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Dignidad máxima ante la muerte

Hoy, último domingo de julio de 2024, hemos vivido un enésimo ahogamiento en la playa de Mil Palmeras (Pilar de la Horadada, Alicante). Hacia las 19:00 horas se ha coordinado todo un despliegue de servicios de emergencia, para intentar salvar a un hombre recogido de unas aguas aparentemente no demasiado agitadas con bandera amarilla. Todo en el centro de la playa, donde desemboca la principal calle comercial y enfrente del principal puesto de socorristas.

Han acudido todo tipo de vehículos con sus correspondientes dotaciones de equipos humanos especializados: ambulancias, protección civil, bomberos, policía local y Guardia Civil. Estamos seguros de la profesionalización y buenos protocolos seguidos, porque hemos sido testigos de sus actuaciones en diversas ocasiones, incluso hace pocas semanas.

Cuando actúan estos equipos de emergencia casi siempre el desenlace es feliz y logran salvar vidas que parecían perdidas. Pero no ha sido el caso de esta concurrida tarde con la playa aún llena de turismo familiar residente, veraneante o procedente del sur de Alicante y de buena parte de Murcia. Niños y mayores seguían a pocos metros disfrutando de la playa, aprendiendo acaso lo efímero de la existencia.

Pero cuando el final es trágico, cuando la muerte se lleva a un ser humano, incluso en tan fatídico colofón aún queda algo por hacer: Asegurar la máxima dignidad del cadáver. Su visión ante los millares de ojos que lo han contemplado durante horas, puedo haberse preservado mejor. Cubierto con dos improvisadas toallas de diferente color, aquel ser humano vivo apenas unas horas antes quizá ofrecía una imagen poco trascendente en su prostero trance. 

No había familiares a su alrededor, ni nadie que lo conociese en apariencia, nadie que llorase allí mismo su pérdida y que cuidase de su apariencia. Quedaron dos guardias civiles, tras la retirada del resto de equipos, asegurando el perímetro, a la espera del levantamiento del cadáver por parte del Juez o Jueza de Instrucción que corresponda. 

Surge una inevitable pregunta: ¿No deberían llevar todos los vehículos de emergencia, entre sus completos y complejos equipos, una simple bolsa o sábana mortuoria de un color respetuoso para cubrir con respeto y dignidad los restos humanos en los infaustos finales? 
Muerte en la playa (Mil Palmeras, 20:30 28-7-2024)
La noticia en prensa, al día siguiente.

Obituario de Ismail Kadaré, novelista y poeta albanés

Hoy, 1 de julio de 2024, ha fallecido en Tirana, Albania, Ismail Kadaré. Ha sido un destacado escritor albanés, nacido el 28 de enero de 1936 en Gjirokastra, Albania. Estudió Lenguas y Literatura en la Facultad de Historia y Filología de la Universidad de Tirana, y también en el Instituto de Literatura Maksim Gorki de Moscú. 

Ismail Kadaré vivió durante la Segunda Guerra Mundial, presenciando la ocupación de su país por Italia fascista, Alemania nazi y la Unión Soviética, hasta la instauración de la dictadura comunista de Enver Hoxha en Albania en 1944. A pesar de las difíciles condiciones en las que vivió y publicó algunas de sus obras, Kadaré aprovechó cualquier oportunidad para atacar al régimen en sus obras, mediante alegorías políticas.

Fue un prolífico novelista, poeta y ensayista, y su extensa obra narrativa ha sido traducida a más de 40 lenguas. Algunas de sus obras notables incluyen “El general del ejército muerto”, “Abril quebrado”, “El expediente H.”, “La pirámide” y "El Palacio de los Sueños". 

Ismail Kadaré fue galardonado con el Premio Booker Internacional y el Príncipe de Asturias de las Letras. Se exilió a París en 1990. Ismail Kadaré se destacó principalmente en el género de la novela. A lo largo de su carrera, publicó unas treinta novelas, así como abundantes volúmenes de relatos y novelas cortas. Además, Kadaré también fue un reconocido poeta. Su primer libro de poemas, titulado “Las noches de los sueños”, fue publicado en 1954. 

Su obra, que abarca tanto la poesía como la narrativa, ha sido traducida a más de cuarenta lenguas. La novela más famosa de Ismail Kadaré es "El general del ejército muerto". Esta obra le valió el reconocimiento internacional y se convirtió en uno de los escritores albaneses más leídos en el mundo1. La novela cuenta la historia de un general italiano que viene a buscar los restos de sus soldados después de la Segunda Guerra Mundial. Además, otra obra destacada de Kadaré es “El Palacio de los Sueños”, que es conocida por su genial alegoría del poder totalitario y su narrativa.

Algunas de sus citas literarias: 
  • ¡Compartir el poder significa antes que nada repartirse los crímenes!
  • ¡El gobierno es capaz de atrapar una liebre con una yunta de bueyes!
  • Aquí está el fin del mundo según los pueblos que tienen inviernos muy ventosos.
  • ¿Quién ha dicho que lo que vernos con los ojos abiertos no está desnaturalizado y que, por el contrario, esta de aquí no es la verdadera imagen de las cosas? - Aminoró el paso ante una puerta. - ¿No has oído a los viejos murmurar: "Ah, la vida no es más que un sueño"? 
  • La literatura es el primer fenómeno globalizador. Ya sé que el concepto de la globalización se maneja ahora como un descubrimiento, pero sólo hace falta leer a Esquilo, o a Shakespeare, por citar dos ejemplos, para darse cuenta de que la literatura, el teatro, son el vehículo para hablar del hombre y de sus incertidumbres y de sus escapatorias.
  • (...) Que eres feliz, que estás locamente enamorada, tal como dicen. A fin de cuentas, eso es lo que todas nosotras esperamos de la vida: enamorarnos. La expresión misma tiene algo de peyorativo para una mirada ajena. Rendirse al amor. Fall in love. Es algo así como caer dentro de un hoyo, en una trampa; por tanto, poco más o menos en una prisión.

