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Todo lo que necesitas es amor

"Ir sin amor por la vida es como ir al combate sin música, como emprender un viaje sin un libro, como ir por el mar sin estrella que nos oriente".
Stendhal

El amor salva distancias

"A veces el amor une a dos seres que no saben nadar y viven en dos islas distintas".
Cree un humilde servidor...

Temblores

Más fuerte que un terremoto es sentir la caricia trémula de un corazón palpitante en estos tiempos de tiemblos.

¡Quién ha visto sin temblar, las noticias que nos dan! El mundo está temblando y nadie duerme tranquilo. Tsunamis, seísmos y guerras. Quieren estremecernos; aspiran a un mundo trepidante de personas temblorosas. Pretenden hacer temblar los cimientos de la civilización. Manejan mejor una humanidad que tiembla de miedo, de rabia, de soledad, de dolor, de enfermedad, de hambre o de frío.

Pero también hay temblores de amor. Hay pasiones vibrantes que sacuden el alma y que hacen retemblar el suelo bajo nuestros pies. Temblamos de alegría al recordar el último encuentro de enamorados; temblamos de deseo de sólo saber el próximo reencuentro; temblamos de emoción al vernos reflejados en una pupila parpadeante; temblamos de éxtasis al sentirnos cerca; temblamos de arriba a abajo cuando el amor vence al odio y la justicia destrona la iniquidad.

¡Aprendamos a temblar! Temblemos de querernos tanto y de sentirnos vivos. Temblemos de presentir la solidaridad y la libertad. Temblemos de aspirar a la felicidad y a la eternidad. Temblemos al vislumbrar la dignidad y la grandeza de todos los trémulos seres humanos. Sintámonos astros celestiales. ¡Somos estrellas que tiritan, titilan y tiemblan en el firmamento!
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Versión final en: mikel.agirregabiria.net/2006/temblores.htm

El peso del alma

Se ha estrenado en el Festival de Venecia una esperada película del director Alejandro González Iñárritu, titulada "21 Gramos" en referencia al peso aproximado que, según ciertas fuentes, pierden las personas en el momento de morir. Para algunos esotéricos esta masa representaría el peso del alma humana que abandona el cuerpo tras la muerte. Esta irrisoria y extravagante explicación que tasa el alma nos causa un manifiesto desasosiego a muchas personas en esta secularizada y descreída sociedad, cuando escuchamos esa cifra de “tara del alma”, porque parece confirmar que existe un alma que se alza con sus alas del alba. Así pues queda despejada la duda de Shakespeare: ¿Existe el alma? La pervivencia de la propia identidad es como la sed del hombre. Sin esta persistencia del "yo" toda la creación no es para él otra cosa que un inmenso "¿Para qué?".

Obviamente este peso corresponde al aire de espirar al expirar, que ya no retorna cuando se exhala el último lamento, pero no deja de ser fastidioso que hasta eso sea aquilatado en tan postrera ocasión. Esos últimos pocos litros de aire, con su nitrógeno, oxígeno, vapor de agua,… se describen más poética y excelsamente por Bécquer como “Los suspiros son aire y van al aire. Las lágrimas son agua y van al mar”, trasponiendo el final “Dime, mujer: cuando el alma (amor) se eleva (olvida), ¿sabes tú a dónde va?”.

Quienes fuimos niños que destripábamos juguetes buscando sin hallar su alma, incluso aunque seamos de ciencias, preferimos creer que incluso en cuerpos pequeños se agitan almas muy grandes, que sobrepasan los 21 gramos, defendiendo que la dimensión del alma sólo es la medida de amor que acumula y que el alma es un océano bajo la piel que sólo se llena con eternidad.
[Estaba cavilando sobre estas disquisiciones cuando mi consorte Carmen me llama para cenar. Le resumo mis reflexiones, pero como se le quema la sartén se vuelve a la cocina rezongando que lo que nadie ha determinado, hasta el momento, es cuánto pierden algunas viudas cuando fallecen sus pesados maridos,… en kilos y en años. Tanto pragmatismo desarma el misticismo de mi liviana alma. Termino para que no se me enfríe la cena. Ya saben: Primum vivere, deinde philosophare.]

