Mostrando las entradas para la consulta padres ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas para la consulta padres ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas

BabyRadio, una radio para la infancia

BabyRadio
Dicen que los medios convencionales de prensa están en crisis, pero la innovación abre nuevas iniciativas como Babyradio Radio (babyradio.es). Aunque existen variadas Children's Radios audible en Internet (en castellano varias), es la primera emisora de radio online de España cuyo contenido va dedicado íntegramente a los más pequeños de la casa. Su objetivo es acompañarles en su día a día, las 24 horas, mediante una programación única en el mundo compuesta por una serie de contenidos educativos y lúdicos que conforman una pauta de rutina estándar completamente adaptada a la familia de hoy.

Babyradio es un proyecto que surge de la experiencia acumulada por tres jóvenes emprendedores gaditanos: Juan José Flor y Juan Manuel Venegas, durante más de 12 años al frente de empresas del sector del ocio infantil y Benjy Montoya, durante más de 10 años en medios como SER, 40 principales, Cadena Dial o Canal Fiesta Radio. Sin olvidar, por supuesto, su experiencia como padres.

Babyradio se presenta como una herramienta útil para padres y educadores de la etapa Infantil. Todo el contenido es de producción propia. Babyradio, la primera emisora de radio infantil de España, roza la cifra de los 400.000 oyentes en tan sólo 5 meses de vida y su web www.babyradio.es -desde la que se puede escuchar la programación y descargar los contenidos especialmente creados para niños de 0 a 6 años- supera ya las 110.000 visitas.

Probaremos la validez de esta propuesta con nuestro nieto de dos años. Quizá hubiésemos agradecido encontrar en su web un widget para embeber su emisión on-line.

La información básica, y las imágenes proceden de su web, babyradio.es. Hemos tenido noticia a través de otra radio, Radio Euskadi, que no es competencia, sino complemento.

Consejos al alumnado nuevo

Once reglas recomendadas en una universidad norteamericana para triunfar en lo personal y en lo profesional.

1º La vida no es justa: aprendámoslo para no perder tiempo en quejas. 2º No importa la autoestima ajena; la gente sólo espera resultados, con independencia de si uno se siente bien o no consigo mismo. 3º No se gana un gran sueldo sólo por graduarse, ni se llega a dirigir nada hasta que con mucho esfuerzo se logra cada meta.

4º Si alguien piensa que un profesor es duro, que espere a conocer a un jefe, que ni tendrá vocación docente ni la paciencia requerida. 5º No quita dignidad el compatibilizar estudio y un trabajo a tiempo parcial (en una hamburguesería, por ejemplo); nuestros abuelos lo describirían como oportunidad. 6º Si alguien se equivoca, no es culpa de sus padres; así que no en lugar de lamentar los errores propios, aprendamos de ellos.

7º Antes de que uno naciera, sus padres no eran tan aburridos como empezaron a serlo tras pagar cuentas, agotarse en casa y escuchar peroratas de la nueva generación. Así que antes de emprender la aventura de salvar selvas amazónicas, conviene iniciar el camino ordenando la propia habitación. 8º En la vida real existe gran diferencia entre ganar y perder, a diferencia de la escuela donde siempre dan otra oportunidad para encontrar la respuesta correcta en los exámenes.

9º No hay vacaciones cada trimestre, y muy pocos jefes se interesan en ayudar a que uno se encuentre a sí mismo; todo eso hay que hacerlo en el escaso tiempo libre. 10º La gente de verdad trabaja durante muchas horas, lo que no aparece en las series de televisión donde pasan todo su tiempo en algún “café de película”. 11º Conviene ser amable con los "empollones" (‘nerds’) aplicados de la clase; existen muchas probabilidades de terminar trabajando para alguno de ellos.

Estas pautas pueden ser controvertibles, pero provienen de alguien que sin duda conoce la realidad empresarial: Bill Gates.
Versión .DOC para imprimir

Versión final en: mikel.agirregabiria.net/2006/consejos.htm

La gran aventura irreversible

El estado natural y universal es el de ser hijos. Todos nacemos como hijos, y todos somos hijos. Al igual que ser alumnos: todos debemos serlo durante los primeros años de existencia por obligación insoslayable. Por el contrario, es complemente opcional la elección de “Ser Padres”, o la vocación de “Ser Educadores”. Según parece, para muchos modernos librepensadores estos deseos son, simplemente, equivocaciones en las que hemos caído algunos, y que ellos tratan de evitar preventivamente. No se explican por qué preferimos estas arriesgadas alternativas que no traen más que complicaciones.

Es cierto que los solteros, en forma de parejas, compañeros, amigos o novios perpetuos, pueden visitar los cinco continentes haciendo turismo hasta agotar el planisferio. Pero si se es verdaderamente audaz, no existe aventura más trepidante que sea comparable a la de la paternidad o la maternidad. Ser padre o madre significa sumergirse en las fosas de las Marianas y ascender al Everest cada día; recorrer la muralla china de obstáculos cada semana; sortear los rápidos del cañón del Colorado en un slalom para llegar a fin mes; experimentar el frío de los polos y el calor del desierto cada año; volar en globo pinchado con los niños chillando, y circunnavegar los cinco océanos en chalupa a remo para pareja con vástagos dando la vuelta al mundo en ochenta… mil plazos. Se aprenden extraños idiomas y se conocen culturas y costumbres exóticas: las de los hijos, amigos y novias adolescentes… Se degustan (e incluso se cocinan) insólitas comidas y se embriaga uno con olores inimaginables (e inolvidables desgraciadamente). Se obtiene un voluminoso álbum de fotografías con el que atormentar a los conocidos. Se viven experiencias imperecederas, en circunstancias imprevistas, que ponen a prueba la capacidad de resistencia y la imaginación creativa. Y todo para sobrevivir a través de los hijos, cumplir un año más con ellos, llegar a conocer a los nietos, con los que sí se debe disfrutar de un modo decididamente ventajoso, y pasar a mejor vida, momento en el que, ¡por fin!, se conocerá lo que son las vacaciones.

Si además los padres o madres son profesores, que es una forma light de paternidad (¡o hard si se trata de la ESO durante 20, 30 o 40 años!), podrán optar al libro Guinness en la inexistente sección de anónimos héroes desconocidos. Pero siempre nos quedarán los hijos, los nietos, los alumnos… a quienes contarles nuestros ideales y nuestros sueños.

Desdichados divorciados

Otro día hablaremos de las divorciadas, lo que compensará sobradamente a las y los feministas, pero hoy comencemos con sus ex maridos. En tono de humor, pero verídico como la vida misma, relatemos un caso muy próximo. Se trató de una separación amistosa, tras muchos años de matrimonio en común. El reparto de bienes fue simple, pues poseían dos viviendas y dos coches. Para no discutir innecesariamente sobre para quién sería el piso más grande o el mejor coche, ella se quedó con todo. El contenido de los inmuebles se repartió más equilibradamente, él se quedó con todo lo que estaba fuera y ella con todo lo de dentro, incluidos los dos ordenadores porque estaban en red y los dos móviles para que todos supiésemos quién iba a contestar cuando llamásemos. Para compensar un poco, ella retuvo así mismo la descendencia, si bien él debía pasarle una jugosa pensión y ocuparse de su cuidado cuando a ella le conviniese.