Visita al Puente de la Risa, km 18 de La Manga (Murcia)

No es la primera vez que visitamos el Puente de la Risa, km 18 de La Manga (Murcia). Y esperamos que tampoco sea la última. Pero jamás la hemos atravesado con el coche. Antes estaba peor asfaltada y, ahora, el Tesla Model 3 no es amigo de los desniveles. El Puente de la Risa, ubicado en La Manga del Mar Menor, es una construcción icónica que atrae tanto a lugareños como a visitantes. Se encuentra en el Polígono Veneziola C, en San Javier, Región de Murcia, España. Su dirección exacta es Avd. Gran Vía de La Manga, km 18. 

Recibe su curioso nombre debido a una sensación inusual que experimentan quienes lo cruzan en vehículo. La pronunciada pendiente del puente provoca una especie de ingravidez o “vacío en el estómago”, lo que a menudo desencadena risas espontáneas. De Estilo Veneciano, fue construido en 1978, a imagen de los típicos puentes venecianos. La idea detrás de su construcción era emular una pequeña Venecia residencial en La Manga. 

El Puente de la Risa cruza la Gola del Charco, un canal que atraviesa La Manga. Su singularidad y la experiencia divertida que ofrece lo han convertido en un punto de referencia en la zona. Si alguna vez tienes la oportunidad de visitar La Manga, te invito a cruzar el Puente de la Risa y experimentar esa sensación inusual que provoca sonrisas. ¡Es un lugar verdaderamente único! 
Puente de la Risa, km 18 de La Manga 

Incluso  cuenta con una leyenda: En una noche de luna llena, un anciano pescador llamado Don Manuel se encontraba en el Puente de la Risa. Don Manuel era conocido por su amor por el mar y su profundo respeto por las criaturas que lo habitaban. En esa noche especial, mientras observaba las aguas tranquilas de la Gola del Charco, vio algo inusual: una hermosa sirena sentada en una roca, cantando una melodía triste. La sirena tenía cabellos dorados y ojos del color del mar profundo. 

Don Manuel, cautivado por la belleza de la sirena, se acercó con cuidado. La sirena dejó de cantar y lo miró con ojos tristes. “¿Por qué estás tan triste, hermosa criatura?” preguntó Don Manuel. La sirena suspiró y le contó su historia: “Soy Marina, la última de mi especie de sirenas. Nuestra gente solía vivir en armonía con los humanos, pero con el tiempo, la codicia y la destrucción del medio ambiente nos llevaron al borde de la extinción. Ahora, estoy sola y mi canto es mi única compañía”. 

El pescador sintió compasión por Marina y prometió ayudarla. “¿Qué puedo hacer por ti?” preguntó. Marina sonrió y dijo: “Necesito que alguien me escuche cantar. Mi canto tiene el poder de sanar corazones rotos y traer alegría a quienes lo escuchan”. Don Manuel pasó muchas noches en el puente, escuchando el canto de Marina. La gente comenzó a notar su risa contagiosa y su espíritu alegre. El puente se convirtió en un lugar de encuentro para aquellos que necesitaban un poco de alegría en sus vidas. Desde entonces, el Puente de la Risa se ha asociado con la risa y la felicidad. Se dice que si cruzas el puente con una sonrisa sincera, Marina te bendecirá con buena fortuna y alegría duradera. 

Podríamos vivir más de 120 años. - Premio Nobel Ramakrishnan

Podríamos vivir más de 120 años. - Premio Nobel Ramakrishnan
Traducción de un gran artículo en el Sunday Times, del 24-3-24 (véase aquí).
"
"Podríamos vivir más de 120 años": el científico que descubre por qué morimos Pocas personas saben más sobre el funcionamiento de la vida humana que Venki Ramakrishnan, biólogo molecular de Cambridge galardonado con el Premio Nobel de Química en 2009. Ahora se plantea la cuestión más profunda de la vida.

La clave de una larga vida no es ningún secreto: comer y dormir bien, hacer algo de ejercicio, evitar que te atropelle un autobús y esperar que cualquier enfermedad hereditaria se salte tus genes. Venki Ramakrishnan, vegetariano que va en bicicleta todos los días a su laboratorio de Cambridge, hace todo esto y, a sus 71 años, se declara "filosófico" sobre su propia muerte. Pero también toma pastillas para la tensión arterial, el colesterol alto y los coágulos sanguíneos (
blood clots): medicamentos mágicos que alargan nuestra vida y que toman millones de personas cada día.

Si al final de sus días le ofrecieran una píldora que, en lugar de prevenir la enfermedad, evitara el proceso de envejecimiento y le concediera diez años más de vida, ¿la tomaría? "Todos estaríamos tentados", afirma Ramakrishnan. "La voluntad de vivir más está profundamente arraigada en cada uno de nosotros". ¿Podría llegar a existir un fármaco así? "Tengo la sensación de que estamos en la cúspide de algo", afirma. ¿Cuánto tiempo podría vivir el ser humano? "No creo que haya ninguna ley científica que impida romper nuestra barrera natural de 120 años más o menos. Pero lo pondría en la misma categoría que ser capaces de colonizar Marte. No hay ninguna ley física que diga que no podemos hacerlo. Pero es muy difícil".

