de Gauss, y la mayoría por primera vez se reasienta en zonas medias o altas de un grupo, viéndose como buenos alumnos y potenciales ganadores en el proceso de integración social”.

Hay muchas campanas de Gauss, en cualquier medición que hagamos. Es el eterno dilema de oscilar entre cabeza de ratón o cola de león. Y todos estamos en posiciones distintas según el grupo con el cual nos comparemos. La postura negativa sólo envidia a los más afortunados y se lamenta de su peor condición. Resulta más constructivo saber todos estamos en valores altos de algunas escalas, y desde la confianza en nuestras capacidades avanzar hacia nuestros objetivos con decisión, trabajo y convicción.
Versión .DOC para imprimir
Versión final en: mikel.agirregabiria.net/2006/gauss.htm

El tesoro escondido

Una historia real para contar a los más pequeños de la casa, porque trae poder, riqueza y felicidad.

Esta semana he asistido a una fiesta escolar, en una jornada de puertas abiertas de un colegio de enseñanza primaria (CEP Ruperto Medina de Portugalete). Allí, en el salón de actos, hubimos de decir unas palabras algunos representantes del ayuntamiento y de la administración educativa. Tras el oportuno y alentador discurso del alcalde, dirigido principalmente a los familiares del alumnado, me correspondió a mí improvisar una breve alocución.

Al ver a los niños y niñas más pequeños en las primeras filas, no pude resistirme a relatar mi cuento preferido. Bajando la voz hasta convertirla en un susurro para despertar su atención, les conté una versión actual, verídica y adaptada de la “Isla del Tesoro”. Tuve intención de agacharme y acercarme a los alumnos más pequeños que se apoyaban en el escenario, pero el protocolo y el sentido del ridículo me lo impidieron. Ahora lo lamento. En fin, esto fue, más o menos, lo que les conté…

“Con permiso de las autoridades, de los padres, madres, abuelos y abuelas aquí reunidos, voy a dirigirme directamente a los alumnos y alumnas. Niños y niñas: Quiero contaros un secreto. Sabéis que esta semana el colegio está de fiesta, y se han organizado muchos actos especiales. Además de todo lo que ya conocéis (exposiciones, disfraces, festejos,…), hay algo más. En este centro hay escondido un gran tesoro: un regalo que dará sabiduría, fortuna y bienestar a quien lo encuentre.

Esperad antes de comenzar a buscarlo: Os daré algunas pistas para que lo localicéis. El tesoro puede estar aquí, en la biblioteca, en el laboratorio, entre los ordenadores o en vuestra aula. Se halla muy oculto, pero dentro del colegio y será divertido buscarlo. Es mejor buscarlo en grupo, porque así resulta más fácil y ameno. Sabemos que lo encontraréis todos aquellos de entre vosotros que lo busquéis con ahínco, con fe y sin abandonar nunca, aunque tarde en aparecer.

Para encontrar este tesoro, que contiene lo mejor que podáis imaginar, hay que explorar indicios en todas partes. Especialmente hay que leer muchos libros, sin dejar de analizar todas y cada una de sus palabras. También todo lo que diga vuestro profesorado será muy importante. Hay que escucharles atentamente, desde la primera hasta la última hora. Así mismo, vuestros familiares también os darán interesantes consejos que conviene seguir, porque os conducirán hacia este tesoro.

Puede que tardéis un poco en descubrir el tesoro, pero si lo buscáis es seguro que lo encontraréis… en este colegio. Aquí lo hemos dejado los mayores, hecho con mucho cuidado y mimo para vosotros. Nos ha costado mucho crearlo y guardarlo por aquí. Ahora os toca a vosotros descubrirlo, abrirlo y disfrutarlo. Algunas sendas decisivas del tesoro son la lectura, el Versión .DOC para imprimirestudio, la formación, la cultura, la educación a lo largo de la vida,… ¡Suerte en vuestra búsqueda del gran tesoro!”.


Versión final en: mikel.agirregabiria.net/2006/tesoro.htm

La cultura como máxima riqueza

"Antiguamente, lo que distinguía
al rico del pobre
era cuánto dinero tenían en el bolsillo.
Ahora los distinguen
las ideas que tienen en la cabeza".


Castigado centro

Si algo ha caracterizado a Europa ha sido la presencia de una numerosa clase media, centrista y protegida. Esto hoy está en peligro. 


Clase media: Está menguando, no sólo por el fracaso de las medidas de redistribución de la riqueza, sino por profundos efectos demográficos. Actualmente para animarse al lujo de tener hijos, hay que ser muy rico,… o muy pobre. La “cultura del subsidio” (que llega a superar el salario mínimo) se está extendiendo peligrosamente, incluso entre los foráneos recién llegados, lo que no facilita la voluntad solidaria de que todos colaboremos, y especialmente los más pudientes. 

Fiscalidad intermedia: La mayor y creciente contribución de recursos comunitarios procede de los trabajadores por cuenta ajena de niveles medianos, siendo las capas sociales altas (y bajas) quienes eluden secundar el esfuerzo colectivo. El fiasco de un fisco poco copartícipe en función de las posibilidades de cada uno, sigue tolerando y condescendiendo con los beneficios empresariales de las grandes corporaciones (como la banca), con las invisibles ganancias de las profesiones liberales y… con la inmensa economía sumergida (incluyendo repugnantes sectores como la pr0s****ción). 

Edad media: El progresivo envejecimiento de la ciudadanía y la extensión universal de la asistencia social en las edades tempranas y finales recarga en las etapas de la treintena a la cincuentena todo el trabajo. Más aún por el retardo en la primera incorporación laboral y el irresponsable adelantamiento de las prejubilaciones. Ahora existe un considerable porcentaje de gente con la perspectiva de comenzar a trabajar con más de 30 años, jubilarse a los 50-60 y vivir otros 30 años a costa de los demás. 

Política de centro: Cuando ya la civilización griega aconsejaba que “en el centro está el equilibrio”, en nuestros días priman las opciones políticas radicales, orientándose alarmantemente los partidos hacia la extrema derecha o la extrema izquierda. La moderación, el acuerdo, las “terceras vías” están en peligro de extinción, o son meras artimañas de políticas nada centristas (véase el caso de Tony Blair). La propia “pirámide poblacional”, hoy más casi un cilindro, inclina la orientación de las cúpulas dirigentes más hacia el (neo) conservadurismo, o contrariamente hacia la ruptura, que hacia la responsabilidad con el presente y el futuro. Hoy se habla de “seguridad”, y no de paz, justicia o sostenibilidad. 