Obviamente, hay que considerar las circunstancias concretas. Ella fue la que le sorprendió diciéndole que quería una familia más numerosa, a lo que él se opuso,… cuando se enteró que se refería a nuevos maridos. Quizá ella no le pidió divorciarse en el mejor momento, cuando sólo trabajaba ella y él estaba en el paro. También es cierto que ella fue quien le propuso hacerse novios y casarse, si bien entonces sólo él disponía de un buen empleo que le permitió acumular el patrimonio que luego se repartieron tan equitativamente. El lazo del divorcio es el más indisoluble…

El sino fatídico de los divorciados no acaba ahí. Están destinados vagar hasta emparejarse o reincidir con divorciadas, para terminar educando hijos ajenos mientras pierden los propios, quienes se convierten en huérfanos de padres vivos. Existe una depresión psicológica padecida por los padres divorciados por no disfrutar de la cotidianeidad de la vida paterno-filial que ha sido denominada "Síndrome de Ausencia Involuntaria de los Hijos". Según los sondeos bianuales del Eurobarómetro, entre los que no viven en pareja, los divorciados son estadísticamente los más infelices, seguidos por viudas y viudos, siendo los que nunca se han casado son los más dichosos de esta categoría, aunque claramente menos felices que los emparejados. ¿La solución al divorcio? Hasta el momento, sólo se han descubierto medidas preventivas, como casarse adecuadamente con la persona idónea… en el primer matrimonio.

Nos enseñan a aprender

El domingo, día 5 de octubre, se celebra el Día Mundial de los Docentes que promueve la UNESCO. Esta conmemoración es de carácter general para todo el profesorado, adicionalmente a las festividades específicas por niveles educativos: San José de Calasanz o “Fiesta del Maestro” (27 de noviembre), Santo Tomás de Aquino (28 de enero, Ens. Secundaria), San Juan Bosco (31 de enero, FP), San Alberto Magno (15 de noviembre, Universidad), Santa Cecilia (22 de noviembre, Conservatorios),…

El profesorado que cuenta con un talento singular, dispone de unos polvos mágicos que cambian la vida del alumnado: la tiza. Con ella y con sus preguntas, más que con sus respuestas, adiestran al alumnado en lo que necesitarán para vivir y para ganarse la vida en el siglo XXI: Aprender. Gradualmente se van haciendo menos necesarios, porque los educadores abren la puerta del futuro, pero son los alumnos quienes deben entrar solos. El profesorado no sólo enseña, sino que ante todo despierta.

Como docentes, y en mi caso profesor de profesores en la Escuela de Magisterio de Bilbao, mi esposa Carmen y yo hemos vivido decenas de anécdotas que corroboran la grandeza y el privilegio de la labor del profesorado. Pero siempre preferimos dos sencillas historias que vivimos en casa, desde la perspectiva de padres con niños recién escolarizados, hace ya muchos años. Nuestros hijos compartieron en la Escuela Pública de Artaza una magnifica ‘andereño’ Itziar, a la que adoraban. Cuando Aitor estaba a cargo de esta maestra, ella hubo de pedir la baja por un problema de cuerdas vocales causado por educar y enseñar en una lengua nueva a casi treinta niños de tres años. Eduardo, fue el profesor de EGB sustituto que remplazó a la titular como maestro de nuestro hijo. Sólo fueron unos meses y luego Itziar regresó, lo que alegró a todos, incluido Aitor que estaba contentísimo con ella. Semanas después Aitor comentó que Eduardo ya no venía porque también estaba “enfermo de la voz”, pero que volvería cuando se curase. Su hermana Leire, de seis años, lo desmintió diciendo que nunca regresaría porque sólo había ido como suplente, y Aitor comenzó a llorar porque no podía creer que su ‘maisu’ ya no volvería para estar con toda la clase junto a Itziar. Aitor quería a sus profesores y lo expresaba así, sin ambages. Años antes, cuando Leire llevaba apenas un mes en su primer colegio, San Agustín, un día al salir de clase nos dijo alborozada que quería a su maestra tanto como a nosotros, sus padres.

Profesorado: ¡Gracias en nombre de todas las familias y del alumnado! Sin vosotros no sería posible esperar y construir un mundo mejor cada día.

Cordada familiar

Ella tenía 18 años y yo 20 cuando nos cogimos de la mano, y ya nunca nos hemos separado. Por nuestra cama de matrimonio, siempre la misma, han pasado varios colchones que siempre acaban cedidos a dos vertientes y con caída hacia el centro, lo que es muy recomendable para la estabilidad conyugal. El caso es que nos casamos casi sin casa y casualmente aparecieron los hijos: ella y él. Por algún extraño mecanismo de impronta, como los patitos siguen instintivamente a los patos, se han pegado a nosotros y nos persiguen a todas partes, veinte años después.

Los hijos, y sus conflictos continuos, también colaboran a la unión matrimonial, porque hacen falta dos aliados firmes para aguantar las tribulaciones del ataque filial. Los retoños han crecido y con su virulenta adolescencia también aumenta la capacidad de protesta continua, pero sin riesgo alguno de alejamiento. Se sublevan para ir de vacaciones con nosotros, pero se molestarían más si no les obligásemos a acompañarnos, eso sí, tras enviarles un mes a conocer tierras e idiomas lejanos y para que aprecien el refugio doméstico.

La familia es como una cordada de escalada: Ir atados a una soga común restringe la movilidad individual, pero otorga mucha confianza a todo el equipo. Como en una cordada, a veces hay que dar más cuerda a algún miembro díscolo, pero nunca se debe cortar del todo el cordón umbilical que une a toda la familia.

Los padres también sabemos que una cuerda no puede ser empujada desde atrás, sino que hay que tirar desde adelante para remolcarla. Los hijos aprenden directamente de los padres, no de lo que dicen sino de lo que hacen. Si perciben que el lazo entre marido y mujer es fuerte, ellos se vinculan a esa seguridad familiar. Un proverbio ruso dice que “La familia es una cuerda cuyos nudos nunca se deshacen”. Lo cierto, y todos lo sabemos, es que nuestra vida depende de aquellos con quienes convivimos familiarmente, y la felicidad reside básicamente en la calidad y en la calidez del hogar que nos acoge.

Amores humanos

¿Cuántas clases de amor hay?

