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No le des más vueltas...

Quick VS Slow
La vida es demasiado corta para perder el tiempo con tonterías.
No le des más vueltas,... ni al tapón del dentífrico, ni a la vida.
Abre tu vida con avidez, con ansia sabia y contenida.
Los secretos son ilusión, ternura, sorpresa y alegría.
La existencia es nueva... cada noche y cada día.
¿Sueño, juego? Busca junto a ti sólo... la dicha.
Vivir es viajar y aprender... toda una poesía.
La vida es un misterio que nos maravilla.
Lo que das a los demás... eso es tu vida.
Todo está cerca de ti: Ama e imagina...
[Foto de Aitor Agirregabiria... hecha a medida]

Móviles en el Metro

Viajar en el Metro siempre resulta interesante, sugerente y provechoso.

Si alguien busca inspiración para escribir sobre temas de actualidad, o de lo que realmente le preocupa a la ciudadanía, sólo ha de viajar en el Metro, abrir los cinco sentidos y apreciar las grandes historias de la gente corriente. Un simple tránsito aporta percepciones, sensaciones,… y tiempo para concretar un mensaje. En un breve trayecto desde Bilbao a Getxo, hacia las nueve de la noche, he escuchado varias conversaciones de alto interés. Alguna resumía la noticia de hoy (la victoria de Obama) de modo sugerente, sintético y didáctico: bastante mejor que muchos telediarios.

Mi experiencia de observador constata que lo más jugoso para apuntar ideas originales destinadas a los géneros más literarios (narrativa o poesía), provienen de los teléfonos móviles. La excelente cobertura que ofrece Metro Bilbao en todo su recorrido es impagable. Sin entrar en detalles, una persona (tampoco desvelaré su género, pero es adivinable) tras insistir en que no podía hablar con claridad por encontrarse en un medio público de transporte, nos ha desvelado y desgranado un auténtico drama en un microrrelato digno de ser firmado por Augusto Monterroso.

Viniendo de un funeral, esa media conversación desde un extremo del hilo telefónico me ha impresionado. Y no he sido el único, porque las hojas de los libros no abanicaban y los MP3 se han acallado. Alguien hablaba con un progenitor suyo con la firmeza y la dulzura que requería una situación comprometida. De modo simple y coloquial, nos ha transmitido a todo el vagón un explícito mensaje entre líneas de su entrecortado coloquio: El amor sabe esperar cuando la razón desespera. Los pasajeros hemos comprobado que en el fondo de todas las almas hay tesoros recónditos, tanto que sólo la ternura serena acaba por descubrir.

Versión para imprimir en: mikel.agirregabiria.net/2008/enelemetro.DOCMetro Bilbao
Foto inferior del Flickr de Aitor Agirregabiria.

Educación fractal, capaz de regenerarse

Escribiendo sobre "Política lírica" que desborde a la épica bélica, recuperé el binomio "educación fractal" del que escribí hace tiempo, pero que no había recogido en este blog. Siempre he creído en una Educación que transmita valores éticos, comunes y compartidos. Porque toda actuación humana se fundamenta en el código de valores de quien la ejecuta. En la esencia moral de toda persona se gestan su comportamiento, su felicidad, su destino. Si se acepta la proposición anterior, ¿cómo podría nadie propugnar su exclusión de entre las materias obligatorias de la educación? En definitiva, educar es entusiasmar con valores indelebles.
Fractal , concepto tomado de las matemáticas, es un espacio de dimensión fraccionaria, que lleva en su interior el germen de su propia construcción o identidad. Por ello, una educación ética aspira a instalar en lo más íntimo del discente un código “genético” de valores (en todas sus “células”), y no sólo a dotarle de recursos cognitivos, afectivos y actitudinales, para poder asegurar que su autonomía será plena. Sin ese esencial código de claves éticas, todo lo demás sería insuficiente y baldío.
Esta propuesta educativa abre un camino a la esperanza, no ausente de nuestro entorno. A nuestro alrededor siguen muy presentes la bondad, la belleza, la bonhomía, la generosidad, el compromiso, la lealtad, la renuncia, la ternura, la amabilidad, la honradez, la inteligencia, la humanidad,...
El vitalismo – siempre ardorosamente optimista – nos indica el mejor de los caminos para guiar la elección de valores por la juventud: ¡Basta con que pruebe los valores genuinos! Si alguien ha paladeado un amor incondicional (como el que los buenos progenitores brindan a sus descendientes, o el amor auténtico de una pareja), si alguien ha saboreado la realización de un trabajo bien hecho (que queda como un legado), si alguien ha disfrutado realmente un patrimonio cultural,... nunca seguirá otras tortuosas veredas de los placeres más efímeros, que implican el daño ajeno o la falta de solidaridad.
¡Demos la oportunidad de elegir, con libre albedrío, entre amar u odiar! ¿Quién, en su sano juicio, puede preferir la maldad a la bondad? ¿Quién elegiría destruir y no construir?, ¿Quién mataría, si pudiese -por el contrario- engendrar vida, o mejorar la de aquellos que son sus semejantes? Padres, madres, educadoras y educadores: No permitamos que nadie eclipse los valores auténticos. Ejemplifiquémoslos con nuestra vida y cuando logremos la verdadera felicidad, otros no dudarán en seguirnos. Ambiquity ~~~Draft! Please Comment from Michel Gingras on Vimeo.

