El partido del 'oído'

Cuando Aznar habló de odios, pensamos “a palabras necias, oídos sordos”

Aquel ex–presidente, cuyo nombre tendemos a olvidar, sólo tuvo razón cuando afirmó que existe un “partido del odio que alimenta el sectarismo y destrucción del adversario”, en el supuesto de que se refiriese al PP que él mismo desbocó en la persecución, acoso y derribo de cualquier modo de oposición. El subalterno de Bush cuando denuncia que se ha “instaurado un partido del odio que busca destruir al PP” se está autodefiniendo: cree el ladrón que todos son de su condición. La vieja paradoja de que “cuanto más pequeño es el corazón, más odio alberga”.

Tras el 14-M soplan otros aires, se escucha a los demás, se defienden las lenguas distintas, la pluralidad sólo aparta a quienes pretenden la imposición, y se destapan los desatinos de un período negro en democracia, en el que la confusión de poderes independientes se produjo para presumir justamente de aquello que más faltaba: eficacia en la lucha antiterrorista. La escandalosa manipulación de las víctimas tuvo su final programado, cuando la conveniencia electoral del factor ETA evidenció la incompetencia de azuzar e ignorar el peligro islamista. Torpeza, prepotencia, desprecio, abuso, regresión y demasiado odio hacia los otros.

Ante tal talante, el hartazgo del electorado se exteriorizó ante las urnas, con un contundente “oído, cocina”, que ya había resonado atronadoramente ante la huelga general, el Prestige o la guerra de Irak. Lo que nos movió al rechazo del estilo autoritario no fue el odio, fue simplemente el oído.

Mirada cautiva

… Me dijiste un secreto, en una larga mirada, larga, larga... (Gerardo Diego)

Quizá no sea recomendable esta lectura, si es usted impresionable. Es una historia verídica e inquietante, que acrecienta peligrosamente nuestra sensación de confinamiento en esta sociedad que nos ha correspondido protagonizar. Está a tiempo de desdeñar este escrito, y evitar así el “síndrome de la mirada presa”.

En una reunión multicultural, una delegación de aborígenes de las tribus amazónicas se alojó en un hotel brasileño. Los ancianos ocuparon sus habitaciones, pero se negaron a que los jóvenes accediesen al interior, quedándose a la intemperie en un jardín anexo durante los días del evento. Al preguntar asombrados por el aparente maltrato de los jíbaros hacia sus hijos, supimos que la medida adoptada era protectora, porque al acceder a un recinto cerrado la mirada se encierra entre sus paredes y se pierde la visión lejana, tan necesaria para sobrevivir en la selva.

Los indios tribales sabían por antiguas leyendas de sus antepasados lo que la óptica moderna explica. El cristalino humano es capaz de enfocar objetos muy cercanos o alejados, pero su capacidad de acomodación disminuye y defectos como la miopía o la “vista cansada” aparecen antes en aquellos que pasan mucho tiempo con la “mirada enrejada” por espacios reducidos. De ahí la conveniente recomendación médica de elevar la vista hacia la lejanía para aliviar la tensión del enfoque prolongado ante un libro o una pantalla de ordenador.

Esa ansia de “libertad de perspectiva” puede causar una leve claustrofobia, que -en mi caso- reconozco cuando viajo con la visión atrapada en un vagón del Metro, esperando salir de las entrañas de la Tierra y llegar al trazado al aire libre de las afueras de Bilbao para contemplar el anhelado horizonte y el azaroso cielo atmosférico.

Sólo he descubierto dos embarazosos antídotos para la “mirada cautiva”, quizá con nula base física: cerrar los ojos, o admirar otros ojos igualmente prisioneros y sentir en sus pupilas la profundidad infinita y singular de cada ser humano.

Claves para entender al nuevo consumidor

Podría hacerse una trasposición del nuevo modelo de consuminor al nuevo modelo de ciudadanía... De momento, quede aquí esta síntesis que sobre el encuentro de tendencias Omnicom publicó la revista El Publicista. En dicho encuentro, en el que participaron especialistas del sector del marketing, comunicación y las nuevas tecnologías, se habló sobre mercados emergentes y nuevos consumidores.