A quien corresponda: Algo habrá que hacer, antes que sea demasiado tarde. Sin clases medias, sin la labor de todos los que sean capaces, sin solidaridad y justicia equitativa, sin una cultura de trabajo, el porvenir no se presenta halagüeño. Sólo con el máximo respeto hacia nuestro prójimo, el cercano y el lejano, combatiendo la pobreza entre todos, llegaremos a buen puerto. Hay que arrimar más el hombro, todos, ricos y pobres, cada uno en función de sus capacidades y posibilidades, porque en esta vida nada es gratis, ni eterno.

Los 7 pecados según Mahatma Ghandi

Riqueza sin trabajo
Conocimiento sin personalidad
Comercio sin ética
Culto sin sacrificio
Política sin principios
La ciencia sin humanidad
Placer sin conciencia

El lío de la LOE

Leo el lío lelo de la LOE, y loo a la leal aula. Allí ulula la ola de ellos y ellas. La olla de aquí, de allá y de Alá lanza el olé al óleo lila… de la vida.

Se ha repetido muy oportunamente que la Educación se parecía a la aventura de Cristóbal Colón: no sabía adónde iba, casi no alcanza su meta, nunca supo dónde había llegado, fue financiada con fondos públicos y, a pesar de o por todo ello, constituye el mayor descubrimiento de la Historia de la Humanidad.

La educación es un bien cada vez más preciado. Actualmente ya no existe ningún sector estratégico de futuro más trascendente que la educación en todas sus opciones y etapas. Por ello, unos la intentan convertir en una mercancía más sometida a las leyes del comercio, mientras otros desean que forme parte de una planificada estrategia de proselitismo social. Pero la educación, un anhelo de utopía que nunca debiera ser instrumentalizado, es mucho más: Es un derecho reconocido por la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, prerrogativa reconocida por los países firmantes de todo el planeta y potestad depositada en el alumnado y en sus familias.

Este compromiso explicitado afecta a toda regulación jurídica de la educación. La Declaración de la ONU exhorta hacia un modelo educativo orientado por la demanda familiar, y no por la oferta oficial como todavía lamentablemente subsiste en pleno siglo XXI, incluso en la Unión Europea. Vale la pena recordar textualmente el Artículo 26:

1. Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción elemental será obligatoria. La instrucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios superiores será igual para todos, en función de los méritos respectivos.
2. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos, y promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz.
3. Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos.

Ojalá los políticos que debaten en el parlamento pudieran acercarse a la realidad de las aulas, especialmente en aquellos centros donde se enfrentan con los máximos desafíos de educar a los más especiales, a los más desfavorecidos y a los más recientemente llegados. Comprenderían que el debate no debe concentrarse en un pulso para acumular privilegios para unos, ni en poner trabas a la acción escolar de la competencia, sino en dotar a todos los centros de la mejor organización y de los debidos recursos para apostar por una educación de calidad y de equidad con fórmulas plurales siempre que cuenten con suficiente respaldo familiar y social.

Parafraseando a Albert Camus, quien señaló que “quien fracasa en conciliar la justicia y la libertad, fracasa en todo”, si la educación falla en articular la calidad con la equidad, como demuestran fehacientemente las evaluaciones internacionales PISA y TIMMS, naufragará por completo. Si la educación no es transgresoramente integradora, el saber como la riqueza seguirán segregadas en nuestra sociedad. No queda más esperanza colectiva que una educación de excelencia para todos. Este objetivo escolar, garantía de supervivencia individual y general, sí merece la máxima movilización de toda la sociedad civil.

Versión final en: http://mikel.agirregabiria.net/2005/lio-loe.htm

Inmigración

El emigrante es casi siempre, por no decir siempre, un pobre, y el pobre es siempre y en todas partes, si injustamente tratado, más injustamente aún juzgado. Y más en países nuevos envanecidos con su riqueza. Miguel de Unamuno

Familias ricas

©Mikel AgirregabiriaUna desapercibida noticia, transmitida sólo como curiosidad, ratifica la grandeza que atesora una familia unida.

Nuestro hijo pequeño, Aitor, cuando era pequeño y jugaba con su hermana Leire en la plaza de Santa Ana (Getxo) le replicó a otro niño que estaba acompañado de sus padres, mientras a ellos sólo les cuidaba mi esposa Carmen, por estar yo trabajando lejos: “¡Nosotros también tenemos padre! ¿Qué te creías, que éramos pobres?”

Quizá eso mismo piensan los 150 hijos, todos adoptados excepto tres naturales, de Luiz y Clorinda Bertoline, quienes mantuvieron una inacabada "ciudadela de niños", que nunca fue un impersonal orfanato, en la ciudad brasileña de Araras, en Estado de Sao Paulo. Al fallecer el memorable patriarca el pasado día 14-9-2005, a la edad de 75 años y habiendo quedado viudo desde el pasado diciembre, su inmensa familia (reconocida oficialmente como la más numerosa de todo Brasil) finalmente ha quedado huérfana y en situación precaria, sin ayudas oficiales y sólo apoyada con algunas donaciones.

Este singular matrimonio nunca desistió de su sueño de "criar a todos sus hijos y mantenerlos siempre juntos". Por su hogar, una pequeña propiedad rural, pasaron más de 400 menores abandonados, muchos de los cuales adoptaron personalmente. La numerosa prole Bertoline no ha quedado en la indigencia por el compromiso de los hermanos mayores. Una vez más se comprueba que la virtud de los padres es la mejor dote y su vida, el libro de ejemplos heredado por los descendientes.

Lo cierto es que no hay peor forma de pobreza que la orfandad, ni mejor forma de riqueza que una familia querida. El amor de madres y padres nunca vacila, sino que permanece incondicional y constante. Los progenitores, para ser felices, han de entregarse y prodigarse con sus hijos e hijas. Igualmente, el afecto hacia los padres es el fundamento de toda virtud. Giuseppe Mazzini señaló que “los únicos goces puros que pueden disfrutarse sobre la tierra, son los goces de la familia”.

En una familia unida, se dispone de todo lo esencial. No existe ningún niño o adulto enteramente pobre si cuenta con el amor de sus padres. Al igual que no existe ningún padre o madre completamente pobre, si sus hijos esperan anhelantes su llegada a casa mirando por la ventana. Todo lo cual no aminora la exigencia de justicia y solidaridad para todos los seres humanos y todas las familias hasta que “la pobreza sea historia”.

