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Ciencia contra casino

El “no va más” del juego derrotado gloriosamente por el “sí va más” de la tecnología.

El pasado marzo tres ingeniosos jugadores derrotaron al Casino del Hotel Ritz de Londres, en una operación que al cabo de nueve meses ha sido declarada legal. La primera noche ganaron 200.000$ y volvieron al día siguiente para embolsarse otros 2.000.000 de dólares, mediante un sofisticado dispositivo láser y un microchip escondidos en un teléfono celular. Una microcomputadora conectado a un escáner láser supo deducir con una precisión de 6 casillas dónde caería la bola en función de su posición y velocidad de lanzamiento, así como del giro de la ruleta, en menos de dos segundos enviando un mensaje a la pantalla del móvil antes de que se escuchara el clásico "rien ne va plus".

El grupo, formado por una rubia húngara descrita como "guapa y elegante" y dos acompañantes serbios, fue arrestado por Scotland Yard a petición del casino, quedando en libertad bajo fianza durante nueve meses y sin poder abandonar el Reino Unido. Esta semana la policía ha renunciado a pedir su procesamiento porque no se ha cometido ningún acto delictivo contra la Ley del Juego. Esta Ordenanza británica promulgada en 1845 condena a los timadores que interfieren físicamente el trayecto de la bola o el movimiento de la ruleta, pero no prevé que su trayectoria pueda ser calculada.

El “trío del láser” ha quedado en libertad sin cargos y con todas sus ganancias, gracias al aprovechamiento de las nuevas tecnologías que han sabido ampliar a 6/37 la probabilidad de acertar (1/37), que se cobra a 36 veces lo apostado. El azar, excepto la incertidumbre de Heisenberg, no existe a escala macroscópica: sólo es complejidad de un problema resoluble algún día. Einstein dijo que “Dios no juega a los dados”; entonces, ¿por qué todavía quedan humanos que sí juegan al azar?

2005: Año Mundial de la Física

Así como el 2000 fue el Año Mundial de las matemáticas, celebraremos la Física en el centésimo aniversario del año milagroso de Einstein. 

En apenas siete meses de 1905, un asistente técnico de la Oficina Suiza de Patentes en Berna llamado Albert Einstein, enviaba para su publicación seis artículos a la prestigiosa revista alemana Annalen der Physik. Estos trabajos, en palabras del historiador y físico John Stachel, cambiaron la faz de la Física, de la Historia y del mundo que hoy conocemos. 

Por ello, el año 2005 será el Año Mundial de la Física, iniciándose el 13 de enero con una ceremonia en la sede de la UNESCO, en París, conmemorando las geniales publicaciones de Albert Einstein entre marzo y septiembre de 1905 que modificaron “copernicanamente” la visión de la Física en el mundo: la teoría de la relatividad, la teoría cuántica (efecto fotoeléctrico) y el movimiento browniano. Será una cita mundial no sólo para todos los físicos y científicos, sino para quienes enseñan o aprenden física y para toda la opinión pública como reconocimiento a una disciplina científica que ha configurado determinantemente nuestra realidad contemporánea en sus dimensiones tecnológicas, económicas, culturales, sociales y políticas. 

En el centenario de ese Annus Mirabilis de Einstein, del que con razón se ha apuntado que "nunca, ni antes ni después, ha enriquecido tanto y en tan corto tiempo a la Ciencia una sola persona como hizo Einstein en su año maravilloso". Aquel joven Einstein, a sus 26 años, demolía con claridad y lógica impecables los cimientos de la Física conocida, para erigir un nuevo esquema con un espacio-tiempo en el que pierden su carácter de absolutos tanto el espacio como el tiempo, obligando al abandono de conceptos clásicos como la simultaneidad absoluta y el éter lumínico. Desde su Principio de Relatividad, aunque Einstein prefería la “Teoría de los Invariantes” (donde no todo es relativo, sino que son constantes el valor de la velocidad de la luz y el intervalo espacio-tiempo”), llegó en el quinto de sus seis artículos a la famosa relación masa-energía, E = m.c2. 

En aquella época su autor ignoraba el descomunal poder escondido en las entrañas de su sencilla fórmula, con innumerables aplicaciones que abarcan un espectro desde las armas atómicas y nucleares (con las terribles consecuencias que llevarían a Julius Robert Oppenheimer a exclamar que “los físicos han conocido el pecado, y éste es un conocimiento que no les abandonará”), hasta su beneficiosa utilización social o médica. Años más tarde, Einstein enunciaría el Principio de Equivalencia sobre el que construirá su Relatividad General, obra cumbre, por su originalidad y belleza, del pensamiento científico, que principió en 1907 y concluyó esencialmente en 1915. 

Películas como “Una mente maravillosa” sobre John Forbes Nash Jr. ofrecen una visión distorsionada sobre el trabajo y las cualidades de los investigadores, profesionales y enseñantes matemáticos y científicos. Para mejorar el bagaje científico-matemático acorde con las necesidades de la vida contemporánea de toda la ciudadanía, y especialmente de las generaciones más jóvenes con independencia de la opción académica escogida, debería revalorizarse la Ciencia como área curricular, adoptándose un estilo docente más experimental con espacios internos (laboratorios,…) y equipamientos externos de especialización en la divulgación científica, como los museos de ciencia, junto a exposiciones y talleres dedicados en centros educativos y universitarios, jornadas de puertas abiertas en los centros especializados, conferencias y ferias escolares de ciencia. Todo ello puede aportar un factor de incentivo científico y una perspectiva más accesible para el conjunto del alumnado, y de sus familias, para atender una necesidad palpable de nuestra civilización en la era del siglo XXI. 

