Arguiñano hasta en la sopa

El famoso showman vasco es un filósofo, humorista y cantante que entretiene… mientras cocina.

El niño grande que es Arguiñano nos demuestra cada día que la cocina es, al mismo tiempo, un juego de niños y un placer de adultos, porque cocinar con cariño es un acto de amor, al alcance incluso de los hombres.

Surgió de ETB, la televisión vasca, y ahora surca las ondas hertzianas de medio continente europeo y americano. Arguiñano ha logrado ¡con fundamento! que en la parrilla televisiva sus programas sean como las lentejas: O las tomas o las dejas.

Mientras el polifacético Arguiñano ameniza las mañanas cocinando casi todo, las alternativas de programación son telenovelas o prensa del corazón. Arguiñano reparte consejos dietéticos tales como que lo que engorda es… el sofá, al tiempo que nos cuenta sus peripecias personales o invita a otros cocineros como Arzak, sin arrimar el ascua a su sardina.

Y pensar que todavía hay quien cree que el genial Karlos Arguiñano es sólo cocinero. Quizá no sea el mejor cocinero del mundo, pero indudablemente es el mejor comunicador. ¡Gracias, Arguiñano!

Política de cine

Paralelismos entre cine y política, destinados al mismo público espectador y votante.

Una antigua idea me ronda la cabeza, ahora que comienza el Festival de Cine de San Sebastián, como siempre al inicio del curso académico y político. La ciudadanía –mayoritariamente- somos gente variada que vemos incontables películas que nos han habituado al lenguaje audiovisual y que ejercemos como votantes esporádicamente.

La política puede ser vista como una película más. Seguramente es un filme pesado, que se repite mucho, inacabable, con poca lógica y que no siempre acaba bien. Los electores queremos que los políticos nos expliquen sus programas para que podamos entenderlos con facilidad, al igual que un guionista se esfuerza en interesar a los espectadores, de los que sólo espera en el cine el esfuerzo mínimo de comer palomitas. Sin embargo, no somos tontos ni queremos que se nos trate como estúpidos, ni como espectadores ni como votantes.

En política frecuentemente falta un guión que estructure el programa propuesto por cada partido para hacerlo accesible al conjunto de la sociedad. Un argumento, desde Aristóteles hasta el cuento corto de Allan Poe, debe reunir tres componentes fundamentales: Logos, un discurso inicial; Pathos, el conflicto o el dilema a resolver; y Ethos, un mensaje claro con los valores o las soluciones que se pretende transmitir.

Al igual que en el esquema cinematográfico, en la política cada elector elige su “protagonista”, con un “objetivo” a conseguir y un obstáculo en forma de “antagonista”. Habitualmente suele haber una historia paralela, una historia de amor con “la chica”, que puede acabar bien o mal. Además aparecen actores secundarios, “un amigo” por ejemplo, que puede convertirse en “el traidor” y complicar la aventura al personaje principal.

Los políticos, como los directores de cine, deben conseguir que el votante se identifique con el protagonista, y para ello desde el teatro clásico griego se conocen los mecanismos para generar esa complicidad. En definitiva, se trata solamente de provocar en el espectador una "catarsis", una purificación, bien en el caso de la Tragedia a través de la piedad y el miedo por compasión de lo que padece el protagonista, o bien en el caso de la Comedia mediante la risa y el humor, sublimando y gozando del esfuerzo del personaje en su lucha.

Por último, la estrategia de la comunicación regula el manejo de la información con dos fórmulas complementarias. Normalmente los espectadores se van enterando de la trama al mismo tiempo que el protagonista, viviendo las mismas sorpresas inesperadas del argumento, por ejemplo cuando el problema se complica y parece imposible resolverlo. Pero, a veces, los espectadores saben más que el protagonista: Alfred Hitchcock recuperó con el suspense el ingenio propio de los teatrillos de marionetas, donde los chiquillos gritan más cuando la bruja aparece por el extremo opuesto mientras el protagonista distraído mira en dirección opuesta.

En la política actual parece predominar el suspense sobre la sorpresa. Casi todos sabemos lo que sucederá finalmente, porque parece que manejamos más datos que los políticos sonámbulos, que insisten en ignorar lo obvio. No cabe enumerar aquí demasiadas profecías seguras que los políticos al uso parecen desconocer, pero somos muchos quienes creemos que la paz se logrará, que el terrorismo desaparecerá, que no será vencido por ejércitos sino con justicia, que sobra el ingente gasto en la industria militar, que el mundo será solidario y que la maldad será derrotada por la Humanidad. Lo malo es que la intriga y la incertidumbre de cuándo lograremos todo esto sigue doliéndonos por el sufrimiento de tantos inocentes.

Redundancia en abundancia

Rebuznamos como burros cuando enfatizamos con innecesarios pleonasmos.

Les propongo un reto desafiante: Identifiquen cuántas redundancias repetidas aparecen en este documento escrito. Les advierto por adelantado, y no se lo volveré a repetir, que será un juego divertido en mi opinión personal. Pueden usar un bolígrafo con tinta de color rojo para subrayar por debajo las duplicaciones reiteradas, pero no deben subir arriba para releer otra vez el artículo.

Para resolver el pasatiempo dispondrán de un breve lapso de tiempo. Si aciertan con la máxima excelencia recibirán una carta por correo con un obsequio completamente gratis. Si lo quieren recibir en su propia casa, pagarán el precio de los portes. La otra alternativa es presentarse en persona para que lo recojan ustedes personalmente. Si les parece totalmente perfecto, no habrá más sorpresas inesperadas con la garantía absoluta de que no pagarán nada al erario público.

Resumo brevemente cómo comenzó todo al principio. Fue una pasada historia, basada en el hecho real de una experiencia vivida. Les diré toda la verdad. No recuerdo de memoria ni qué hora del día fue, ni qué día de la semana, ni siquiera qué mes del año, pero ocurrió hace cuatro años atrás hacia la hora del mediodía. Nunca antes había sucedido. Escuchaba en la radio de sonido estereofónico una partitura musical y luego seguidamente las novedosas noticias de un nuevo récord olímpico de una joven promesa para el futuro, que no se alcanzaba el quórum mínimo en el parlamento y que el mercado de divisas extranjeras se hundía hacia abajo por no prever de antemano las importaciones desde el exterior.