Pocas personas saben más de la vida -y del funcionamiento celular que la impulsa- que Ramakrishnan. Este biólogo molecular ganó el Premio Nobel de Química en 2009 por su trabajo para resolver la estructura del ribosoma, la parte de la célula que lee las instrucciones genéticas y utiliza esa información para fabricar proteínas. El ribosoma es crucial para el funcionamiento de nuestro cuerpo: determina el color de nuestros ojos, hace latir nuestros corazones y hace girar nuestras mentes. Fue un avance asombroso.

Ramakrishnan fue nombrado caballero en 2012, elegido presidente de la Royal Society en 2015 y en la última lista de honores de la Reina Isabel II fue nombrado miembro de la Orden del Mérito, de la que solo hay 24 miembros, entre ellos David Attenborough, el artista David Hockney y el arquitecto Lord Foster of Thames Bank. Tras el éxito que ha supuesto desenterrar los secretos de la vida, Ramakrishnan centra su mirada microscópica en las causas del fin de la vida. Ha escrito
un libro titulado Por qué morimos
.

Los egipcios construyeron las pirámides para preparar a sus faraones para la otra vida; los emperadores chinos fueron enterrados con ejércitos de terracota para defender sus cuerpos hasta el renacimiento. La reencarnación y el karma hindúes, el cielo y el infierno cristianos, el jardín de la paz eterna del Islam: estas doctrinas surgieron porque, como dice Ramakrishnan, "el conocimiento de la muerte es tan aterrador que vivimos la mayor parte de nuestras vidas negándola". Sólo el título de su libro basta para que muchos de nosotros entremos en pánico.

Sin embargo, al debilitarse el control de la religión, ha quedado un vacío en nuestra relación con la muerte. En lugar de sacerdotes y profetas, nos dirigimos cada vez más a un grupo de personas -muchos de ellos hombres ultra ricos- a los que Ramakrishnan llama "mercaderes de la inmortalidad".

Ramakrishnan creció en Vadodara (Gujarat) en el seno de una familia hindú, aunque con dos padres científicos -su padre era bioquímico y su madre psicóloga experimental- tuvo una educación relativamente laica. "Pero como dice el chiste, en las trincheras y en las salas de examen nadie es ateo".

Me reúno con él en el Laboratorio de Biología Molecular del Consejo de Investigación Médica de Cambridge, donde trabaja desde hace 25 años. Esta altísima institución, situada en el campus del Hospital Addenbrooke, es la cuna de 12 premios Nobel, entre ellos el de Francis Crick y Jim Watson en 1962 por descubrir la estructura del ADN. El laboratorio y sus 440 científicos pretenden "abordar los principales problemas de la salud y la enfermedad humanas". Pero fuera del mundo de la ciencia académica, los investigadores ya no se conforman con luchar contra las enfermedades, sino que quieren engañar a la propia muerte.

A tan solo 10 kilómetros de donde estamos sentados se encuentra Altos Labs, la empresa biotecnológica de nueva creación más financiada de la historia, con 2.400 millones de libras de inversores como Jeff Bezos, de Amazon, y el multimillonario ruso-israelí Yuri Milner. Las instalaciones, que abrirán sus puertas en Cambridgeshire en 2022, tienen como objetivo detener por completo el proceso de envejecimiento. En la última década se han fundado más de 700 empresas de "vida más larga". La Iniciativa Chan Zuckerberg -creada por el cofundador de Facebook Mark Zuckerberg y su esposa, Priscilla Chan- incluye en su cometido nada menos que curar, prevenir o gestionar todas las enfermedades para finales del siglo XXI. ¿Se trata de una quimera? "Estos multimillonarios de la tecnología a menudo han tenido un éxito muy rápido a una edad temprana", afirma Ramakrishnan. "Tienen la idea de que la vida no es más que un código que hay que piratear. Pero el envejecimiento es muy complejo. Hay una gran exageración en este campo, y gran parte de ella se aprovecha de la ansiedad que sentimos como humanos ante el envejecimiento y la muerte".

Pero en medio de la arrogancia, hay esperanza, afirma. "En los últimos 50 años la biología molecular y la genética han hecho enormes avances en la comprensión de los procesos de envejecimiento". Volviendo al título de su libro, que recuerda a la Parca: ¿Cómo morimos? ¿Qué sabemos ahora de lo que ocurre en nuestras células cuando hacemos ese último giro mortal? La muerte -si se excluyen enfermedades e inconvenientes como ser devorado por un león- es el resultado, en términos sencillos, del envejecimiento. Pero morir de "viejo" parece algo insatisfactorio. ¿Qué ocurre realmente en el interior de sus víctimas para que la vida se detenga sin más? "Se puede pensar en el envejecimiento como una acumulación de daños en nuestras células, su capacidad para funcionar, su capacidad para hablar entre ellas, su capacidad para regenerarse", afirma Ramakrishnan. "El envejecimiento es una acumulación de defectos químicos que hace que estas células empiecen a funcionar mal".

Cuando somos jóvenes, muchas de las células de nuestro cuerpo rejuvenecen de forma natural. Si se dañan, se dividen y la célula madre muere una vez sustituida por su descendiente. Pero uno de los marcadores del envejecimiento es la "senescencia" (posts). Las células senescentes pierden la capacidad de dividirse y poco a poco se van dañando y muriendo. Esto no es un problema al principio. Las células mueren a lo largo de nuestra vida. "Ni siquiera nos damos cuenta. Puedes perder un miembro entero y seguir viviendo. Pero en el momento de la muerte se produce un fallo crítico de los sistemas. Se pierde la capacidad de funcionar coherentemente como individuo". Ramakrishnan cita El sol también sale, de Hemingway, en la que un personaje explica cómo se arruinó: "De dos maneras. Gradualmente, luego de repente". El cuerpo envejece gradualmente, luego muere de forma abrupta".