"Tres Gymnopedias" de Fernando García Pañeda (I/III)

Prometimos a nuestro amigo de Aprendices, Fernando García Pañeda, en la pasada Feria del Libro de Bilbao una lectura reposada y análisis de su tercera obra, "Tres Gymnopedias". Hoy, ahora, he leído la primera parte, la de la hermana mayor Emma. De un tirón, en apenas media hora gozosa. Inicialmente, pensé en Twittear la lectura; pero la historia que nace lenta, intimista y un tanto deprimente (al menos, para este luminoso verano), pronto nos atrapa con algo tan improbable como el diario (o delirio) de una mujer castigada, resentida y que trata de rehacer su vida con el insólito recurso de la maternidad. La ternura del relato, y la solidaridad que despiertan estas tres (cuatro) almas femeninas, obligan a proseguir la trama que se va desvelando y que protagonizan estas mujeres, muy reales, muy cotidianas, muy cercanas, muy nuestras, con esa sinceridad que se aprecia cuando sintoniza con las cicatrices que todos llevamos por el desgaste de la vida. Sólo estas primeras páginas acreditan la destreza narrativa de Fernando García Pañeda, su validez escritora, su sensibilidad humana. Prefiero degustar el libro, en tres jornadas consecutivas que aquí relataré, para acompasar el ritmo de la existencia descrita con el relajo del estío, que concita concurrencias espacio-temporales inexcusables,... Hay que convivir con otras lecturas, con otros encuentros, con otras amistades,... Pero este libro, como concluye la primera parte nos brinda una enseñanza inigualable y poética, que ahora cito, cuando la nueva madre comprende que ahora"estamos aprendiendo a querernos...". [Abajo, un vídeo de la Red Ning de Blogs y Libros con el esquema del libro recomendado] Web oficial de la obra. Technorati tag: .

Fortaleza y tolerancia

Sé blando hablando, no temblando; sé un duro maduro, redoblando.

En la vida y en las relaciones sociales, quizá lo más difícil sea elegir debidamente el grado de firmeza necesario en cada caso, en cada ocasión y con cada persona. Hasta los dioses y diosas están divididos por su consistencia, atribuyéndose la dureza al ancestral rol masculino y la blandura a la sexista representación femenina, siendo en la mitología romana sus prototipos extremos el duro Marte (dios de la guerra) y la blanda Venus (diosa del amor).

Los proverbios chinos, que son muy sabios, abundan en este tema. Aseguran que “El elemento más blando del mundo atraviesa el más duro”, se supone que refiriéndose al agua que perfora la piedra con su constancia, para remarcar que la insistencia es el poder de la impotencia, la tenacidad de la debilidad y la fuerza de la ternura. También advierten que, ante la hoguera de la adversidad, “el barro se endurece al fuego, mientras el oro se ablanda”. Incluso en la recomendación de flexibilidad advierte que “la lengua resiste porque es blanda, pero los dientes ceden porque son duros”. Finalmente, con su observación de que “la persona al nacer es tierna y débil, pero muere rígida y dura”, asocian el concepto de blandura a la vida y el de dureza a la muerte.

Se reconoce que el bienestar obra un efecto sobre la solidez de las personas, sugiriéndose que la falsa felicidad nos vuelve duros y soberbios incomunicándonos de los otros, mientras que la felicidad verdadera nos torna dulces y sensibles, encontrando el modo de extenderse a los demás. El equilibrio entre ser duro o blando es una cualidad difícil de adquirir y que, acaso sólo con la edad, se aprende a gestionar.

La dificultad radica en el difícil equilibrio entre un guante de seda para un puño de hierro. Lo idóneo es una prudente combinación de energía y modales, evitando ser siempre riguroso o siempre laxo, y escogiendo el equilibrio entre esos dos extremos, que en ello está el punto de la discreción. Quizá exista una fórmula perfecta y fácil de recordar: Conviene ser duro con los errores, pero blando con las personas. Como Kafka recomendaba, sin confundir nunca el asunto con la persona.

No renunciemos a corregir lo que está mal en el mundo, en nuestro entorno, en la vida. Ataquemos con dureza los problemas y busquemos soluciones, por difíciles que sean, sin renunciar a la utopía. Mas para ello, conviene comprender y respetar a todos los que podríamos hacer más y mejor, entendiendo las limitaciones y buscando la superación conjunta de nuestras flaquezas. En resumen, firmeza con nuestros objetivos y bondad con nuestros semejantes conforman el mejor espíritu.

Versión para imprimir: mikel.agirregabiria.net/2007/tolerancia.DOC

La tercera facultad humana

¿Por qué nos sugieren que hay tres misiones que cumplir en la vida, escribir un libro, plantar un árbol y tener un hijo?

Los seres humanos somos complejos y ambiciosos. Ansiamos mucho de una corta vida. Quizá, porque sabemos que estamos dotados de varios y poderosos talentos. El primero es la capacidad de pensar, potencia de la estamos especialmente orgullosos. Somos animales “racionales”, porque estamos dotados de inteligencia. Es algo único en la naturaleza y ha permitido a la especie humana un desarrollo sin parangón.

La segunda aptitud es igualmente exclusiva: la fuerza de amar. El afecto, la amistad, la ternura, la pasión nos convierte en gigantes espirituales, en seres que desean amar y ser amados, un exclusivo don místico que nos proyecta por encima de lo físico y de lo material, que recrea nuestras vidas y nos alza hacia el cielo.

El corto y reciente tramo feliz de la Historia de la Humanidad arranca cuando la Razón comienza a imperar en la ciencia, en la filosofía y en la política. Incluso, siendo optimistas, podríamos llegar a creer que vislumbramos una nueva etapa histórica de fraternidad, de solidaridad y de justicia si el Amor estuviese presente en todos nuestros objetivos y actos.

Existe una tercera potestad inigualable. Quizá crecientemente olvidada en nuestra vanidosa civilización, especialmente en las clases sociales más frívolas, seguramente por quiénes son sus mejores intérpretes. Esta potencia humana nos dota de una dimensión inigualable, proyectando nuestra existencia más allá del tiempo y del espacio. Este máximo poder que nos asegura la continuidad, la ubicuidad y la eternidad es… la maternidad o la paternidad, en todas sus formas, incluida la docencia, que crean y transmiten a nuestros descendientes todo nuestro legado genético, educativo y cultural para su perpetuación y perfección.

Según Víctor Hugo, cada uno de nosotros posee en sí tres centros para cumplir su función terrenal: el cerebro, el corazón y el vientre. Cada uno de estos centros es augusto para una gran función: pensamiento, amor y concepción. Son tres poderes con muchas semejantes: son dolorosos inicialmente, cuesta aprender, amar y procrear; infinitamente gozosos cuando se descubre la alegría que encierran; y son irreversibles porque marcan nuestro destino definitivo. Sólo con el desarrollo de estas tres posibilidades, al máximo posible, humanizaremos nuestra realidad y nuestro futuro.