Navidad en Bilbao

Hoy Belén está en Euskadi, pero todavía peor, sin portal, sin animales, sin estrella fugaz, sin Reyes Magos, sin angelitos y, lo peor, sin San José. Ha nacido en Bilbao. Y su madre, en su extrema necesidad, no tuvo otra opción que abandonar la criatura a las puertas del Hospital de la Cruz Roja, en el céntrico barrio de Indautxu. La niña de apenas un día, es inmediatamente atendida, y se encuentra bien a pesar de la noche fría. La madre, horas después arrepentida, vuelve a la clínica donde es detenida. Esa criatura clandestina, que su madre hubo de ocultar para no ser despedida, es sólo de su madre. Esa niñita debe conocer como primera sonrisa la de su ama (mamá).

¡Que se la devuelvan, por favor! Con todo el apoyo social y económico que necesiten para que ambas vivan como merece cualquier ser humano. Ésa es nuestra petición a la Diputación Foral de Bizkaia, que sin duda cuenta con recursos para ello. Si no, no podremos disfrutar de la Navidad… ningún vizcaíno, ni nadie que se sienta parte de la Humanidad. No existe amor más perfecto que el de una madre. ¡Amor de madre, que todo lo demás es… aire!

La edad de la verdad

Lost in translation”, otra película que nos revela el extravío de la soledad humana creciente con la edad.

Unos, los suizos, dicen que la edad no juega ningún papel excepto en los quesos; otros, los franceses, que la edad es importante sólo en los caballos; y terceros confirman que cada persona tiene la edad de su corazón (esto, en sentido fisiológico no puede ser más cierto, excepto en los trasplantados). Pero no olvidemos que Marcel Prevost decretó que “Nuestro corazón tiene la edad de aquello que ama”.

Para los que hemos llegado a esa madurez en la que uno ya no se deja engañar por sí mismo, esa edad en la que todavía se es joven pero con mucho más esfuerzo, hay relatos muy deprimentes, justamente por lo verosímiles y descriptivos que se demuestran. Existen dos películas referenciales al respecto, una de culto como “American Beauty” de 1999, y otra actualmente en cartelera como “Lost in translation” de 2003.

Resulta muy recomendable para cualquier humano dotado de un ápice de ternura, y especialmente para cuarentones en adelante, sentirse retratados en “Lost in translation”. La directora Sofia Coppola nos narra con silencios hondos y miradas cómplices, como quizá sólo sabe hacerlo una mujer que además es hija de Francis Ford Coppola, una historia de dos seres perdidos en un mundo extraño.

Seguramente nuestra vida cotidiana no nos lleve al ininteligible Tokio, ni a movernos en escenarios de millonarios hastiados de recibir regalos, pero muchos sentimos en lo más hondo –ocasional o frecuentemente - que no comprendemos nada de lo que sucede a nuestro alrededor, como si nos hablasen en japonés unos personajes exóticos que deambulan frenéticamente por nuestras vidas. En esas ocasiones, sólo cabe la huida... Pero no existe más evasión que la fuga hacia otro ser humano…

Y es entonces cuando el contraste entre la edad de la beldad y la edad de la verdad resulta cruel y despiadado, si uno no puede creerse que en la edad resida el misterio. La belleza insolente por su frescura y naturalidad de Scarlett Johansson, remarca el patético descubrimiento de la vacuidad vital del triunfador caduco encarnado por Bill Murray. Pero algo les une (¿la orfandad de la humanidad, la hermandad en la infelicidad?) y les alivia en una suerte de romance espiritual: la intimidad inocente entre dos supervivientes que se aferran al mismo salvavidas de una fugaz amistad imperecedera.

El producto es toda una prodigiosa exhibición de una relación de afecto basada en la comprensión y el entendimiento, quizá más exactamente en una complementación espiritual, improbable pero sugestiva. No es una película de acción, sino una obra maestra que se infiltra en el espectador con su lánguido devenir de guión intimista, describiendo ese sentimiento universal de la soledad, la decadencia y el paso del tiempo, de los que ni la todopoderosa riqueza exime.