Versión final en: http://mikel.agirregabiria.net/2005/familias.htm

Límites personales

©Mikel AgirregabiriaA medida que avanzamos en la vida, aprendemos a conocer, reconocer y finalmente a amar los límites de nuestras facultades.

Todo tiene sus límites. La madurez no es sino la penosa constatación de nuestro fracaso relativo en casi todo lo que hemos intentado durante nuestra vida. Perseguimos muchas metas, pero sólo alcanzamos algunas y a medias. Al fin descubrimos que todo tiene un límite, incluso la melancolía. Sólo con demasiados años juzgamos finalmente que la felicidad consiste en reconocer nuestros propios límites,… y amarlos.

La infancia y la juventud poseen como cualidades más preciadas la ilimitada esperanza en sus propias aspiraciones y la gloriosa sobreestimación de sus capacidades. La desbordante imaginación no tiene límites. La experiencia humana no toma conciencia de su ser sino en las situaciones límite. El aprendizaje, especialmente durante la adolescencia, va marcando los hitos de nuestra realidad personal. La naturaleza, que enseña la vía de los placeres, señala también sus intraspasables límites.

Pronto descubrimos que el progreso vital no consiste en ampliar los límites, sino en conocerlos mejor. El juego de ponerse límites a uno mismo es el mayor de las delicias secretas de la vida. Por ello, la “educación de la permisividad” ha hecho entrar en crisis al modelo escolar. La falta de capacidad de los adultos para poner límites a la juventud es el gran problema de nuestro tiempo. Todos hablamos de la necesidad de imponer límites, pero nadie se encarga de responsabilizarse: la tarea siempre le corresponde a otros. El profesorado dice: «Si en los hogares no les ponen límites, ¿qué podemos hacer nosotros?» Las familias responden: «La escuela ya no educa, nuestros hijos "se desatan" allí y en la calle.»

El establecimiento de límites contribuye a lograr la madurez psicológica y a formar la identidad personal. Alguien está bien definido cuando sabe lo que es y lo que no es; cuando ha elegido lo que piensa, siente y quiere. Los límites indican asimismo lo que no piensa, lo que no siente, lo que no puede y lo que no debe y lo que no quiere. Saber quién es, qué lo diferencia de los otros. Esto nos da conciencia de nuestra identidad. Esto nos da unidad y nos permite reconocernos y movernos adecuadamente en nuestro ámbito.

Los límites no recortan nada, sino que nos permiten distinguir entre lo real y la fantasía. Nos ubican en la realidad y nos definen como personas. Así descubrimos quiénes somos, con toda la riqueza y la pobreza que acompaña a este descubrimiento. Supone una agridulce sensación de desdicha y felicidad. Tristeza, porque siempre quedan expectativas defraudadas; bienestar, al comprender que somos totalmente originales, únicos e irrepetibles. Además, la condición de únicos da paso al amor, que sólo es posible entre personas diferentes que se complementan.

Los límites son altamente educativos porque la realidad es necesariamente limitativa. Mal que nos pese, no nacimos omnipotentes. Hemos de ir vislumbrando esto desde la niñez con la socialización. La realidad no es manipulable como el pensamiento mágico de la infancia egocéntrica. La vida muchas veces nos dirá no y habremos de aceptarlo o viviremos resentidos. La tolerancia a la frustración es un rasgo básico de la personalidad madura.

Toda genuina educación supone una racionalización, reducción o demora del deseo, que distinga el caprichoso antojo de la exigible necesidad. Si permitiésemos una satisfacción plena e inmediata de todas las continuas demandas de cualquier ser humano, sólo crearíamos un despótico monstruo ególatra. Ha de haber medida en las cosas, y ciertos límites, allende de los cuales el bien no puede subsistir. La libertad de cada uno tiene por límite lógico no provocar la opresión de los demás; al igual que existe un frontera al buscar la felicidad, el dolor ajeno.

Lo más difícil es establecer los correctos límites personales, sin caer en los dos errores extremos: sobrepasarlos o cercenarlos en demasía. Todo poder que no reconozca límites, crece, se eleva, se dilata, y por fin se hunde por su propio peso. Si el medio más seguro de ocultar nuestros límites es no traspasarlos, también es un profundo error creer que no hay nada por descubrir; equivale a tomar el horizonte por el límite del mundo. Sepamos que el espíritu humano se extiende a medida que el universo se despliega.

Para concluir y resumir nos quedamos con la narración insuperablemente del gran escritor portugalujo Juan Antonio de Zunzunegi: “Todo lo bueno se acaba y... / Y ésa es su delicia, que se acabe antes de terminar en la monotonía. / Sí...; sólo lo que tiene límites es hermoso”.

Versión final en: http://mikel.agirregabiria.net/2005/limites.htm

Anticuada actualidad

©Mikel AgirregabiriaLa actualidad, distribuida mediante innovadores soportes de difusión, sólo cuenta viejas historias con nuevos protagonistas, sin más cambio que la cíclica permanencia.

A quienes tratamos de garabatear diariamente en algún blog, ocasionalmente nos escriben algunos lectores recriminándonos cuando nos apartamos de la “actualidad” para tratar temas intemporales o transversales. A ellos van dirigidas estas líneas, como justificación, excusa o lo que quiera que sea para mantener esas excursiones temáticas ajenas a la “tediosa actualidad”.

Porque la “actualidad” es sumamente aburrida o, al menos, la supuesta actualidad profusamente publicada. Y lo cierto es que a todos nos gusta la novedad, lo inédito, lo flamante, lo reciente, lo estrenado. Recuerdo que alguien me decía que la mejor marca es “nuevo”, cuando prefería cualquier producto (como una casa o un coche) recién hecho a otros de mayor calidad, pero usados. Pero entre la información no hay casi nada “nuevo”, ni “desconocido”.

Guerra: A escala planetaria o regional, persisten lamentablemente las palabras vacías y los estériles deseos de paz, mientras todos, desde Bush hasta ETA, se aprestan con sus acciones para el eterno combate sin final. Ello demuestra que todavía se creen aquello de “si quieres la paz, prepara la guerra”, el decadente lema romano (‘Si vis pacem, para bellum’). La industria bélica sigue moviendo la ciencia y el mundo. Nadie ha entendido a Pío Baroja cuando afirmaba que “En las guerras fracasan el que pierde y el que gana. Es un juego malo para los dos. Se consume demasiada riqueza y demasiados hombres, y el resultado es el mismo: miseria para todos”.