Versión para imprimir en: mikel.agirregabiria.net/2007/3poder.DOC
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La revolución de la ternura

La última revolución habrá de ser de ternura para comprender las diferencias y hallar el camino hacia una singularidad convivida en la abundancia de la multiplicidad.

Pablo Neruda citó, hablando del poeta Mayakovski, el invento de una alianza indestructible entre la revolución y la ternura. También Víctor Hugo sugirió que “la indignación y la ternura constituyen la misma facultad vuelta en los dos sentidos de la dolorosa esclavitud humana; y quienes son capaces de encolerizarse son también capaces de amar”. El mismo Ernesto "Ché" Guevara señaló que “a veces debemos endurecernos, pero jamás debemos olvidarnos de la ternura”. Antes se decía que una mujer sin ternura era una monstruosidad, todavía más que un hombre sin coraje; ahora, hemos de considerar que toda persona sin coraje y sin ternura es alguien truncado.

Lo cierto es que la ternura aunque soterrada, se halla por doquier. Jacques Brel, el trovador de la ternura, cantaba “Cuando sabemos dar la ternura y también sabemos recibirla, nos damos cuenta que se halla presente todas partes: en un perro, en un amigo o en una desconocida”. Hay una ternura infinita en todos los corazones humanos como en una noche llena de estrellas.

Aún los más centenarios y gigantes árboles, los que inspiran solidez, altura y firmeza, se rodean de una tierna corteza donde los amantes graban sus nombres y amores para la posteridad. La ternura nos hace vulnerables, nos convierte en humanos, y nos eleva a la categoría de ángeles mortales. Tenemos la misma edad que nuestra ternura. Nuestro desgaste de ternura no es más que amor sin utilizar, porque el amor crea ternura… que sobrevive al amor. La ternura es esa realidad que consigue superar al ensueño de la utopía.

Hay ternuras de todas clases. Todas, menos las ternuras postizas, son válidas. Un niño describió la ternura como una luz y un calor que permanece en nuestro corazón aunque afuera esté lloviendo. Por ello, la ternura infantil es la más entrañable, pero en la mirada de una mujer alcanza la ternura su expresión suprema. Aunque jamás en la vida encontraremos ternura mejor, más profunda, más desinteresada, ni más verdadera que la de una madre. Nunca agradecemos lo suficiente a las mujeres del mundo, por mantener algo de ternura y sensatez en nuestras infancias, en nuestros juegos y en nuestra existencia a lo largo de la historia.

La ternura es el reposo de la pasión, eso que convierte la existencia de la otra persona en nuestra segunda piel. Por ello, cuando se expresa la ternura, se expresa en plural. El escritor de la ternura, Jacques Salomé, cree que la ternura no es un estado permanente, sino un descubrimiento perpetuo que cada uno de nosotros podemos hacer, no a través de la fragilidad de las apariencias o la rutina de las costumbres, sino en una vivencia consciente y completa del presente. La ternura no nace de lo imposible, sino que engendra vitalmente lo posible.

Nada es pequeño para la ternura. Aquellos que esperan las grandes ocasiones para probar su ternura,… no saben amar. Si sólo por el sufrimiento se alcanza la grandeza, sólo por la ternura se descubre los grandes amores. Ternura es una palabra o un silencio convertido en ofrenda... para quien sabe escucharlo con confianza. Saber escuchar con tolerancia es otra de las mejores manifestaciones de la ternura. Una risa sin fronteras, un ligero roce y una caricia que hace temblar el suelo bajo nuestros pies,… son cumplidos reflejos de la ternura.

La ternura reencontrada es igual que unas gafas graduadas, destinadas a corregir nuestra prosaica visión de la vida. Cuando la muerte, la gran reconciliadora, llega a nosotros, nunca nos arrepentimos de nuestra ternura, sino de nuestra severidad. Nadie puede llamarse feliz hasta que haya aprendido a cultivar la alegría, la estima, la ternura y la buena voluntad hasta el punto de hallarse determinado a ser feliz todos los días, haciendo felices a los otros.

Todos buscamos ternura natural de forma desesperada. Jacques Brel lo cantó “Somos como barcos partiendo todos juntos en la pesca de la ternura”. Y recuerda: La ternura no pide nada, no espera nada, se basta a sí misma. Jamás hay que prestar la ternura; hay que obsequiarla, si no, duele demasiado.
 Versión final en: http://www.agirregabiria.net/mikel/2006/ternura.htm
Post reparado en 2021, sustituyendo el vídeo final.

Charlie y la familia de chocolate

Tenemos la capacidad de construirnos (en) una amorosa familia para recibir todo el afecto, cariño y comprensión que merecemos y donde podremos ser nosotros mismos.

La película “Charlie y la fábrica de chocolate” de Tim Burton está fielmente basada en un popular cuento de Roald Dahl escrito en 1964. Estrenada el 15 de julio de 2005 ha merecido un notable éxito de difusión, que incluye una amplia reseña en la Wikipedia. El imaginativo libro es un clásico de la literatura infantil (tras un film de culto titulado "Un mundo de fantasía" que no llegó a estrenarse en muchos países) se encomienda una segunda adaptación cinematográfica al aclamado director Tim Burton, quien aporta su estilo marcadamente soñador a la entrañable obra original.

El producto es una aleccionadora comedia sobre niños y para niños, que recuerda la esencia de lo que auténticamente significa ser un niño. Se destina, oportunamente, a una infancia demasiado mimada en una época donde algunas familias parecen hechas de mal chocolate, pero no por su dulzura, sino por derretirse ante la menor calentura, como el palacio del sultán que aparece en la película.