La película parece defraudar durante su transcurso por la lentitud de la historia con un final esperable como la vida misma, pero al encenderse las luces y despertarnos a la realidad, algo profundo nos ha conmovido el alma con dos conclusiones obvias: “La edad no protege del amor. Es el amor quien nos protege de la edad”.

Ahora que estamos vivos...

Es urgente que no olvidemos vivir lo que verdaderamente vale la pena de ser vivido.

Hoy debe ser el mejor día de nuestra vida. Seguro que hace tiempo nos preguntamos si llegaríamos a esta edad, a poder vivir una fecha como la de hoy. Ha llegado esta jornada, y ello es motivo de celebración: otro día más para compartirlo con los nuestros. Seguro que nos acompañan muchas adversidades y algunas alegrías, si sabemos apreciarlas. La vida ronda a nuestro alrededor en forma de estrella, de nube, de árbol, de pájaro y de gente. Hoy vamos a sonreír a todas esas creaciones para pregonar que somos felices porque aún estamos vivos.

Hoy vamos a ser bondadosos y generosos con quienes nos rodean. Diremos bellas palabras como “te amo”, “te necesito”, “eres especial”, “significas mucho para mí”, “¿te puedo ayudar?”,… Hoy es un día para reír, para escribir una carta, para enamorarse más, para disfrutar de una comida en compañía de una amistad que hace tiempo no vemos,… Hoy es el día apropiado para abrazar y besar a nuestra familia, a nuestros mayores, a nuestra pareja,… Hoy es un día apropiado para jugar con los pequeños, para escuchar a los colegas, para atender a los necesitados, para dar la mano a quienes lo necesitan. Hoy es el mejor día para pedir perdón, para rectificar nuestros errores, para comunicarlo y dar una sorpresa agradable a quienes nos aprecian y nos quieren. También es un día idóneo para trabajar fuerte, porque sólo con mucho esfuerzo se solucionan las necesidades propias y ajenas.

La muerte nos ha enviado a todos una carta certificada para notificarnos que pronto no estaremos aquí. Pero todavía nos resta todo un día... Y un día aprovechado puede ser más que toda una vida despilfarrada... No posterguemos lo urgente y lo importante, ahora que estamos vivos. Tenemos todo un día para ser más niños, para ser más sabios, para ser más felices.

Ahora que estamos vivos, es preferible que compartamos con los nuestros unos cuantos minutos y no una noche entera cuando ellos o nosotros hayamos muerto. Es mejor prodigar pequeñas muestras de cariño ahora que estamos vivos, que no grandes manifestaciones de duelo cuando hayamos muerto. Regalemos una sola flor ahora que estamos vivos, en lugar de enviar una gran corona a un funeral. Demos aliento en una breve visita o con una rápida llamada, sin esperar a escribir un largo poema póstumo o un conmovedor epitafio cuando ya no estemos vivos.

Ahora que estamos vivos, procuremos dejar a nuestros allegados una huella amable de nuestra existencia. Dejar este mundo un poco mejor de lo que lo encontramos, con un poco más de paz y de ternura. Es urgente que hagamos un alto en nuestra ajetreada vida y nos preguntemos: ¿Tiene sentido todo lo que haremos hoy? Es perentorio que apreciemos que nuestras vidas pueden ser grandes en servicio a los demás, siendo verdaderamente hermanos todos los seres humanos. Es inaplazable que miremos a nuestro alrededor y apreciemos cuánto amor nos brindan los nuestros y cuánto amor podemos ofrecer a los demás.

Ahora que estamos vivos, es muy urgente que no nos olvidemos de vivir lo que verdaderamente vale la pena de ser vivido. ¡Que tengamos un buen día! ¡Sólo depende de todos nosotros!

El último Scott Fitzgerald

El verano es tiempo de lectura para descubrir la lucidez de un genio derrumbado.

Mucho se ha escrito de Francis Scott Fitzgerald y de su obra. Hay quienes creen que su inseguridad crónica le impulsó hacia un ansia de gloria desde muy joven y hasta su prematura muerte a los 44 años. Conoció la consagración literaria máxima con "El gran Gatsby" a los 29 años, para descender a los infiernos del olvido pocos años después.