Decidí apagar completamente el transistor y mirar hacia la línea del horizonte. Con mis propios ojos vi volar por el aire un gorrión, a quien di un saludo de bienvenida al acercarse hacia mí. Advertí, aunque se hallaba a una distancia de varios metros, que la pequeña avecilla tiritaba de frío mientras comía con su pico un mendrugo de pan. Allí estábamos ambos dos como protagonistas principales, intuyendo algún peligro potencial en nuestros planes futuros sin ninguna coordinación entre sí. Bajo una constelación de estrellas, dos seres vivos se miraron por un fugaz instante: un pájaro completamente desnudo con una hemorragia de sangre en un ala y una persona humana completamente segura de vencer una difícil crisis con nueva iniciativa y asiendo con sus manos el libro de la Biblia. Me juré a mí mismo no aceptar falsos pretextos como vacunas preventivas. Me comprometí personalmente con un proceso de aprendizaje durante un periodo de tiempo para crecer como persona individual sobre la base fundamental de que es mejor es salir afuera, aunque nos acosen regimientos de soldados con jaurías de perros, que permanecer encerrado dentro de uno mismo.

Antes de proseguir adelante y leer la conclusión final, recordemos que el antiguo proverbio, “no te fíes de las apariencias visibles”, sigue vigente en la actualidad. Dado que este texto manuscrito en el mes de septiembre en un campus universitario está completamente lleno de reiteraciones y es un pleonasmo puro al 100% con correcta ortografía, daremos un pequeño atisbo de la solución: Las redundancias inútiles superan por arriba el número de un centenar.

Lección de Atxaga

La sobrepresencia mediática de la disputa política ha sofocado y desviado el debate social sobre los temas verdaderamente decisivos, como familia o educación.

La aparición de la última novela de Bernardo Atxaga, 'El hijo del acordeonista', nos ha permitido deleitarnos con las múltiples entrevistas concedidas por el escritor vasco contemporáneo más reconocido. Cada entrevistador y cada medio de comunicación orientan sus preguntas con intencionalidades propias, no sólo culturales sino también políticas, pero la sabiduría un genio literario como el de Atxaga sobrevuela muy por encima de los planteamientos pedestres de gran parte de la prensa actual.

En un periódico local, Joseba Irazu (el escritor que se esconde bajo el seudónimo de Atxaga) concluye un diálogo con unas recomendaciones para los lectores, que al tiempo son un reproche al mundo de la comunicación escrita y audiovisual sobre el mal uso que hacen de su único pero inmenso poder: La capacidad de elegir los temas sobre los que enfocar la atención pública. Atxaga señala que “tenemos que cambiar de conversación pública, no ser tan reiterativos. Esas reiteraciones esconden un montón de hechos y de vidas que tú palpas cuando sales a la calle, pero de las que no se habla”. Y continúa apuntando lo que, a su juicio, debiera ser con mayor propiedad el centro del debate social: “Debiera opinarse más lo que hay que hacer en las escuelas para mejorar la educación de nuestros hijos, de qué pasa con los adolescentes, de cómo se van a integrar los inmigrantes. A veces vengo de dar una charla, paso por un pueblo y veo una cuadrilla de chavales. Me parece asombroso que nadie hable de ellos, que no haya artículos, columnas, una reflexión constante sobre estos fenómenos. Los padres están desconcertados con lo que ocurre en su casa. Están esperando a que pase el tiempo y las cosas cambien. Pero pongo la radio y oigo la trifulca política, que me aburre soberanamente”.

Atxaga pone el dedo en la llaga: ¿Estamos respondiendo debidamente a los retos contemporáneos en medio de la bronca política? Quizá ha llegado el tiempo de focalizar nuestros esfuerzos y recursos en los problemas esenciales del tiempo que nos ha tocado vivir. ¿Cómo son las familias actuales? ¿Qué queda hoy en día de la “educación familiar” anterior y previa a cualquier forma de escolarización? ¿La generación que nos sucederá, incluida la nueva y creciente ciudadanía de origen extranjero, están debidamente atendidas en su formación? ¿Qué futuro se ofrece a los adolescentes? ¿Cada uno de nosotros hemos asumido la necesidad de una enseñanza permanente durante toda la vida por razones profesionales y de desarrollo personal?

A mediados del siglo XIX, Gustave Flaubert manifestó que “la vida debe de ser una incesante educación”. Ojalá que siguiendo el consejo de Atxaga, los periódicos, radios, televisiones e Internet recojan secciones más nutridas y documentadas sobre educación, familia y sociedad. Una pregunta reveladora: ¿Cuántos periodistas están especializados en educación o familia comparados con los innumerables dedicados a política, deportes o prensa del corazón?

Un mundo más justo

En la encrucijada de un mundo donde parece que sólo cabe matar o morir, debe nacer una nueva ciudadanía comprometida con la justicia y con la paz.

Son estremecedoras las trágicas noticias del colegio de Osetia del Norte, donde un cruel e inhumano secuestro ha provocado la muerte de centenares de escolares. Mientras, en el Madison Square Garden de New York, Bush promete que “hará todo lo posible por garantizar la seguridad de su país” entre globos multicolores. Ambos sucesos ocurren simultáneamente en el mismo planeta.

El actual panorama mundial de “guerras preventivas” reincide en la aciaga receta bárbara de “una última guerra para conseguir la paz”. Sinceramente, ¿queda algún ser racional que no comprenda que un mundo más seguro sólo puede ser un mundo más justo y solidario? Tomás de Aquino señaló que “la justicia elimina los obstáculos para la paz”. Sr. Bush: No nos prometa un mundo más seguro para algunos, sino un mundo más justo para todos.

¿Por qué no nos implicamos en un urgente proyecto de respeto de los derechos humanos de toda la humanidad, con una generosa cooperación internacional que elimine la pobreza y la desigualdad, para conseguir un nuevo Orden Mundial basado en la Justicia y la Paz? Despertemos de la pasividad social y política que nos atenaza en este “primer mundo” acomodado y amodorrado. Superemos el desencanto y la medrosa percepción de impotencia frente a los graves problemas de justicia y seguridad de nuestros hermanos y hermanas, tan terrícolas como nosotros mismos.