La historia narra la vida de Charlie Bucket, un bondadoso niño de familia pobre que vive, junto a sus padres y cuatro abuelos en una vieja casa diminuta y destartalada, pero un verdadero hogar lleno de amor a la sombra de una descomunal fábrica de chocolate. Desde hace casi quince años, nadie ha visto entrar o salir de la fábrica a un solo trabajador, y tampoco han visto a su extravagante propietario Willy Wonka. A pesar de ello, incomprensiblemente, siguen elaborando grandes cantidades de chocolate que se exportan a todo el mundo. Un día aparece un trascendental anuncio, invitando a la famosa fábrica a cinco afortunados niños que encuentren unos cupones dorados escondidos entre las chocolatinas,…

Se describen, en forma de fábula caricaturesca, cuánto y cómo han malcriado algunos padres a sus repelentes hijos, tan ridículos como poseídos de sí mismos que apenas aprecian la maravilla de las alucinantes creaciones de Wonka. Uno a uno, por su grosera personalidad glotona, competitiva, mezquina o sabelotodo adicto a los videojuegos abandonan la visita antes de que haya terminado. Cuando sólo queda el pequeño Charlie, Willy Wonka le ofrece ser su único heredero con una condición imposible que obliga a renunciar a Charlie. Pero finalmente ambos descubrirán que Charlie ya era un afortunado por algo, como la familia, que faltaba a Willy, quien recibe un regalo aún mucho más generoso que el mayor emporio comercial.

La moraleja de la película, quizás demasiado explícita pero apropiada para el público infantil, es un canto al hogar y al tesoro de una familia unida que, frecuentemente, florecen mejor entre los menos pudientes. Son sublimes las escenas iniciales y finales. En las primeras puede verse el hogar de Charlie, donde la madre espera a su marido para ver si ha conseguido algo que mejore la aguada sopa de repollo. En las últimas, Wonka puede apreciar el valor de una familia reunida, donde tres generaciones comparten la magia de un menú lleno de amor. Quizá el momento supremo es cuando hasta el más pequeño de la casa, Charlie, reconoce con decidida valentía que nada es más sagrado que la familia. Decididamente el chocolate atesora un regusto de familiar a ternura.

Versión final en: http://mikel.agirregabiria.net/2006/charlie.htm

Cambiando miradas

El arte de educar se relaciona con la capacidad de, intercambiando miradas, aprender a cambiar las miradas ajenas y la propia.

Preguntaron al filósofo John Dewey dos cuestiones claves sobre la pedagogía perfecta: ¿Cuándo y qué hay que enseñarles a los niños? El filósofo condensó las respuestas de modo magistral: “Si quiere saber cuándo hay que enseñar a un niño, mírele a la cara. Y si quiere saber qué hay que enseñar, mire a la vida”. Ya el proverbio latino advertía: “No aprendemos para la escuela, sino para la vida” (“Non scholae, sed vitae discimus”).

Dos cosas definen a una persona: su mirada y su corazón. La naturaleza irguió la frente del ser humano y le mandó contemplar el cielo, alzando la mirada hacia las estrellas. Pero sin olvidar que quien consigue apreciar las cosas pequeñas tiene limpia la mirada. La perspectiva personal determina la circunstancia que rodea a cada individuo y le hace singular, incluso entre sus semejantes. Ortega y Gasset, el maestro del “yo y mi circunstancia” estableció que “la realidad no puede ser mirada sino desde el punto de vista que cada cual ocupa, fatalmente, en el universo”.

El aprendizaje es algo que se puede lograr solo o con ayuda de los demás, pero el segundo método es el más acelerado y eficaz, especialmente en la infancia. “Aprender a mirar” y “mirar para aprender” son dos competencias básicas que nos permiten crecer a los seres humanos. Dumas sugirió que “Dios quiso que la mirada humana fuera la única cosa que no se puede disfrazar”. Lo cierto es que se descubre en la mirada la cualidad humana. Dicen que en las palabras se refleja el talento, pero en las miradas, el alma.

Aprender a mirar cordialmente a nuestros semejantes, particularmente a los más necesitados y en los momentos más críticos, nos reporta paz y serenidad a todos. Un proverbio árabe asegura que “quien no comprende una mirada, tampoco comprenderá una larga explicación”. Educar consiste en dotar a la mirada de los más pequeños con más sabiduría y con más cultura, pero la inteligencia y la humanidad ya reside en su mirada. Su ternura son ojos que se convierten en mirada. Los niños adivinan qué personas les aman. Es un don que con el tiempo se pierde.
My shoes / Mis zapatos (un vídeo ilustrativo)
Mikel Agirregabiria Agirre. Getxo

La ternura de los pueblos...

"La solidaridad es la ternura de los pueblos".
Cree un humilde servidor... [Abajo: Vídeo con la ternura animal...]

Soledad y compañía

©Mikel AgirregabiriaElogio de la soledad y de la sociedad, dos precisos requisitos para formar el talento y el talante.

Siento, en el abarrotado Metro, que nos apretamos cientos de soledades. Soledad y compañía. Noche y día. Sol y luna. Todo y nada al mismo tiempo. La vida es una compleja red donde se entrecruzan soledad y compañía. Nacemos y morimos solos. Pero sólo crecemos y decaemos de la mano de los otros; ellos nos dan perspectiva y sentido a nuestra biografía... Nadie existe que esté en completa soledad; todo lo que existe, necesita de otros para ser.

Soledades y compañías. Palabras que hablan por sí mismas; con derroche de fantasía. ¿Quién no las familiariza? Las vivimos distintas en cada etapa de la vida, muchas veces como espinas y otras tantas como alegrías. Emociones confusas y obsesivas, queridas y repelidas, finalmente admitidas por una providencia supuestamente establecida,… Pasiones fecundas y necesarias, porque según Goethe: “El talento en soledad se cultiva, mientras que el carácter sólo se forma en la sociedad intempestiva”.

Soledad: No nos enseña a estar solos, sino a ser únicos. La soledad es el precio de la libertad. La soledad es ese otro yo,… Refugio y aislamiento, sosiego y desasosiego, la soledad traza las fronteras en el plano de nuestra afectividad hermética y compartida. Sólo los egoístas odian la soledad. La soledad es el patrimonio de las almas extraordinarias. Sólo en soledad se siente la sed de verdad. Rilke señaló: “El águila vuela sola; el cuervo, en bandadas. El necio tiene necesidad de compañía, y el sabio, de soledad”.

Pero, ¡cuidado con la soledad! Antonio Machado alertaba: “En mi soledad / he visto cosas muy claras,/ que no son verdad”. Todo elemento de fuerza intelectual se pierde si permanece en la infecunda soledad. Además, para huir de la melancolía no hay como la compañía, porque tristes podemos estar solos; pero para estar alegres, necesitamos compañía.