Política: Los dirigentes son los mismos, o sus herederos. El hijo de un Presidente norteamericano es reelegido, mientras su hermano se prepara para heredar la más poderosa república del planeta sin historia monárquica. En Europa, el rechazo a políticos que acumulan 40 y 50 años en el poder, incluido un ministro de Franco que se postula como presidente autonómico, han provocado una disociación entre el electorado y la clase política. Así no es de extrañar el divorcio entre el compadreo del politiqueo y la voluntad popular, que se manifiesta en toda oportunidad de referéndum, cuando la sociedad civil doblemente se revela y se rebela. Tampoco sorprende la pervivencia extendida de manifestaciones de toda clase, por la ineptitud política de canalizar las necesidades ciudadanas por vías parlamentarias.

Economía, educación, cultura, sanidad,… y tantos otros temas de máxima trascendencia social quedan pospuestos o marginados en círculos especializados de la información. Los grandes grupos de prensa prefieren no insistir en temas como la pobreza planetaria, si pueden glorificar la seguridad mundial aportada por la guerra de Irak. Así, casi nos olvidamos lo que hace décadas denunció Alvin Toffler, y que sigue plenamente vigente: “El 70% de todos los seres humanos actuales son la gente del pasado, viven, en muchos aspectos, como sus antepasados de hace siglos. Otro 25% forma parte de las sociedades industrializadas. El restante 5% forma la nación internacional del futuro”.

Deporte: Para que no se advierta en demasía la ausencia de genuina información, el deporte sigue rellenando las páginas y los telediarios (la antigualla del Panem et Circenses romano). Como el deporte desprestigia la portada de todos los días, entre las “innovaciones” aparecidas en los medios de comunicación se destaca quién fue “garganta profunda” en el caso Watergate y cómo se confirma que Napoleón murió asesinado en su exilio de Santa Elena. Dos novedades de hechos acaecidos respectivamente en 1970 y 1821, pura actualidad que se dice. Quizá sólo nos quede esperar algunas décadas más para saber quién mató al presidente Kennedy (1963), o barruntar cómo se produjo el accidente de Lady Di (1997), otros dos temas de “permanente y candente actualidad” en la única viva y creciente “prensa de corazón”.

Con esta mezcolanza embrollada de des-información trasnochada, entreverada con masiva publicidad comercial, no sorprende la enorme discrepancia paradójica entre las listas publicadas de los “principales problemas” de un país y los de su ciudadanía. Así parece que la formación, el paro, la vivienda o el empleo de calidad nos preocupan a todos nosotros, pero no a nuestros dirigentes ni a los comunicadores, más enfrascados en el movimiento de intereses y poltronas en ministerios y redacciones.

José Martí dijo una gran verdad: “Todo está dicho ya; pero las cosas, cada vez que son sinceras, son nuevas”. Quizá la notable falta de novedad en la información sea un significativo síntoma adicional de la deplorable ausencia de sinceridad.

Versión final en: http://mikel.agirregabiria.net/2005/actualidad.htm

Aligerando la carne y el espíritu

Seguir una dieta de adelgazamiento implica muchos más aspectos que los meramente externos.

Este mes de mayo he iniciado un proceso de aligeramiento, no sólo del peso físico que ralentiza mis movimientos, sino de otros lastres más anímicos y vitales. La eliminación de los ‘michelines’ no significarían nada si no es acompañada de una catarsis mental, más profunda y que da significado al esfuerzo reductor de cargas.

Mi proyecto físico trata de reducir el peso corporal desde 101 a 89 kilos, equivalentes a dejar de transportar permanentemente una caja de leche con 12 tetrabriks. Doce kilos menos representa un alivio gravitatorio importante, pero la sensación de pesadez proviene más del sedentarismo espiritual y de la molicie intelectual. Ellas son las causas profundas que originan la percepción de pesadez y la consiguiente displicencia, que a su vez provocan la obesidad.

Adelgazar sólo es posible desde un cambio profundo de actitud, que rompa la espiral viciosa de no moverse por pesar mucho y fatigarse cada vez más hasta la inercia suprema. Una dieta de reducción, además de reglar la alimentación y el ejercicio físico, debe incorporar medidas psíquicas para asegurar el éxito final.

Aligerarse significa mucho más que una mera cuestión estética: es una cuestión ética, de purga integral, bajo el criterio general de desprenderse de lo superfluo. La dimensión orgánica carece de efecto si no se antecede y acompaña desde la perspectiva organizativa. ¿Para qué valdría el descenso somático de 12 kilos sin remover las causas últimas del sobrepeso?

Así que la dieta ha de ser completa y radical: Cada día perderemos algunos gramos corporales, pero sólo si se produce simultáneamente una limpieza de nuestro entorno existencial. Al salir a caminar, pasemos previamente por el contenedor de basura donde depositaremos esos papeles sobrantes que se acumulan en nuestra mesa, estanterías o armarios. Limpiemos nuestro cuarto de trabajo de restos que acumulamos por simple pereza, y que terminan ahogándonos. Cada kilo de grasa que perdamos deberá estar precedido por el abandono de 20, 50 ó 100 kilos de objetos agobiantes que ya han cumplido su misión con nosotros, y que quizá pueden ser útiles para otros.

Viejos trastos, libros marchitos, bártulos desusados, cosas que nos encadenan… mejor regalarlos a quien puedan servir. Después de haber colmado opulentamente nuestro esqueleto y nuestra casa, sólo nos queda desembarazarnos de los pesos muertos. Adoptemos actitudes dinámicas, hábitos incansables y decisiones emprendedoras. Así comprendemos con plenitud que la riqueza máxima reside en los espacios libres, donde la elegancia del vacío nos permite movernos con la agilidad, dinamismo y frugalidad propios de los mejores seres vivos, que sin duda son los más etéreos.

Artículo ilustrado en: http://www.geocities.com/de100a90/espiritu.htm
Proceso de adelgazamiento: http://www.getxoweb.com/adelgazando

Riqueza verdadera

Descubriendo la grandeza de algunas gentes, que por nuestra pereza y simpleza suele pasarnos desapercibida.