Trucos de persuasión

Tres técnicas infalibles para hacer triunfar una idea: Método válido incluso para políticos.

¡Cuán difícil es que los demás nos entiendan y compartan nuestras convicciones! Al proponer nuestras iniciativas, a todos nos sucede que recibimos escaso apoyo. Muy frecuentemente, el error no radica en nuestro proyecto, sino en cómo pretendemos inculcarlo agresivamente con tácticas equivocadas. Para que nuestras ideas despierten entusiasmo en nuestros interlocutores, existen tres recomendaciones fiables.

Primera regla: Hagamos que nuestra idea sea de ellos. Aprendamos del pescador, que pone tentadoramente la mosca al alcance de la trucha, sin obligar al pez a tragarse el anzuelo por la fuerza. Cuando nos proponen un plan nuevo, adoptamos instintivamente una actitud defensiva porque sentimos que es necesario defender nuestra personalidad, y casi todos creemos que nuestras ideas son más acertadas que las del prójimo. Dado que a todos nos desagrada que nos impongan ideas externas, es preferible explicarlas y ponerlas donde los otros puedan analizarlas sin premuras ni presiones. Los demás sólo aceptarán plenamente nuestros planteamientos cuando puedan considerarlos como si fueran resoluciones suyas. Un parlamentario, maestro en esta técnica, suele permanecer silencioso durante las discusiones en comisión. Una vez que todos han dado su parecer, manifiesta el suyo diciendo: "Creo que las opiniones expuestas aquí serán muy útiles. Pueden resumirse en estos términos..." Y entra a presentar sus propias opiniones, que por lo general son bien recibidas. "He estado pensando en algo que dijeron ustedes hace unos días", es un buen preámbulo.

Evitemos formas imperativas como "esto es lo que les conviene" o "debe hacerse así”. Suena mejor, y es mucho más efectivo, sugerir "¿no les parece que esto daría resultado?", para que nuestros interlocutores se apropien de nuestras concepciones. Una vez que, atribuyéndoselas, hacemos partícipes de nuestras ideas a quienes nos escuchan, ya somos más quienes compartimos los mismos objetivos.

Segunda regla: Permitamos que sean ellos quienes aboguen por nuestra idea. En el primer momento, ante una opinión innovadora tendemos instintivamente a oponer algún reparo, por el qué dirán y para remarcar nuestra identidad. Para que nuestros interlocutores sean nuestros aliados, facilitémosles la ocasión de disentir de nosotros presentando abiertamente los puntos flacos que adolezca nuestra propia idea. "La mejor manera de persuadir a otro -según Benjamín Franklin- es exponer nuestro caso con moderación. Hecho esto, manifestemos que, por descontado, podríamos estar equivocados, lo cual predispondrá favorablemente al que nos escucha, y hasta es muy probable que lo incline a… tratar de convencemos de aquello que nosotros mismos ponemos en duda. En cambio, si nos dirigimos a nuestro interlocutor en tono afirmativo y arrogante, sólo conseguiremos convertirlo en adversario".

En su alegato ante un jurado, Abraham Lincoln presentaba el pro y la contra, aunque no sin insinuar muy sutilmente que la razón estaba de su lado. "Lincoln expuso mi caso al jurado mejor de lo que hubiera podido hacerlo yo mismo", observó en cierta ocasión el abogado de la parte contraria. Cuando nuestros planteamientos se efectúan ecuánimemente y desde una certidumbre relativa, se obtienen más adhesiones que hablando ex cátedra.

Tercera regla: Interroguemos en vez de afirmar. Al valernos de la interpelación, la paternidad de nuestra idea se traspasa a las personas a quienes deseamos convencer. Patrick Henry, un orador magistral de la Guerra de Secesión norteamericana, sabía inspirar una conclusión. Leamos algunos párrafos de su célebre discurso "Libertad o muerte", en el que para convencer a sus oyentes preguntaba en lugar de aseverar: "Nuestros hermanos se lanzaron ya al campo. ¿Por qué hemos de permanecer inactivos?" "¿Habremos de tumbarnos en ociosa indolencia? ¿Tan valiosa es la vida, o la paz tan amable, que deban comprarse a precio de cadenas y de esclavitud?" Si intentásemos expresar lo anterior en forma afirmativa, veríamos cuánto antagonismo despertaríamos.

Nunca demos una cuestión totalmente resuelta, sino que preguntemos cómo ha de resolverse. De este modo, y con las oportunas pistas para facilitar el recorrido, les ofrecemos a los demás la oportunidad de llegar por sí mismos a la solución que mantenemos en nuestro pensamiento. La próxima vez que queramos dar un buen consejo o proponer una idea a nuestra pareja, a nuestros hijos, amigos o jefes, recordemos estas tres reglas áureas.

Fraga naufraga

Razones por las que Galiza merece que Fraga no sea investido Presidente de la Xunta en 2005.

Desde Euskadi, con el máximo respeto hacia el pueblo gallego, quisiera aportar una reflexión sobre el contumaz “candidato Fraga” a la Presidencia de la Xunta de Galicia. Lo peor de don Manuel no es su edad octogenaria (87 años si acabase la siguiente legislatura), sino su pesado pasado en la dictadura (ministro desde 1962) y su actuación manipuladora y represora, cuando tenía muchos años menos, incluida la etapa de la transición donde personificó en Alianza Popular a toda la extrema-derecha franquista.

Tampoco lo peor es que Fraga haya reiterado desde 1989 que no repetiría mandato, y que siempre se haya desdicho de su palabra, que tampoco cumplió cuando advirtió que jamás legalizarían la ikurriña. Lo lastimoso y ridículo es que el PP considere, incluso en boca del moderno Ruiz-Gallardón, que no existe mejor candidato para Galicia que Fraga, lo que resulta un penoso reconocimiento que sólo retarda las pugnas sucesorias.