Compañía: Todo puede adquirirse en la soledad, excepto el carácter. Hacer compañía consiste en añadir algo a las vidas de los demás, y con ella descubrimos que nuestras vidas adquieren la transcendencia requerida. La persona cabal es aquella que, en medio de la multitud, mantiene con perfecto rigor y cortesía la independencia de su identidad, en soledad construida.

Sin embargo, ¡atención con la compañía! Suele decirse que quien necesita compañía, elegirá a veces malas compañías. También pronto descubrimos que no hay peor soledad que la de algunas compañías. El punto medio entre introversión y extraversión es el preferible, justamente el que nos permite encontrar el amor.

Amor: Ése rumor de soledad y compañía mutua. El amor consiste en dos soledades que se protegen, que se limitan y que se hacen mutuamente felices. Stendhal sugirió: “La soledad es necesaria para gozar de nuestro propio corazón y para amar; pero para triunfar en la vida es preciso dar algo de nuestra vida al mayor número posible de gentes”.

La realidad humana está tejida a un tiempo de soledad y compañía. Circunstancias que vivimos día a día, que buscamos en ocasiones y de las que huimos otras veces. El dolor reclama soledad; la alegría, compañía. Nunca como en las situaciones de duelo (que abundan en la vida), ha de ser exquisita la justa ponderación entre soledad y compañía, para acompañar en el dolor pero respetándolo.

Necesitamos tanto la compañía como la soledad. Nos son precisas como el verano y el invierno, el día y la noche, el ejercicio y el descanso. De la soledad nace el coraje y de la unión nace la fuerza. Por ello, la vida es esa gozosa sensación promiscua de equilibrio entre soledad y sociedad, esa maravilla de cordura y ternura unidas.

Versión final en: http://www.geocities.com/agirregabiria2005/soledad.htm

El milagro del trabajo

Si hubiese que elegir la historia humana real más épica, lírica y dramática sin duda sería una con dos heroínas: Anne Sullivan y Helen Keller.

La “Historia de la Humanidad” está tejida con millones de semblanzas personales, con héroes y heroínas cotidianos cuyo esfuerzo, fe, valor y voluntad crean un universo ético de valor incalculable. Son casi infinitas las acciones y las vocaciones que diariamente se despliegan por todo el mundo, para que la vida funcione tal y como la conocemos. Siempre son noticias de primera plana las desgracias y los males que aquejan a nuestro tiempo, pero por cada acto de maldad humana existe montañas de heroicidad, valentía y ternura de los grandes seres humanos anónimos que construyen animosamente la verdadera realidad.

Los ídolos que habitualmente se ensalzan en los medios de comunicación generalmente son hombres, con gran preparación, que alcanzan fortuna y prestigio, y cuyas vidas se exhiben como modelo social del triunfo. Casi siempre parece que fueron elegidos y señalados desde su cuna de nacimiento, disponiendo de posibilidades únicas por su origen singular y por sus extraordinarias dotes personales. Por todo ello, al leer sus vidas ejemplares puede parecer que estaban predestinados para el éxito sin mayor ahínco por su parte.

La mejor historia real de todos los tiempos, en opinión compartida por muchos, fue la odisea de la maestra Anne Sullivan y su alumna ciega y sorda Helen Keller. Justamente porque sus dos modestas protagonistas parecían sentenciadas irremediablemente al fracaso y por construirse su doble conquista personal con el único material del que están forjados todos los sueños: el milagro del trabajo esforzado, continuado y perseverante.

El relato de sus vidas es universalmente consabido por textos y películas, por lo que no lo repetiremos aquí. Sólo resaltaremos que Anne Sullivan provenía de un ambiente pobre, se había quedado casi ciega los 5 años y fue enviada a un orfanato donde su hermano murió. Helen Keller perdió la vista y el oído a los 19 meses, convirtiéndose en una niña salvaje y agresiva a quien su desesperada familia pensó en internar. El 3 de marzo de 1887, Anne llegó a la casa de Helen y comenzó su comunicación en lenguaje de signos trazada con sus manos. Tras una ingente labor, llegó el día en el que Anne llevó a Helen a la bomba de agua, y tras mojar su mano deletreó varias veces A-G-U-A en la palma de la niña. Al fin Helen comprendió que todo en el mundo tiene un nombre. Helen, acompañada hasta 1911 por su maestra y amiga Anne, aprendió a leer y escribir en el sistema creado por Louis Braille, se instruyó para ‘oír’ de los labios de las personas, tocando con sus dedos y sintiendo las vibraciones, llegó a hablar, sostener conversaciones y dictar conferencias en público, obtuvo un título universitario con mención Cum Laude, escribió libros y viajó con gran celebridad por todo el mundo hasta su muerte en 1968.

Cuando nos encontramos con situaciones domésticas o escolares difíciles para familias, alumnado o profesorado, siempre es oportuno recordar estas dos biografías de dos personajes con una cualidad insuperable al alcance de todos nosotros: el empeño voluntarioso que todo lo vence. Quizá lo más difícil entre estas dos fabulosas mujeres sería destacar a una preferida entre ambas: A los docentes permítasenos que distingamos a la "maestra milagrosa", porque ella hizo posible -con el esfuerzo de su alumna- la hazaña de Helen Keller.

Para concluir, oigamos una reflexión final de Helen: "Quien dispone de una mente que pueda ser educada y una mano que pueda ser entrenada, poseerá ideales realizables. El trabajo de la gente es ayudarle a que pueda ser mejor por sí mismo y pueda ganar méritos a través de su trabajo”.
[Abajo, foto de Helen Keller]

Príncipes de Persia

Una reinventada versión del clásico juego despierta un entrañable recuerdo y una reflexión.

En 1994 se distribuyó la primera versión de “Prince of Persia”, que aún se puede descargar gratuitamente en http://www.dosgamesarchive.com/. Inicialmente hubo una versión sobre MS-DOS (los más jóvenes que repasen la prehistoria informática) de este típico “juego de plataforma”. Estos juegos de acción y aventura, con énfasis en la exploración, se llamaron así porque lo común era saltar entre plataformas o niveles distintos para sortear peligros y descubrir metas.