Desenmarañar los procesos graduales de los repentinos -envejecimiento de la muerte final- es un punto clave de la investigación sobre longevidad. ¿Cuál de estos procesos se debe a una enfermedad -el cáncer o el Alzheimer, por ejemplo, que nos afectan a muchos, pero no a todos- y cuáles son simplemente envejecimiento, que es universal? Para separar estos factores, los científicos creen estar cerca de un gran avance.

Un obstáculo clave es que las fuerzas evolutivas no están preparadas para que vivamos eternamente. "Lo que le importa a la evolución es que te propagues, te reproduzcas y transmitas tus genes", afirma Ramakrishnan. "No hay ningún beneficio, en términos evolutivos, en gastar muchos recursos intentando vivir más". Estas fuerzas, sin embargo, podrían superarse.

Ramakrishnan divide a los súper ricos que buscan la vida eterna en tres categorías: chiflados, misioneros y racionalistas. "Los chiflados tienen ideas realmente extrañas que no tienen ninguna base real en la ciencia actual", afirma. Esto incluye el campo de la criogenia: congelar nuestros cuerpos tras la muerte hasta que la tecnología avance hasta el punto de que podamos volver a la vida. "No hay ni una sola prueba creíble de que la criogenia humana vaya a funcionar nunca". Una vuelta de tuerca a este planteamiento es un plan para cargar el cerebro en un almacenamiento digital basado en la nube, para descargarlo en una nueva forma de vida en una fecha posterior. Sam Altman, director general de OpenAI, está en la lista de espera de la empresa Nectome, de San Francisco, que pretende "respaldar, registrar y guardar" las mentes de sus clientes.
Luego están los misioneros. "Son personas que entienden algo de biología y quieren utilizarla para prolongar la vida en serio", afirma Ramakrishnan. En esta categoría entraría Bryan Johnson (posts), el multimillonario tecnológico de 46 años que saltó a los titulares el año pasado cuando reveló que se había transfundido a sí mismo plasma sanguíneo de su hijo Talmage, de 17 años, en un proceso extrapolado de la técnica conocida como parabiosis, la unión quirúrgica de dos o más cuerpos. Esperaba que esto le diera el corazón de un hombre de 37 años, la piel de uno de 28 y la capacidad pulmonar y la forma física de uno de 18, pero acabó dándole un aspecto un poco espeluznante.

Ramakrishnan se muestra escéptico, y Johnson admite que el procedimiento, que cuesta 2 millones de dólares al año, apenas le reporta beneficios, pero hay estudios que demuestran que la sangre de ratones jóvenes puede prolongar la vida de ratones viejos. Los primeros resultados sugieren que la sangre joven reduce la actividad de los genes que causan inflamación. Aislar factores como éste podría ayudar a crear un tratamiento que ralentice el proceso de envejecimiento, afirma Ramakrishnan.

Sin inmutarse, la siguiente treta de Johnson tiene que ver con la ciencia en torno a los telómeros (posts), las puntas protectoras al final de nuestros cromosomas. A lo largo de nuestra vida, los telómeros se acortan cada vez que las células se dividen, lo que significa que ya no pueden proteger adecuadamente a los cromosomas y las células ya no pueden dividirse y reconstruirse. Una sustancia química del organismo llamada telomerasa permite a algunas células reconstruir los telómeros, lo que potencialmente permite a las células reponerse indefinidamente. Johnson pretende secuestrar este proceso. Sin embargo, también podría aumentar el riesgo de cáncer, ya que la telomerasa permite que las células tumorales se dividan indefinidamente. Ramakrishnan cree que, si se supera este obstáculo, se podrían abordar aspectos clave del proceso de envejecimiento.

Esto nos lleva a los racionalistas, categoría en la que se incluye Ramakrishnan. Este grupo se centra en la lucha contra las enfermedades como forma de alargar nuestra vida. "Para muchas enfermedades - cardiopatías, cáncer, demencia - el riesgo aumenta con la edad. Así que si el envejecimiento es un factor de riesgo común, quizá deberíamos pensar en qué podemos hacer para atajar el envejecimiento, de modo que podamos vivir más sanos".

Ramakrishnan parece estar en forma y sigue yendo de vacaciones de excursión con su mujer, Vera Rosenberry, ilustradora infantil y escritora de Ohio. Pero admite que "a veces da la sensación de que la vida es como estar limitado a una parte cada vez más pequeña de una casa, ya que las puertas de las habitaciones que nos gustaría explorar se van cerrando poco a poco a medida que envejecemos".

Pero, a decir verdad, Ramakrishnan no está interesado en la inmortalidad. Lo que le mueve es centrarse en los procesos celulares y moleculares que rigen el envejecimiento y la enfermedad, con la esperanza de que más personas puedan disfrutar de buena salud hacia el final de sus vidas. Si la búsqueda de la vida eterna nos lleva a esa meta, que así sea. "El libro se titula Por qué morimos, pero también podría llamarse Cómo vivir", afirma.