Antes de morir, por una vez al menos, hemos de declarar nuestros amores. En público, ante el ágora de nuestro entorno, sin reparos ni escrúpulos. Lo más íntimo es para ser vivido y lo vivido sólo adquiere sentido si es compartido. El amor es como el fuego, que si no se comunica se apaga.

Los amores son algo personal, muy de cada uno, pero pueden clasificarse en dos categorías básicas. Hay amores humanos y querencias espirituales. Seguramente los deseos idealistas son superiores a las pasiones humanas, pero éstas son más universales y la base de otros anhelos más sutiles. La aspiración de inmortalidad, la fe en Dios, la admiración por la Bondad, la esperanza en la Humanidad, la propensión hacia la Verdad, el éxtasis con la Ciencia o la complacencia con el Arte,… son amores de los humanos, pero no dirigidos hacia otros humanos, sino a entes o conceptos que trascienden.

Entre los amores de humanos hacia humanos existen tres clases, muy diferentes pero no preferenciales. Se distinguen por el parámetro más dimensional de la existencia: el tiempo. Muy pronto todos seremos polvo de estrellas, pero antes en este breve lapso de vida terrenal, la edad es nuestro reloj implacable.

Los primeros amores son los más decisivos, propios de todas las personas que alcanzan la consciencia. Son el amor hacia nuestros padres, a nuestros abuelos y a nuestros familiares mayores, a quienes nos cuidan y a quienes nos enseñan. Este querer siempre lo llevaremos con nosotros, aún alcanzando las puertas de la muerte, allí nos acompañarán nuestros antecesores. Son los amores más hondos, más arraigados, más instintivos, más entrañables, más determinantes, los más sagrados.

Los segundos amores son a nuestros coetáneos, a nuestros hermanos, a nuestros primos, a nuestros amigos y, muy especialmente en el caso de personas emparejadas, a nuestros cónyuges. Estos amores son los más presentes, los más envolventes, los más elegidos, los más trabajados, los más forjados, los más recreados y reconstruidos.

Los terceros amores son hacia nuestros sucesores directos en la familia o en nuestro legado. Destacan, en el caso de personas con descendencia, el cariño de padres y abuelos hacia sus descendientes, pero este cariño también es vivificante con los sobrinos, con quienes nos relevan, con quienes han aprendido con nosotros (alumnos, lectores,…) o simplemente con quienes nos recordarán. Son los amores más alentadores, más gratificantes, más culminantes, los más esperanzadores.

Sólo hay vida donde hay amor. Quienes viven de amor viven de eternidad. El sentido de la vida radica en el amor, que sostiene el Mundo y mueve el Universo. Amar es el principio, amar es la fuerza, amar es el método, amar es el fin.

Mesa familiar

Homenaje a un elemento mágico que, a pesar de su sencillez, puede transformar el mundo reuniendo a las familias.

¿Qué hace falta para crear y mantener una familia? Mucho amor y pocas cosas. Basta cruzar los proyectos de futuro de una pareja y mantener la voluntad común de vivir juntos, criando y educando a los hijos en un hogar manteniendo una feliz unidad familiar.

Vivimos épocas materialistas en los que nos imponemos demasiadas condiciones previas antes de casarnos o tener familia. Parece que son obligatorios buenos sueldos estables, grandes casas totalmente equipadas y vehículos lujosos antes de que llegue el momento de ser padres. Incluso con todo ello, algunos siguen creyendo que lo principal es dedicar todo su tiempo a ganar mucho dinero para que no falten capricho alguno a los hijos, suponiendo que con ello se les garantiza una vida dichosa desde su nacimiento y que se les prepara para el futuro.

Sinceramente muchos creemos que una casa bien equipada sólo necesita para convertirse en un verdadero hogar mucho cariño y un mobiliario básico. Quizá el mueble esencial sea la mesa donde la familia se junta, come y dialoga, especialmente mientras los descendientes crecen. Para construir una invulnerable familia basta una mesa que, aunque no sea de roble, agrupe diariamente a toda la familia para alimentarse con comida material y espiritual.

Alrededor de la mesa familiar se produce la transmisión de valores entre padres e hijos. Allí se celebran fiestas, se dialoga, se argumenta, se aprende, se reprende y se disfruta del tesoro del apoyo familiar en miles de desayunos, comidas, meriendas y cenas. Todos reunidos, escuchando y hablando por turnos de lo ocurrido en cada jornada, los niños se preparan con historias, ideas y valores compartidos antes de adentrarse en los diversos escenarios del mundo exterior.

Todos deben contar sus experiencias y comunicar sus alegrías y sus problemas. En la mesa y en la sobremesa se buscan y se encuentran las ayudas para sobrellevar las cargas de los demás, porque todos podemos colaborar aunque sólo sea acompañando, y porque todos necesitamos hablar y que nos escuchen. Nada es más educador y fecundo para una familia que alcanzar un ambiente de confianza mutua, congregándose a menudo en la mesa y conversando en broma y en serio de todo lo que preocupa a cada miembro de la casa.

El grado de ocupación de la mesa común es un buen indicador de la armonía familiar. Conviene que los días laborables sea lugar de estudio de todos los hijos tras la merienda, mejor que por separado en los cuartos, y sitio de juegos durante el fin de semana, siempre bajo la supervisión paterna y materna, o mejor aún, con la participación y colaboración directa de los progenitores en las actividades de trabajo o lúdicas, incluso para ver la televisión en familia y comentar los programas.

A medida que los niños crecen la mesa se encoge, la familia se apiña. Luego llega el tiempo en que por razones de estudio o de trabajo el quórum no se alcanza, porque los hijos van emancipándose o ya faltan los abuelos. La mesa, rectangular o redonda, sólo concentra a toda la prole y a sus parejas en ocasiones contadas. Pero allí queda, rodeando la vieja mesa un halo del lazo familiar, porque en su centro hemos depositado nuestras vidas abrazadas en común y también nuestros sueños personales y familiares, unos cumplidos y otros sólo en promesa… de mesa.

Oído al pasar

Son muchas veces las que todos lo hemos escuchado; a veces de refilón, demasiadas directamente.

En conversación con otros adultos, unos padres comparaban a un hijo con otro. Sin importar qué rol correspondía al niño o a la niña, al mayor o al menor, aunque lo más frecuente es que sea chica primogénita la “torpe estudiosa” y chico benjamín el “vago inteligente”, el diálogo era más o menos así.

- “Éste es mucho más capaz que el otro, pero no quiere. Al otro le costaba más aprobar, estaba todo el tiempo repasando y empollando. Pero éste nunca ha necesitado estudiar nada; ahora parece que no quiere. Pero si quisiera…”.

