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Listas coloristas

©Mikel AgirregabiriaHagamos desaparecer de nuestras vidas todas las formas de “listas negras”, a cambio de “inventarios de gratitud”.

Abundan en demasía los “cuadernos de agravios”, las “listas de indeseables”, las “relaciones de insolventes”,… Hasta coloquialmente decimos con frecuencia aquello de “te pongo en mi lista negra”.

Parece que ponemos más esfuerzo en recordar los odios que los afectos. Mantenemos por largo tiempo, a veces toda la vida, la memoria de las ofensas. Por el contrario, olvidamos en minutos el agradecimiento que debemos a tantas personas que nos han ayudado; incluso, de aquellos a quienes deberíamos rendir gratitud vitalicia. Peor aún, una sola falta aislada de algún compañero o vecino puede dar al traste con una larga amistad.

Si hacemos algún bien, la gratitud suele ser ligera como una pluma; por el contrario, nuestros yerros, si algunos cometemos, dan origen a enfados pesados como el plomo. Pero también si nos encontramos a alguien que nos debe agradecimiento, enseguida lo recordamos. ¡Cuántas veces nos hallamos con alguien al que debemos gratitud y no pensamos en ello! Por ello, al hacer un favor, es preciso rematar la buena acción, perdonando la previsible ingratitud.

Dicen que vale más prometer que dar, porque la esperanza obliga más que la gratitud. En política se usa mucho el “prometed, prometed todo lo que podáis; porque la esperanza es más viva que la gratitud”. La ingratitud, amnesia del corazón, es hija de la soberbia. La ingratitud más odiosa, pero también la más común y antigua, es la de los hijos hacia sus padres.

Respetemos y rindamos gratitud a quienes debemos reconocimiento, empezando por nuestros mayores. Seamos olvidadizos respecto a las ofensas, pero cálidos y prontos en el agradecimiento. La gratitud es una virtud más propia de los desventurados que de los afortunados. Un proverbio alemán señala que “El trigo y la gratitud sólo crecen en una buena tierra”. Por eso decimos: Es de bien nacidos, ser agradecidos. Incluso una plegaria dice: “Señor que tanto nos das, sé misericordioso y concédenos algo más: un corazón agradecido”.

Rompamos la “lista tonta de rencores” y escribamos una extendida “lista colorista y lista”, con los nombres de aquéllos a quienes más debemos. Y acerquémonos hasta ellos, o llamémosles, para trasmitirles nuestro afecto. La gratitud se expresa con una palabra-talismán, de sorprendente efecto, que hemos de usar muchas veces al día y que es la primera que debemos aprender en todos los idiomas hablados y gestuales. Simplemente consiste en decir, con una amplia sonrisa,… ¡Gracias!

Versión final en: http://mikel.agirregabiria.net/2005/listas.htm

Ahogar el hogar

La “solución habitacional” de 30 metros cuadrados, ¿es un piso sin peso ni poso que se puso de paso?

La genial escritora Dorothy Parker decía, refiriéndose a sus inicios profesionales con su colega Robert Benchley: “Él y yo teníamos una oficina que de haber sido una pulgada más pequeña hubiera sido adulterio”. Porque oficinas y viviendas de tamaña reducido siempre ha habido. Incluso hoy día, existe gente (incluso pudiente) que vive feliz con fórmulas de alquiler o propiedad en apartamentos, pisitos, habitáculos o ratoneras,… de 22, 30, 35 ó 40 metros cuadrados. Una amiga inclusive reseña ventajas como la de seguir viendo la TV cuando vas al baño…

En nuestra sociedad, sólo el 0,4% de los pisos tiene menos de 30 metros cuadrados. Pero en Madrid esta cifra se eleva hasta el 1,2%, y en el Estado francés alcanza el 4%, y en París sube al 10%. Un sociólogo ha calculado que si se dividen los metros cuadrados habitables por el número de habitantes, nos corresponden en nuestro entorno europeo unos 30 m2… a cada persona.

Vivimos una realidad social cambiante con la aparición de nuevas tipologías familiares, con una presencia creciente de personas solteras, divorciadas o viudas, así como familias monoparentales (más del 10% en Catalunya). Por otra parte, el insoportable precio de las viviendas disponibles en el mercado inmobiliario condiciona que el 70% de los jóvenes menores de 30 años resida aún con sus padres, cuando en Francia más del 50% de los mayores de 21 años vive por su cuenta.

Los minipisos, preferentemente en alquiler, pueden representar una solución temporal válida para determinadas épocas de la vida, durante etapas juveniles o universitarias, de residencia laboral provisional o para la tercera edad, siempre que así lo prefieran sus inquilinos. Por ello, resulta absurdo que mientras acumulan telarañas más del 15% de las viviendas que están desocupadas y que tampoco se ponen en alquiler, la construcción de vivienda libre y protegida se dirija casi exclusivamente a residencias de tamaño medio, grande o muy grande. Entre tanto, en los servicios públicos de vivienda (como Etxebide) se agolpan millares de demandantes inscritos para alquilar o adquirir pisos asequibles.

Evidentemente hemos de distinguir entre una residencia temporal y un hogar. Porque en caso contrario, al final no sabremos si la vivienda fue menguando con las familias, o fueron las familias las que no pudieron crecer en micro-pisos. La raíz de la carestía de la vivienda se cimienta en la especulación inmobiliaria, no sólo de las empresas constructoras sino también de la falta de suelo que algunos municipios no facilitan, lo que resulta injustificable fuera de los centros urbanos de las principales metrópolis.

Dicen que si se quiere saber cómo es una persona, mira cómo es el hogar en que vive; esto mismo rige para una sociedad. Los proverbios nos recuerdan que el hogar de cada uno es su castillo. Un proverbio coreano sugiere incluso que “en un hogar pobre el marido ama más a su mujer”. Lo cierto, urgente y exigible es que todos merecemos disponer de un hogar, y mejor de un “dulce hogar”. Y que las parejas para procrear y criar debidamente a sus hijas e hijos necesitan viviendas dignas en equipamiento, ubicación y tamaño.

Artículo ilustrado en: http://mikel.agirregabiria.net/2005/hogar.htm