Fitzgerald, el autor más representativo de la 'Generación Perdida' con Faulkner y Hemingway, tuvo una vida fallida, según algunos críticos, aunque reconocen que en ella alumbró algunas de las obras maestras de la literatura de todos los tiempos. Su existencia fue una fábula sensible y satírica sobre la persecución del éxito y el colapso del 'sueño americano'. Su existencia se deslizó raudamente desde una niñez de escritor precoz en internados católicos, un breve pase por Princeton y su servicio militar en Alabama, donde se enamoró de Zelda, la flapper arquetípica que representaría, con él, la historia glamorosa del jazz y el charlestón.

La doble biografía de la escandalosa pareja Fitzgerald fue corta y trágica ("Nuestro amor fue único en un siglo"). Intérpretes de los felices años '20, su historia resume buena parte del espíritu contradictorio del siglo XX: del esplendor a la miseria, de la gloria a la desintegración. Protagonistas de un ascenso fulminante a los laureles literarios, todo hacía augurar una larga y feliz existencia, habitual en los escritores bendecidos. Pero el "crack del 29" también se cruzó en su camino. Mientras dilapidan frívolamente el dinero, Zelda va deslizándose hacia la locura y él se alcoholiza. El 21 de diciembre de 1940, Scott muere exhausto frente a la máquina de escribir.

El corazón humano posee esperanzas, ambiciones y anhelos infinitos imposibles de satisfacer, y sigue luchando a pesar de obstáculos y fracasos. De ahí que la tragedia de estos dos artistas, además de despertarnos temor y piedad, también nos inspire admiración y coraje. La última etapa del Scott Fitzgerald maldito, fue la de la sabiduría profunda, no en sus actos, sino en sus escritos. El heterodoxo Scott describe su particular infierno: "Todos los dioses muertos, las guerras combatidas y la fe en el hombre destruida". Aún en plena decadencia, persiste en relatarnos su vitalidad ("El amor a la vida es esencialmente tan incomunicable como el dolor"), con clarividentes consejos que resuenan como puñetazos luchando contra la maldición de saberse autodestruido.

Sus citas son tan expresivas como los títulos de sus obras. Recordemos algunas: "En la noche negra del alma siempre son las tres de la madrugada", que invariablemente nos atormenta a los insomnes; "Enséñame un héroe y te escribiré una tragedia"; "El dinero ha aniquilado más almas que el hierro cuerpos", ¡cuán cierta!; "Y así vamos adelante, botes contra la corriente, incesantemente arrastrados hacia el pasado", lírica y gráfica; "Es preferible fiarse del hombre equivocado a menudo, que de quien no duda nunca"; "En las cosas no existe la esperanza, y, sin embargo, hay que estar decidido a cambiarlas"; o "La vitalidad se revela no solamente en la capacidad de persistir sino en la de volver a empezar"

Alegre y despreocupado en la etapa del sueño realizado, cuando parecía un triunfador enamorado de la opulencia, su prodigiosa capacidad residía ocultamente en un concienzudo y persistente esfuerzo por escribir extrayendo del lenguaje tonos más exquisitos y puros que los nunca antes logrados. Suya es la frase: "Puedes acariciar a la gente con palabras". Su mejor lección nos la transmitió en una carta a su adorada y única hija Scottie: "Prescinde de la opinión de la gente. No te preocupes por el pasado. No te preocupes por el futuro. No te preocupes por el triunfo. No te preocupes por fracaso,… a menos que sea culpa tuya".

Almas cansadas

Hay días en los que el alma clama que está mala

En ocasiones la melancolía, que es la dicha de estar triste, nos envuelve y paraliza con su dulce sopor que nos aproxima al infinito. Hay ciclos de bajamar, y fases de pleamar. Días de llorar, y días de afirmar. El alma se ha humanizado tanto, se ha acoplado tanto al cuerpo, se ha somatizado tanto… que también jadea, también se cansa, también se agota, y también se harta.