A sus 71 años, ¿no le tienta la perspectiva de aprovechar los rápidos avances de la ciencia del envejecimiento para alargar su vida y su carrera? Según él, ya vivimos lo suficiente. El peligro de una longevidad cada vez mayor es la creación de una sociedad estancada, en la que los ancianos se aferren a los recursos económicos y las posiciones de influencia. "Me jubilaré el año que viene. Mi laboratorio sigue publicando en buenas revistas. Pero una persona de 35 años podría crear un campo completamente nuevo. Es una cuestión de justicia generacional. Ya vivimos el doble que nuestros antepasados".

De todos los multimillonarios con complejo de dioses que invierten en longevidad, es Bill Gates, con sus mosquiteras contra la malaria y sus campañas de vacunación, por quien Ramakrishnan siente más respeto. "Se pregunta cómo podemos aumentar la esperanza de vida en los países pobres. Lo irónico es que probablemente él esté haciendo más por aumentar la longevidad humana que cualquiera de estos tipos". Así que en lugar de ocupar un valioso espacio en el laboratorio, Ramakrishnan va a aprender idiomas, leer y pasar tiempo visitando a sus hijos y nietos en Estados Unidos. Espera seguir el ejemplo de su padre, que a sus 98 años sigue viviendo de forma bastante independiente.

Como dice Ramakrishnan: "Mientras esperamos a que la vasta empresa gerontológica resuelva el problema de la muerte, podemos disfrutar de la vida en toda su belleza. Cuando nos llegue la hora, podemos adentrarnos en el ocaso con buen talante, sabiendo que hemos tenido la suerte de participar en ese banquete eterno."

Cuadrante Mágico de Gartner: ¿Guía vital o mera ilusión?

El Cuadrante Mágico de Gartner es una representación gráfica que evalúa y posiciona a los proveedores tecnológicos en función de dos dimensiones clave: visión de mercado y capacidad de ejecución. Visto con mayor detalle: 
  • Visión de Mercado: El eje vertical del cuadrante refleja el conocimiento del mercado. Los proveedores se evalúan según su comprensión de las tendencias, su visión de futuro y su alineación con las necesidades del mercado. 
  • Capacidad de Ejecución: El eje horizontal indica la habilidad de los proveedores para llevar a cabo sus estrategias. Se considera la eficacia en la entrega de productos, la calidad, la experiencia del cliente y otros factores operativos. 
El cuadro resultante se divide en cuatro Cuadrantes Mágicos de Gartner
  • Líderes: Están bien posicionados en términos de visión y ejecución. Son proveedores sólidos y confiables. 
  • Visionarios: Tienen una visión clara del futuro, pero aún deben mejorar su capacidad de ejecución. 
  • Jugadores de Nicho: Se especializan en segmentos específicos o no destacan en innovación o ejecución. 
  • Retadores o Aspirantes: Rendimiento actual sólido, pero pueden carecer de una visión clara para el futuro. 
Es importante recordar que no siempre debemos centrarnos solamente en los líderes. Cada empresa tiene necesidades únicas, y a veces un jugador de nicho o un aspirante puede ser la mejor opción según tus objetivos comerciales.
Aunque la posición de las empresas puede variar según el mercado específico, algunas de las organizaciones que han sido reconocidas como referentes en diferentes áreas tecnológicas incluyen:
  • Microsoft: Con una visión sólida y una ejecución eficiente, Microsoft se destaca en áreas como la nube, la inteligencia artificial y el software empresarial. 
  • Amazon Web Services (AWS): Líder en servicios de nube, AWS ha demostrado una comprensión profunda del mercado y una capacidad excepcional para ofrecer soluciones escalables. 
  • Salesforce.com: Con su enfoque en la gestión de relaciones con los clientes (CRM), Salesforce ha mantenido una posición de liderazgo en el mercado de software empresarial. 
  • IBM: A pesar de los cambios en el panorama tecnológico, IBM sigue siendo un líder en áreas como la analítica, la inteligencia artificial y la ciberseguridad.
No faltan críticas al Cuadrante Mágico (CM) de Gartner. Dos son los principales argumentos que esgrimen aquellos que no acaban de ver con buenos ojos el uso de esta herramienta. El primero es que afirman que la confección de los CM parece estar orientada a satisfacer antes a la propia industria tecnológica que a sus propios clientes. Según esta crítica, se priorizarían los intereses de inversores y grandes empresas sobre los de las compañías que tienen que tomar la decisión de compra. 

El segundo gran argumento que se suele esgrimir contra el CM es la falta de transparencia sobre cómo contribuyen las grandes empresas a precisamente, financiar la elaboración de la propia herramienta que les tiene que analizar. Dicho de otra forma, sostienen que en en su elaboración, Gartner incurre en un claro conflicto de intereses. Del mismo modo, se ha criticado con frecuencia que la consultora no haga públicos los criterios de evaluación que utiliza para situar la posición de cada compañía en sus CM. Estas críticas se materializaron incluso ante los tribunales, cuando en 2009 el fabricante ZL Technologies denunció a la consultora por su «falta de legitimidad» a la hora de realizar estos ratings. La demanda fue desestimada sin embargo ya que el tribunal consideró que el trabajo de Gartner estaba protegido por la primera enmienda, en su derecho a expresar una opinión propia. 

Existen alternativas al Cuadrante Mágico de Gartner. Que el CM de la Consultora Gartner sea la herramienta más conocida no quiere decir que sea la única. Otras herramientas más pequeñas, apoyándose casi siempre en una metodología de crowdsourcing (toman como base la opinión de las empresas cliente) están empezando a plantar cara a la famosa consultora. 

