Tiempo de campeonas

Vivimos en el siglo XXI bien entrado, tiempo de mujeres y de hombres con educación, ante la mirada del mundo, desde Australia y con muy dignas adversarias inglesas,... La selección femenina española de fútbol da una lección magistral de modernidad, de esfuerzo, de tesón, de futuro,... 

Entonces, en plena ceremonia oficial retransmitida mundialmente, aparece un ganorabako artaburu (me sale en euskera algo como garrulo simiesco): El extemporáneo, rancio y grosero personaje de Rubiales, con gestos machistas propios de un zoo de hace siglos, con explicaciones medievales, con excusas anacrónicas y arropándose en trasnochados contubernios mafiosos. 

Y, lo más lamentable a escala social y colectiva, algo que genera una infinita vergüenza ajena, es el hecho de que existen palmeros del machismo, personas brutas y entidades bobaliconas que le excusan o apoyan aún por sórdidos e inconfesables intereses económicos de clientelismo federativo.
El deporte debe ser un escaparate de la dignidad, de la elegancia, del fair play,… Resulta inconcebible que sea representado por figuras tan nauseabundas y trogloditas como este presidente, de quien desconozco otros méritos, pero que sean los que fueren quedan anulados por el bochornoso espectáculo que ofreció en Sidney. 

Aquí hay que retratarse. Y el modo de hacerlo es tan elocuente como el comunicado textual que se redacte al final. Aplaudimos a quienes bien y pronto lo han hecho: En primer lugar todas las propias jugadoras con su mensaje de “Bienvenida al cambio”, a los escasos futbolistas varones como Borja Iglesias, entidades como Iberia, Iberdrola o Renfe,... o administraciones como el Gobierno Español, el Gobierno Vasco,… que han apoyado a las mujeres víctimas frente al impresentable victimario. 

Las ausencias clamorosas y tardías muchas figuras del fútbol, clubes, entrenadores, jugadores, prensa,… también son llamativas y definitorias. Algunas portadas, como la del desacreditado periódico As, son un contraejemplo del periodismo. Tomemos nota quienes queremos vivir en un mundo civilizado, que ya no admite el más mínimo gesto de agresiones o actitudes sexistas.

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