Todos los días, mi esposa Carmen y yo paseamos por Getxo. Nuestro recorrido predilecto va desde el Puente Colgante hasta el Puerto Nuevo, donde la elegante y variada arquitectura capitula ante la belleza natural de la costa vasca. En apenas dos kilómetros pueden verse desde gigantescos barcos mercantes que navegan por la Ría Nervión-Ibaizabal hasta gráciles veleros o ferries por el Abra de Bilbao, tres playas y varios monumentos históricos junto a palomas y gaviotas, pero lo mejor es la gente con la que te encuentras.

Ayer caminando en nuestro trayecto habitual, descubrimos que vivimos entre personas “ricas”. Pero “ricas” de verdad. Queremos compartir nuestro hallazgo, porque en todas las sociedades y en todos los pueblos hay “gente acaudalada”, pero no son necesariamente los “millonarios en dinero” que creemos por ser tan visibles. La genuina riqueza se disfraza, muy a menudo, de enfermedad, de pobreza, de flaqueza, de torpeza y de crudeza en la corteza. Porque la auténtica fortaleza reside interiormente en la sutileza de la agudeza, en la certeza de la entereza y en esa nobleza que sólo otorga la proeza de sobrevivir.

Quizá sea grandeza y delicadeza, mejor que riqueza, lo que caracteriza a estas personas de firmeza y gentileza, de dureza y pureza, de belleza con tristeza, justeza y largueza. Sólo los niños “reconocen” a esas personas que se han hecho “grandes”, día a día, porque cabeza, listeza, destreza, franqueza y realeza se acumulan únicamente ganando la batalla cotidiana de la existencia, atesorando arrugas que son las cicatrices de la experiencia.

Si aún no lo has entendido, quizá necesites unas horas más, unos meses más o unos años más. Con suerte al final serás tan ‘rico’ como cualquier anciano, y todo lo comprenderás. Porque no hablamos de riqueza económica, sino de riqueza en pasado, en alegría compartida, en vida subsistida y transmitida. Nos referimos a los “verdaderos ricos” que son los abuelos de la Tierra, los aristócratas de la Vida, los añosos vencedores del Tiempo.

Artículo ilustrado en: http://mikel.agirregabiria.net/2005/riqueza.htm

Maestro retirado

Una visión actual de un sabio docente octogenario.

Fue un agradable encuentro con mi antiguo profesor, que acumulaba más de tres lustros de jubilación. A pesar del paso y el peso de los años, seguía con la misma mirada inteligente que acompañaba a su permanente sonrisa. Era uno de mis héroes predilectos, un maestro capaz de imprimir huella indeleble en sus alumnos más conspicuos de muy diversas generaciones. Ahora me llamaba por mi nombre, superando el primigenio apellido, común a todos los hermanos. Este etéreo pormenor quizá traslucía que, ocasionalmente, algunos alumnos con los que mantenía el contacto ascendían un escalón y adquirían la consideración de discípulos.

Cuando, tras numerosas e irreparables reformas ministeriales, el aula parece haberse transfigurado en un exótico laboratorio híbrido entre un circo y un programa de “Gran Hermano”, mi recuerdo de aquel antiguo bachillerato pausado era reconfortante. Así se lo comenté, añadiendo que la educación se había convertido en una profesión de alto riesgo. Él me dio una última lección, siempre con su habitual perspicacia, que exigía el concurso del aprendiz mediante la reflexión y el descubrimiento.

- Mikel, seguimos en una sociedad que paga menos a sus mejores profesores de cualquier nivel y especialidad que a sus peores entrenadores de fútbol. Los docentes competentes son tan escasos como los médicos ilustres, pero mucho menos reconocidos. Pero continuamos siendo insustituibles, porque sólo los profesores creamos riqueza espiritual y material. Aquí mismo, ¿donde ves tú nuestro mayor y mejor patrimonio?

Estábamos en medio de Bilbao, sobre el Puente de Deusto entre el Museo Guggenheim, la Universidad de Deusto, el Palacio de Congresos y de la Música Euskalduna, el Museo de Bellas Artes y el Parque de Doña Casilda, donde se veían muchos niños en un primer lunes de vacaciones escolares por la Semana Santa.

Creí que adivinaría su intención indicando el campus, donde todavía acudían a clase los universitarios. Él me corrigió, parcialmente, apuntando con un gesto fugaz hacia el parque.

- Esos niños y niñas son nuestro futuro, nuestro tesoro aún más preciado que la juventud. Como ya señaló Montesquieu, nuestra infancia recibirá tres educaciones: la de sus padres, la de nuestros profesores y la del mundo. La tercera contradirá todo lo que las dos primeras enseñan; incluso los más desvalidos apenas podrán aprender de sus familias. Sólo la escuela y el profesorado son garantía universal para todos; muchos no llegarán a la universidad, ni a la formación profesional.

Nos despedimos, pero su análisis me dejó cavilando. Pensé que, sin advertirlo, hemos ideado un sistema educativo donde el docente competente no obtiene reconocimiento oficial, excepto la vocación cumplida, mientras que el profesor inepto raras veces es reprendido. Me consolé pensando en tantos buenos maestros y maestras que, sin contabilizar las horas extraordinarias, han conducido a millares de alumnos y alumnas adonde hoy están.

¡Cuántos profesores, como los grandes médicos, saben que el verdadero éxito se logra con los casos aparentemente perdidos! Es el alumnado menos dotado quien obliga al profesorado a enseñar mejor. Lamenté no haber podido apostillar a mi profesor con una cita de Gertrude Stein que él ya conocería. La genial escritora norteamericana escribió: “Podría pensar en ser una buena alumna,… si fuera posible encontrar un buen profesor”. Su interesante vida y su inigualable obra son la mejor prueba de que sí debió descubrirlo.

El frío no existe

Estos días invernales son propicios para aprender una enseñanza ética de la física moderna.

Una difundida historia apócrifa cuenta que un profesor universitario retó a sus alumnos con una espinosa cuestión: “¿Dios creó todo lo que existe?". Un audaz estudiante respondió: “Sí, todo lo hizo Dios”. Entonces el profesor arguyó: "Si Dios todo creó, también hizo el mal, y si nuestras obras son el reflejo de nosotros mismos, entonces Dios debe ser malvado".