Lo pésimo es que el PP de Rajoy (quien, por cierto, debería ser el candidato gallego) sigue siendo el mismo que con Aznar: Un partido autoritario donde nadie puede cuestionar ni internamente las decisiones de sus caudillos, aunque sean tan disparatadas e incoherentes como reducir a dos mandatos una presidencia mientras otra se prorroga 20 años, por no contar los 40 que lleva Fraga dirigiendo la derecha española (aunque sea honoríficamente).

Lo mejor es que actualmente ni es cierto aquello de “la calle es mía” que dijo Fraga, ni menos aún que Galicia sea una sociedad rural condenada a ser gobernada por la derecha más recalcitrante de la península. El panorama político gallego permite pronosticar que, si el BNG y la izquierda evitan sus traspiés habituales, es deseable y muy posible una nueva mayoría progresista para la ciudadanía gallega.

Aunque parece obvio que Fraga quiere “morir con los votos puestos”, sería mucho más humanitario, para él y para toda la sociedad gallega, jubilarle lo antes posible. El futuro de Galiza necesita olvidar el pasado que representa don Manuel. ¡Nunca máis!

Hijos, futuros padres

Ser padre es sentirse transformado por el poder de los hijos.

No es padre ni madre quien no ha sufrido lo indecible por los hijos en su difícil crecimiento, cuando los padres nos sentimos como los huesos con los que nuestros hijos afilan sus dientes. No conoce la paternidad ni la maternidad quien no se ha sentido frecuentemente convertido en alguno de los mil oficios del sector servicios: cocinero, camarero, criado, taxista, telefonista, casero, vigilante,… Más aún, no es progenitor quien no se ha visto transmutado, por la varita mágica de estos inteligentes y exigentes magos tipo Harry Potter, en un autómata en forma de lavadora, plancha o mero cajero automático.

Pero llega un día, de ésos en los que el más pequeño de los hijos es mayor de edad, y de pronto adviertes tímidas señales de que tus hijos están madurando. En pleno veraneo, una de esas noches de cena y velada prolongadas, hacia las tres de la madrugada todavía estás recogiendo la mesa cuando escuchas que pasa tu hijo con su ‘tribu’ por los alrededores de la casa y se oye la voz de tu benjamín reclamando imperativamente a sus amigos: "¡Ahora callaros!... que mis padres estarán durmiendo".

La primera impresión es de soltar una carcajada por la sorpresa de que ocurra tan inesperado suceso, pero te contienes prudentemente y pronto te envuelve una satisfacción inigualable al comprender que los hijos también nos quieren, aunque lo disimulen estupendamente a ciertas edades difíciles para todos. El considerado mejor escritor sueco de todos los tiempos, August Strindberg, nos sugirió una magnífica clave educativa: "Los hijos no deben educarse como si fuesen a ser hijos toda la vida, sino pensando que se convertirán en padres".

Atardecer en la playa


anticipation
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Dos cosas serían capaces de entretenerme toda la vida: Ver correr el agua y ver jugar a los niños. José Selgas

Carácter luchador

Apasionado, una personalidad superlativa propia de emotivos, activos y secundarios.

Estimado lector o lectora: Déjeme darle dos noticias, una buena y otra mala. La mala nos la dio Schopenhauer y señala que "La personalidad de cada persona determina por anticipado la medida de su posible fortuna". La buena noticia, avalada por toda la psicología moderna, nos asegura que la personalidad de cada uno se puede transformar mediante la práctica. William James nos indicó el camino: "Siembra una acción y recogerás un hábito; siembra un hábito y recogerás un carácter; siembra un carácter y recogerás un destino".

Las tipificaciones de la personalidad humana han sido descritas desde Hipócrates, el padre de la medicina contemporáneo de Sócrates, siguiendo la concepción de Empédocles con los cuatro elementos básicos: aire, tierra, agua y fuego. Lo cierto es que, pese a su antigüedad de 24 siglos, muestra una gran similitud con la tipología moderna más empleada, desarrollada inicialmente por Heymans y Wiersma. Esta clasificación se fundamenta en que las conductas estarían determinadas por tres factores: Emotividad, Actividad y Resonancia.

La emotividad mide la repercusión anímica de cada persona ante los acontecimientos. Emotivo es quien reacciona de un modo intenso y, ocasionalmente desproporcionado, ante las situaciones, por lo que su entusiasmo desbordante y profundo, puede provocar un humor mudable o incoherente ("el corazón tiene razones que la razón no entiende"), pero también es cordial, servicial, generoso, jovial y expansivo. El no-emotivo es, por el contrario, frío, introvertido, silencioso, de pocas palabras, pero más dueño de sí y prudente.

La actividad regula la inclinación del sujeto a responder a un estímulo mediante el trabajo o la acción. Las personas activas son propensas por naturaleza a la actividad, sobre todo cuando ésta presenta dificultades, por lo que si bien pueden ser testarudas, individualistas e imprudentes, al mismo tiempo son más constantes, emprendedoras, hábiles y alegres. Los no-activos son más calmados y conciliadores, pero fáciles al desaliento, temerosos de lo difícil y propensos a relegar o delegar sus propias obligaciones.

La resonancia valora la duración del efecto que un acontecimiento provoca en cada persona. En los primarios, con poca resonancia, las impresiones tienen un efecto directo e inmediato, pero pasan rápidamente y viven más del presente siendo volubles, impulsivos, de reacciones breves y superficiales, lo que determina que sean poco rencorosos. Secundario es el individuo con mayor resonancia, con impresiones duraderas y prolongadas, que vive más del pasado, pudiendo ser resentido y obstinado en sus ideas, pero simultáneamente más constante, metódico y coherente.

La combinación de estas tres variables da lugar a ocho biotipos: apasionado (E-A-S), colérico (E-A-P), sentimental (E-nA-S), nervioso (E-nA-P), flemático (nE-A-S), sanguíneo (nE-A-P), apático (nE-nA-S) y amorfo (nE-nA-P). Pero hemos de distinguir entre temperamento y carácter. El temperamento o la idiosincrasia es el conjunto de tendencias y dotes que nos da la naturaleza al nacer, siendo el carácter o la personalidad el sistema de cualidades que desarrollamos sobre la base del temperamento original y con las vivencias del proceso educativo y existencial. Jung indicó que "La personalidad es la realización suprema de la idiosincrasia de una persona. Es un acto de elevado coraje arrojado a la cara de la vida".