Resultará muy eficaz el método histórico de divulgación de la vida de los científicos y científicas más portentosos, como Isaac Newton (probablemente el hombre más decisivo en la Historia de la Humanidad) o Marie Curie, único ser humano doblemente Nobel en Física y Química. 

También existe una rigurosa y divertida escala que ordena los experimentos más bellos de la Física, según una encuesta de 2002 entre los lectores de la revista Physics World. Se destacan, en orden cronológico, la medición de la circunferencia terrestre (Eratóstenes – siglo III a.c.), el experimento en la torre de Pisa o la caída en el plano inclinado (Galileo - Siglo XVII), la descomposición de la luz solar mediante un prisma (Newton -1665), la medida de la gravedad en la balanza de torsión (Cavendish – 1798) o el péndulo de Foucault (Foucault – 1851). Ya tendremos oportunidad de leer sobre todo ello en los próximos meses de 2005. 

El propósito básico de esta conmemoración del Año Mundial de la Física es mejorar la percepción pública que se tiene sobre la importancia de la Física para la vida cotidiana. En especial, la comunidad física mundial está preocupada por una marcada caída reciente en el interés de la juventud por estudiar Física. Si en 2000, Año Mundial de las Matemáticas, un periódico británico anunció en un titular “Las Matemáticas son sexy”, ahora en 2005 habremos de popularizar una perspectiva amena y humanista de la Física para ampliar su conocimiento medio de todo el alumnado, con independencia de su opción profesional o universitaria, e interesar a un mayor porcentaje del estudiantado universitario hacia el estudio superior de Física por su polivalencia y necesidad social. 

Ojalá aprovechemos esta oportunidad única de 2005 para popularizar el inmenso legado histórico de la Física. Un inmejorable camino será a través de biografías como la del Nobel de 1921, Albert Eisntein, y otros prodigiosos físicos. Además la Olimpiada internacional de Física (similar a las Olimpíadas de Matemáticas) se celebrará en julio su 36ª edición en la Universidad de Salamanca.
Actualización en octubre de 2020.

La ecuación más bella

Apreciar la elegancia matemática de una fórmula científica está al alcance de todos.

Recientemente la revista Physics World proponía la recurrente pregunta de cuál es la fórmula más distinguida del Parnaso científico-matemático. Las respuestas brotaban y se publicaron en diferentes meses del presente año 2004. En marzo se apostaba por enunciados cronológicamente más novedosos, tales como la archiconocida ecuación de Einstein E = m . c2; la de Planck-Einstein, E = h . f, que mediante una constante enlaza energía con frecuencia en la física cuántica; la erótica y compleja ecuación ondulatoria de Schrödinger, así como otras de Dirac, Yang-Mills, Drake o Shannon e, incluso, por fórmulas químicas como la descomposición del ozono: O3 -> O2 + O.

En mayo las ecuaciones se retrotraían a la historia previa al siglo XX, introduciéndose igualdades clásicas de aprendizaje obligatorio, como la Segunda Ley de Newton (el mayor científico y matemático de todos los tiempos), F = m . a (fuerza igual a masa por aceleración), o la ley de Galileo (el creador del método científico) sobre la caída libre según el modelo de movimiento uniformemente acelerado, s = ½ a . t2.

En octubre se propuso una encuesta y se recibieron 120 respuestas con 50 ecuaciones propuestas. Media docena de personas planteó la ecuación más elemental: 1 + 1 = 2 (en broma alguien podría matizar 1$ + 1 $ = 2$). Personalmente, prefiero el mensaje 2 + 1 = 3, que utilicé con el nacimiento de mi primera hija, imitando al matemático P.G. Lejeune-Dirichlet en su escueto y célebre telegrama.

Existe un unánime acuerdo general sobre lo que, indiscutiblemente y desde hace más de dos siglos se refrenda como la más bella ecuación descubierta hasta la fecha, la sublime y mística fórmula de Leonhard Euler: ei¶ + 1 = 0. Involucra de forma fascinante a los cinco números más emblemáticos de las matemáticas, 0, 1, i (unidad imaginara igual a raíz cuadrada de -1), y los números irracionales pi (3,141592…) y e (2,718281…, base de los logaritmos neperianos. Muchos de quienes contestaron dijeron "es la ecuación matemática más compleja y bella jamás escrita"; "increíble y maravillosa"; "llena de belleza cósmica" o "simplemente alucinante". Resulta conmovedor cómo interactúan la unidad imaginaria (i = √-1) con números irracionales (e y ∏) para producir la nada (el cero) con una simple suma con el 1. Esta escueta expresión algebraica contiene nueve conceptos matemáticos -una sola vez cada concepto-: e (el número natural), la operación exponencial, número PI, suma (o resta, según como se escriba), multiplicación, números imaginarios, igualdad, los números reales 1 y 0.