Ahora son los individuos, no las instituciones.
El consumo de masas es el modelo del siglo XX.
Se ha producido una fragmentación de la familia. Éstas son más pequeñas (3 personas) e individualistas.
El centro de la familia ya no es el matrimonio sino que el hijo, el cual influye en un 50% de las decisiones de compra.
Solo uno de cada 5 jóvenes se interesa por la política.
Aparecen nuevas formas de asociación como ONGs, comunidades de interés, etc.
Se consolidan los procesos migratorios, los consumidores viajan más.Surge la cultura de la fusión producto del mestizaje geográfico y cultural.
Triunfan las empresas pequeñas, pero con modelos alternativos.
El marco institucional religioso desaparece y surgen nuevas religiones individuales.
Internet ha dotado de un poder sin límites al individuo.
La globalización genera una pérdida de indentidad que produce el retorno a las identidades regionales.
Se acentúa la búsqueda de uno mismo, la autorrealización individual y los proyectos éticos.
Atraen las empresas con ideología como Google, Amazon, Starbucks, You Tube, etc.
Se producen nuevas enfermedades relacionadas con este nuevo estilo de vida como el estrés, depresiones, suicidios, cuadros de ansiedad, etc.
Los nuevos consumidores somos individualistas pero buscamos nuevos niveles de pertenencia. Nos alejamos de modelos uniformes para inscribirnos en estructuras más pequeñas, informales y flexibles. Ellas son símbolo de fragmentación y pluralismo.
El nuevo consumidor quiere ser único y que se le trate como individuo.
Triunfarán los productos de serie limitada, los personalizados y customizados. Veremos el auge del micromarketing.
El marketing se basará en estilos de vida.
El nuevo consumidor es paradójico y versátil. Puede ser compulsivo y reflexivo a la vez, derrochador y ahorrativo (el concepto de ahorrar comprando o de donnut`s light).
Triunfan las marcas mundiales que acentúan particularismos regionales o locales.
El nuevo consumidor es embustero. Crece la distancia entre lo que dice y lo que realmente hace. Cree ser su imagen idealizada.
Es un consumidor atraído por lo alternativo y por los valores éticos.
Compra experiencias de marca personalizadas.
Aparecen nuevas aspiraciones postmodernas como la disminución de tiempo (queremos todo rápido), la salud, el culto al cuerpo, el ocio y la naturaleza.
El nuevo consumidor quiere que le escuchen, quiere ser tomado en cuenta.
Pasamos de la era de la "transacción" empresa-cliente a la era de la "relación" cliente-empresa.
Nos encontramos ante un nuevo consumidor activo que no se limita a recibir ofertas sino que las busca, las distribuye, un consumidor comunicante, un "'pro-consumidor" o un "e-influencer" en el caso de los entornos online.
Este consumidor comunicante beneficiará a muchas empresas pero también sancionará a las que cometan abusos.
En esta sociedad postmoderna los consumidores participarán en la construcción de marca. El receptor tradicional se convierte también en emisor.
La gente disfruta buscando productos de calidad a bajo precio. Es un juego cuyos resultados son dignos de orgullo y se transmiten a los amigos y conocidos.
El consumidor actual es un experto comprador, está altamente cualificado ya que considera el ejercicio de comprar como algo esencial para la vida moderna.
El nuevo consumidor sabe diferenciar perfectamente entre los reclamos de marketing y los beneficios reales del producto.
En cuanto a los nuevos hábitos alimenticios, los niños piden productos divertidos; los jóvenes, atractivos; los maduros buscan nuevos sabores y alimentos fáciles de preparar mientras que los mayores compran productos que les ayuden a mejorar sus condiciones físicas y mentales.
En cuanto a los hábitos tecnológicos, el nuevo consumidor quiere estar online las 24 horas del día (busca tarifas planas), le gustan los gadgets pequeños (miniaturización) y disfruta con la movilidad y la portabilidad.
El usuario ha pasado de ser un receptor para convertirse en un generador de contenidos.

Crimen perfecto

Una muerte resuelta por un crío con el método científico.

Aquello sucedió realmente, no fue un cuento de niños ni una leyenda rural. Pudo ser descrito como un juego inocente, un tosco arte o, simplemente, una historia de amor y odio de una pareja incompatible con un trágico desenlace. Quizá sólo fue un acertijo infantil ideado por un chiquillo, pero en la escena de un delito auténtico.

Aconteció en esos fastidiosos días navideños en los que los escolares se aburren en el pueblo de sus abuelos. El frío invernal no impedía que la chavalería se escapase de las casas al mediodía, cuando la mañana soleada ha caldeado un poco el ambiente. El más avispado lo descubrió en medio de la habitual caminata desde la plaza hacia la gruta de las reuniones secretas. Aunque era el más chico en estatura y edad, los demás supieron que hablaba en serio, porque conocían su voracidad lectora, que le hacía actuar como si fuera el mayor.

- “¡Alto, que nadie se mueva!”, gritó en medio de la marcha.
- “Ahí mismo está enterrado un cadáver y somos testigos de un suicidio u homicidio reciente”, continúo ante el asombro de sus atónitos amigos.
Señaló a un lado del sendero, donde se veía pisoteada la tierra. A continuación, el pequeño criminalista hizo una aterradora descripción de la fechoría, partiendo de pequeños indicios que los demás no supieron asociar.
- “¿No comprendéis que el asesino está ahora mismo mirándonos con descaro, riéndose de nosotros ante la tumba que casi pisamos? Las pistas son evidentes: El desaparecido era un ser muy querido de todos nosotros, con quien hemos jugado muchas veces; anoche mismo se divirtió con la otra pandilla hasta la madrugada, pero al amanecer se ha descuidado y su verdugo le ha quemado lentamente hasta la agonía; le ha sacado los ojos y la nariz, y luego ha enterrado sus restos aquí mismo”.

Se inquietaron todos, mirando nerviosos hacia los lados en aquella mañana radiante, sin comprender nada, quedando paralizados y sin saber si gritar o correr. Poco a poco fueron descifrando la intriga, al observar los detalles casi inapreciables: la escoba tirada a un lado, los tres grandes botones, la deshilachada bufanda, la vieja pipa, la zanahoria,…

[Si quedase algún lector pendiente de la solución, le aconsejamos que relea el relato, porque no insultaremos su inteligencia con el gordo albino “muñeco de viene” fundido por la quinta nota musical.]