Un buen consejo dice: Conócete, acéptate y supérate. Por ello, quizá el primer paso sea reconocer el temperamento propio, y luego preferir el apasionamiento como carácter elegido, porque otorga una ventaja tangible a quienes optan por desplegar su emotividad, su actividad y su resonancia. Nervo señaló que "la pasión es una fuerza cósmica, como la gravitación" y Balzac juzgó que "la pasión y sus manifestaciones son la base de la humanidad". Dos sentencias finales de dos enérgicos entusiastas. De Miguel Unamuno "sólo los apasionados llevan a cabo obras verdaderamente duraderas y fecundas" y de José Martí "los apasionados son los primogénitos del mundo".

Repaso al verano

El verano es un boomerang lanzado que casi siempre vuelve.

Nada como las vacaciones estivales para comprender el esfuerzo humano por aprehender la vida, que como agua recogida con las manos se nos escurre entre los dedos. Aunque nuestro corazón se rige por su propio calendario, con la alegría alarga los días y con la tristeza encoge las fechas, la medida de luz solar parece dilatar en todos nosotros los minutos que adornan cada hora diurna del veraneo.

En verano nacen seres maravillosos que tienen de vida un día, una semana o un mes. En tan breve lapso de tiempo revolotean a nuestro alrededor, proclamando lo efímero de una existencia que, en su caso, no sobrepasa una estación del año. Son un aviso para las personas que también sentimos cómo ha volado otro verano y que nos esperan meses de trabajo en serie y en serio.

Amigo lector: Si la displicencia por el fin de las vacaciones le surge, no se preocupe, no es el único. Pero no vale la pena disgustarse porque ya se terminó el verano; mejor sonreír porque sucedió. Un proverbio sueco declara que "una vida sin amor es como un año sin verano". A la espera del próximo estío, que como las golondrinas acudirá a su cita excepto el último año, nos queda el recurso de convertir nuestra vida en una permanente pasión con un poco de ternura, algo de amistad, bastante cordialidad, mucha vocación y raudales de optimismo.

Nada y Mucho

Una receta aprendida en un día de verano cuando el tiempo corre muy rápido.

El día comenzó extraño. Una ardilla, con el mismo increíble descaro de los gorriones y los gatos, se coló en nuestro pequeño jardín-patio, se paseó entre dos ficus y se quedó casi una hora descansando y mirándonos con curiosidad antes de escapar.

Luego en la piscina recordé súbitamente una melodía y dos titulares. Nadaba en mi particular estilo braza, modalidad rompehielos, para evitar que las briznas de hierba que flotaban sobre el agua fuesen mi primera ensalada sin aliñar. Me sentí dichoso, como uno más de "los esclavos felices”. Evoqué la obertura de dicha ópera, del célebre bilbaíno Juan Crisóstomo de Arriaga, nacido hace casi dos siglos en la calle Somera donde tantas veces jugué en mi infancia.

El malogrado "Mozart vasco" la compuso cuando sólo tenía 13 años. Moriría prematuramente en París sin haber cumplido los 20 años. Su primera obra la tituló "Ensayo de Octeto". Se la entregó para que la juzgara a José Luis de Torres, que anotó en la primera página de la partitura "Nada y Mucho", indicando que no valía demasiado en sí, pero que significaba mucho que un niño de 11 años la compusiera.

Con el paso de los años he aprendido la vida es eso: "Nada y todo". Un autor de éxito, Martín Seligman, redescubre en su último libro de autoayuda “La felicidad auténtica”, el nombre y la vieja receta de Aristóteles (eudaimonia). Resume la plenitud sentida ejerciendo nuestras capacidades como "mi perro que corre y persigue ardillas, luego existe”. Concluye que la felicidad consiste en poner nuestros talentos personales (aunque sean escasos como en mi caso) al servicio de una causa más grande que uno mismo, para dar sentido a la vida.

Muchos sabios aconsejan hacer diariamente por lo menos una cosa que nos desagrade. Dicen que así se hace la vida más provechosa y significativa. Yo, modestamente, me permito recomendar que también hagamos una cosa que nos agrade: así valdrá la pena vivirla. ¡Eso es lo que he aprendido en una vida que duplica la de Arriaga! He aprendido... que todo lo que una persona necesita es una mano que sostener y un corazón que entender. He aprendido... que el dinero no compra la felicidad. He aprendido... que es el amor y no el tiempo el que cura todas las heridas. He aprendido... que esas pequeñas cosas que suceden diariamente, son las que hacen fascinante cualquier vida. Sigo nadando, pero los hierbajos ya no me incomodan.

El último Scott Fitzgerald

El verano es tiempo de lectura para descubrir la lucidez de un genio derrumbado.

Mucho se ha escrito de Francis Scott Fitzgerald y de su obra. Hay quienes creen que su inseguridad crónica le impulsó hacia un ansia de gloria desde muy joven y hasta su prematura muerte a los 44 años. Conoció la consagración literaria máxima con "El gran Gatsby" a los 29 años, para descender a los infiernos del olvido pocos años después.

Fitzgerald, el autor más representativo de la 'Generación Perdida' con Faulkner y Hemingway, tuvo una vida fallida, según algunos críticos, aunque reconocen que en ella alumbró algunas de las obras maestras de la literatura de todos los tiempos. Su existencia fue una fábula sensible y satírica sobre la persecución del éxito y el colapso del 'sueño americano'. Su existencia se deslizó raudamente desde una niñez de escritor precoz en internados católicos, un breve pase por Princeton y su servicio militar en Alabama, donde se enamoró de Zelda, la flapper arquetípica que representaría, con él, la historia glamorosa del jazz y el charlestón.