¿Por qué? Ni el alma lo sabe. ¡Ah, si sólo fuera por causas como el mal de amor, contratiempo de salud, o problema económico! Pero, a veces, no es eso. Es simple fatiga de viaje, pereza de entraña gastada, falta de más mañanas, asma de alma postrada.

Y entonces, sólo vale la calma, dejar que la danza del alma salga de su arca, con su aria de arpa. Un remedio infalible es “compartir vivencias”, fórmula válida por dos ventajas: La primera cualidad que su verbo (compartir) invoca lo más humano del espíritu, y la segunda virtud que su sustantivo (vivencias) puede embaucar y llevar a la conclusión de que aún… respiramos.

Abracadabra… el alma se alza y anda. Y lanza una carta, una botella al océano de Internet. Un acta al agua, un alma de algas que se aúpa en su barca para buscar lectores al alba. En la farsa del habla vacua, qué carga y qué jaula, pacta una pausa larga. Santa magia. Estar triste es casi siempre… pensar en uno mismo. Hay espacios de tristeza, que sólo el amor llena, porque siendo de dos una tristeza, ya no es pena, es alegría.

Equitativa felicidad

Vivimos una pandemia contemporánea de desencanto que llena las salas de espera de los psiquiatras con personas insatisfechas, deprimidas o angustiadas. Parecemos condenados, porque confundimos la felicidad con el espejismo del placer o la posesión de bienes externos. En pos de esa meta final, muchos recurren a “atajos” como las drogas o la acumulación de dinero. Pero la felicidad es un camino que sólo descansa sobre la verdad.

Existen muchas teorías sobre qué es la felicidad, y quizá aún más sobre cómo conseguirla, porque no es la felicidad sino la desgracia quien obliga a filosofar. Elaborar nuevas hipótesis resulta fácil y cada persona cuenta con su versión particular de lo que significa ser feliz. Por mi parte, hace años que mantengo una firme creencia, simple, consoladora y tranquilizadora: Todos somos igual de dichosos, o expresado de otra forma, la felicidad es el bien mejor repartido del mundo, porque está equitativamente distribuido.

Esta suposición inicialmente resulta difícil de creer, porque la felicidad parece un privilegio reservado a determinadas personas que parecen tenerlo todo: dinero, éxito, salud, familia, amor, fama,… mientras existen pobres de solemnidad, enfermos, solos y abandonados. Incluso parece haber sociedades enteras que chapotean en la prosperidad, mientras otros pueblos son aniquilados por el hambre, las plagas y el olvido.

Seguramente cualquier teoría sobre el reparto del bienestar debe partir de una definición plausible de qué es la felicidad. No existe expresión que tenga más acepciones: cada uno la interpreta a su manera, y dicen que valemos lo que vale nuestro concepto de bienestar. La felicidad parece venir acompañada del triunfo personal y social y de la ausencia de problemas, pero no es una suma de factores tan objetivos. A veces, con todo a favor sentimos la tristeza y en otras ocasiones, en medio del dolor y de las dificultades, percibimos la alegría. Y es que la felicidad es una función interior, un mecanismo implantado que aporta optimismo aun en circunstancias desfavorables. “¿Por qué buscáis la felicidad, oh, mortales, fuera de vosotros mismos?”, señaló Boecio.

Los autores clásicos apuntan hacia una felicidad episódica. Frost creía que “la felicidad es más intensa cuanto menos extensa”; Dostoievski que “la ley de la tierra es que el hombre debe ganar su felicidad mediante el sufrimiento” y Shaw que “ningún ser viviente podría soportar una vida entera de felicidad”. También los proverbios abundan en la idea de felicidad y desgracia discontinuas: “Felicidad de hoy, dolor de mañana”; o “cuando se es feliz es cuando hay que tener más miedo; nada amenaza tanto como la felicidad”. Parece que el ser humano se compensa con una función intermitente que adormece o aviva la sensación de felicidad según la situación sea halagüeña o desventurada. Este concepto de felicidad equitativa no pretende ser paralizante, sino estimulante de una existencia activa que no se malgasta en ilusorias envidias y que se dedica a la solidaridad y la ayuda hacia todos los demás.