Los alumnos callaron ante tan contundente respuesta, hasta que otro estudiante levantó tímidamente su mano y repreguntó al docente, tras pedirle permiso para ello: “¿Profesor, existe el frío?”. El profesor hubo de reconocer que, según las leyes de la Física, lo que consideramos frío, en realidad es ausencia de calor. Volvió a insistir el aprendiz: "¿Y existe la oscuridad?”. Nuevamente el catedrático confesó: “Por supuesto que tampoco existe, dado que la oscuridad sólo es ausencia de luz”. Finalmente, el joven concluyó con una pregunta retórica: “¿Quizá tampoco exista el mal no, sino como ausencia del bien?”. Cuenta la leyenda que aquel alumno era Albert Einstein.

Quizá sea valiosa esta anécdota, aunque no sea verídica y aunque muchos llamen a Dios con distintos nombres. Lo verdadero es que en la Naturaleza sólo existen magnitudes positivas, que llamamos con denominaciones como calor, que es energía molecular transferida de un sistema de mayor temperatura a otro de menor, o luz, que es otra forma de energía. De la misma forma tampoco en economía existe la pobreza, sino como ausencia o mal reparto de la riqueza. Lo que existe y se puede sumar para distribuir es calor, luz o riqueza; no se puede acumular frío, oscuridad o pobreza.

Los seres humanos estamos plenamente capacitados para percibir las diferencias de temperatura, de luz, de riqueza o de bondad. Ojalá aprendamos pronto que sólo podremos disfrutar de los bienes que pusieron a nuestra disposición, si los compartimos debidamente entre todos.

Salud, dinero y amor

La canción decía “Tres cosas hay en la vida: Salud, dinero y amor. Y el que tenga estas tres cosas, que le dé gracias a Dios”.

Tras la lotería de navidad que nunca toca, se declara el día de la salud: “Mientras haya salud…”. Y ello recuerda la terna clásica de la felicidad: Salud, dinero y amor. Dos de estos elementos también aparecen entre las tres vivencias que nunca se olvidan: el primer amor, el primer dinero ganado y el pueblo donde se nació. E igualmente, amor y dinero se repiten entre las tres cosas que no pueden ocultarse: el humo, el amor y el dinero.

Muchos consideramos que el orden convencional de estos tres pilares del bienestar no es el correcto: Mejor sería primero el amor, luego la salud y finalmente el dinero. Paul Giraldy señalaba una diferencia: “El joven desea: amor, dinero y salud. Cuando llega a viejo desea: salud, dinero y amor”. Probablemente la salud no preocupa en la juventud y sí en la madurez, pero la primacía del amor y la relatividad del dinero debieran ser constantes en todas las etapas vitales.

El amor es la materia básica de la que está hecha la vida, porque la ciencia de vivir es el arte de amar. El vals de Rodolfo Sciammarella, que se remonta a 1939, insistía: “El que tenga un amor, que lo cuide, que lo cuide”. El amor además da trascendencia a la vida, con sus múltiples formas y dimensiones: amor de pareja, familiar, amistad, solidaridad,… Maurice Blondel señaló “El amor es, ante todo, lo que hace ser”.

La salud ha demostrado ser la mayor preocupación de la población según todas las encuestas, donde entre las circunstancias que más nos inquietan aparecen en los primeros puestos el fallecimiento, una larga o grave enfermedad o la invalidez, mucho antes que el desempleo o el divorcio. Con razón Emerson apuntaba que “la primera riqueza es la salud”.

El dinero es un buen sirviente, pero un mal amo; por ello, hemos de convertir al dinero en el más poderoso de nuestros esclavos. De ese modo, el dinero es algo maravilloso. Puede ser descrito como la energía de la Humanidad en forma portátil. Dispone de poderes que su amo no posee: puede acudir donde su propietario no llega, hablar idiomas que su poseedor desconoce y salvar vidas de quienes su dueño no sabe el nombre. Así mientras trabajamos en nuestra oficina, con un poco de fraternidad podemos estar colaborando mediante ONGs en escuelas, hospitales o asilos de lejanos países.

Lo cierto es que amor, salud y dinero son esenciales porque cuando nos falta alguno de estos factores no podemos pensar en otros objetivos; sólo si los hemos conseguido –en algún grado- podremos plantearnos nuevas metas. ¡Que el año 2005 nos traiga mucho amor, salud y dinero! Por si acaso no vienen por sí mismos, sería aconsejable ponerse a trabajar duramente para descubrirlos allá donde se encuentren.

Simbólicas aldeas Potemkin

Existen metáforas ideológicas muy arraigadas que enturbian nuestra convivencia.

Grigori Alexándrovich Potemkin fue un político y mariscal de campo ruso. La emperatriz Catalina II (La Grande) lo eligió como amante y favorito de su corte, nombrándole conde y finalmente príncipe. Destacó por sus victorias administrativas y militares (muriendo en la segunda guerra ruso-turca), construyéndose en su honor un siglo después el “Acorazado Potemkin”, cuyos marinos se amotinaron en 1905, episodio que Sergei M. Eisenstein inmortalizó en su película cumbre de la cinematografía mundial.

Potemkin urdió uno de los engaños más famosos de la historia universal. Mientras Rusia se convertía en una potencia, para que la zarina no viera la miseria en la que vivía el pueblo, cuando viajó en carruaje durante una visita a Crimea en 1787, su ministro le mostró únicamente las tristemente famosas “aldeas Potemkin”, pura fachada de madera y lienzo en una farsa convincente. Había encargado a un ejército de artesanos pintar hermosos e idílicos decorados con casas hermosas y jardines rebosantes de flores delante de los misérrimos poblados para que taparan la indigente penuria en la que vivían los campesinos.

El engaño de las "aldeas felices” ha seguido vigente hasta la actualidad, potenciado por el vasto mundo del poder mediático. El séquito del poder sigue instituyendo frontispicios de engaño con propaganda que embaucan nuestros sentidos y nuestras mentes. No sólo hablamos de pantallas y muros que se erigen por doquier para que nos veamos cómo viven más allá de los barrios elegidos, en Israel o en China, en Europa o en América. Además nos muestran fotos de la “inteligencia militar” con ciudades Potemkin donde los iraquíes supuestamente fabricaban armamento nuclear.

El artificio moderno es más sutil y ha cambiado de protagonistas. Ya no hay que encandilar solamente a un monarca, sino a millones de ciudadanos. Tampoco bastan los espectáculos visuales solamente. Hay que nublar el pensamiento colectivo, con metáforas de aparente simplicidad pero muy elaboradas para mantener el ardid. Son muchas las abstracciones que ya confundimos con cosas reales. Veamos solamente dos, tan trágicas como actuales: el ‘imperio del mal’ o el dinero.