La doble biografía de la escandalosa pareja Fitzgerald fue corta y trágica ("Nuestro amor fue único en un siglo"). Intérpretes de los felices años '20, su historia resume buena parte del espíritu contradictorio del siglo XX: del esplendor a la miseria, de la gloria a la desintegración. Protagonistas de un ascenso fulminante a los laureles literarios, todo hacía augurar una larga y feliz existencia, habitual en los escritores bendecidos. Pero el "crack del 29" también se cruzó en su camino. Mientras dilapidan frívolamente el dinero, Zelda va deslizándose hacia la locura y él se alcoholiza. El 21 de diciembre de 1940, Scott muere exhausto frente a la máquina de escribir.

El corazón humano posee esperanzas, ambiciones y anhelos infinitos imposibles de satisfacer, y sigue luchando a pesar de obstáculos y fracasos. De ahí que la tragedia de estos dos artistas, además de despertarnos temor y piedad, también nos inspire admiración y coraje. La última etapa del Scott Fitzgerald maldito, fue la de la sabiduría profunda, no en sus actos, sino en sus escritos. El heterodoxo Scott describe su particular infierno: "Todos los dioses muertos, las guerras combatidas y la fe en el hombre destruida". Aún en plena decadencia, persiste en relatarnos su vitalidad ("El amor a la vida es esencialmente tan incomunicable como el dolor"), con clarividentes consejos que resuenan como puñetazos luchando contra la maldición de saberse autodestruido.

Sus citas son tan expresivas como los títulos de sus obras. Recordemos algunas: "En la noche negra del alma siempre son las tres de la madrugada", que invariablemente nos atormenta a los insomnes; "Enséñame un héroe y te escribiré una tragedia"; "El dinero ha aniquilado más almas que el hierro cuerpos", ¡cuán cierta!; "Y así vamos adelante, botes contra la corriente, incesantemente arrastrados hacia el pasado", lírica y gráfica; "Es preferible fiarse del hombre equivocado a menudo, que de quien no duda nunca"; "En las cosas no existe la esperanza, y, sin embargo, hay que estar decidido a cambiarlas"; o "La vitalidad se revela no solamente en la capacidad de persistir sino en la de volver a empezar"

Alegre y despreocupado en la etapa del sueño realizado, cuando parecía un triunfador enamorado de la opulencia, su prodigiosa capacidad residía ocultamente en un concienzudo y persistente esfuerzo por escribir extrayendo del lenguaje tonos más exquisitos y puros que los nunca antes logrados. Suya es la frase: "Puedes acariciar a la gente con palabras". Su mejor lección nos la transmitió en una carta a su adorada y única hija Scottie: "Prescinde de la opinión de la gente. No te preocupes por el pasado. No te preocupes por el futuro. No te preocupes por el triunfo. No te preocupes por fracaso,… a menos que sea culpa tuya".

Vuelvo a oír voces


Agosto es un suspiro que nos recuerda los años felices.

Siempre creí escuchar voces jugando de niño con mi "fuerte" de indios y vaqueros. Incluso mi hijo pequeño heredó esta cualidad. Cuando tenía diez años se quedó un día sin ir al colegio por enfermedad. Un poco avergonzado, rebuscó en el fondo del armario y rescató su juguete preferido: una isla del tesoro con piratas de plástico. Pronto los recogió nuevamente: "Ya no me contestan…", explicó.

Ahora, gracias a algunos munícipes de Pilar de la Horadada, toda la familia vuelve a oír voces. De día, en la siesta y de madrugada. Veraneamos en este bella localidad desde que nació por segregación de Orihuela hace 18 años y simultáneamente con nuestro hijo menor. Nos encanta su clima, sus playas y sus gentes de todo el mundo, incluso a pesar del trato que nos dispensa la alcaldía en las zonas turísticas.

Recientemente el ayuntamiento nos ha recordado que las aceras de nuestra urbanización son públicas. Las construimos y las pagamos nosotros, como las calzadas, las reparamos y las barremos desde la comunidad de vecinos, no conocemos ningún sistema humano ni mecánico de limpieza municipal y cada agosto nos manifestamos ante el Ayuntamiento recordando que Mil Palmeras también existe. El único "servicio prestado" ha sido permitir teléfonos públicos pegados a las casas, con "voces intempestivas" y sin privacidad ni para residentes ni para hablantes, eludiendo elegir ubicaciones céntricas pero alejadas de cualquier vivienda.

Es un lamentable secreto a voces cómo interpretan algunos el "ser… vicio público". Su interés meramente recaudatorio en las áreas de segunda residencia o residencia de extranjeros, denota un abuso flagrante hacia quienes ni pueden responder electoralmente, ni desean perder sus vacaciones en protestas inútiles... El técnico que lo autorizó señala que no fue él, sino otro que está fuera… El concejal de turno o no ha llegado o ya ha salido. Sí ha recibido el mensaje y les llamará… pero nunca está entre las voces que oímos.

Hacen falta dos

Casi todo lo que tiene de grandioso esta vida requiere dos personas.

Una entrañable canción repite en su estrofa: 'Siempre hacen falta dos, para hacer algo importante, siempre hacen falta dos'. Desde niños aprendimos que para jugar, hacen falta dos. En la juventud, sentimos que para la amistad hacen falta dos almas. Y pronto descubrimos que para bailar y para besar, hacen falta dos corazones.

Para amar sólo hacen falta dos pasiones que se disputen por ser cada una de ellas quien más ame. Para casarse, hacen falta dos compromisos. Para el milagro de que nazca una nueva vida, se precisan dos destinos entrecruzados.

Para educar, para cuidar, para ayudar, para crear felicidad… hacen falta dos seres humanos. Para dialogar hacen falta dos inteligencias. Para comunicar, para negociar y hasta para pactar hacen falta dos voluntades. Thoreau dijo que para decir la verdad hacen falta dos personas: una que quiera contarla y otra que desee escucharla. Para que estas palabras tengan algún sentido, también hacen falta dos: quien lo escribió y tú si al leerlas decides compartirlas.

Huido del ruido

No espere encontrar silencio en sus vacaciones.

Nunca la historia de la humanidad fue tan ensordecedora como en nuestra era. Nuestras ciudades se llenan cotidianamente de estruendo, pero al fin llegan las vacaciones y es posible la evasión. Un consejo: Si uno de sus particulares tormentos de la urbe es el ruido, no recale en las costas del Este y Sur de España. Allí, el alboroto es tan típico que sorprende a propios y extraños por la profesionalidad con la que se ejerce… durante todo el verano.