Estimados padres y madres:

1º Querer es poder: si se quiere, se puede y si no se quiere,… no se puede. Es la voluntad, y no la capacidad, el elemento decisivo del éxito académico y profesional.
2º En Primaria, estudiando poco o mucho, se aprueba fácilmente. Pero sólo los que estudian (ésos a quienes aparentemente “les cuesta”), son quienes logran hábitos y base para proseguir estudiando.
3º Destierren la idea de que un alumno sea “holgazán y listo”… si despreciando sus estudios demuestra que ni siquiera entiende cómo determinarán todo su futuro.
4º No comparen nunca y sí estimulen desde la más tierna edad en todos sus hijos e hijas el esfuerzo y la aplicación en su primera obligación que es… ESTUDIAR.
Versión .DOC para imprimir

Versión final en: mikel.agirregabiria.net/2006/alpasar.htm

Motores del aprendizaje

Nos conviene saber qué secretos impulsos nos mueven a aprender desde la edad más temprana hasta el final de nuestra vida.

La psicopedagogía moderna parece haber determinado las tres claves básicas del aprendizaje continuo a lo largo de la vida. Fomentándolos en nuestros hijos, alumnos o en nosotros mismos descubriremos la potencialidad de las inmensas capacidades que yacen en nuestro interior, dispuestas a ser despertadas y desplegadas mediante el poder del aprendizaje.

Primer motor: La curiosidad. Es el factor primario que conduce al conocimiento, el principio de la inteligencia activa y el más despierto instigador del género humano. Quizá sea hija de la ignorancia, pero es madre de la sabiduría. Es un impulso humano de amplitud infinita que oscila entre lo vulgar y lo sublime: Puede llevar a escuchar detrás de una puerta, o a descubrir América. El proverbio dice "la curiosidad mató al gato", pero la falta de curiosidad mata la mente.

Si en el nacimiento de un niño la madre pudiese pedirle a un hada madrina que lo dotase de alguna gracia, la más ventajosa sería la curiosidad. La curiosidad debe mantenerse viva siempre, porque la vejez sólo aparece con su pérdida. La curiosidad es viva en las almas felices, que la distinguen como la primera y la última pasión.

Segundo motor: El logro. Es el inmenso descubrimiento de la validez de un aprendizaje, como cuando uno comprende para qué sirve la lectura. La aplicación del conocimiento produce más sed de nuevos aprendizajes. Los pequeños éxitos son estímulos que conducen a éxitos mayores. El logro nos da confianza y constancia para superar los fracasos e interpretarlos como meros ensayos de futuros éxitos. Como el niño que pasa de gatear a andar e inmediatamente aspira a saltar y correr.

Gozar del valor de un aprendizaje otorga una experiencia de triunfo, que anima a proseguir con ulteriores aprendizajes. Así se decide que el aprendizaje no es meta, sino camino. De este modo un aprendizaje logrado espoleada la voluntad para el esfuerzo requerido por sucesivos y mayores conocimientos.

Tercer motor: El reconocimiento. Ya el bebé que consigue una meta, por pequeña que sea como poner en fila una serie de objetos, busca la mirada de sus padres o el aplauso de su profesora. Ello le alienta a nuevos objetivos. Grande siempre es el amor materno o la vocación docente, pero roza lo sublime cuando llega a la admiración por el hijo amado o el alumno apreciado.

Es muy difícil resistirse a la gran potencia de la admiración. La necesidad de autoafirmación y autoconfianza en nuestra capacidad de aprendizaje se revalida mediante el criterio de los demás, con la aceptación social de nuestros condiscípulos y con las altas expectativas en nosotros depositadas por nuestros padres y maestros. El reconocimiento contrastado impele hacia la madurez del aprendizaje, que busca triunfar en actividades trascendentes para el grupo social al que se pertenece. Versión .DOC para imprimir

Versión final en: mikel.agirregabiria.net/2006/aprendizaje.htm

Anécdotas infantiles

Todas las familias disponen de una memoria histórica de anécdotas que periódicamente se recuerdan, y que merecen ser compartidas. Nosotros educamos a nuestros hijos en el aprecio a tres culturas: Sus regalos navideños aparecían el 24 y 31 de diciembre, y el 6 de enero, si habían escrito sus cartas en euskera, inglés y castellano respectivamente. Nunca olvidaremos el día que nuestro hijo pequeño, Aitor, vino del colegio con la tristeza del fatal descubrimiento de quiénes son los Reyes Magos. Tras su decepción estuvo extrañamente cabizbajo durante la cena, y después de un buen rato pensativo nos preguntó: "Si vosotros, los padres, sois el Olentzero, Papá Noel, los Reyes Magos y el ratoncito Pérez, entonces... ¿también sois Dios?" Esta visión infantil de los padres como dioses es imposible que la mantengan durante la adolescencia.

En otra ocasión, observando a nuestra hija Leire un poco aburrida viendo ensimismada la televisión, me puse a jugar con ella y a voltearla como en un columpio, como frecuentemente hacíamos. Nos estábamos riendo a carcajadas, cuando de repente me pidió que parase para bajar del "caballito" (que era yo). Se plantó delante de mi cara, me miró fijamente y muy seria me dijo: "Aita, cuando yo sea mayor, ¿con quién jugarás tú?". Y luego concluyó condescendientemente: “No te preocupes, aita, yo siempre jugaré contigo cuando quieras”. Esta preocupación por los demás demuestra su inteligencia y que saben ponerse en el lugar del otro.

La infancia es esa fascinante etapa vital, inolvidable, que se caracteriza por tres maravillosas capacidades, que hay quienes saben mantener durante toda la vida: 1º Los niños siempre están alegres, sin motivo especial alguno. 2º Los niños están activos infatigablemente, y quizá ésa sea la clave de la primera cualidad. 3º Los niños constantemente están insatisfechos, sin renunciar a sus objetivos y aspirando a más (según obtienen el triciclo ya quieren la bici,..). Se ha dicho que “los viejos niños nunca mueren, simplemente se adulteran”, pero tal vez sea más exacta la apreciación de Simone de Beauvoir, quien creía que “un adulto no es sino un niño inflado por la edad. Quizá nos convendría importar tradiciones como las de Japón que celebra un Día de los Niños (5 de mayo), un Día de los Adultos para quienes cumplen 20 años (15 de Febrero) y un Día del Respeto a los Mayores (15 de septiembre).

Una propuesta final, para evitar que se confirme la cínica conjetura de que la educación es un proceso crecientemente complejo y costoso para que la autonomía de las personas se… retrase: El adelanto del voto a los 16 años, edad de efectos penales, y quizás más adelante hasta los 14 años. Reconocería los plenos derechos civiles de los niños, como ciudadanos de primera clase, y contribuiría a la mejora de su madurez, preguntándose más tempranamente sobre temas sociales. De su precocidad caben pocas dudas, y es de reconocimiento universal que los niños y los jóvenes de la actualidad están mejor preparados que nunca. Además, esta medida obligaría a los políticos a proponer planes como los niños exigen: a la altura de la desbocada imaginación infantil que desea la paz y la felicidad para todos nosotros.

Más entradas nuestras sobre el Olentzero.