El corazón humano conoce en este mundo solamente una felicidad: amar y ser amado. El amor es encontrar en la felicidad de otro, la propia felicidad. Del mismo modo que produciendo riqueza nos ganamos el derecho a consumirla, sólo disfrutaremos la felicidad cuando la procuremos a los demás. Cuántas vidas se desperdician rebuscando una felicidad que ya se tiene, pero que no se ve. La felicidad verdadera consiste en amar lo que tenemos, no las cosas sino las personas con las que convivimos, sin apenarse buscando absurdas quimeras que creemos que nos faltan. El secreto de la felicidad reside en el infinito e inagotable amar.

Vivimos en Europa

Después de pensar distintas razones para votar hoy sobre el Tratado Constitucional Europeo, lo he resuelto escuchando una canción.

Había decidido mi voto con antelación, por razones demasiado extensas para su exposición con brevedad, pero el videoclip de la banda alemana de rock-pop Rammstein ha sido definitivo. Su álbum con la canción "Amerika" es un argumento concluyente que causó gran revuelo no sólo musical, hasta el punto que Bush lo censuró en la cadena televisiva MTV durante el proceso electoral. Con una marchosa música que la realización en vídeo realza inmersa en el paisaje lunar del Apolo 11, la irónica letra dice así:

“Todos vivimos en América, América es maravillosa. Cuando bailamos yo quiero dirigir, incluso cuando dais una vuelta solos, dejadnos controlaros un poco. Os enseñaré el buen camino, bailaremos todos en corro, la libertad suena en todos los violines, la música llega desde Casa Blanca y ante París se alza Mickey Mouse. Yo sé dar los pasos necesarios y os evitaré los tropezones… Crearemos una estupenda ronda de baile, os enseñaremos el rumbo, a África llega Santa Claus y ante París se erige Mickey Mouse. Todos vivimos en América: Coca-Cola y Wonderbra. Esto no es una canción de amor, no canto en mi lengua materna; no, esto no es una canción de amor. Todos vivimos en América: Coca-Cola, y a veces guerra…”.

Quizá el mismo éxito internacional de Rammstein, cantando en alemán y con el estribillo en inglés, sea un ejemplo de la globalización contemporánea. Muchos sí queremos una mejor y más cercana comunicación cosmopolita en un mundo plurilingüe e intercultural, pero nos negamos a una sola uniformidad de colonización exclusiva, propiciada por un marketing todopoderoso respaldado, si hiciera falta, por la sempiterna fuerza del poder militar absoluto. Por todo ello… sí, queremos vivir en una Europa que sea un referencial modelo planetario de colaboración y de respeto entre muy diversas identidades individuales y colectivas.

Rammstein:_Amerika...

La vida en un momento

Hay bajo el cielo un momento para todo.

"Esencia de Mujer" es una película desigual, aunque cuenta con algunos parajes memorables. Al Pacino interpreta a Frank Slade, un retirado militar ciego y amargado que, antes de suicidarse, emprende un breve viaje final. En una inolvidable escena, Frank invita a bailar a una bella joven. Ésta se excusa: “No puedo, porque mi novio llegará en un momento”. Él responde: “En un momento, ¡se vive una vida!”, al tiempo que la conduce a bailar un tango.

En el diálogo, el protagonista comenta: "En el tango uno no se equivoca. No es como en la vida. Si uno se equivoca o se enreda, sigue bailando". Podríamos corregirle: la vida es como el tango. Acertando, equivocándose o, lo más frecuente, enredándose, hemos de seguir viviendo la vida y aprovechando al máximo cada instante.

Vivamos el presente, el regalo de cada día. Que cada momento sea eterno. Sintamos la vida y el amor en cada segundo. Que cada segundo sea profundo. Después de todo, vale la pena vivir la vida. Para bailar un tango, para vivir un amor, para descubrir lo que nos depara cada momento futuro. Quizá ya habremos vivido grandes momentos, pero seguro que nos quedan aún momentos gloriosos.
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Versión final: mikel.agirregabiria.net/2006/momento.htm

Sergio Dalma: Bailar Pegados...