Los criterios estéticos también están presentes en las teorías matemático-científicas que describen las leyes de la naturaleza. Cuando le preguntaron al físico Paul Dirac si creía verdadera la inmortal fórmula de masa-energía de Einstein (sin duda una de las más exquisitas, E = m . c2), respondió sencillamente ante la polémica del momento: “¡Qué más da si es verdad o mentira; es tan bella!”. Steven Weinberg, premio Nobel de Física, confesó: "Creo que la general aceptación de la Teoría de la Relatividad General fue en gran parte debida al atractivo de la propia teoría, esto es, a su belleza".

La perfección de una fórmula radica en múltiples factores, como los elementos que la componen, el autor descubridor y el efecto histórico que originó. La ecuación de Einstein indujo el día más aciago de la raza humana, el 6 de agosto de 1945, con la explosión de la primera bomba atómica en Hiroshima. Ello llevó a que Einstein confesase días después que “Hubiese preferido ser fontanero”. Atendiendo a la trascendencia histórica, probablemente las ecuaciones de Maxwell, y en particular la Ley de Faraday, son las han configurado más decisivamente la era actual en sus parámetros científico-tecnológicos.

Dirac aseguraba que fue su sentido de la belleza lo que le permitió descubrir la ecuación del electrón, porque "es más importante alcanzar belleza en nuestras ecuaciones que hacer que cuadren con el experimento". Como ya advirtiera Weinberg: "No aceptaríamos ninguna hipótesis como teoría final si no fuera bella". Para Michio Kaku, la elegancia de una teoría posee dos propiedades esenciales: “Simetría unificadora y capacidad de explicar gran cantidad de datos experimentales mediante las expresiones matemáticas concisas”. Opinión coincidente con la de Weinberg: "La clase de belleza que encontramos en la Física radica en la magnificencia de la simplicidad y de la inevitabilidad”.

El método científico nos muestra el máximo criterio estético que rige en la naturaleza: la sencillez que contiene y explica las verdades más profundas. Las ciencias y las matemáticas nos cautivan por argumentos éticos y estéticos contundentes como ser logros conjuntos de la humanidad, escritos en el universal lenguaje matemático y que nos pueden proporcionar un futuro esperanzador a todos si son gestionados con inteligencia y bondad.

El Aznar y la necesidad

Entre casualidades y obligaciones, mejor olvidar a Aznar.

"El Azar y la Necesidad" fue un popular y polémico ensayo sobre la filosofía natural de la biología moderna publicado en 1970 por Jacques Monod, Premio Nobel de Medicina en 1965. Toma su título de la antinomia descubierta por Demócrito: "Todo lo que existe en el mundo es fruto del azar y de la necesidad". Monod apostaba por una "ética del conocimiento" de la que pueda surgir una inédita moral humanista para asumir nuestras libertades y responsabilizarnos de nuestras vidas.

En lo trascendente, Monod no contradijo la celebérrima cita de Einstein, "Dios no juega a los dados", aunque la palabra "azar" signifique "dado" en árabe. La Física señala la naturaleza cuántica, indeterminista y probabilística de la materia y de la energía, pero sigue siendo válida la reflexión de Edouard Pailleron, "¿El azar? Pero si es Dios de incógnito", o la versión de Anatole France, "El azar es tal vez el seudónimo de Dios, cuando no quiere poner su firma".

En lo contingente y más periodístico, ¿qué necesidad hay de seguir hablando de Aznar, y de su "necesidad creada" de ser homenajeado descubierta por "interesado azar"? El azar y la necesidad nos libró de alguien que, quizá, representaba el apotegma de Camus: "La necesidad de tener razón: señal de espíritu vulgar". Si hasta Dios prefiere, en ocasiones, figurar en el anonimato, ¿no son ridículas siempre nuestras necias ínfulas de grandeza?

Lo que sí sabemos

Las conjeturas no deben cegar nuestras certezas inmutables

Hemos de seguir viviendo, incluso hemos de acudir a votar, y nos sentimos en un mar de dudas, tras el océano de sangre del 11M. El dolor enturbia nuestra mente, pero de nuestra alma emergen simultáneamente las convicciones más firmes. Tuvo que ser Albert Einstein quien declarase, ante el dilema de la bomba atómica en plena II Guerra Mundial: “La paz no puede mantenerse por la fuerza...sólo se consigue mediante la comprensión”. Incluso sin la inteligencia del científico pacifista, todos sí sabemos bien que…

Con la muerte de los demás nunca nadie puede ganar nada en ningún lugar del mundo.
La violencia, la guerra, los ejércitos y las guerrillas sólo causan más masacre y horror.
La democracia, la justicia y la paz son el único camino para toda la humanidad.
Son culpables todos aquellos que buscan victorias por la fuerza de las armas.
Ninguna guerra está justificada; ni ninguna causa vale un solo muerto.
No se puede vencer sin sembrar el odio; convencer es el método.
La inocencia asesinada clama el desprecio hacia los belicosos.
La paz es verdad, justicia, solidaridad, hermandad y amor.
La guerra es la salida cobarde a los problemas de la paz.
La paz comienza justamente donde la ambición termina.
Ante las urnas que hable nuestro pacífico corazón.
La paz es un empeño que nos concierne a todos.
No hay caminos para la paz; la paz es el camino.
Jamás hubo una guerra buena o una mala paz.
La justicia elimina los obstáculos para la paz.
Votemos paz aquí, ahora, para todos, ya.
Si queremos paz, sembremos la paz.
Nadie sino nosotros traerá la paz.
Demos una oportunidad a la paz.
La paz está en nuestras manos.
No tememos a la paz.
La paz es posible.
La paz vendrá.
¡PAZ!