¿Qué pasaría si hubiesen dicho que Estados Unidos fue a la guerra de Vietnam a robar sus mujeres jóvenes más bellas? En realidad, el logro final, y el menos malo, fue el de los matrimonios mixtos de soldados con nativas. Pero para ello se destruyeron millones de vidas y se mantuvo el dolor de varias generaciones de la humanidad entera. Nos contaron que se fue a “combatir al comunismo en una guerra fría”. Hoy nos apuntan que hay que mantener el Primer Mundo contra el Tercer mundo para “luchar contra el terrorismo”. Iconografías, sólo símbolos, que actúan como “aldeas Potemkin”, sin permitirnos ver a la gente de carne y hueso que viven tras esas barreras de “países enemigos”. No es de extrañar en una época donde es más delito quemar una bandera (un trapo a fin de cuentas), que envenenar la tierra de una comunidad con contaminantes inextinguibles.

Junto a las ideologías enfrentadas, otra de las peores falsedades de hipocresía es el dinero. Nos han inculcado que es como el oro. El metal, aparte de su uso odontológico, sólo se almacena en cámaras acorazadas. Obviamente no es ilimitado. Por tanto, se nos dice que “no hay dinero para acabar con el hambre en el mundo”. Esto es tan absurdo como decir que no hay “metros cuadrados para hacer viviendas para todos”. El dinero, en sal o en oro, es un medio de medida que permitió superar el sistema de trueque en el comercio de la antigüedad. El dinero no se manipula como una materia: En cada crisis de recesión mundial el dinero desaparece súbitamente, pero el oro planetario, descubierto o no, siempre es constante salvo transmutaciones. Aportando e intercambiando nuestro esfuerzo podemos conseguir un planeta dichoso.

La riqueza y la felicidad pueden crecer, como el amor, la inteligencia o la justicia. No existe una cantidad fija de modo que si los demás tienen más a nosotros nos queda menos. Con un sistema justo, todos podríamos vivir prósperamente, sin pasar necesidad nadie en ningún lugar. Olvidemos las metáforas limitativas. Creamos más en la pura realidad: el bienestar puede ser mundial, la libertad es compatible con la equidad, los que piensan de modo distinto sienten y necesitan lo mismo que nosotros, todos podemos ser hermanos, el bien no necesita del mal, el derecho se puede imponer con la fuerza de la razón y del corazón,...

Somos como la criatura que cae en su cochecito por las escaleras de Odessa, sin control en medio del aplastamiento popular que narra el Acorazado Potemkin. Necesitamos que todos olvidemos las arcaicas “aldeas Potemkin” de símbolos absurdos para dejar de luchar y vernos cara a cara: el soldado y la madre que pide pan. No son un zarista y una insurgente; son dos personas que comparten la misma desesperación. Entonces, cuando traspasemos el decorado de los emblemas y nos reconozcamos como seres humanos, sólo nos quedará la solución de arreglar conjuntamente nuestros mutuos problemas.

Pobreza entre riqueza

La paradoja de que tras 35 años de llegar a la Luna millones de personas mueren de hambre.

El astronauta Neil Armstrong al pisar la Luna en 1969 dijo: “Un paso pequeño para el hombre, un salto gigantesco para la Humanidad”. La carrera espacial fue una gesta de ciencia y de paz, y sus frutos tecnológicos han beneficiado y contribuido al desarrollo humano. Aquel esfuerzo heroico aplaudido por encima de fronteras y banderas, aunque motivaciones bélicas y de prestigio también fueron determinantes. Ahora que celebramos un aniversario tan vívido para quienes asistimos conscientes a su consecución, otros interrogantes infantiles nos siguen martilleando la conciencia, como cuando preguntábamos: Papá, ¿por qué todavía hay gente que se muere… de hambre?

Resulta doloroso asistir impasibles a la injusticia e insolidaridad mundiales. La pobreza y la desigualdad no es ninguna ley inexorable de la Naturaleza. Parece que el continente de nacimiento sea determinante en la calidad de vida que debe esperar cada ser humano que nace. En Europa y Australia nos encastillamos en una "sociedad del bienestar", aún cuando la pobreza asome por los suburbios de cualquiera de nuestras ciudades, mientras aceptamos que Norteamérica sea el líder militar, tecnológico y financiero, Asia se convierta en la poblada fábrica del mundo con el 60% de la población planetaria, el resto del continente americano al sur del río Grande perviva con graves incertidumbres y África apenas sobreviva con una esperanza de vida menor de 40 años.

Los datos escandalosos se multiplican: Cada vaca europea recibe una subvención diaria de 4 €, mientras la mitad de la población mundial ha de subsistir con menos de un euro al día. Tamaña injusticia debería congelarnos el corazón. Ya no sólo se trata de que los despilfarros militares reinvertidos en educación, sanidad y alimentos podrían solucionar en meses todos los problemas de la Humanidad, sino incluso de aberraciones tales como que los gastos de las sociedades ricas en comida para mascotas o en dietas de adelgazamiento podrían evitar la muerte anual por hambre de más de 6 millones de niños menores de cinco años y cancelar la monstruosa cifra de 840 millones de personas desnutridas que viven entre nosotros.

Hace 35 años supimos llegar y pasearnos por la Luna, pero aún no hemos sido capaces de exigirnos a nosotros mismos y a nuestros gobernantes la fraternal proeza de acabar con la pobreza. Mientras haya una sola persona muerta de hambre, ninguno mereceremos llamarnos seres humanos, ni suponer que estamos dotados de una sola gota de inteligencia ni de bondad.

El otro árbol vasco


Un referente histórico como metáfora vital: nuestros derechos acaban donde empiezan los de los demás.


Se puede aprender mucho de cualquier ancestral cultura aborigen, porque la misma y común naturaleza humana se manifiesta con sorprendente diversidad y riqueza en cada comunidad en función del devenir social de su propia historia. Los vascos, menos de tres millones de personas habitando a ambos lados del río Bidasoa entre Francia y España, somos los indígenas más antiguos de Europa con un idioma (euskera) de origen desconocido, y con sorprendentes peculiaridades en ámbitos significativos como la organización política o los deportes autóctonos.


Una característica propia es el deseo de autogobierno, pero no sólo entendido frente a los Estados en los que estamos integrados administrativamente, sino incluso entre nuestros propios territorios. Nos han rodeado imperios poderosos y hemos sabido asimilar sus lenguas y culturas, pero siempre preservando nuestro milenario euskera y las tradiciones propias.