200 sobrinos

Cada hijo equivale aproximadamente a unos 200 sobrinos, en gasto y en satisfacciones. Ésta es la sesuda conclusión que he obtenido en estas fiestas navideñas mediante unos intrincados cálculos de análisis factorial. Conste que no lo digo por mi familia, en la que mis escasos hijos y mis escasas sobrinas (en total 402) pueden presumir de tíos y tías, pero he barajado algunos datos de mi entorno social y el resultado merece ser publicado.

Hace tiempo que ya sabía que el mejor txoko, barbacoa o velero es el de un buen amigo, nunca el propio (¿será por eso que no tengo ninguno de ellos?) Gorroneas un poco, te presentas en el momento oportuno, pagas algún gasto menor y no te ocupas de los trajines menos gratificantes: comprar, mantener, reparar, limpiar, preocuparte de su futuro,... Cierto que no puedes presumir de propietario, pero... ¿a quién le interesa eso, con lo cansado que debe ser?

También lo de ser padre es muy fatigoso, y lo de ser madre ni puedo imaginarlo. "Los hijos son una gran ayuda", dijo alguien del que sólo sabemos que no tenía descendencia. En realidad, los hijos -sobre todo en la adolescencia- caen muy bien y son muy simpáticos con todos... los que no son sus propios padres. Y es que la edad difícil no es la de los hijos, sino la de sus padres.

Así que propongo un impuesto especial a los que son sólo tíos y tías. Con excursiones a la nieve cada fin de semana y safaris en verano se lo deben pasar en grande los felices solteros o las parejas sin hijos, pero así no se construye un país. Así que anímense todos, compartan esta prodigiosa felicidad de la paternidad. Tengan 402 u 804 sobrinos. Puedo asegurarles que nunca más sabrán lo que es el aburrimiento y la ociosidad.

Versión original en: http://mikel.agirregabiria.net/2003/elpais200sobrinos.htm
Versión en PDF: http://mikel.agirregabiria.net/2003/sobrinos.pdf

La metáfora de Blancanieves

Para que los padres entendamos la evolución de nuestros hijos en su paso por la infancia y por la adolescencia, es una buena parábola el cuento escrito por los hermanos Grimm.

La fábula es tan prolífica que, de modo informal, ha sido múltiple alegoría con intencionalidad variada. Algunos se han referido más a la madrastra que Blancanieves, para asemejarla a políticos que incesantemente consultan las encuestas (como si fuese el espejo mágico), y que se disgustan cuando ya no son los más valorados. Otros, también con propósito sarcástico han aplicado el “síndrome de Blancanieves”, para denostar a quienes “sólo se rodean de enanitos” o a quienes “esperan, tras quedarse dormidos, que otros les solucionen sus problemas de manera prodigiosa” como en los cuentos.

La historia relata que la princesa sufrió dos ataques de su malvada madrastra. El primero cuando la vanidosa reina, al escuchar de su espejo mágico que la más bella era Blancanieves, ordenó a un cazador llevar a Blancanieves al bosque, matarla y presentar su corazón como prueba. La segunda amenaza vino cuando la madrastra, disfrazada de anciana, ofreció a Blancanieves una manzana envenenada que la sumió en un sueño sin fin.

La salvación de Blancanieves provino de dos insospechadas ayudas. En la primera ocasión, cuando el leñador se apiadó y la abandonó, fueron los siete enanitos sus salvadores. En el segundo trance no bastaron los cuidados de los enanitos, y el hechizo de la manzana sólo se rompió cuando apareció un príncipe y besó a Blancanieves. Los riesgos y protecciones que halló Blancanieves son una metáfora de las primeras etapas de la existencia.

La infancia. Implica la socialización gradual fuera del amparo familiar, afortunadamente no por rechazo (como con la madrastra) sino porque el ámbito del nido se queda escaso como entorno para quienes crecen, se relacionan y escolarizan,…. con otros enanitos, de quienes aprenden mucho como amigos o condiscípulos. Entre los enanitos, y las enanitas, hay de todo: muchos alegres, sabios y dormilones; menos tímidos, mocosos y gruñones; y casi ningún mudito. Pero con todo, la infancia vivida entre el hogar y la escuela es una etapa feliz, como cuando Blancanieves moraba en la casita de los enanitos. Pero una amenaza se cierne sobre el horizonte, es…

La adolescencia. Significa una brusca crisis de identidad, de bruscas transformaciones fisiológicas, emocionales y sociales. Los infantes, tan contentos con su rutina cotidiana, parecen entrar en trance súbitamente alterados como por una manzana envenenada. Superar la pubertad requiere algo más que un beso principesco, pero al final -cuando los padres parecen desesperar- llega un día glorioso en el que los adolescentes despiertan de su mutante letargo.

Goethe lo describió acertadamente: “Sólo una pasión verdadera transforma, de pronto, al adolescente en adulto”. Afortunados quienes llegan al último estadio de los seres humanos, descubriendo que si el amor es el poder iniciador de la vida, sólo el apasionamiento posibilita su permanencia.

Versión final en: http://mikel.agirregabiria.net/2006/blancanieves.htm

Charlie y la familia de chocolate

Tenemos la capacidad de construirnos (en) una amorosa familia para recibir todo el afecto, cariño y comprensión que merecemos y donde podremos ser nosotros mismos.

La película “Charlie y la fábrica de chocolate” de Tim Burton está fielmente basada en un popular cuento de Roald Dahl escrito en 1964. Estrenada el 15 de julio de 2005 ha merecido un notable éxito de difusión, que incluye una amplia reseña en la Wikipedia. El imaginativo libro es un clásico de la literatura infantil (tras un film de culto titulado "Un mundo de fantasía" que no llegó a estrenarse en muchos países) se encomienda una segunda adaptación cinematográfica al aclamado director Tim Burton, quien aporta su estilo marcadamente soñador a la entrañable obra original.

El producto es una aleccionadora comedia sobre niños y para niños, que recuerda la esencia de lo que auténticamente significa ser un niño. Se destina, oportunamente, a una infancia demasiado mimada en una época donde algunas familias parecen hechas de mal chocolate, pero no por su dulzura, sino por derretirse ante la menor calentura, como el palacio del sultán que aparece en la película.