Fue un compacto programa pionero en su época por los gráficos avanzados, distribuido en un disquete de 720 Kb cuando el CD-ROM no estaba generalizado. Era un juego adictivo para los más pequeños, con el límite de una hora para rescatar a la princesa. Trabajosamente y con mucha paciencia, en su tiempo de ocio nuestros alumnos de siete años iban venciendo a todos los "sultanes" que había y recogiendo ánforas, combinando la tecla Shift con las de desplazamiento para caminar despacio y sin caerse. Todavía en equipos 486 y algún Pentium de los años finales del pasado siglo, los escolares recordaban trucos para las fases difíciles (combinaciones como Shift T, Shift W o Shift L).

Siempre recordaremos, mi esposa y yo mismo, a un niño incondicional de este juego, aunque nuestra recomendación era variar entre las innumerables posibilidades educativas y lúdicas de los programas disponibles. Borja siempre elegía “Prince”, a pesar de que a su corta edad ya manifestaba una inteligencia y sensibilidad inusual. Cada vez que su “héroe príncipe” sucumbía y “moría”, Borja quedaba tan impresionado que –en silencio- lloraba con grandes lagrimones durante unos minutos.

Esperamos que no pierda nunca esa ingenua ternura infantil, en un mundo como el que vivimos donde los estragos continentales del tsunami en el océano índico apenas alteran nuestras cenas en familia, cuando merecerían que el planeta entero llorase ante tal desastre mundial con 200.000 muertos y millones de damnificados. La vida no es exactamente un sueño feliz ni un juego divertido, ni siquiera aquel acrobático pasatiempo relativamente inocuo con luchas incomparablemente menos agresivas que la mayoría de los videojuegos posteriores. Ante la catástrofe asiática, todos deberíamos primero condolernos y después ayudar, por ejemplo a través de la Cruz Roja. [Abajo: La nueva versión aparecida en noviembre de 2008]

Ahora que estamos vivos...

Es urgente que no olvidemos vivir lo que verdaderamente vale la pena de ser vivido.

Hoy debe ser el mejor día de nuestra vida. Seguro que hace tiempo nos preguntamos si llegaríamos a esta edad, a poder vivir una fecha como la de hoy. Ha llegado esta jornada, y ello es motivo de celebración: otro día más para compartirlo con los nuestros. Seguro que nos acompañan muchas adversidades y algunas alegrías, si sabemos apreciarlas. La vida ronda a nuestro alrededor en forma de estrella, de nube, de árbol, de pájaro y de gente. Hoy vamos a sonreír a todas esas creaciones para pregonar que somos felices porque aún estamos vivos.

Hoy vamos a ser bondadosos y generosos con quienes nos rodean. Diremos bellas palabras como “te amo”, “te necesito”, “eres especial”, “significas mucho para mí”, “¿te puedo ayudar?”,… Hoy es un día para reír, para escribir una carta, para enamorarse más, para disfrutar de una comida en compañía de una amistad que hace tiempo no vemos,… Hoy es el día apropiado para abrazar y besar a nuestra familia, a nuestros mayores, a nuestra pareja,… Hoy es un día apropiado para jugar con los pequeños, para escuchar a los colegas, para atender a los necesitados, para dar la mano a quienes lo necesitan. Hoy es el mejor día para pedir perdón, para rectificar nuestros errores, para comunicarlo y dar una sorpresa agradable a quienes nos aprecian y nos quieren. También es un día idóneo para trabajar fuerte, porque sólo con mucho esfuerzo se solucionan las necesidades propias y ajenas.

La muerte nos ha enviado a todos una carta certificada para notificarnos que pronto no estaremos aquí. Pero todavía nos resta todo un día... Y un día aprovechado puede ser más que toda una vida despilfarrada... No posterguemos lo urgente y lo importante, ahora que estamos vivos. Tenemos todo un día para ser más niños, para ser más sabios, para ser más felices.

Ahora que estamos vivos, es preferible que compartamos con los nuestros unos cuantos minutos y no una noche entera cuando ellos o nosotros hayamos muerto. Es mejor prodigar pequeñas muestras de cariño ahora que estamos vivos, que no grandes manifestaciones de duelo cuando hayamos muerto. Regalemos una sola flor ahora que estamos vivos, en lugar de enviar una gran corona a un funeral. Demos aliento en una breve visita o con una rápida llamada, sin esperar a escribir un largo poema póstumo o un conmovedor epitafio cuando ya no estemos vivos.

Ahora que estamos vivos, procuremos dejar a nuestros allegados una huella amable de nuestra existencia. Dejar este mundo un poco mejor de lo que lo encontramos, con un poco más de paz y de ternura. Es urgente que hagamos un alto en nuestra ajetreada vida y nos preguntemos: ¿Tiene sentido todo lo que haremos hoy? Es perentorio que apreciemos que nuestras vidas pueden ser grandes en servicio a los demás, siendo verdaderamente hermanos todos los seres humanos. Es inaplazable que miremos a nuestro alrededor y apreciemos cuánto amor nos brindan los nuestros y cuánto amor podemos ofrecer a los demás.

Ahora que estamos vivos, es muy urgente que no nos olvidemos de vivir lo que verdaderamente vale la pena de ser vivido. ¡Que tengamos un buen día! ¡Sólo depende de todos nosotros!

Amor se escribe siempre con mayúscula

No lo llames Amor, si no lo puedes escribir con mayúscula.

Amor se escribe con mayúsculas porque no hay amores pequeños; toda clase de amor verdadero es grandioso e imperecedero. La vida mancha, pero el Amor salva. El Amor es una caja de herramientas que puede transformar el universo. El Amor es un caballo de Troya que desde dentro abrirá las puertas de la ciudadela y nos salvará del odio.