Valor de una vida

Sabemos el precio de todo y el valor de nada.

Vivimos en un momento histórico tan mercantilizado que desde muy pequeños nos enseñan a cuantificar en dinero el importe de casi todo. Parece que todo se pudiese comprar, alquilar o vender. “El precio justo” no ha enseñado a tasar mercancías y servicios, pero los noticiarios nos informan y demuestran que, desgraciadamente, también se pueden adquirir con dinero valores, principios, órganos o personas.

Había una antigua estimación que aseguraba que el cuerpo humano, por las materias químicas que lo componen, apenas valía 98 centavos de dólar. Posteriormente, a la luz de la posibilidad de fusión de la materia para producir energía eléctrica, la empresa Du Pont afirmó que con la masa de un ser humano medio se podría producir más de 85.000 millones de dólares, en kilovatios-hora facturados a precio de mercado según la ecuación de Einstein E=mc2.

Lo cierto es que el valor de una vida humana ha sido muy variable, en función de factores tan arbitrarios como la época histórica, el continente, la nacionalidad, el sexo o la edad,… Hace apenas 60 años, en Europa los nazis convertían a un ser humano, proscrito por ser judío, gitano u homosexual, en productos de utilidad para el Reich: se comercializaba su grasa para elaborar jabón, sus huesos para fabricar fertilizantes, sus cabellos para la industria textil... Sólo el campo de Auschwitz entregó 60 toneladas de cabello a una fábrica de fieltro, que pagó por ellas 30.000 marcos.

La esclavitud fue abolida, pero pervive todavía hoy día, en nuestra misma civilizada sociedad la creciente trata de personas, impunemente por “razones macroeconómicas de globalización” que justifican el trabajo infantil o para la omnipresente explotación sexual. Y se han amplificado las migraciones impulsadas por el subdesarrollo y la miseria, enmascaradas por necesidades del mercado laboral o simples motivos de servidumbre doméstica. Éxodos desatados por intereses financieros y, al tiempo, combatidos con pretextos de delincuencia congénita; destierros masivos donde la vida de los afectados no vale casi nada.

Incluso los tribunales o las compañías de seguros establecen cuantías muy variables para compensar la muerte en accidente de dos personas similares, solamente por el hecho de que uno sea un ejecutivo y el otro un vagabundo, o porque uno sea un adulto y otro un anciano o un niño. No valen lo mismo un soldado norteamericano o uno iraquí, o dos civiles de ambos países, ni se toma la Humanidad el mismo cuidado en su educación y ni siquiera en su sepelio. Por no citar la aberración que representa la proliferación de los abortos provocados, aunque se respete y compadezca a quienes transigen con ello.

Todos creemos en el valor infinito de cada vida humana. Para muchos, las personas fuimos creadas a imagen y semejanza de Dios. Pero, ya sea porque existe un Ser Supremo o porque existen otros seres humanos, lo ineludible es que todos nos debemos al cuidado de nosotros mismos y de los demás. Los dos primeros artículos de la Declaración Universal de Derechos Humanos lo condensan admirablemente en dos frases dignas de ser aprendidas de memoria: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros. Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición”. Ojalá que algún día se cumplan en toda su extensión tan excelsos deseos.

¿Átomos o historias?

La Vida percibida con una visión relacional, no molecular.

La poetisa norteamericana Muriel Rukeyser (1913-1980), corrigió a Demócrito y a todos los atomistas con su transgresora declaración, que modestamente muchos suscribimos: "El universo está hecho de historias, no de átomos". 

Esta perspectiva nos aporta una visión sobrenatural, que nos recuerda que nuestra misión no es poseer, sino amar, y que quien tiene una misión, ha de cumplirla. 

La propia Física superó entre 1666 y 1678 la teoría corpuscular de Newton, con la teoría ondulatoria de Huygens, aplicadas ambas inicialmente a la luz y extensivas posteriormente a toda “masa” con la Física Cuántica desde Planck, Bohr, Heisenberg y Schrödinger. Incluso físicamente no somos sólo materia; también somos energía, y la ecuación de Einstein (E=m.c2) relaciona ambas magnitudes. 

En lenguaje coloquial, o más líricamente, cuando vemos venir por la calle a la persona que adoramos, todos olvidamos que abrazaremos a una conjunción estructural de moléculas. En esas ocasiones, y quizá en todas, sólo existe una historia de amor, que perdurará cuando los átomos participantes se hayan dispersado por el cosmos. 

Hemos de descubrir que no somos seres predestinados a dominar a otros, sino a quererlos. Comprenderemos que las únicas conquistas inmortales son las del cariño. ¡Hay tantas clases de amor y de amistad! Relaciones de pareja, familiares, laborales, sociales, espirituales,… Cultivemos todas ellas, apostando por la calidad más que buscando la simple cantidad. No la llamemos Vida, si no podemos llamarla Amor o Amistad. 

