¿Por qué es mejor el verano?

Aunque podrían ser muchas más, enunciamos quince razones por las que preferimos veranear a trabajar,…

Tras la súbita transición entre la pausa veraniega y la rutina laboral conviene elaborar una lista de motivos concretos por los que somos dichosos en vacaciones, incluso más que un fin de semana de descanso en período no estival.

Lo primero es por todo aquello de lo que nos desprendemos. Despojarnos y quedarnos SIN:

1. Reloj, despertador, horario, agenda,...
2. Teléfono, ni llamadas o e-mails de trabajo.
3. Zapatos (descalzos o en chanclas se vive mejor).
4. Necesidad de coche, atascos, metro, transportes públicos,…
5. Prisas, urgencias, asuntos pendientes, problemas irresolubles,…

Y sobre todo, lo esencial que cambia nuestro entorno y percepción,… es vivir CON:

1. Luz, más horas de sol y más claridad durante todo el día.
2. Una meteorología favorable, de agradable temperatura diurna y nocturna.
3. La siesta, y un mayor número de horas (semi)dormidas, en tumbona a poder ser.
4. La piscina, el mar, el contacto con el agua, la arena, el césped,...
5. Sentirnos al aire libre, en el porche, el jardín, el campo, la naturaleza,...
6. El mero espectáculo de la gente despreocupada, sonriente y feliz.
7. Los viajes y las comidas y las sobremesas con los familiares y las amistades.
8. Momentos para reflexionar, sosegarnos, serenarnos, analizar con mayor perspectiva,…
9. Ocasiones de cuidar y agasajar a los seres queridos que no podemos ver todos los días.
10. Más tiempo compartido y disfrutado con las personas más amadas.
Versión .DOC para imprimir

Versión final en: mikel.agirregabiria.net/2006/verano2.htm

Ambiciones

Lo peor de la ambición es que no sabe lo quiere.

Todos ambicionamos muchas cosas: la primera tener casa propia donde vivir; la segunda tener un automóvil para alejarnos de esa casa; la tercera, una segunda casa adonde llegar,... Con esfuerzo y años, quizá consigamos todo ello.

Lamentablemente pronto comprendemos que ese mismo coche, pronto o tarde, nos traerá de vuelta a la primera casa (lo que no es malo), pero también a trabajar de nuevo... para mantener dos casas y un coche.


Versión final en: mikel.agirregabiria.net/2006/ambiciones.htm

Final vacacional

Indicios de que hay que volver a esperar once meses para las siguientes vacaciones.

El fin del veraneo se advierte por múltiples razones, descontando la mirada al inoportuno calendario. La temperatura de la piscina desciende de un modo paulatino, pero inexorable. Parece decirte… “se te acaba el verano”. Luego está esa gente insolidaria que regresa antes que tú… en lugar de quedarnos todos veraneando y ver qué pasaría. Las casas veraniegas colindantes van quedándose vacías y apagadas, recordándote que la tuya también quiere tranquilidad y que va siendo hora de abandonarla. Hasta los mosquitos se han ido extinguiendo y su marcha es otro síntoma inconfundible.

Los días se acortan y hasta las salidas de aviones comerciales en lontananza se espacian. Los chiringuitos comienzan a plegar sus instalaciones, cierran antes y te sirven a tiempo (¡mala señal!). En la playa escasean los extranjeros y predominan los autóctonos domingueros. Incluso van apareciendo algunos jubilados foráneos que se habían escabullido de los atiborrados meses de julio y agosto.

Hasta el seto podado al llegar ha vuelto a crecer como desafiándote al decir “¡qué poco te queda! Las últimas y dramáticas pistas son el vaciamiento del frigorífico y de las reservas de refrescos, a cuenta de mi planificada consorte que no respeta mi derecho a ignorar el fatídico día de retorno.

Lo peor de todo son esos pesados, amigos y periodistas, que comienzan a hablar del síndrome postvacacional. O que te empiezan a llamar algunos desconsiderados de tu tierra, preguntándote dónde estás (que lean mi actualizado blog.agirregabiria.net). Ya voy, tranquilos, ya me sumo a la legión de los que hemos agotado el veraneo. Lo cierto es que reincorporarse a la rutina anual tiene sus ventajas, pero francamente ahora mismo no se me ocurre ninguna.
Versión .DOC para imprimir

Versión final en: mikel.agirregabiria.net/2006/vacacional.htm

Atención, todos necesitamos más...

