Fraga naufraga

Razones por las que Galiza merece que Fraga no sea investido Presidente de la Xunta en 2005.

Desde Euskadi, con el máximo respeto hacia el pueblo gallego, quisiera aportar una reflexión sobre el contumaz “candidato Fraga” a la Presidencia de la Xunta de Galicia. Lo peor de don Manuel no es su edad octogenaria (87 años si acabase la siguiente legislatura), sino su pesado pasado en la dictadura (ministro desde 1962) y su actuación manipuladora y represora, cuando tenía muchos años menos, incluida la etapa de la transición donde personificó en Alianza Popular a toda la extrema-derecha franquista.

Tampoco lo peor es que Fraga haya reiterado desde 1989 que no repetiría mandato, y que siempre se haya desdicho de su palabra, que tampoco cumplió cuando advirtió que jamás legalizarían la ikurriña. Lo lastimoso y ridículo es que el PP considere, incluso en boca del moderno Ruiz-Gallardón, que no existe mejor candidato para Galicia que Fraga, lo que resulta un penoso reconocimiento que sólo retarda las pugnas sucesorias.

Lo pésimo es que el PP de Rajoy (quien, por cierto, debería ser el candidato gallego) sigue siendo el mismo que con Aznar: Un partido autoritario donde nadie puede cuestionar ni internamente las decisiones de sus caudillos, aunque sean tan disparatadas e incoherentes como reducir a dos mandatos una presidencia mientras otra se prorroga 20 años, por no contar los 40 que lleva Fraga dirigiendo la derecha española (aunque sea honoríficamente).

Lo mejor es que actualmente ni es cierto aquello de “la calle es mía” que dijo Fraga, ni menos aún que Galicia sea una sociedad rural condenada a ser gobernada por la derecha más recalcitrante de la península. El panorama político gallego permite pronosticar que, si el BNG y la izquierda evitan sus traspiés habituales, es deseable y muy posible una nueva mayoría progresista para la ciudadanía gallega.

Aunque parece obvio que Fraga quiere “morir con los votos puestos”, sería mucho más humanitario, para él y para toda la sociedad gallega, jubilarle lo antes posible. El futuro de Galiza necesita olvidar el pasado que representa don Manuel. ¡Nunca máis!

Hijos, futuros padres

Ser padre es sentirse transformado por el poder de los hijos.

No es padre ni madre quien no ha sufrido lo indecible por los hijos en su difícil crecimiento, cuando los padres nos sentimos como los huesos con los que nuestros hijos afilan sus dientes. No conoce la paternidad ni la maternidad quien no se ha sentido frecuentemente convertido en alguno de los mil oficios del sector servicios: cocinero, camarero, criado, taxista, telefonista, casero, vigilante,… Más aún, no es progenitor quien no se ha visto transmutado, por la varita mágica de estos inteligentes y exigentes magos tipo Harry Potter, en un autómata en forma de lavadora, plancha o mero cajero automático.

Pero llega un día, de ésos en los que el más pequeño de los hijos es mayor de edad, y de pronto adviertes tímidas señales de que tus hijos están madurando. En pleno veraneo, una de esas noches de cena y velada prolongadas, hacia las tres de la madrugada todavía estás recogiendo la mesa cuando escuchas que pasa tu hijo con su ‘tribu’ por los alrededores de la casa y se oye la voz de tu benjamín reclamando imperativamente a sus amigos: "¡Ahora callaros!... que mis padres estarán durmiendo".

La primera impresión es de soltar una carcajada por la sorpresa de que ocurra tan inesperado suceso, pero te contienes prudentemente y pronto te envuelve una satisfacción inigualable al comprender que los hijos también nos quieren, aunque lo disimulen estupendamente a ciertas edades difíciles para todos. El considerado mejor escritor sueco de todos los tiempos, August Strindberg, nos sugirió una magnífica clave educativa: "Los hijos no deben educarse como si fuesen a ser hijos toda la vida, sino pensando que se convertirán en padres".

Atardecer en la playa


anticipation
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Dos cosas serían capaces de entretenerme toda la vida: Ver correr el agua y ver jugar a los niños. José Selgas