La vida no son los inestables átomos que almacenemos en forma de posesiones o patrimonio, ni siquiera los bytes de conocimiento y sabiduría que acumulamos. Si sólo son para nuestro disfrute, con nosotros perecerán. Sólo entregándonos y dándonos, sobreviviremos a nuestra muerte. La existencia es, ante todo, la relación con los demás. La vida se mide por la calidad de vínculos e interrelaciones, más que por la cantidad de objetos materiales. 

Reflexionemos y actuemos. Recordemos que las ideas no duran mucho, así que hay que hacer algo con ellas. ¡Suerte con nuestras historias de amor! Descongelemos el poeta que llevamos dentro, recitando el Jeroglífico de Charles Cros, poeta y científico: “J'ai trois fenêtres à ma chambre: l'amour, la mer, la mort” ("Tengo tres ventanas en mi habitación: el amor, la mar, la muerte", pero en español se pierde la similitud fonética).

En icono Medem, o no cine

"La pelota vasca": Una película que merece ser vista antes de juzgarla.

El escritor Okakura Kazuko decía que “el pueblo hace la crítica de la pintura con el oído”. Ahora también parece que algunos valoran una película sin verla, sólo escuchando a quienes la condenan… sin haberla contemplado tampoco. Recuerde que los críticos pueden llegar a ser constructivos (que no ha sido el caso con Medem), pero nunca serán objetivos. Si desea disponer de una opinión propia sobre “La pelota vasca”, sólo existe un método lógico: Véala. Si le resulta imposible encontrar una proyección por la limitada distribución en cines, recurra a la versión disponible en Internet a través de los programas P2P como Overnet (http://www.overnet.com/) o KaZaA (www.kazaa.com).

Vivimos en la era de los prejuicios, que son la razón de los tontos según Voltaire. Einstein lo señaló: “¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”.

Viaje a Euskadi con esta película. Según Anatole France, “Viajar no es cambiar de lugar, sino cambiar de ilusiones y de prejuicios”. Julio MeneM, de apellido palindrómico, ha dirigido una película de ida y vuelta sobre la tragedia vasca, un decidido alegato contra la violencia. Defiende inequívocamente a todas las víctimas, sin subordinarse a ningún interés político. Es el mensaje sobre una realidad contemporánea de un artista competente, de un cineasta vasco que se declara no nacionalista, pero que ama a su tierra.

Pruebe “La piel contra la piedra”, óigala, siéntala y dictamine por sí mismo. Sin censuras, sin prevenciones. Lo demás sería decir: Amén icono, no cinema.

Razones a tazones

La sobreactuación ya crónica del PP con el tema vasco es una plaga que se supera día a día. La penúltima cabriola ha sido a cargo de uno de los habituales animadores: el inefable Michavila, cuando voceó que el denominado 'Plan Ibarretxe' supone una mutilación de la Constitución “en más de cien ocasiones". Pudo haber dicho en más de diez o de treinta, pero su frenesí propio más de un legionario que de un ministro de Justicia le desbocó hasta superar las “cien amputaciones”.

Quizá por mi remota formación en Física teórica, evoqué el célebre libro “Cien autores contra Einstein”, ante el cual subrayó el preclaro científico: "Si yo no tuviera razón, ¡bastaría con uno solo!". Pocos saben que, en vida de Einstein, se fundó una asociación en su contra e, incluso, una persona fue llevada ante los tribunales por incitar a su asesinato, siendo condenada a pagar una irrisoria multa de 6 dólares. El Poder Judicial, ya se sabe…

Pero dejemos de hablar de política y entendámonos bajo fórmulas de convivencia. Restablezcamos los niveles entre los “vascos comunicantes” con una melodía, que aporta muchas más y mejores razones, las de Juan Luis Guerra: “Mil razones para amarte. Tú eres mi razón primera, mil poemas en la calle, yo rodando donde quieras,...”

Dirigentes Digitales

Son una raza aparte los designados a dedo, quienes triunfan frecuentemente en la administración y en las grandes empresas donde no interesan los resultados o no importan los clientes. Son el producto más elaborado de la ineficacia colectiva y la prueba más contundente de la mediocridad galopante en los monopolios y centros oficiales (donde llegan a ‘menistros’ si se han aprendido el disco rayado contra la oposición): Mutaciones que se alzan sobre el mismo “Principio de Peter” y que asombran por la altura de su ineptitud.

Los dirigentes digitales (DD) son distinguibles por su aspecto. Su perdida mirada vidriosa de inteligencia recóndita, inexplorada e ignota, es la característica más destacable. Una expresión facial que explícitamente dice: "de esto que me hablas hoy, tampoco tengo ni la más remota idea". Ello resulta muy tranquilizador para la alta dirección, que reiteradamente los reeligen sin pensárselo dos veces. Sus cerebros son pozos insondables capaces de tragarse cualquier problema, por complejo que sea, con la plena seguridad de que allí nadie logrará desenterrarlo. Los administrados rápidamente advierten que es imposible no ya dialogar, sino incluso responder a semejantes personajes. Al traspasarles una problemática nueva, los DD corroboran su perfecta idiotez mediante una técnica insuperable: hacen un breve resumen de lo que creen haber entendido, que obviamente no tiene nada que ver con lo solicitado, pero con tal convicción y tozudez que obliga a desistir a cualquiera que no reúna la paciencia de Job con la inteligencia de Einstein. Estos "agujeros negros" digieren cualquier dificultad, transmitiendo tranquilidad a sus jefes, que saben que jamás les volverán con temas a resolver relativos a la temática cedida, dado que se encuentra soterrada bajo la plúmbea losa de la estulticia supina e infranqueable.