Basta observar algo o a alguien con atención para que se vuelva interesante.

El verano es tiempo de descubrimiento. Las amistades reencontradas, desde pequeños de unos meses hasta nonagenarios, son fuente preciosa de redescubrimiento. Los niños pequeños responden inmediatamente a quien les dedica toda su atención,... y lo mismo nos sucede a todos a cualquier edad. Queremos, necesitamos captar la atención de los demás. Con frecuencia, más que la aprobación lo que ansiamos es la atención.

La atención es la piedad natural del espíritu, una cortesía que todos merecen y que además resulta ser nuestra mejor inversión. No atender siempre a quien nos habla, no sólo es falta de amabilidad y aún menosprecio, sino la grave pérdida de una inmensa oportunidad de aprender. Nada hay tan productivo como la atención, para la relación social y para mejorar nuestra propia educación.

La verdadera fuerza de una idea está, no en lo que vale, sino en la atención que se le presta. La atención es la aplicación de la mente a una persona, objeto o concepto. El primer medio para pensar bien es atender bien. Incluso el verdadero arte de la memoria no es otro que la disciplina de la atención.

Recordemos que el derecho a la atención es algo que se puede conquistar. El premio del que dice y actúa bien, es la atención que presta y que se le presta. La atención hacia los demás y la de los demás nos da el límite que hemos de poner a nuestras palabras. Aprendamos en dos etapas: Primero a prestar más atención. Segundo, a despertar, captar y retener la atención; más aún, sepamos satisfacer la atención de los demás.
Versión .DOC para imprimir

Versión final en: mikel.agirregabiria.net/2006/atencion.htm

La vida es...una maravilla

La vida es lo que hemos dado (Georges Seferis, Premio Nobel de Literatura de 1963).

Vivir cada vida es algo tan difícil que nadie antes lo ha intentado. Pero la vida es lo mejor que conocemos. La vida es lo que hacemos y lo que nos pasa. La vida es un diez por ciento como la construimos y un noventa por ciento como la aceptamos. La vida es anticipación y porvenir.

La vida es sueño, la vida es juego. La vida es un frenesí, una ilusión, una sombra, una ficción,… La vida es como un eco; nos devuelve engrandecido lo que le damos. La vida es como un espejo: Sonriámosla y nos sonreirá. El procedimiento más seguro de hacernos más agradable la vida es hacerla agradable a los demás.

La vida es una atrevida aventura o no es nada. La vida es un montón de pequeñas cosas. La vida es nueva cada día. La vida es más como pintar un cuadro, que como hacer una suma. La vida es como bracear con la realidad. La vida es un arco iris que incluye el color negro. Quizá nosotros lo somos, pero la vida no es triste. La vida es fascinante: sólo ha de mirarse con la correcta perspectiva.

La vida es hermosa por sí misma. La vida es un paraíso, pero algunos no lo saben ni se cuidan de saberlo. La vida es una serie de sorpresas. La vida es el constante prodigio de ver que existimos. Sólo a quien un día le parece demasiado largo, opina que la vida es breve. Pero la vida es demasiado efímera, para no ser también inmortal. La vida, si no se le tiene miedo, es una maravilla .
Versión .DOC para imprimir

Versión final en: mikel.agirregabiria.net/2006/vida.htm

Apreciemos a los demás

Para nuestros propios defectos somos topos; para los ajenos, linces.

Más se sabe de una persona por lo que dice de los demás, que por lo que los otros opinan de ella. Antes de contar un solo defecto de los demás, comencemos a repasar y enumerar mentalmente los nuestros. Así, seguramente, nos faltará tiempo, no ya para anunciar, sino incluso para advertir los fallos ajenos. A fin de cuentas, ¿quién puede vanagloriarse de no tener defectos? Examinando los nuestros, aprendemos todos a excusar los de los demás.

Entretenerse en buscar defectos al prójimo es prueba suficiente de no ocuparnos apenas de los nuestros propios. Dado que no somos perfectos nosotros, descubramos en los demás preferentemente bondades y virtudes. De este modo, comprobamos que todos poseemos grandes cualidades que nos hacen merecedores de aprecio y estima.

Versión para imprimir en: mikel.agirregabiria.net/2006/defectos.htm

Caricias

El elefante se deja acariciar. El piojo, no.
Conde de Lautreamont
Las personas son como los animales. También necesitan ser acariciadas.
En el amor, el débil es quien pega, y el fuerte el que acaricia.
Puedes acariciar a la gente con palabras.