G2 Crowd
es uno de los mejores ejemplos. Puesta en marcha por tres ex-ejecutivos de Oracle, la plataforma cuenta en estos momentos con más de 40.000 reviews de software empresarial y cuenta con una audiencia mensual de más de 300.000 potenciales compradores. Frente al CM de Gartner, apuestan por lo que denominan «The Grid» una herramienta que compara las distintas aplicaciones y soluciones tecnológicas usando como input exclusivamente la opinión de las compañías que han adoptado las distintas soluciones que se analizan. 

En «IT Central Station» por su parte, hacen uso de ese conocimiento crowsource en una plataforma que conecta a potenciales compradores con compañías que se encuentran en una situación similar, analistas de mercado y expertos TI que quieren compartir su visión sobre las distintas alternativas que se presentan. O en una línea similar los chicos de Expert Exchange, que ofrece a los profesionales de la tecnología acceso a expertos técnicos, contenido educativo y otros materiales. 

En España y a una escala mucho menor, comparadores como SoftDoIt, se presentan como comparadores de software especializado en empresas y que aunque en general funcionan bien (sobre todo en áreas como ERP o CRM), tienen como contrapartida un enfoque mucho más dirigido a la pyme que a la gran empresa y que no suele ofrecer respuestas para los entornos más técnicos.


William James Sidis según James Thurber en The New Yorker

¿Dónde están ahora? ¡Día de los inocentes! por James Thurber. The New Yorker, sábado 14 de agosto de 1937, 22-26.

Una tarde nevada de enero de 1910, alrededor de cien profesores y estudiantes avanzados de matemáticas de la Universidad de Harvard se reunieron en una sala de conferencias en Cambridge, Massachusetts, para escuchar a un orador llamado William James Sidis. Nunca antes se había dirigido a una audiencia y al principio se sintió avergonzado y un poco incómodo. Sus oyentes tenían que prestarle mucha atención, porque hablaba con una vocecita que no se escuchaba bien y puntuaba su charla con risas nerviosas y estridentes. Un mechón de cabello rubio le caía sobre la frente y unos penetrantes ojos azules se asomaban desde lo que uno de los presentes describió más tarde como un rostro "parecido a un duendecillo". El orador vestía medias de terciopelo negro. Tenía once años.

A medida que el niño se familiarizó con el tema, su timidez se derritió y llegaron a los oídos de sus oyentes las palabras más notables que jamás habían escuchado de labios de un niño. William James Sidis había elegido como tema de su conferencia "Cuerpos de cuatro dimensiones". Incluso en este selecto grupo de caballeros eruditos, hubo quienes fueron incapaces de seguir todos los procesos del pensamiento del niño. Para los legos que estaban presentes, la cuarta dimensión, como se demostró esa noche, debía de haber encajado perfectamente en su definición coloquial: "un reino especulativo de relaciones incomprensiblemente involucradas". Cuando todo terminó, el distinguido profesor Daniel F. Comstock del Instituto Tecnológico de Massachusetts se sintió impulsado a predecir a los periodistas, que habían escuchado con profundo desconcierto, que el joven Sidis crecería hasta convertirse en un gran matemático, un líder famoso en el mundo. de Ciencia.

William James Sidis, que a la edad de once años apareció en las portadas de los periódicos de todo el país, era un estudiante de Harvard en ese momento. Para explicar cómo llegó allí, debemos mirar a su padre, el fallecido Boris Sidis. Nacido en Kiev en 1868, el padre Sidis llegó a este país, aprendió inglés y fue a Harvard, donde se graduó en 1894. Su especialidad era la rama de la psicoterapia que se ocupa de aliviar las enfermedades nerviosas y los desajustes mediante sugestión mental. Escribió un libro titulado "La psicología de la sugestión" y estaba muy interesado en los experimentos para transmitir la sugestión mediante el estado hipnótico. Creía que en los primeros años el cerebro es mucho más susceptible a las impresiones que en la vejez. Cuando nació su hijo en 1898, nació, por así decirlo, en un laboratorio. Boris Sidis dirigía entonces un instituto psicoterapéutico en Brookline, Massachusetts. Era un admirador y amigo del fallecido William James, y le puso a su hijo el nombre de ese gran psicólogo.

Boris Sidis comenzó sus experimentos con su hijo cuando el pequeño William tenía dos años. Parece que indujo una especie de estado hipnoidal mediante el uso de bloques alfabéticos. Los rápidos resultados que obtuvo deleitaron su mente científica. El niño aprendió a deletrear y leer en unos meses. Al cabo de un año podía escribir tanto en inglés como en francés en la máquina de escribir. A los cinco años había compuesto un tratado de anatomía y había ideado un método para calcular la fecha en que había caído cualquier día de la semana durante los últimos diez mil años. Boris Sidis publicó varios artículos en revistas científicas describiendo los logros de su bebé. A los seis años, el niño fue enviado a una escuela pública de Brookline, donde sorprendió a sus maestros y alarmó a los demás niños al superar siete años de escolarización en seis meses. Cuando tenía ocho años, William propuso una nueva tabla de logaritmos, empleando 12 en lugar del habitual 10 como base. Boris Sidis publicó un libro sobre su increíble hijo, llamado "Filisteo y genio", y entró en Quién es quién en Estados Unidos .