Los DD son manifiestamente simpáticos. Por su torpeza, claro está. Resultan imposibles de imitar por los humanos lúcidos, porque la insinceridad aparecería. Su tosquedad es patente hasta en su movilidad y motricidad elementales. Caminan con dificultad, pensando: "ahora el pie izquierdo, ahora el derecho, el izquierdo,...". No son multitarea. Si caminan, no mastican chicle, porque acabarían liándose. Aunque de formas muy diversas, sus cabezas mismas ya manifiestan a las claras su cortedad de entendimiento. Ello queda realzado en su rostro con un permanente rictus de sorpresa por las cosas más simples. Son gente que cae bien, nunca "enteradillos que se las saben todas". Siempre son los últimos en enterarse y casi nunca del todo. Son capaces de sorprenderse con cuestiones triviales, porque su coeficiente de inteligencia comparable al de un cachorro les depara alegrías cotidianas. Una fuente inagotable de sorpresa son sus propias responsabilidades: después de años en una dirección pueden continuar con la retahíla de ¡Ah!, pero eso… ¿también es competencia nuestra?

Los DD son gente leal, fiel y, sobre todo, agradecida. Desde lo más profundo de su corazón y desde lo menos dormido de su mente no aciertan a comprender porqué ellos están allí, y no dejan de ponerlo de manifiesto. En su ausencia de malicia, son plenamente sinceros en sus constantes muestras de gratitud e incluso de servilismo ante quien los nombró, que a su vez se siente más seguro en su puesto dada su manifiesta superioridad respecto a sus DD y, como con los demás no tratan, acabar por creerse seres superiores por la referencia con los cretinos que han logrado reunir a su alrededor para darse la justa medida de sus capacidades.

Los DD aceptan cualquier reto y cualquier responsabilidad. En su ausencia absoluta de capacidad para discriminar entre lo justo y lo arbitrario, entre lo debido y lo que no procede, pueden admitir cualquier "marrón" y son los "chivos expiatorios ideales" si las circunstancias lo requieren. Normalmente su torpeza y estupidez les ahorra gran cantidad de enemigos, porque la talla de los adversarios mide a sus oponentes, y es sumamente difícil encontrar enanos espirituales de tal calibre.

Los DD son gente amistosa. El mundo circundante suele ser considerado con la lógica que les aporta la metáfora familiar. La despreocupación que demuestran en su actividad profesional se compensa con su reiterado interés por todos los familiares de sus interlocutores. Si alguien espera que sugieran soluciones o acepten consejos no obtendrá sino buenas palabras sobre cómo criar a los niños. En su área de conocimiento preferida, donde creen haber triunfado,..., por lo menos hasta que sus hijos tienen siete años y comienzan a no poderles seguir ni en sus razonamientos, ni menos aún en sus deberes escolares.

Los DD son felices y transmiten alegría. Jamás se les ve agobiados con problemas o sumergidos en la depresión. Pueden llegar a sentir alguna forma liviana de estrés en su esfuerzo por comprender algo, pero la bienaventurada naturaleza que les guía y les protege, a falta de una racionalidad desarrollada, pronto les hace desistir en su intento de superar su propio umbral de discernimiento del entorno más elemental.

Los DD son prudentes y fiables. Prefieren las soluciones convencionales, porque barruntan que podrán alcanzar a entenderlas de algún modo. Para apartar los métodos innovadores suelen recurrir a un par de aforismos de entre la media docena de refranes que conocen y que suele constituir todo su bagaje cultural. "Primero organizar y luego informatizar", por ejemplo, pueden llevar diciéndolo desde hace veinte años, y seguir utilizándolo sin muestras de desgaste. Con técnicas de dilación encadenadas suelen hurtarse de cometer errores, y raramente se equivocan porque nunca deciden nada y menos por sí mismos.

Los DD son polivalentes. Dado que no valen para nada y que ya han estado ocupando otra plaza de responsabilidad durante lustros, igualmente son trasladables a cualquier otro puesto sin riesgo alguno de que lo hagan peor. Su inoperancia universal les valida para ocupar cualquier destino sin detrimento de eficacia, habida cuenta de que siempre parten del grado ínfimo.

Los DD son grandes “solucionadores” de problemas, porque cuentan con una habilidad difícilmente localizable en los otros mortales: No sólo pueden "pudrir" cualquier temática, sino que incluso llegan a olvidarse enteramente de su existencia, con lo cual no apesadumbran a quien los nominó con las contrariedades inevitables que las resoluciones de problemas suelen requerir. Generalmente los mismos jefazos llegan a extraviar por completo el problema, e incluso los afectados acaban comprendiendo que no se ocupará de su asunto el DD, dado que ya estará en vías de olvidarse del siguiente tema. Su velocidad de tratamiento de conflictos es, por lo tanto, muy elevado, dirigiéndolos primero al congelador y luego a la papelera.