Está programado que amanezca entre explosiones de cohetes festivos, campanadas por doquier y ese simpático vendedor ambulante que, casi de madrugada, se ofrece a tapizar su sofá. Inmediatamente toma el relevo el panadero a bocinazos, seguido por las grúas de construcción y la algarabía del tráfico, donde en la mayoría de los coches esa juventud, la mejor formada de todos los tiempos, ha dispuesto los altavoces hacia fuera para cultivar el gusto popular por la rumba y la pachanga. La mañana playera se desarrolla entre motos acuáticas y avionetas publicitarias, y la sagrada hora de la siesta está dedicada en las viviendas vecinas a esas obras menores, pero altamente ruidosas, normalmente sinfonías de martillo, taladro y sierra. Al atardecer, comienza la discoteca remota a amenizar el entorno comarcal con su hilo musical, que más parece una soga de decibelios que dura sólo hasta el alba siguiente.

Sin duda, el delito del ruido es difícil de perseguir, porque cómo detener y multar a esos graciosos motoristas del escape libre que cada noche, durante varias horas continuadas, se pasean por todas las urbanizaciones haciéndose oír con varios minutos y kilómetros de antelación su aproximación y alejamiento por las calles más céntricas con una puntualidad digna de mejor causa. Quisiera saber dónde veraneaba Fray Luis de León cuando escribió aquello de: "¡Qué descansada vida / la del que huye del mundanal ruido / y sigue la escondida senda…!".

Playa de plata

Descubre, tras el día de playa-plaga y la tarde de la playa-plaza, la noche blanca en la placa plana.

Hay días que uno quisiera borrar, días que nunca debieron nacer. Hay tardes donde el tiempo no pasa, tardes que no debieron ser. Hay noches negras, noches sin norte, noches donde se siente un doble golpe en el gozne de la medianoche.

En una de esas pobres noches, al borde de la desesperanza, sólo cabe huir al mar, fugarse a las orillas donde se unen arenas y olas. La cólera que sentimos se desvanece ante la calma de una solitaria playa de plata, como las olas mueren en la playa. Ovidio dijo que "Hay tantas penas como conchas en la playa", porque la tristeza se transmuta en nácar marino.

Una receta personal para dar un giro a un problema. Ponerse a andar, con la m
ente en blanco, a lo largo de la orilla, siempre en una dirección. Las olas a un lado, la arena a otro; el cuerpo levemente inclinado por la suave pendiente; la brisa en un oído nos trae la risa multitudinaria del océano. La catarsis exige mojarse los pies, sentir la temperatura tibia de las lágrimas salobres de Neptuno. Seguir caminando diez, veinte o treinta minutos, las luces nocturnas de la costa a un costado, la inmensidad del agua al otro; la pequeña contrariedad a un lado, la infinitud de la vida al otro. Y, de pronto, al llegar a un punto final del arenal, tras ir cerrando progresivamente los ojos, dar la vuelta bruscamente y mirar la misma ribera pero ahora desde la perspectiva contraria. Todo ha cambiado, de golpe, donde estaba la costa está el mar, y viceversa. La transformación sensorial provoca un vuelco en el alma. Problema, ¿qué problema?

Casi todo es más divertido hacerlo en pareja, o en grupo. Pero esta fórmula, requiere esa sociable soledad con uno mismo, esa soledad que es una dieta espiritual, el precio de la libertad, el preámbulo de la reflexión. Ésta es mi secreta playa de plata, desembarcando a Espronceda: "La luna en el mar riela, / en la lona gime el viento, / y alza en blando movimiento / olas de plata y azul". Se renace allí a solas, sólo con las olas y las gaviotas. El ángel caído que somos se alza de su suerte. Y entendemos a Gabriel Celaya, cuando musitaba: "A solas soy alguien. / En la calle, nadie".

Sabio Fabio

La felicidad impide llevar un diario, sea un periódico o un simple memorando en un cuaderno.

Lope de Vega creó un personaje imaginario con quien hablar para convertir los monólogos en diálogos. Su reconocido soneto "Mientes Fabio" termina así: "¿Entiendes, Fabio, lo que voy diciendo? / — ¿Y cómo no entenderlo? — ¡Mientes, Fabio, / que yo mismo que lo digo, no lo entiendo!". La vida y, más aún, la felicidad son asuntos demasiado intrincados para quien esto suscribe y, por ende, para mi sempiterno interlocutor Fabio. Esto pensaba yo, a la sombra de mis Ficus Benjamina, tras un largo viaje en coche, y sin apetitos para pergeñar alguna reflexión en mi weblog kideak.blogspot.com por el consejo: "Si conduces, no escribas".

Mas es preciso continuar. Dicen que en la vida, lo más difícil no es empezar, ni siquiera acabar, sino seguir y persistir sin abandonar. Así pues, sólo una nota de perseverancia ante la inocultable falta de inspiración. Cada uno de nosotros prefiere un lema, una divisa con la que se identifica. Hace tiempo, elegí dos. Una que Cervantes pone en boca del Quijote: "Podrán los encantadores quitarme la ventura, pero el esfuerzo y el ánimo les será imposible", que declara la voluntad de no ceder jamás ante las desgracias. La segunda, menos literaria pero más realista, más madura procede del pragmático político Theodore Roosevelt, que fue Premio Nobel de la Paz en 1906: "Haz lo que puedas, con lo que tengas, donde te encuentres". Esta segunda máxima, interpretada en términos de humanidad, apela a que siempre cabe hacer el bien, sin importar dónde ni cómo estemos.

"Déjate, Fabio, servir" es un refrán para dar a entender que los honores u obsequios no deben ser rehusados. Pero no existe mayor honor que cuidar a los demás. Mi padre, sabiamente nos decía: "¿Qué prefieres: ayudar o ser ayudado?". En vacaciones es muy fácil sacar un poco de tiempo, aún a costa de cumplir con el diario personal, para auxiliar a los demás. Ya lo señaló el genio de Beethoven: "El único símbolo de superioridad que conozco es la bondad".