El niño maravilloso tenía nueve años cuando su padre intentó matricularlo en Harvard. Podría haber aprobado los exámenes de ingreso con facilidad, pero las autoridades universitarias, sorprendidas y avergonzadas, no le permitieron realizarlos. Continuó realizando sus maravillas en casa y comenzó a estudiar latín y griego. No le interesaban los juguetes ni ninguno de los placeres normales de los niños pequeños. Los perros le aterrorizaban. "Si veo un perro", le dijo William a alguien en ese momento, "debo huir. Debo esconderme. Me gusta el gato. No puedo jugar, porque mi madre tendría que estar allí todo el tiempo, porque de la posibilidad de que pueda ver un perro." Su principal recreación parece haber sido viajar en tranvía con sus padres. El mayor Sidis le explicó los traslados y le interesó por los nombres de calles y lugares. Incluso antes de cumplir cinco años, William había aprendido a recitar todas las horas y estaciones de un complejo horario ferroviario. De vez en cuando recitaba horarios para los invitados mientras otros niños recitaban rimas de Mamá Ganso o cantaban pequeñas canciones. Quienes lo recuerdan en aquellos años dicen que tenía algo de la intensidad de un adulto neurótico.

En 1908, a la edad de diez años, a William James Sidis se le permitió matricularse en Tufts College, en Medford. Viajaba diariamente desde Brookline con su madre, quien estaba tan interesada en su fenomenal desarrollo mental como su padre. Siempre iban y venían de la universidad en tranvía. El joven asistió a Tufts durante un año y finalmente, en 1909, cuando tenía once años, Harvard le permitió matricularse allí como estudiante especial. Se matriculó como estudiante de primer año al año siguiente, y así se convirtió en miembro de la promoción de 1914. Cotton Mather, en 1674, se había convertido en estudiante de primer año de Harvard a la edad de doce años, y probablemente debido a este distinguido precedente, William Sidis se le permitió matricularse a esa misma edad. Era una fuente de asombro para sus compañeros de estudios y para el profesorado; algunos de los periódicos asignaron periodistas para cubrir "el caso Sidis".

Se pierde en el registro cómo se convenció a William para hablar ante los eruditos eruditos en enero de su primer año en Harvard, pero se sabe que mostró un gran interés en escuchar las conferencias de otros y se unió fácilmente a las discusiones grupales sobre metafísica. En su tiempo libre empezó a componer dos gramáticas, una latina y otra griega. Sin embargo, la presión de sus estudios y su repentina fama comenzaron a hacerle efecto, y no pasó mucho tiempo después de su notable discurso cuando sufrió un colapso general. 

Su padre dirigía un sanatorio en Portsmouth, New Hampshire, en ese momento, y William fue trasladado allí de urgencia. Cuando finalmente regresó a Harvard, estaba retraído y tímido; no se le pudo persuadir para que volviera a dar una conferencia; Comenzó a mostrar una marcada desconfianza hacia la gente, miedo a la responsabilidad y una inadaptación general a su vida anormal. No se relacionaba mucho con los estudiantes y huía de los periodistas, pero estos lo arrinconaron, por supuesto, el día de su graduación como Licenciado en Artes en 1914. Tenía dieciséis años. Entonces vestía pantalones largos y se enfrentaba a los periodistas que bajaban al Yard con menos sensación de vergüenza que cuando era un niño con bragas. Pero en él se habían desarrollado claras fobias. "Quiero vivir la vida perfecta", dijo William a los periodistas. "La única manera de vivir la vida perfecta es vivirla en reclusión. Siempre he odiado las multitudes". Por "multitudes" no fue difícil leer "gente". Entre los que se graduaron con William James Sidis ese día se encontraban Julius Spencer Morgan; Gilbert Seldes; y Vinton Freedley y Laurence Schwab, los productores de la comedia musical. Los periodistas no les prestaron atención.

A los dieciséis años, William James Sidis era un chico grande y, cuando ingresó en la Facultad de Derecho de Harvard, ya no era la figura incongruente que había sido. Los periódicos tenían poco interés en sus idas y venidas. Asistió discretamente a la facultad de derecho durante tres años y aparentemente fue un estudiante brillante, pero su principal interés eran las matemáticas, y en 1918 aceptó un puesto de profesor en una universidad de Texas. Su fama le precedió, pero incluso si no lo hubiera sido, la extrema juventud de este profesor de matemáticas habría sido suficiente para convertirlo en una curiosidad. Se encontró en el centro de un interés que le molestaba y le consternaba. De repente renunció a su puesto y regresó amarga y silenciosamente a Boston, donde vivió en la oscuridad durante algunos meses.

Fue el 1 de mayo de 1919 cuando el nombre del joven Sidis volvió a ocupar las primeras planas de los periódicos. Con una veintena de jóvenes más, participó en una manifestación comunista en Roxbury y fue llevado ante el tribunal municipal como uno de los cabecillas del grupo y, de hecho, el mismo individuo que había portado la horrible bandera roja en su desfile. En el estrado de los testigos, Sidis demostró ser más franco y sincero que discreto. Anunció ante un tribunal estupefacto que para él no había más dios que la evolución; Cuando se le preguntó si creía en lo que representa la bandera estadounidense, dijo que sólo hasta cierto punto. En un momento dado, para instrucciones del magistrado, se lanzó a explicar la forma de gobierno soviética. Su inclinación marxista se había desarrollado durante un período de varios años. Cuando los Estados Unidos entraron en la guerra, se declaró objetor de conciencia y en varias ocasiones expresó la opinión de que los problemas del mundo eran causados ​​por el capitalismo. Un policía que había ayudado a disolver el desfile de los radicales identificó a Sidis como el hombre que llevaba la bandera roja. El oficial dijo que le había preguntado a Sidis por qué no llevaba la bandera estadounidense, y que Sidis respondió: "¡Al diablo con la bandera estadounidense!". Al regresar al estrado, el famoso prodigio negó vehementemente haber hablado alguna vez con el testigo y haber dicho alguna vez a nadie: "¡Al diablo con la bandera estadounidense!" Repitió que se oponía a la guerra y que creía en una forma de gobierno socializada. Después de una pausa, anunció que, en realidad, había llevado una bandera estadounidense, tras lo cual, ante el asombro de la sala del tribunal, sacó una bandera estadounidense en miniatura de su bolsillo. Fue condenado a dieciocho meses de cárcel por incitación a disturbios y agresión. Apeló y, mientras estaba en libertad bajo fianza de 5.000 dólares, desapareció del estado en el que había sorprendido a profesores eruditos y a policías patrióticos. Marcó el comienzo de un nuevo y curioso modo de vida para el joven.