Los DD crean equipos fuertemente compenetrados. Sus subordinados alcanzan un mayor nivel de integración que bajo la batuta de directores responsables, debido a que deben defenderse de la obtusidad del directivo digital. Además, y por regla general, los DD promueven un "pelotilla manducón", género poco catalogado pero reconocible porque gratuita y desinteresadamente asume competencias que no le corresponden, con el único ropaje de la complacencia del DD quien delega en él gran parte de la gestión que nunca ha comprendido ni llegará a comprender. El resquemor común y generalizado hacia el mandón más que hacia el propio DD, y el esfuerzo de apechugar con el caos provocado, actúa como aglutinador de los subalternos, llegándose a crear un clima jovial y lúdico ante el desconcierto del desbarajuste cotidiano.

Los DD son perdurables y dejan huella de su desatinada gestión. Su contrastada ineficacia les asegura una vida profesional dilatada y su ausencia total de resultados les reporta un recuerdo imborrable entre sus apesadumbrados subordinados, e incluso entre sus pacientes y desesperados administrados. Su actuación monolítica, sin fisuras ni alteraciones, sin estar sometidas a vaivenes, dado su inmovilismo mental incapaz de mudar un criterio propio porque nunca existió ni podría existir, deja de ellos una memoria nada borrosa y aunque su mandato resulte corto, para sus sufridores siempre les habrá parecido una eternidad.

Los DD son pacientes y complacientes con sus subordinados. Siempre les dedican tiempo y parecen intentar descifrar sus reivindicaciones. Con una parsimonia desmedida que perdura hasta que los subalternos comprenden que en aquella mollera abstrusa nunca penetrará la luz del conocimiento, los DD mantienen su máximo esfuerzo de comprensión del que son capaces para intentar entender a aquellos extraños seres que también trabajan en la misma oficina, pero cuyos necesidades e intereses (y no digamos los de los administrados o lejanos clientes) resultarán para siempre completamente velados para los pusilánimes DD, quienes se deben en cuerpo y alma a servir a quien graciosamente los nombró.

Flamantes cincuentones

He ingresado en la legión grisácea de los cincuentones, sin eufemismos paliativos tales como jóvenes maduros o veteranos juveniles. Cuando publiquen esta nota, ya habrá pasado mi cumpleaños, así que pueden abstenerse de felicitarme. Nací un viernes santo cualquiera, justo hace diez lustros. Este quincuagésimo cumpleaños es la fecha en la que descubres que todo es más sencillo de lo que pensabas, y coincides con tus hijos adolescentes en que el día para pegarte el banquete o la fiesta de tu vida es… hoy mismo, sin esperar a mañana, y eso cada día de los próximos mientras puedas decidir. Con todo, la crisis de los 50 me parece más llevadera que la depresión de los 40, y de la angustia de los 30, que ni siquiera recuerdo bien. Convertirse en cincuentón es una trágica y traqueteada experiencia, pero que se vive en compañía de todos los coetáneos. A ellos están dedicadas estas líneas. Siempre pensamos que aquélla fue una gran cosecha, la del 53, aunque ahora lo dudamos tras descubrir que son de la misma quinta Aznar y Blair (quien dijo sentir mariposas en el estómago el día que cumplió 50).

Aquel nuestro año 1953  finalizó la Guerra de Corea, Franco firmó el Concordato con el Vaticano y los primeros acuerdos económicos y militares con los EE.UU., llegó la Coca-Cola, se escaló en Everest, se demostró la relación entre cáncer y tabaco, se descubrió la estructura en doble hélice del ADN, se simplificó la famosa ecuación de Einstein a E=m.c2, se inventó el bolígrafo Bic y se pusieron de moda los pantalones vaqueros. Murieron Stalin, el compositor Prokófiev, el poeta Dylan Thomas,…, pero ahora lo que importa es cómo fuimos, y cómo somos los que entonces nacimos –más exactamente, los que todavía quedamos-.

Nosotros nos criamos a lo bestia. Hacíamos lo que jamás permitimos luego a nuestros hijos. Corríamos en pequeñas e inadecuadas bicicletas sin casco, los columpios eran de metal roñoso y con esquinas en pico, y jugábamos a ver quien era más bruto. Construimos goitiberas para bajar por las cuestas y descubríamos que habíamos olvidado los frenos. Jugábamos a "chorro, morro, pico, tallo, qué" (no pregunten eso qué significaba), procurando caer en plan bomba, y nadie sufrió dislocaciones vertebrales. Salíamos de casa por la mañana, jugábamos todo el día, y sólo volvíamos al anochecer. Nadie podía localizarnos por ningún móvil. O hacíamos una fogata para asar patatas y contarnos historias de miedo. Nos abríamos la cabeza jugando a “guerra de piedras” y no pasaba nada, eran “cosa de niños” y se curaba con Mercromina y un cachete adicional de castigo. Comíamos moras, pipas de melón y porquerías, bebiendo aquel refresco de color butano, pero no fuimos obesos. Estábamos siempre al aire libre, corriendo y jugando. No tuvimos Playstation, Nintendo, películas en vídeo, móviles, computadores ni Internet: sólo un canal de televisión en blanco y negro,.. en casa de algún amigo rico. Siempre recordaremos nuestros escasos juguetes, pero nos sobraban los amigos y primos. Quedábamos con ellos en el parque más cercano. O ni siquiera quedábamos, con la merienda íbamos a la plaza y allí nos encontrábamos. Ligábamos con las chicas persiguiéndolas, no en un chat tecleando ;-D. Y jugábamos a las chapas, a las canicas, al “hinque” con clavos herrumbrosos, con pólvora,... en fin, con tecnología punta. Bebíamos agua directamente del grifo, cazábamos lagartijas y gorriones con la "chimbera de balines", sin adultos vigilándonos. En los juegos del patio, no todos participaban en los equipos; debías ser elegido. Los otros tuvieron que aprender a superar la decepción. Los menos estudiosos, repetían curso y les ponían a trabajar prematuramente de “botones”… en una Caja de Ahorros y cuando pasadas las décadas te los reencontrabas, te denegaban el crédito.