Amor se escribe con A de almas anidadas, de aventura y de altruismo, de audacia y de aceptación, de arrebato y de alegría, de amistad y de ayuda, de afirmación y de agradecimiento, de atención y de apoyo, de ánimo y de acompañamiento. Amor se escribe con M de mocedad y de madurez, de mesura y de modales, de maestría y de modestia, de melancolía y de magia de misterio musical. Amor se escribe con O de optimismo y de oportunidad, de originalidad y de observación, de obstinación y orgullo. Amor se escribe con R de rebeldía y rigor, de recato y reflexión, de respeto y de rectitud. Amor se escribe sin E de egoísmo, sin I de ingratitud y sin U de urgente. Amor, a veces, se escribe con H de humor, con una H superflua, porque lo nimio y el detalle son importantes en el Amor.

Hay muchas clases de Amor: a la pareja, a los padres, a los hijos, a Dios, a los hermanos, a la familia, a los amigos, a los necesitados, a la Humanidad, a un oficio, a una dedicación,… Pero todo Amor se escribe con letras de oro, porque el Amor es lo mejor de la vida. Todo lo que vale la pena es, al fin y al cabo, Amor. Al final, sólo perduran los frutos del Amor. El recuerdo y las obras de quienes amamos o nos han amado.

La vocación de vivir no es sino la profesión de amar. Los niños, y en toda casa debiera haber un niño, nos enseñan que vivir es tan sencillo como amar y ser amado. En la sociedad de adultos adustos, donde sólo la maldad es noticia y donde la ternura viaja en trenes rigurosamente vigilados, el puzzle de almas difícilmente encaja. Convirtámonos en ciudadanos del Amor proclamando: "Mi patria es el Amor". El Amor es contagioso, al igual que la falta de Amor. ¡Amémonos! ¡Sólo por hoy! ¡Sólo por ti, Amor! ¡Cuánto te quiero, Amor!

Repaso al verano

El verano es un boomerang lanzado que casi siempre vuelve.

Nada como las vacaciones estivales para comprender el esfuerzo humano por aprehender la vida, que como agua recogida con las manos se nos escurre entre los dedos. Aunque nuestro corazón se rige por su propio calendario, con la alegría alarga los días y con la tristeza encoge las fechas, la medida de luz solar parece dilatar en todos nosotros los minutos que adornan cada hora diurna del veraneo.

En verano nacen seres maravillosos que tienen de vida un día, una semana o un mes. En tan breve lapso de tiempo revolotean a nuestro alrededor, proclamando lo efímero de una existencia que, en su caso, no sobrepasa una estación del año. Son un aviso para las personas que también sentimos cómo ha volado otro verano y que nos esperan meses de trabajo en serie y en serio.

Amigo lector: Si la displicencia por el fin de las vacaciones le surge, no se preocupe, no es el único. Pero no vale la pena disgustarse porque ya se terminó el verano; mejor sonreír porque sucedió. Un proverbio sueco declara que "una vida sin amor es como un año sin verano". A la espera del próximo estío, que como las golondrinas acudirá a su cita excepto el último año, nos queda el recurso de convertir nuestra vida en una permanente pasión con un poco de ternura, algo de amistad, bastante cordialidad, mucha vocación y raudales de optimismo.

La edad de la verdad

Lost in translation”, otra película que nos revela el extravío de la soledad humana creciente con la edad.

Unos, los suizos, dicen que la edad no juega ningún papel excepto en los quesos; otros, los franceses, que la edad es importante sólo en los caballos; y terceros confirman que cada persona tiene la edad de su corazón (esto, en sentido fisiológico no puede ser más cierto, excepto en los trasplantados). Pero no olvidemos que Marcel Prevost decretó que “Nuestro corazón tiene la edad de aquello que ama”.

Para los que hemos llegado a esa madurez en la que uno ya no se deja engañar por sí mismo, esa edad en la que todavía se es joven pero con mucho más esfuerzo, hay relatos muy deprimentes, justamente por lo verosímiles y descriptivos que se demuestran. Existen dos películas referenciales al respecto, una de culto como “American Beauty” de 1999, y otra actualmente en cartelera como “Lost in translation” de 2003.

Resulta muy recomendable para cualquier humano dotado de un ápice de ternura, y especialmente para cuarentones en adelante, sentirse retratados en “Lost in translation”. La directora Sofia Coppola nos narra con silencios hondos y miradas cómplices, como quizá sólo sabe hacerlo una mujer que además es hija de Francis Ford Coppola, una historia de dos seres perdidos en un mundo extraño.

Seguramente nuestra vida cotidiana no nos lleve al ininteligible Tokio, ni a movernos en escenarios de millonarios hastiados de recibir regalos, pero muchos sentimos en lo más hondo –ocasional o frecuentemente - que no comprendemos nada de lo que sucede a nuestro alrededor, como si nos hablasen en japonés unos personajes exóticos que deambulan frenéticamente por nuestras vidas. En esas ocasiones, sólo cabe la huida... Pero no existe más evasión que la fuga hacia otro ser humano…

Y es entonces cuando el contraste entre la edad de la beldad y la edad de la verdad resulta cruel y despiadado, si uno no puede creerse que en la edad resida el misterio. La belleza insolente por su frescura y naturalidad de Scarlett Johansson, remarca el patético descubrimiento de la vacuidad vital del triunfador caduco encarnado por Bill Murray. Pero algo les une (¿la orfandad de la humanidad, la hermandad en la infelicidad?) y les alivia en una suerte de romance espiritual: la intimidad inocente entre dos supervivientes que se aferran al mismo salvavidas de una fugaz amistad imperecedera.

El producto es toda una prodigiosa exhibición de una relación de afecto basada en la comprensión y el entendimiento, quizá más exactamente en una complementación espiritual, improbable pero sugestiva. No es una película de acción, sino una obra maestra que se infiltra en el espectador con su lánguido devenir de guión intimista, describiendo ese sentimiento universal de la soledad, la decadencia y el paso del tiempo, de los que ni la todopoderosa riqueza exime.

La película parece defraudar durante su transcurso por la lentitud de la historia con un final esperable como la vida misma, pero al encenderse las luces y despertarnos a la realidad, algo profundo nos ha conmovido el alma con dos conclusiones obvias: “La edad no protege del amor. Es el amor quien nos protege de la edad”.

