¡Pedimos vacaciones!

Se acabó el curso y los más pequeños disfrutan del descanso estival. Los adultos también hemos bregado lo nuestro y el cansancio se ha acumulado. En el trabajo nos permitirán un mes de ausencia, pero -para que la recuperación sea máxima y nos encontremos pletóricos en septiembre- podrían darnos vacaciones en otros aspectos. Para empezar sería una gran ayuda que “cierta organización” dejase sus bombas en reposo, y cesase de acosar a los perseguidos, quienes podrían pasearse tranquilamente con sus familias, y los escoltas harían lo propio. Podríamos seguir sin más “perturbaciones callejeras” que las derivadas del ruido producido por las numerosas fiestas locales encadenadas. Finalmente se agradecería una ausencia total de descalificaciones e insultos entre políticos, porque los más vociferantes ya se han desprestigiado bastante.

Este ambiente festivo podría aprovecharse para que se encontrasen en alguna playa y amistosamente charlasen entre sí los políticos de diferentes partidos, y ojalá que hasta los pertenecientes a sectores enfrentados del mismo partido, lo que siempre es más peliagudo. Comentarían como “personas en bañador y con la barriga al aire” lo difícil de que está que nuestros jóvenes encuentren trabajo fijo y vivienda pagable, o los problemas para educar a nuestros menores y cuidar a nuestros mayores, procurando que todos disfrutemos esta corta existencia terrenal. Con suerte, después de un mes en este plan, todos comprenderíamos que nos complicamos innecesaria y mutuamente la vida, que ya de por sí comporta demasiadas tristezas y penas. Volveríamos con las pilas cargadas para, en lugar de aporrearnos recíproca y nuevamente, aprestarnos a socorrer entre todos a los más desvalidos, dialogando y aunando criterios para resolver democrática y pacíficamente tantas necesidades humanas insatisfechas.

Ha llegado el verano: ¡Dennos un respiro, por favor! Todos lo agradeceríamos, incluidos los más empecinados peleones. Recuerden que Ortega decía que “los únicos que no descansan jamás, son los necios”.

Anécdotas infantiles

Todas las familias disponen de una memoria histórica de anécdotas que periódicamente se recuerdan, y que merecen ser compartidas. Nosotros educamos a nuestros hijos en el aprecio a tres culturas: Sus regalos navideños aparecían el 24 y 31 de diciembre, y el 6 de enero, si habían escrito sus cartas en euskera, inglés y castellano respectivamente. Nunca olvidaremos el día que nuestro hijo pequeño, Aitor, vino del colegio con la tristeza del fatal descubrimiento de quiénes son los Reyes Magos. Tras su decepción estuvo extrañamente cabizbajo durante la cena, y después de un buen rato pensativo nos preguntó: "Si vosotros, los padres, sois el Olentzero, Papá Noel, los Reyes Magos y el ratoncito Pérez, entonces... ¿también sois Dios?" Esta visión infantil de los padres como dioses es imposible que la mantengan durante la adolescencia.

En otra ocasión, observando a nuestra hija Leire un poco aburrida viendo ensimismada la televisión, me puse a jugar con ella y a voltearla como en un columpio, como frecuentemente hacíamos. Nos estábamos riendo a carcajadas, cuando de repente me pidió que parase para bajar del "caballito" (que era yo). Se plantó delante de mi cara, me miró fijamente y muy seria me dijo: "Aita, cuando yo sea mayor, ¿con quién jugarás tú?". Y luego concluyó condescendientemente: “No te preocupes, aita, yo siempre jugaré contigo cuando quieras”. Esta preocupación por los demás demuestra su inteligencia y que saben ponerse en el lugar del otro.

La infancia es esa fascinante etapa vital, inolvidable, que se caracteriza por tres maravillosas capacidades, que hay quienes saben mantener durante toda la vida: 1º Los niños siempre están alegres, sin motivo especial alguno. 2º Los niños están activos infatigablemente, y quizá ésa sea la clave de la primera cualidad. 3º Los niños constantemente están insatisfechos, sin renunciar a sus objetivos y aspirando a más (según obtienen el triciclo ya quieren la bici,..). Se ha dicho que “los viejos niños nunca mueren, simplemente se adulteran”, pero tal vez sea más exacta la apreciación de Simone de Beauvoir, quien creía que “un adulto no es sino un niño inflado por la edad. Quizá nos convendría importar tradiciones como las de Japón que celebra un Día de los Niños (5 de mayo), un Día de los Adultos para quienes cumplen 20 años (15 de Febrero) y un Día del Respeto a los Mayores (15 de septiembre).