Viajábamos en minúsculos coches sin cinturones de seguridad ni air-bag, durante viajes de 8 horas con cuatro adultos y cuatro niños en un 600, sin síndromes de la clase turista. Éramos responsables de nuestras acciones y arreábamos con las consecuencias. Si transgredíamos alguno de los numerosos preceptos, nuestros padres no sólo no nos protegían, sino que además nos castigaban aparte. Tuvimos media libertad, mucho fracaso, poco éxito y moderada responsabilidad, pero aprendimos a crecer con todo ello.

Ha pasado la mayor parte, pero quizá no la mejor, de la vida familiar y profesional. Nuestros hijos son insufribles y eternos adolescentes, nuestra pareja ha engordado casi tanto como nosotros, y ya estamos plenamente instalados en esa burguesía postmoderna y acomodada,… que tanto se parece a la de nuestros abuelos y que fue mejor que la de nuestros sufridos padres. Nuestros rutinarios paseos con la parienta, esos recorridos de café con leche en café con leche (descafeinados por supuesto), con muchas paradas, permiten a los comerciantes poner en hora sus relojes cuando nos ven desfilar puntualmente cada atardecer. Nuestra carrera laboral ya ha acumulado suficiente mediocridad como para no quitarnos el sueño las pasadas aspiraciones, que han envejecido más prematuramente que nosotros. Ya sabemos adónde vamos a llegar, y eso con suerte: a la prejubilación. Pero nos sentimos bien, nada de esa "sensación de que la vida se me está escapando". Chispeantes, seguimos creciendo. Los pies, por ejemplo, cada vez están más lejos y cada día te cuesta más llegar hasta ellos, sobre todo el izquierdo. Cierto que ya no podemos pasar de los tres platos en las alubiadas, y que crecen los periféricos de ayuda (gafas de presbicia, y pronto audífonos), pero hay otras ventajas: Vas perdiendo la vergüenza, y desarrollándose una “cara dura” con la edad,…, y disminuye drásticamente el riesgo de morir… joven.

Comenzamos a adivinar lo que se nos avecina en las próximas décadas. Los ruiditos que nos acompañan a cada movimiento, sobre todo de alzada. Disfrutamos de ese sueño “camembert”, plagado de periodos de insomnio, y cuando te levantas recuerdas eso de que si no te duele nada, es que ya estás muerto… El tango dice que “veinte años no es nada”, pero “cincuenta años” otorgan una madura lucidez,… que estremece. Nosotros que fuimos testigos de la carrera por la Luna, pertenecemos a la maldita “generación sándwich”, de selectividades dobles, de “mili” larga, siendo jóvenes cuando se llevaban los veteranos y llegando a expertos cuando mandan los novatos. Fuimos obedientes con nuestros padres y con las demás autoridades de turno, y ahora nos tienen en jaque nuestros hijos a los que, en general, malcriamos por miedo a repetir nuestra historia. Debimos aprender a liberarnos de muchos prejuicios y cuando lo conseguimos, resulta que estábamos cargados de años. Pero disfrutamos de regalos tardíos, como redescubrir y recuperar la música de los ’70 por Internet y ver a la siguiente generación cometer nuestros mismos errores. La nostalgia empieza a invadirnos y cada vez nos parecemos más a nuestros progenitores, e incluso a nuestros abuelos. Pronto añoraremos cuando hablábamos… todo seguido, y no recordaremos a ese tal “Al..zheimer”, y se acerca el día en el que ingresaremos en esos grupos de “ancianas de los dos sexos”. - “Es cruel”, digo, y mi mujer replica: - “Sí, para ellas”.

La vejez es lo más inesperado que le sucede al hombre y llega sin ser invitada. Sólo comienza cuando se pierde la curiosidad y cesa de indignación por todo lo que está mal a nuestro alrededor. La madurez, incluso la vejez bien llevada, puede ser el tiempo de nuestra dicha. La felicidad es el antídoto de la edad. ¡Seamos felices! 
[Cumpleaños para un 3 de abril,....]

Todo debe hacerse lo más sencillo posible, pero no lo más simple (Einstein)

"Lo más sencillo será quedarme durmiendo.
Lo más sencillo será no mirarla a la cara.
Lo más sencillo será no preguntar nada.
Lo más sencillo será no sacar el tema."
Jorge Miente