La palabra más bella (III/III)

Tercera y última entrega de candidaturas para un inagotable debate relanzado por un nuevo concurso sobre la palabra más ilustre del diccionario.

1. Paz (Preferentemente a País y Patria para Perspicaces Proyectos Plurales)

Sólo tres letras: La final (Z), la inicial (A) y una consonante que a veces suena, y otras veces no (como en psicología). Monosilábica y una de las palabras más pequeñas del diccionario y posiblemente la más grande para todos los seres humanos, sin importar pasaporte, raza, color o religión. Es el concepto clave que hace posible que todas los demás tengan algún sentido, por lo que es anhelado y apreciado en grado sumo. Con la paz todo se puede; sin la paz nada avanza. Todas las demás palabras pierden su significado sin paz. Además de la paz exterior e interior, Paz es un bello nombre de mujer.

2. Quizá (¡Qué Quimérica Quintaesencia del Querer!)

Quizá es una palabra de color verde esperanza de que acaso ocurra lo anhelado: Porque quizá llegue el día en el que vivamos en un mundo más justo, quizá el amor se asome a nuestra puerta en el momento más inesperado, y quizá los días pasen sin su tictac rutinario. Refleja la realidad de la duda en su vocal abierta final (quizáaaaa…) con la última y la primera letra del abecedario. Además de su fonética juguetona entre amantes, es el adverbio que mejor define toda la vida del ser humano.

3. Razón (Rebelde y Realista, Recóndita y Rutilante, Risueña y Resplandeciente)

Es la más alta y singular facultad de las personas, la que nos diferencia de los demás seres vivos. Sin ella, sólo seríamos una especie más dentro del mundo animal, por lo evitemos actuar irracionalmente. Constituye nuestra mejor herramienta ante este complejo mundo para convivir felizmente. Este don aplicado con pasión nos permite encontrar el entendimiento universal desde el respeto recíproco, si llegamos a comprender que desde posiciones diversas varios pueden, simultáneamente, "tener razón". Para proponerla, no hacen falta más… razones.

4. Sí (Sentencia Sencilla, Sensible y Sabia Siempre con Sonrisa Soñadora)

Un sí es afirmación que indica aceptación y encuentro, que conlleva acción, crea un puente con quien nos pregunta, y declara fe y confianza en el poder del nosotros. Quizá sólo en ocasiones sea una palabra bonita de decir, pero siempre es lo más bello de oír. Con este conciso y sonoro monosílabo que apenas dura un suspiro en el aire, a veces tajante y a veces susurrante, se inicia todo, tanto lo bueno como lo malo. Por ello conviene conocerlo bien y administrarlo mejor, sin olvidar su versión "asertiva" de quienes prefieren responder con el metalenguaje del jé-jé mediante un sí –sí (espérame sentado). Sí, decididamente, nos gustas.

5. Tú (Tesoro Tierno, Talismán Trascendente, Tentación de Terso Terciopelo,…)

Sólo Tú sabes por qué Te elijo, porque sin Ti no hay nosotros, porque sólo Tú puedes citarme por mi nombre. Tú eres mi Tú, y yo soy tu Tú. Tú lo eres todo mi mundo, te necesito a ti para sobrevivir. Poesía eres Tú, la persona más importante de nuestra pareja. Un simple pronombre, un sencillo monosílabo, que cuando se pronuncia despliega toda la carga emocional de tu complejo universo de persona que me ama, que me mira, que me besa. Tú es el inicio del nosotros, y la anulación de la soledad. Quien tiene la suerte de pronunciarla demuestra no está solo, que comparte amor, o amistad, o compañía.

6. Universo (Único, Unido, Ubérrimo Umbral de Utopía y Ucronía)

Máxima expresión de sonido armonioso que crea en la mente una imagen de realidad sin límite, que lo abarca todo, que es el todo, la energía mágica, la creación divina, todo lo que conocemos y lo que esperamos llegar a conocer dentro y fuera del ser humano. Su significado es algo infinitamente grandioso, inmenso y misterioso. Es el ÚNIco VERSO que contiene toda la poesía, uniendo y englobando todas las palabras y acabando en VERSO.