El término “vasco”, procedente del "vascón" citado por los romanos en el año 76 a. C. durante las guerras sertorianas, fue postulado como originado por "basoko" (‘habitante del bosque’ en euskera), lo que da idea del valor mitológico atribuido a los árboles. El panteísmo originario ocasionó la veneración de los robles como protectores vivos de los vascos. Hace apenas un siglo, la oración ritual de nuestros leñadores pedía perdón al árbol cortado: “Guk botako zaitugu eta barkatu iguzu” (Te derribaremos y nos perdonarás).

Sólo en uno de sus siete territorios históricos vascos, Bizkaia (Vizcaya), existen cinco árboles sagrados. El más conocido es el roble de Gernika, corazón del Señorío, donde los monarcas deben jurar respeto a nuestros centenarios Fueros. Pero en Bizkaia hay más de un Parlamento, y los robles de Avellaneda y Gerediaga señalan las Juntas de las Encartaciones y del Duranguesado, además del roble de Aretxabalagana donde los vizcaínos recibían a su Señor.

En Luyando se alza el “árbol malato”, cuyo origen se remonta al año 840. Ejércitos leoneses habían llegado hasta el puerto de Bakio en una incursión de castigo. Se juntaron en consejo las cinco merindades vizcaínas para darles batalla y eligieron como Señor de Bizkaia a don Zuria, personaje vasco hijo de una infanta escocesa venida por mar y nieto del rey de Escocia. Las tropas vizcaínas vencieron en la batalla de Padura, en un lugar que por la mucha sangre vertida se llamó Arrigorriaga (Piedras rojas). Los leoneses supervivientes fueron perseguidos hasta el Árbol Gafo, denominado así porque no pasaron de allí. En su tronco clavaban sus armas los combatientes vizcaínos para indicar su negativa a proseguir la guerra más al Sur. El árbol malato fue considerado frontera militar desde entonces. Los hijosdalgos vizcaínos estaban obligados a prestar servicio militar si lo requería la defensa del territorio propio. Este deber no se podía exigir fuera del territorio. Si el Señor de Bizkaia insistía en continuar la lucha, debía pagar soldadas a quienes estuviesen dispuestos a seguirle.

Este testimonio permite comprender mejor el espíritu vasco de independencia, de defensa de lo propio, nunca de imposición a los demás. Episodios complejos como las “guerras carlistas” o el “Pacto de Santoña” de 1937 deben interpretarse a la luz de quienes, incluso con innumerables derrotas, continuaron infatigables en la custodia de su identidad. Los versos de Gabriel Aresti también sintetizan inmejorablemente este sentimiento en “Nire aitaren etxea defendituko dut” (defenderé la casa de mi padre).

En la vida personal, cada misión, cada proyecto… siempre debe mantener un “árbol malato”: Un linde a no traspasar. La política es una noble actividad, pero en su perímetro vital de lo que es justo, en defensa de lo propio y sin atacar lo ajeno. Sin entrometerse en la vida de los demás, sin pretender que piensen o sientan a nuestra manera, respetando su forma de organizarse y de vivir, único modo de reclamarles la misma tolerancia para con nosotros. Si conocemos lo propio, lo amaremos; y estimando lo nuestro, habremos de apreciar y admirar igualmente todo lo que los demás han elegido en ejercicio de su propia libertad.

La edad de la verdad

Lost in translation”, otra película que nos revela el extravío de la soledad humana creciente con la edad.

Unos, los suizos, dicen que la edad no juega ningún papel excepto en los quesos; otros, los franceses, que la edad es importante sólo en los caballos; y terceros confirman que cada persona tiene la edad de su corazón (esto, en sentido fisiológico no puede ser más cierto, excepto en los trasplantados). Pero no olvidemos que Marcel Prevost decretó que “Nuestro corazón tiene la edad de aquello que ama”.

Para los que hemos llegado a esa madurez en la que uno ya no se deja engañar por sí mismo, esa edad en la que todavía se es joven pero con mucho más esfuerzo, hay relatos muy deprimentes, justamente por lo verosímiles y descriptivos que se demuestran. Existen dos películas referenciales al respecto, una de culto como “American Beauty” de 1999, y otra actualmente en cartelera como “Lost in translation” de 2003.

Resulta muy recomendable para cualquier humano dotado de un ápice de ternura, y especialmente para cuarentones en adelante, sentirse retratados en “Lost in translation”. La directora Sofia Coppola nos narra con silencios hondos y miradas cómplices, como quizá sólo sabe hacerlo una mujer que además es hija de Francis Ford Coppola, una historia de dos seres perdidos en un mundo extraño.

Seguramente nuestra vida cotidiana no nos lleve al ininteligible Tokio, ni a movernos en escenarios de millonarios hastiados de recibir regalos, pero muchos sentimos en lo más hondo –ocasional o frecuentemente - que no comprendemos nada de lo que sucede a nuestro alrededor, como si nos hablasen en japonés unos personajes exóticos que deambulan frenéticamente por nuestras vidas. En esas ocasiones, sólo cabe la huida... Pero no existe más evasión que la fuga hacia otro ser humano…

Y es entonces cuando el contraste entre la edad de la beldad y la edad de la verdad resulta cruel y despiadado, si uno no puede creerse que en la edad resida el misterio. La belleza insolente por su frescura y naturalidad de Scarlett Johansson, remarca el patético descubrimiento de la vacuidad vital del triunfador caduco encarnado por Bill Murray. Pero algo les une (¿la orfandad de la humanidad, la hermandad en la infelicidad?) y les alivia en una suerte de romance espiritual: la intimidad inocente entre dos supervivientes que se aferran al mismo salvavidas de una fugaz amistad imperecedera.

El producto es toda una prodigiosa exhibición de una relación de afecto basada en la comprensión y el entendimiento, quizá más exactamente en una complementación espiritual, improbable pero sugestiva. No es una película de acción, sino una obra maestra que se infiltra en el espectador con su lánguido devenir de guión intimista, describiendo ese sentimiento universal de la soledad, la decadencia y el paso del tiempo, de los que ni la todopoderosa riqueza exime.

La película parece defraudar durante su transcurso por la lentitud de la historia con un final esperable como la vida misma, pero al encenderse las luces y despertarnos a la realidad, algo profundo nos ha conmovido el alma con dos conclusiones obvias: “La edad no protege del amor. Es el amor quien nos protege de la edad”.