Receta de estrellas

Nuestra relatividad en el universo como refugio frente a la zozobra vital

Cuando los acontecimientos nos sobrepasan, no sabríamos decir si por angustia o por aburrimiento, es tiempo de recogerse. Cada cual mantiene su propia fórmula de retirada: la música, la lectura, la melancolía,... Por mi parte, prefiero el refugio de la poesía, incluida esa lírica actual que se expresa mediante el cine. Este fin de semana, he creído llegado el momento de volver a ver alguna de mis películas de culto como “Las cenizas de Ángela” o “El Club de los Poetas Muertos”.

Pero cuando la sensación de fracaso es profunda, sólo puedo combatirlo desde la hondura de mi remedio final, bien entendido lo de recurso supremo sólo en el ámbito de lo audiovisual: el planetario. Lamentando nuevamente no disponer de tan excelso espectáculo ni en Getxo, ni en toda la Comunidad Autónoma Vasca, sólo me queda la opción de acercarme al “Planetario de Pamplona”.

Poco importa el programa concreto que puedan exhibir en ese momento. Basta cualquiera que, desde la comodidad de un asiento reclinado, permita abandonarse ilusoriamente e incluso dormirse en la inmensidad de una noche estrellada. Escuchar, una vez más, que nuestra galaxia, la Vía Láctea, una entre las 100.000 millones de nebulosas estimadas en el Universo, contiene en su seno a más de 100.000 millones de estrellas. Entonces se comprende la nadería que representa un problema de un ser humano, que entre 6.371.253.775 personas (que según el Reloj de Población habitamos la Tierra en este preciso instante), en un insignificante planeta de una estrella mediana en un sistema solar que apenas es una décima parte de una trillonésima fracción del cosmos.

Aún más reconfortante es pensar que hasta el más olvidado de los humanos puede pedir, como los niños, una estrella. Existe más de un billón de estrellas que brillan, aunque no las veamos a simple vista, sólo para cada uno de nosotros. La fulgurante estela de estrellas infunde quietud a la mente y al espíritu. Van Gogh salía de noche para pintar las estrellas, y Whitman creía que una hoja de hierba no es menos que un día de trabajo de todo el firmamento. La ternura infinita que despierta en todos los corazones humanos una noche llena de estrellas, siempre me obliga a musitar el poema de Mallock: “Si no puedes ser pino en la cima de la colina, sé hierba en el valle, pero sé la hierba mejor junto al torrente. Si no puedes ser camino, sé sendero; si no puedes ser sol, sé estrella”.

Amado hijo mío, querido alumno mío: para ti escribo. Cree en tu estrella, porque no tienes una, tienes un billón de estrellas encendidas solamente para ti. Y otros astros menores que también confían en ti, como tus padres, hermanos, familiares y amigos. Puede que un maldito cometa se haya cruzado en tu camino, pero ningún pétreo asteroide podrá apartarte de tu destino celeste, cuando tantos y tantos creemos firmemente que eres un Sol.

Ricura de investidura

Una lectura del talante de Zapatero en la jura

La holgura nos ha sumergido en la singladura de escuchar la dulzura de la sesión de investidura. La botadura de la figura del PP, el caradura cicuta, ha dado una hechura de mesura al debate parlamentario transformado en llanura sin cerraduras. ¡Qué fácil ha sido todo, en comparación con la chifladura propia de la bajura a la que nos tenía acostumbrados la troglodita postura de la gruta PePera con censura, armadura, crispación y dictadura!

Rodríguez Zapatero parece la finura personificada frente a la negrura fanática de su predecesor imperial, cuya desaparición favorece hasta la misma catadura del ungido Rajoy. El debate fue una guapura de soltura versus la cultura de la esclusa y la locura de la ruptura. ¡Cuánta cura de ternura frente a la anterior basura! ¡Arriba la fritura de enjabonadura y abajo la bravura de mordedura! ¡Altura y anchura sin escoceduras ni rasgaduras!

Sin premura pasaron Duran i Lleida (mucha cintura), Puigcercós (independentismo con largura), Josu Erkoreka (hondura sin fisura), Llamazares y Joan Herrera (ensambladura sin rotura). El resto de grupos pasará mañana, pero hoy fue la misma mixtura de sutura con pintura de tersura y textura frente a la conjura de la herradura.

Pero la moldura de blandura tuvo una desgarradura de envergadura: Al portavoz del PNV se le pidió una rectificación, la única resquebradura en un mar de alabanza mutua. "Euskal Herria o euskal harria" (el Pueblo vasco o la piedra vasca) parece ser la única escarpadura en la que la política española tropieza dos, once y mil veces. Es la natura de la usura, la vieja factura de la costura, la captura de la juntura. El tema vasco como sempiterna torcedura y perpetua rozadura.
Ya no sirve de excusa ni de bula toda la bruma que se ha vertido sobre el "Plan Ibarretxe" para la convivencia de la Comunidad de Euskadi en el Estado español. Sólo la chapuza bruta y bufa de la pervivencia de ETA, con su minuta del tiro en la nuca, trufa la disputa. Bastaría el día que Batasuna, sin más floritura ni atadura, salga de la inclusa con la vacuna de la cordura y alcance una tribuna sin burbujas. Entonces saldremos todos de la jaula, sin más tortura ni viudas, y se podrán explicar los proyectos varios de integración, convivencia o independencia.

Necesitamos una desembocadura para la quemadura del sufrimiento, una arboladura para la montura de una sociedad normalizada, una botonadura para la hendidura del terrorismo, una soldadura para la voladura de los puentes del diálogo multipartito. La investidura se producirá y desde Euskadi convendría acompasar ambas nuevas legislaturas, la vasca y la española. Tras la elecciones europeas, tras el enésimo esfuerzo de divulgación por el tripartito (PNV-EA-IU) del Proyecto de Nuevo Estatuto, tras bajar el PSOE vasco de la grupa del PP de Oreja, tras el reajuste Batasuna-Aralar, y tras el clamor para que ETA desaparezca, sólo quedará dejar que el electorado vasco decida. Sin persecución de unos ni ilegalización de otros, Euskadi será como el feliz y moderno Québec donde se vive muy confortable y solidariamente mientras se convocan periódicos referendos para saber qué forma de interdependencia prefiere la mayoría social.