Los dos Ficus de ramas enlazadas siguen deshojándose lentamente. No existe mejor metáfora de la brevedad de la vida que esas hojuelas amarillentas que caen. Antes de morir debieron cumplir con su misión, respiraron para toda la comunidad que forma el árbol, transformaron el aire y el agua en savia vivificante. Mueren, sí, pero proclamando que han vivido con integridad, cumpliendo con su deber hasta el momento final. ¿Ahora entienden por qué a uno de estos Ficus le llamo Fabio?

Estilos y paradigmas de las telenovelas

Muro de agua en Torrevieja
"En toda serie televisiva hay tres personajes fijos: La mala, la buena y el tonto".
Ocurrencias mías... No me hagan mucho caso...

La vida es... ¡ACCIÓN!

"La vida es un desafío... Afróntalo.
La vida es un don... Acéptalo.
La vida es una aventura... Pruébala.
La vida es una pena... Supérala.
La vida es una tragedia... Encárala.
La vida es un deber... Cúmplelo.
La vida es un juego... Diviértete.
La vida es un misterio... Desentráñalo.
La vida es una canción... Interprétala.
La vida es una oportunidad... Aprovéchala.
La vida es un viaje... Efectúalo.
La vida es una promesa... Cúmplela.
La vida es una belleza... Alábala.
La vida es una lucha... Empréndela.
La vida es una meta... Alcánzala.
La vida es un acertijo... Resuélvelo".

El Aznar y la necesidad

Entre casualidades y obligaciones, mejor olvidar a Aznar.

"El Azar y la Necesidad" fue un popular y polémico ensayo sobre la filosofía natural de la biología moderna publicado en 1970 por Jacques Monod, Premio Nobel de Medicina en 1965. Toma su título de la antinomia descubierta por Demócrito: "Todo lo que existe en el mundo es fruto del azar y de la necesidad". Monod apostaba por una "ética del conocimiento" de la que pueda surgir una inédita moral humanista para asumir nuestras libertades y responsabilizarnos de nuestras vidas.

En lo trascendente, Monod no contradijo la celebérrima cita de Einstein, "Dios no juega a los dados", aunque la palabra "azar" signifique "dado" en árabe. La Física señala la naturaleza cuántica, indeterminista y probabilística de la materia y de la energía, pero sigue siendo válida la reflexión de Edouard Pailleron, "¿El azar? Pero si es Dios de incógnito", o la versión de Anatole France, "El azar es tal vez el seudónimo de Dios, cuando no quiere poner su firma".

En lo contingente y más periodístico, ¿qué necesidad hay de seguir hablando de Aznar, y de su "necesidad creada" de ser homenajeado descubierta por "interesado azar"? El azar y la necesidad nos libró de alguien que, quizá, representaba el apotegma de Camus: "La necesidad de tener razón: señal de espíritu vulgar". Si hasta Dios prefiere, en ocasiones, figurar en el anonimato, ¿no son ridículas siempre nuestras necias ínfulas de grandeza?

Internautas recién nacidos

"Los recién nacidos vienen con un gmail debajo del brazo. Ahora los padres les dan nombre... y contraseña.
Así que, ante semejante pujanza, cada día también se bautizan desconectados adultos sumergiéndose en las aguas de Internet".
Ocurrencias mías...

Pobreza entre riqueza

La paradoja de que tras 35 años de llegar a la Luna millones de personas mueren de hambre.

El astronauta Neil Armstrong al pisar la Luna en 1969 dijo: “Un paso pequeño para el hombre, un salto gigantesco para la Humanidad”. La carrera espacial fue una gesta de ciencia y de paz, y sus frutos tecnológicos han beneficiado y contribuido al desarrollo humano. Aquel esfuerzo heroico aplaudido por encima de fronteras y banderas, aunque motivaciones bélicas y de prestigio también fueron determinantes. Ahora que celebramos un aniversario tan vívido para quienes asistimos conscientes a su consecución, otros interrogantes infantiles nos siguen martilleando la conciencia, como cuando preguntábamos: Papá, ¿por qué todavía hay gente que se muere… de hambre?

Resulta doloroso asistir impasibles a la injusticia e insolidaridad mundiales. La pobreza y la desigualdad no es ninguna ley inexorable de la Naturaleza. Parece que el continente de nacimiento sea determinante en la calidad de vida que debe esperar cada ser humano que nace. En Europa y Australia nos encastillamos en una "sociedad del bienestar", aún cuando la pobreza asome por los suburbios de cualquiera de nuestras ciudades, mientras aceptamos que Norteamérica sea el líder militar, tecnológico y financiero, Asia se convierta en la poblada fábrica del mundo con el 60% de la población planetaria, el resto del continente americano al sur del río Grande perviva con graves incertidumbres y África apenas sobreviva con una esperanza de vida menor de 40 años.

Los datos escandalosos se multiplican: Cada vaca europea recibe una subvención diaria de 4 €, mientras la mitad de la población mundial ha de subsistir con menos de un euro al día. Tamaña injusticia debería congelarnos el corazón. Ya no sólo se trata de que los despilfarros militares reinvertidos en educación, sanidad y alimentos podrían solucionar en meses todos los problemas de la Humanidad, sino incluso de aberraciones tales como que los gastos de las sociedades ricas en comida para mascotas o en dietas de adelgazamiento podrían evitar la muerte anual por hambre de más de 6 millones de niños menores de cinco años y cancelar la monstruosa cifra de 840 millones de personas desnutridas que viven entre nosotros.

Hace 35 años supimos llegar y pasearnos por la Luna, pero aún no hemos sido capaces de exigirnos a nosotros mismos y a nuestros gobernantes la fraternal proeza de acabar con la pobreza. Mientras haya una sola persona muerta de hambre, ninguno mereceremos llamarnos seres humanos, ni suponer que estamos dotados de una sola gota de inteligencia ni de bondad.

La gratitud es una gran recompensa


"No hay cosa más gratificante que la gratitud misma".
Dicen... o que la gratitud es el epicentro de la felicidad,...