7. Verdad (Valor Valiente, Virtuoso y Vibrante del Verso y del Verbo)

Con la verdad por delante, lejos llegaremos. La verdad nos hará libres en un mundo donde la mentira no puede seguir. La verdad entraña la genuina esencia del ser humano, la honestidad del espíritu puro que expresa sin doblez lo que siente o lo que piensa. No tiene contraindicaciones, ni efectos secundarios perversos. Es una palabra eufónica, equilibrada y generosa; si la partes por la mitad sigue ofreciendo consejo: VER y DAD. Además, la verdad siempre brilla, aunque sea por su ausencia.

Para no zozobrar ni zascandilear, nos zafaremos de este zafarrancho sin zambullirnos en la letra Z y zanjaremos las propuestas sin zigzaguear y sin zarandajas propias de zafios zagales zarrapastrosos, zopencos y zangolotinos.Versión .DOC para imprimir


Versión final en: http://mikel.agirregabiria.net/2006/palabra3.htm

Niños enemigos


¿La exaltada seguridad debe prevalecer sobre los derechos humanos?



Publican los periódicos la horripilante noticia, perdida en la sección de información internacional, de que el Gobierno Bush libera a 3 niños de Guantánamo porque "no poseen información válida y ya no representan una amenaza para la seguridad nacional”. Estos “enemigos” tenían entre 11 y 13 años cuando fueron capturados hace 24 meses en Afganistán, donde serán retornados con la ayuda de una ONG. Según el ejército norteamericano “la edad no es un factor determinante. Nosotros detenemos a combatientes enemigos que atacan a nuestras fuerzas armadas o ayudan a quienes lo hacen”, y aseguran las fuentes militares que la campaña de presiones encabezada por grupos de derechos humanos de todo el mundo no ha influido en su decisión de liberarlos, que se produce únicamente porque ahora se les considera “no peligrosos”.

Estos críos, junto a otro centenar de chiquillos que no alcanzan ni la edad de la preadolescencia, han permanecido incomunicados al igual que todos los prisioneros en el campo de concentración de Guantánamo. Mientras la lenta justicia estadounidense estudia varios recursos sobre la constitucionalidad de la detención indefinida de estos presos sin que les formulen cargos y acepta, a instancias del abogado representante de la administración Bush, Ted Olson (el mismo que convenció a los magistrados en 2000 de que Gore no debía ser el presidente), el desquiciado argumento de que “otorgarles el derecho a defensa a los sospechosos de terrorismo interferiría con los interrogatorios claves para la seguridad nacional”.

Estos sucesos son repulsivos, ¿o sólo nos lo parece así a algunos? El fatídico 11-S se evaporaron todas las esencias democráticas del mundo occidental y se propagó algún extraño virus (no aquel ántrax del que nunca se volvió a hablar), que ha pervertido nuestras almas en pro de la idolatrada seguridad, y parece que ya ni la infancia es inocente. Muchos jamás aceptaremos la culpabilidad de un niño, ni un castigo de alejamiento de su familia y entorno. Milton dijo que “de todas las personas, los niños son las más imaginativas porque se entregan sin reservas a todas las ilusiones”. Esos niños procedían de familias talibanes y, simplemente, querían a sus padres. Eso no es un delito.

Se agolpan los pensamientos de educadores y filósofos que supieron valorar la infancia y cuyas enseñanzas parece que hemos olvidado: Da un poco de amor a un niño y ganarás un corazón. Debe cultivarse en la infancia preferentemente sentimientos de independencia y dignidad. El amor es para el niño lo que el sol para las flores: No basta pan: necesita caricias para ser bueno y para ser fuerte. Los niños necesitan más de modelos que de críticos. El niño es como un barro suave donde puedes grabar lo que quieras... pero esas marcas se quedan en la piel... esas cicatrices se marcan en el corazón... y no se borran nunca. Terminemos con dos axiomas: Los niños usan los puños, hasta que alcanzan la edad en que pueden usar el cerebro, de Robert Browning y la de Juvenal: El niño es acreedor al máximo respeto.