Prefiero vecinos extranjeros

En las urbanizaciones de verano de la costa del mediterráneo, prefiero de largo que mis vecinos sean extranjeros lejanos.

Mis buenos amigos de Murcia, Valencia, Castilla-La Mancha y Madrid conocen mi opinión y la respetan, aunque no la comparten. En mi residencia de verano, disfruto cada año reencontrándome con ellos y con mis otros vecinos alemanes, noruegos, belgas,… Pero lamento que en el conjunto de la comunidad se estén yendo algunos extranjeros, siendo sustituidos mayoritariamente por los cercanos murcianos.

La razón de preferencia se basa en dos elementos esenciales: las visitas y el ruido generado. Una casita de verano ocupada por autóctonos significa el triple o cuádruple de personas que en el caso de que sean foráneos. En un simple apartamento recién adquirido, o simplemente alquilado, por murcianos cabe esperar la visita de toda la parentela de la región todos y cada uno de los días de veraneo. Los extranjeros, en cambio, aparecen poco en verano y siempre formando un grupo que ni crece, ni varía día a día en su composición.

La técnica de los nativos, debidamente analizada en mis largas estancias, se puede resumir bajo el nombre de “los invasores”. Con la autorización de los titulares del hogar, o sin ella, es previsible y predecible que en un piso de veraneo ocupado por mis queridos murcianos aparezcan poco antes del mediodía un gentío de remotos parientes o amistades de la infancia que, siempre sin avisar, se queden a comer y a cenar hasta la siguiente madrugada, amén de ocupar todas las áreas e instalaciones de la comunidad.

Estos visitantes, extrañamente planificados pues nunca coinciden dos muchedumbres pero no hay día donde falte una caterva de auto-invitados, acostumbran a acudir sin más obsequios que su pertinaz presencia, mucha hambre y mucha sed, pero con alegría a espuertas (será por lo barato que les sale su veraneo) y sin prisa por irse. Ya que no aportan nada para las varias comidas que piensan gorronear, tampoco traen toallas, sombrillas ni elementos de playa que, ya puestos, también corresponde ceder a sus sufridos y hospitalarias visitados.

Entre los pegadizos aprovechados, la peor especie son algunos familiares que, por hacer aprecio de las casas ajenas, se convierten en parásitos permanentes y regulares. Algunos de estos especimenes disfrutan de cualidades inverosímiles como poder establecerse de forma vitalicia en sofás (a ser posible en medio de la sala), o en tumbonas de jardines y terrazas (donde sólo molestan al conjunto del vecindario). Ya que supuestamente sólo se quedarán “unos días” (expresión que significa como mínimo una quincena), hacen un uso intensivo de todo lo comunitario, como piscinas, duchas, bancos,… dejándose notar por el conjunto de la colectividad que acaba aprendiéndose sus nombres e invocando con frecuencia el de sus antecesores.

En definitiva, en la misma casa-tipo de dos habitaciones donde sólo cabe una nuclear familia de extranjeros con el matrimonio y dos hijos, que hablan bajito, es posible “acomodar” a tres o cuatro familias autóctonas, compuestas por la siguiente relación de titulares e invitados: Tres, o cuatro, generaciones de abuelos, padres e hijos de todas las edades, con amigos y primos anexos, que disponiendo de un sofá libre en el trastero y bastante espacio en la piscina de la comunidad invitan a otros familiares y conocidos varios del pueblo a “visitarles cuando quieran” para que vean lo bien instalados (y espaciosos) que están en la “casa de la playa”.

Para compensar que son muchos ocupantes en un espacio pensado para muchos menos, la solución más frecuente es comunicarse… a gritos. Por si quedaba alguien en la zona que no se había enterado de que habían vuelto los inolvidables vividores que dieron la murga hace dos semanas… Estos gorrones profesionales han mejorado el dicho de que donde comen cuatro comen… cincuenta. Ahora, después de haber sobrevivido al último fin de semana con nuevo récord batido en el pleno de visitantes recalcitrantes, entiendo el porqué de que los pueblos del interior se queden vacíos… Luego dicen que extranjero es quien no tiene amigos. ¡Benditos vecinos extranjeros!
Versión .DOC para imprimir

Versión final en: mikel.agirregabiria.net/2006/extranjeros.htm