La historia narra la vida de Charlie Bucket, un bondadoso niño de familia pobre que vive, junto a sus padres y cuatro abuelos en una vieja casa diminuta y destartalada, pero un verdadero hogar lleno de amor a la sombra de una descomunal fábrica de chocolate. Desde hace casi quince años, nadie ha visto entrar o salir de la fábrica a un solo trabajador, y tampoco han visto a su extravagante propietario Willy Wonka. A pesar de ello, incomprensiblemente, siguen elaborando grandes cantidades de chocolate que se exportan a todo el mundo. Un día aparece un trascendental anuncio, invitando a la famosa fábrica a cinco afortunados niños que encuentren unos cupones dorados escondidos entre las chocolatinas,…

Se describen, en forma de fábula caricaturesca, cuánto y cómo han malcriado algunos padres a sus repelentes hijos, tan ridículos como poseídos de sí mismos que apenas aprecian la maravilla de las alucinantes creaciones de Wonka. Uno a uno, por su grosera personalidad glotona, competitiva, mezquina o sabelotodo adicto a los videojuegos abandonan la visita antes de que haya terminado. Cuando sólo queda el pequeño Charlie, Willy Wonka le ofrece ser su único heredero con una condición imposible que obliga a renunciar a Charlie. Pero finalmente ambos descubrirán que Charlie ya era un afortunado por algo, como la familia, que faltaba a Willy, quien recibe un regalo aún mucho más generoso que el mayor emporio comercial.

La moraleja de la película, quizás demasiado explícita pero apropiada para el público infantil, es un canto al hogar y al tesoro de una familia unida que, frecuentemente, florecen mejor entre los menos pudientes. Son sublimes las escenas iniciales y finales. En las primeras puede verse el hogar de Charlie, donde la madre espera a su marido para ver si ha conseguido algo que mejore la aguada sopa de repollo. En las últimas, Wonka puede apreciar el valor de una familia reunida, donde tres generaciones comparten la magia de un menú lleno de amor. Quizá el momento supremo es cuando hasta el más pequeño de la casa, Charlie, reconoce con decidida valentía que nada es más sagrado que la familia. Decididamente el chocolate atesora un regusto de familiar a ternura.

Versión final en: http://mikel.agirregabiria.net/2006/charlie.htm

Causas de vida

Cansados de leer sobre las principales “causas de muerte”, donde destaca el cáncer con sus 200 variantes, algunos preferimos pensar en las razones que nos llevan a vivir.©Mikel Agirregabiria

La primera razón de vivir radica en la familia. Nacemos porque tuvimos unos padres y unos abuelos. Quizá por ello, la mejor forma de morir es estando rodeados de hijos y nietos. La familia nos aseguró el nacimiento y los primeros años. Luego, la vida es cosa nuestra: para que alcance todo su sentido, hemos de completarla con razones y… corazones.

Vivimos por el amor de dos seres humanos, y en el amor encontramos el mejor de los motivos para una vida plena. Amor filial hacia nuestros padres, amor hacia todos nuestros familiares (hermanos, abuelos, tíos,…), amor conyugal hacia nuestra pareja y amor hacia nuestros hijos, nietos, sobrinos,…

Con la edad aprendemos que la vida es un misterioso regalo, un delicado y frágil equilibrio que se rompe fácilmente por accidente, enfermedad o ancianidad. Conviene que no precipitemos nuestro final con excesos (tales como conducir imprudentemente, beber o fumar), y que vayamos acumulando “causas de vida” para que, cuando la inevitable hora suprema nos llegue, hayamos creado motivos de alegría en quienes nos sobrevivan, en nuestros descendientes, familiares, amigos, colegas, vecinos y en todos a quienes tuvimos el gusto de conocer y poder ayudar.

A veces nos afanamos demasiado en metas banales. No vale la pena esforzarse tanto en asuntos materiales, porque las mejores vivencias espirituales suceden cuando menos nos las esperamos. Un objetivo saludable y alcanzable es dejar el mundo un poco mejor de lo que estaba cuando nacimos y procurar hacer feliz a la gente que tenemos cerca.

¡Hay tantas razones de vida! Estar vivo es ya el mejor motivo. Abrir la ventana y ver el mar (o el campo). Ver la luz de la mañana y las estrellas de la noche. Y mejor contemplarlas en compañía, oyendo una canción. Dejemos de buscar excusas para vivir, hallemos contundentes razones que invitan a subsistir. Un beso, un abrazo y cualquier vida queda justificada. El deseo de vivir lo encuentra,… quien lo busca. La vida siempre tiene (co)razón.

Versión final en: http://mikel.agirregabiria.net/2005/causas.htm

Estudio y estío

En verano, hasta cuando no estudiamos nada, aprendemos mucho. La conclusión es que debemos estudiar más y mejor.

Veranear 17 años en el mismo lugar, ver crecer a los hijos propios y observar anualmente su progreso y el de sus amigos de varios países, es una experiencia de gran valor pedagógico para cualquier persona, especialmente si se dedica a la educación. Quienes eran sólo unos niños y niñas se han convertido casi en adultos, algunos que ya trabajan y otros que prosiguen sus estudios.

En el grupo había quienes eran más vivaces, más sociables, más curiosos, más activos o más despiertos, pero la travesía por la enseñanza obligatoria los clasificó atendiendo fundamentalmente a una sola cualidad: su voluntad e interés por el estudio. La niña más talentosa desatendió sus estudios y hoy trabaja en un supermercado como la cajera más simpática de la localidad; el menos precoz de los niños prosiguió firmemente con el estudio y está acabando sus prácticas de ingeniería superior en Alemania. Unos apenas se manejan con la segunda lengua; otros hablan cinco idiomas y han viajado por todo el mundo. Todos ellos han sabido mantener su amistad por encima de las diferencias, pero sus futuros van divergiendo notablemente.

¡Qué lección para las familias y el profesorado! Nuestro gran reto, como señaló el maestro Vasili Sujomlinski, consiste “en enseñar a estudiar, y en consecuencia, hacer que la infancia y la juventud deseen estudiar”. En su modesta escuela de Plavísh fundó la “Escuela de la Alegría”, para que todo su alumnado aprendiera, en primer lugar, a amar el estudio. Su célebre “paradoja de Sujomlinski” dicta que “no es función de la escuela enseñar a los niños; su obligación estriba en enseñarles a estudiar, ya que deben ser ellos quienes aprendan por sí mismos”.

Unos consejos finales, dedicados respectivamente a profesores, padres e hijos. El profesorado sabe de las peculiaridades de los sistemas educativos, de los centros y recursos, o de los calendarios y horarios escolares en cada país, pero las enormes diferencias en las evaluaciones internacionales como PISA o TIMSS radican en la aplicación por el estudio que, entre todos (sociedad, escuela y familias), sepamos despertar en el alumnado.

A los padres, y a las dedicadas madres especialmente, cabe recomendarles que establezcan para sus hijos rutinas diarias de estudio y lectura. Desde niños deben entender que han de dedicar todos los días, incluido el verano, un tiempo de esfuerzo para descubrir el gusto por el estudio.

A cada alumno cabe avisarle que si no estudia, pronto se sentirá como el ladrón de su porvenir. Ya los filósofos clásicos, Catón y Séneca, nos advertían: “Amarga es la raíz del estudio, pero sus frutos son dulces” y “Acógete al estudio para escapar de todos los sinsabores de la vida”.

Versión final en: http://mikel.agirregabiria.net/2005/estudio.htm

Te recuerdo joven

Un consejo para la juventud, quizá en desacuerdo con la tendencia actual, sobre la conveniencia de hallar pronto el amor.
 