Una propuesta final, para evitar que se confirme la cínica conjetura de que la educación es un proceso crecientemente complejo y costoso para que la autonomía de las personas se… retrase: El adelanto del voto a los 16 años, edad de efectos penales, y quizás más adelante hasta los 14 años. Reconocería los plenos derechos civiles de los niños, como ciudadanos de primera clase, y contribuiría a la mejora de su madurez, preguntándose más tempranamente sobre temas sociales. De su precocidad caben pocas dudas, y es de reconocimiento universal que los niños y los jóvenes de la actualidad están mejor preparados que nunca. Además, esta medida obligaría a los políticos a proponer planes como los niños exigen: a la altura de la desbocada imaginación infantil que desea la paz y la felicidad para todos nosotros.

Más entradas nuestras sobre el Olentzero.

Bin Laden en Euskadi

Dadas las alarmantes noticias sobre la movilidad del multimillonario saudí Osama Bin Laden, que según los servicios secretos italianos seguía vivo en Irán a finales de mayo pasado, sólo esperamos que no se acerque por Euskadi y su presencia nos arrebate la Autonomía por la vía del artículo 155 de la Constitución Española.

No dejen los lectores de estar alerta para evitar creerse que el hombre más buscado del mundo haya sido visto en algún hipermercado vasco comprando sospechosos tambores de detergente, aunque lo anuncie el mismísimo delegado del gobierno. Recuerden, amigos, que quien se coló en el Castillo de Windsor durante la fiesta de la realeza británica era solamente un comediante grotescamente disfrazado.

Tras las monstruosas patrañas sobre las “armas letales de Irak” de disponibilidad inmediata, que suscribieron quienes las siguen buscando, cualquier esperpéntico desatino puede servir para “recalificar” el autogobierno vasco mediante un decreto más. Que se busquen otra subterfugio, porque éste ya está predicho.

Sanjuanada de “albardados”

La “noche de San Juan” es un referente mítico del inconsciente de la humanidad para festejar el solsticio de verano. Hace cuatro décadas, marcaba para los niños de entonces el inicio de las vacaciones estivales. En Ubidea era nuestra primera noche donde los “veraneantes” nos encontrábamos con los “del pueblo”, saltando sobre las incandescentes cenizas de la fogata frente a la capilla de “La Magdalena”, antes de iniciar los trimestrales veraneos de antaño.

La denominación de “albardados” la aplicamos, mi esposa y yo con todo cariño, a la generación de nuestros hijos y a sus amigos. Se supone que serán quienes nos paguen la jubilación, razonamiento éste que aplicado hasta sus últimas consecuencias nos llevaría a ahorrar como posesos. Estos “friskies”, otro alternativo vocablo propio derivado de “freak” (monstruito), en nuestro barrio de Getxo suelen organizar diversas hogueras, concentradas en la playa de Las Arenas. La aplicación de la normativa este año, nos ha permitido ver un espectáculo costumbrista de nuevo cuño, que merece ser recogido para los anales del municipio.

El día D para nuestra arenera Normandía seguramente había comenzado desde primeras horas de la mañana, pero los cronistas no llegaron hasta mediada la tarde. Fuimos testigos de una incruenta batalla, desigual por las fuerzas de ambos bandos, entre un solitario “hondartzaina” (vigilante playero) y una horda de “albardados”, predominantemente chicos, entre 8 y 15 años. La invasión de la playa se produjo, extrañamente, desde tierra y no desde el mar. Los “bárbaros” llegaban equipados con abundantes cartones y maderas, apilados en carritos de supermercado, e incluso algún viejo colchón. Estaban perfectamente organizados mediante un complejo sistema de comunicaciones que incluía un teléfono móvil activo por clan. Obviamente se trataba de tribus distintas, con intención de erigir separadamente sus propios templetes-fallas, a los que prender fuego pasada la medianoche. El bizarro funcionario se ganó el sueldo de toda la temporada, desplegando una intensa actividad diplomática y negociadora, pero sin renunciar a aplicar su autoridad por medio del silbato. Merecedor de ser condecorado por la hazaña, inexplicablemente logró impedir la toma de aquella Bastilla costera, con una dedicación y un denuedo dignos de ser aplaudidos. Hubo de soportar manifestaciones infantiles bien organizadas, reivindicando lemas como “¡Queremos sanjuanada!” y la más culta y razonada consigna de “¡Es la tradición!” (vocablo sin duda filtrado por algún cómplice adulto, probablemente una abuela). También corearon repetidamente algo ininteligible que parece ser el subproducto televisivo de un dionisiaco hippie trasnochado al que se conoce como Pocholo.

El milagro, y misterio final, se produjo cuando antes de abandonar su guardia, más allá de su horario laboral y hacia las 20 horas, negoció con los sitiadores un último mensaje que obró maravillas: tan pronto como recorrió por última vez el paseo marítimo, con gallardía y tras dar la espalda a toda la “infantería” enemiga, éstos recogieron sus enseres pirotécnicos y se replegaron hacia el interior. Como educadores nos gustaría conocer las palabras mágicas del rito final, que lograron la mayor gesta presenciada en este curso académico que ahora termina.

(Mañana, Getxo sólo será noticia porque esta misma tarde-noche ETA "contribuía a la construcción" de Euskadi con una bomba a menos de dos kilómetros.)