Hace unos días, conversando con una familiar con padres nonagenarios, discrepábamos sobre cómo recordamos a nuestros mayores. Ella se lamentaba de la última etapa vital, ahora tan extendida y -en muchas ocasiones- con dependencia total durante muchos años. Concluía que uno de los peores efectos es que terminamos recordando a nuestros antecesores sólo en su última fase, olvidando cómo eran de jóvenes o en su madurez. 

Para alguien como yo, que perdió a su madre siendo un niño, el desacuerdo no podía ser mayor. Ciertamente que con nuestros abuelos o bisabuelos, a quienes sólo hemos conocido en su ancianidad, su memoria nos evoca únicamente sus últimos años. Pero de mis padres, recuerdo con precisión todo el recorrido que he podido compartir con ellos, desde que mis dos hermanos y yo éramos niños. De todas las reminiscencias paternas me quedo con una de las más tempranas, cuando nos cobijábamos bajo su amplia gabardina al caminar bajo la lluvia hacia la parada del trolebús número 4 en el Arenal bilbaíno. De las remembranzas maternas, prefiero aquélla de cuando, siendo muy pequeños, nos llevaba de la mano desde nuestra casa en Indautxu al Colegio de los Escolapios. 

Ahora, para nuestros hijos jóvenes saliendo de la adolescencia, el consejo de mi esposa Carmen y el mío propio es que encuentren a su amor definitivo lo antes posible, para convivir desde sus mejores edades con la persona que elijan. Anoche, cuando nos quedamos “de novios” por unas horas sin hijos, al despedirse el menor para ir a estudiar lejos y esperar a su hermana que venía de trabajar en el extranjero, nos sorprendió una exuberante tormenta nocturna a las tres de la madrugada. Carmen y yo salimos a recoger los enseres del patio, y nos quedamos a sentir el efecto del aguacero. La observé, mientras ella miraba por una ventana enrejada, y vi exactamente a la misma muchacha de 18 años que era cuando la conocí, a pesar de que median 32 años desde aquel verano. 

Ella me devolvió la mirada, con la misma complicidad y el mismo encanto. No sé cuánto más viviremos, no sé cómo seremos cuando uno de los dos muera; sólo sé que ella para mí siempre será la misma chica que encontré allá por 1973 en San Miguel de Basauri, la misma con la que me casé en agosto del 1977 cuando sólo éramos dos jóvenes de 22 (ella) y 24 años, y la misma que era cuando tuvimos a nuestros hijos. Te recuerdo joven, Carmen; siempre, porque no ha cambiado nuestro amor. 

Y a ti, lector o lectora, joven o no tan joven, te recuerdo que la felicidad está construida con dulces recuerdos y bellas esperanzas. Que nunca te falten ni unas, ni otros. Además, Unamuno advertía que “con maderas de recuerdos armamos las esperanzas”. Este verano (re)encuentra a tu amor o, al menos, colecciona recuerdos felices y construye grandes esperanzas, que son la base del equilibrio personal y la pértiga para superar las dificultades presentes y futuras.

Sonido familiar

©Mikel AgirregabiriaUna historia que les sonará familiar, acerca de un medio donde el sonido se propaga lastimosamente lento.

Hace muchos siglos los pensadores intuyeron que el sonido se propaga en el aire como las ondas en el agua. Los primeros fueron el filósofo griego Crisipo (año 240 a. C.) y el arquitecto romano Vitruvio (siglo I a. C.). Hubo de esperarse hasta el siglo XVII, para conocer con mayor detalle la transmisión del sonido tras establecer Galileo la base del “método científico”.

Fue el propio Galileo (1564-1642) quien calculó por primera vez la velocidad del sonido, de una forma sencilla. Con la colaboración de un artillero, una medianoche dispararon una salva (sólo con pólvora), mientras observaban desde un monte próximo, a unos 3.500 metros del cañón. Con ayuda de un primitivo reloj inventado por Galileo, el "pulsilogium", contaron el tiempo transcurrido desde que se vio el fogonazo hasta que se oyó el estruendo. Fueron aproximadamente 10 segundos, por lo que Galileo exclamó en voz alta: ¡350 metros por segundo!

Poco después, el monje y matemático francés Marin Mersenne (1588-1648) realizó medidas precisas del retorno de un eco y calculó un valor más exacto de la velocidad del sonido. Por ello, Mersenne es considerado el padre de la Acústica, si bien es mucho más conocido en el mundo matemático por sus famosos (números) primos. En 1660, el científico inglés Robert Boyle (1627-1691) demostró que el sonido necesitaba un medio gaseoso, líquido o sólido para su transmisión, comprobando que una campana era inaudible en el vacío. El gran físico británico Isaac Newton (1643-1727) demostró que la propagación del sonido a través de cualquier fluido depende de sus propiedades, como la elasticidad o la densidad.

El siglo XVIII permitió el desarrollo del cálculo, con contribuciones de científicos suizos como Johann Bernoulli (1667-1748) y Leonhard Euler (1707-1783), y franceses, como Jean le Rond d'Alembert (1717-1783) y Joseph Louis Lagrange (1736 - 1813). Finalmente, en el siglo XIX se alcanzó una descripción completa del sonido mediante el análisis armónico, desarrollado en 1822 por el matemático francés Joseph Fourier (1768-1830) y aplicado al sonido por el físico alemán Georg Simon Ohm (1789-1854).

El sonido es una vibración que recorre un material haciendo que sus moléculas se contraigan o expandan. Por ello, el sonido no viaja en el vacío, a diferencia de las ondas electromagnéticas (como la luz) que no necesitan ningún éter de soporte. La velocidad del sonido varía según el medio y la temperatura: En aire a 20ºC viaja a 343 m/s, en aire a 100ºC a 390 m/s; en agua a 20ºC llega a 1.483 m/s y en acero alcanza los 5.060 m/s.

Sorprendentemente existe un medio, el entorno familiar, donde el sonido se oye casi instantáneamente… pero se escucha al cabo de una generación. Los padres damos múltiples consejos a nuestros hijos durante sus etapas infantil y juvenil: Estudia, aprende, lee, organízate, escucha a tus mayores, elige buenas amistades,… Los niños parece que atienden, pero no lo aplican. Los jóvenes lo rechazan directamente. Pero hay que insistir… El sonido les va llegando… muy vagamente. Los progenitores no debemos desesperar… Continuemos día tras día con buenos consejos y con mejores ejemplos.

Aparentemente pasan los años infructuosamente… Hasta que un día, tu hijo o tu hija te sorprenden. Me está pasando recientemente, de forma reiterada. Por ejemplo, uno de mis hijos me cuenta: “Anoche, tras revisar lo que puede del temario, me fui a dormir pronto para estar despejado por la mañana. Creo que fue una buena decisión, porque he rendido más en el examen”. Le contesto: “Has hecho muy bien, en lugar de estar toda la noche repasando y llegar dormido a la prueba. ¿Quién te lo ha aconsejado?”. Respuesta de nota: “¡Aita (papá en lengua vasca)!, ¿te has olvidado que tú siempre nos lo dices?”.

La humanidad ha conseguido construir artefactos, como el avión supersónico X-43 de la NASA que vuela a 11.265 km/h y supera en más de 10 veces la barrera del sonido (Mach 10). Pero hemos de mejorar mucho la educación para que en la comunicación familiar, la velocidad de propagación de la sabiduría de los abuelos no requiera toda una generación para ser traspasada a los padres, y otra generación para alcanzar a los nietos.

Versión final en: http://mikel.agirregabiria.net/2005/sonido.htm

La infancia es un país completo…

Algunos de mis primos y yo. ©Mikel AgirregabiriaLa propia infancia es un país, o, al menos, debiera serlo; lástima que, al crecer, perdamos la nacionalidad...

Los años de la niñez son para cada uno de nosotros los tiempos más fabulosos de la historia. He vivido intensa y constantemente en el recuerdo de mi propia infancia, siempre presente en mi alma. Con el transcurrir de los años, he llegado a tres conclusiones, que quisiera compartir con los supuestos lectores que en algún sitio pudieran aparecer.

1ª) La propia infancia es un país plagado de difuntos presentes. La mayoría de los personajes con los que convivimos en nuestra niñez han ido desapareciendo gradualmente. Mis bisabuelos Isabel y Pedro, mis abuelos, mis padres, y otros muchos de quienes más aprendí habitan ya entre las estrellas del cielo. El peso de los grandes protagonistas infantiles persiste en nuestra memoria, tanto más vigentes cuanto más etéreos.

2º) La propia infancia es un país cargado de vivencias. Las experiencias más significativas y decisivas se producen en las edades más tempranas. Los sucesos se aceleran y atropellan en nuestros primeros años; a menudo, sin que puedan ser entendidos en su momento por quienes los vivimos y los aceptamos como inevitables. Esas vivencias moldean crucialmente nuestro espíritu.

3º) La propia infancia es un país rebosante de claves. La vida paulatinamente nos descubre las soluciones que explican lo que nos asombró durante la inocencia de nuestra niñez. La existencia va adquiriendo su significado progresivamente. El descubrimiento de los secretos y la magia del aprendizaje son máximos en las etapas incipientes; luego el escepticismo y, lo que es peor, la indiferencia se van apropiando de nosotros.

Por todo ello, muchos reivindicamos el retorno a los valores de la infancia, a los hallazgos propios de la niñez. No es nuevo el mensaje de la infancia como la patria común de todos los mortales. Antoine de Saint-Exupery señaló que “la infancia es la patria de todos los hombres”. Más matizadamente, Georges Bataille apuntaba que “la literatura es la infancia al fin recuperada”.

Otra conclusión también se deriva: La trascendencia de la educación infantil y primaria. Y necesariamente a través de educadores que coincidan con el pedagogo suizo Edouard Claparede, cuando sentenció que “todo el sentido que se da a la educación depende del significado que cada uno atribuya a la infancia”. De ahí la necesidad de que todos los adultos, pero especialmente quienes somos padres o educadores, interpretemos debidamente la etapa de la infancia. Con la misma atribución que otorgamos a nuestra propia niñez, desde la percepción más personal.

Sólo así descubriremos que la razón última es que “la infancia es un país repleto de amor”, ese deseo de imitación divina. El escritor Gilbert Keith Chesterton relataba: “Dios crea cada margarita separadamente, y nunca se cansa de forjarlas. Puede ser que Él tenga el apetito eterno de la infancia. Porque nosotros hemos pecado y envejecemos, pero nuestro Padre es más joven que nosotros”.

Un proverbio turco asegura que “el amor devuelve a los viejos sabios a la infancia”. Otros sugieren que el amor no envejece nunca,… muere en la infancia. Una razón más para perseverar en los valores infantiles de la incansable pasión por el juego, por la amistad y por el afecto. Hagamos que nuestra vida contradiga ese pesimista presagio que insinúa: “la infancia es una eterna promesa que nadie jamás mantiene”.

Versión final: mikel.agirregabiria.net/2005/infancia.htm

Carta abierta de un jubilado a los Partidos Políticos

#PensionesDignas #YoVoy17M #Bilbao #YoVoy #PentsioDuinak #PentsionistakBorrokan
Circula por WhatsApp esta carta abierta de un jubilado a los Partidos Políticos, que por su interés reproducimos. Nos ha llegado vía la Asociación de Docentes Jubilados 5 de Octubre, cuya web y aportaciones de recursos recomendamos).

"No estamos pidiendo nada que no sea ya nuestro.
Todo lo que veis ahora a vuestro alrededor lo hicimos nosotros.
Levantamos a un país que venía de una dictadura. Tuvimos que estar curando heridas que no cicatrizaban, pero encontramos una manera de convivir con ellas. Ayudamos a nuestros padres hasta el fin de sus días: No había ayudas, eran los hijos los que tiraban del carro. Sacamos adelante a nuestras familias con muchos niños y pocos medios. Trabajamos de sol a sol en pueblos y ciudades. Y construimos el país que hoy gobernáis vosotros, como si fuera sólo vuestro.
Llevasteis a nuestros hijos a una crisis económica, que nosotros hemos mitigado, acarreando con nuestros nietos, compartiendo macarrones, tejiendo familia para que no se desmoronaran en su desesperación.
No tenéis derecho a pedirnos más sacrificios. Queremos tener lo que nos corresponde: Una pensión que nos permita vivir dignamente.

Señores Políticos: Pónganse a trabajar como hicimos nosotros y resuelvan sus problemas. Revisen TODOS sus sueldos y pensiones vitalicias. Sus viajes, sus dietas, sus asesores, sus contratos añadidos en las comisiones. Reduzcan gastos empezando por Uds.
No salgan a la calle ahora en las manifestaciones, para hacer propaganda electoral. 
No utilicen el Congreso como si se tratara de un circo, de una comedia chabacana, con insultos, descalificaciones y chistes malos. No nos hace ninguna gracia ver qué tono agresivo, de rabia contenida, utilizan en sus debates- Se puede decir lo mismo con educación y guardando la compostura.
Demuestren que son dignos de la confianza que les hemos depositado.
Y si no lo hacen, se encontrarán con sus padres en la calle. Se les tendría que caer la cara de vergüenza.
Somos una generación de luchadores. No van a poder callarnos la boca. Sería tremendo que tengamos que ser nosotros, de nuevo, los que tengamos que coger al toro por los cuernos.
Demuestren todos, con hechos, que miran por este colectivo de jubilados y déjennos vivir dignamente, a estas alturas de la vida".