Durante los cinco años siguientes, William James Sidis parece haber logrado la "vida perfecta" de la que había hablado el día de su graduación: la vida de reclusión. Aparentemente vagaba de ciudad en ciudad, trabajando como empleado, o en alguna otra función menor, por un salario que sólo le permitía subsistir. En 1924 volvió a aparecer en las noticias cuando un periodista lo encontró trabajando en una oficina en Wall Street, por veintitrés dólares a la semana. Estaba consternado al ser descubierto. Dijo que todo lo que quería era ganar lo suficiente para vivir y trabajar en algo que requiriera un mínimo de esfuerzo mental. Los últimos periodistas que bajaron a su oficina para entrevistarlo no lograron verlo. Había dejado su trabajo y había vuelto a desaparecer.

Dos años más tarde, en 1926, Dorrance & Company, una editorial de Filadelfia que imprime libros "vanidosos", es decir, libros publicados a expensas de los autores, publicó un volumen llamado " Notas sobre la colección de transferencias". Fue escrito por un tal Frank Folupa. Frank Folupa, según descubrió un periodista despiadadamente ingenioso, no era otro que William James Sidis. Nuevamente lo atropellaron y lo entrevistaron. Anunció que durante mucho tiempo había sido un "peridromófilo", es decir, un coleccionista de transferencias de tranvía. Él mismo había acuñado la palabra. Su libro (ahora agotado) tenía trescientas páginas y era un tratado erudito y laborioso sobre el origen, la naturaleza y la clasificación de nada más y nada menos que los trozos de papel que los conductores de tranvía entregan a los pasajeros cuando solicitan transbordos. Muchos psicólogos y analistas deben haber estado interesados ​​al leer en los artículos que el genio del niño precoz que había asombrado al mundo académico dieciséis años antes había florecido de esta manera extraña. El libro es digno de examen. Sidis escribió un prefacio al volumen, que comenzaba así: "Este libro es una descripción de lo que es, hasta donde sabe el autor, un nuevo tipo de pasatiempo, pero que a primera vista parece tan razonable como , tan interesante y tan instructivo como cualquier otro tipo de colección de moda. Esta es la colección de transferencias de tranvías y formas afines. El propio autor ya ha recopilado más de 1600 formas de este tipo." El prefacio revela, en otro lugar, que el autor no carecía de cierto humor. "Podemos mencionar", decía, "el interés geográfico y topográfico, tanto en la exploración como en el análisis de las transferencias mismas. También están las interesantes luces que una colección de este tipo arroja sobre la política en la que necesariamente están involucradas las empresas de tránsito". ; aunque difícilmente recomendamos que este interés político se lleve lo suficientemente lejos como para inducir al coleccionista a tomar partido en tales disputas. Y nuevamente: "Uno puede encontrar mucha diversión con las transferencias: se dice que un estudiante de la Universidad de Harvard se encontró en una calle coche y, deseando un viaje extra, le pidió al revisor un transbordo. Cuando se le preguntó "¿A dónde?" "En cualquier lugar", dijo. El conductor le guiñó un ojo y dijo: "Está bien". Te transferiré a Waverly. Posteriormente se rieron del estudiante cuando contó la historia y se le informó que el asilo para débiles mentales estaba ubicado en Waverly ". Sidis también incluyó en su prefacio algunos versos que había escrito cuando tenía catorce años. Comienzan:

Desde los trenes subterráneos en Central, se toma un transbordo y se va a Allston o Brighton o a Somerville, ya sabes; En los automóviles desde Brighton, haga transbordo al metro de Cambridge este y tome un tren hasta Park Street o Kendall Square, al menos.

"Conocemos", concluye el autor, "a alguien a quien realmente le ayudó a tomar el camino correcto al recordar un fragmento de uno de estos versos". El libro analiza todo tipo de transferencias: tipos estándar, tipo Ham, tipo Pope, tipo Smith, tipo Moran, transferencias Franklin Rapid, transferencias Stedman. De este último (para darle una idea), el Sr. Sidis escribió: "Transferencias Stedman: esta clasificación se refiere a un tipo peculiar elaborado por cierta imprenta de transferencias en Rochester, Nueva York. Las peculiaridades de la transferencia Stedman típica son el límite de tiempo tabular. ocupando todo el extremo derecho de la transferencia (ver Diagrama en la Sección 47) y la combinación de fila y columna de ruta de recepción (u otras condiciones de recepción) con el medio día que ya hemos discutido en detalle".

Un año después de la publicación de su libro (al parecer sólo se vendió a unos pocos peridromófilos más), Sidis regresó a la ciudad de Nueva York y volvió a conseguir un trabajo como empleado en una empresa comercial. A su habilidad y experiencia en el trabajo de oficina en general, el genio matemático había añadido ahora, irónicamente, la capacidad de operar una máquina sumadora con gran velocidad y precisión, y le gustaba alardear de este logro. Vivía en 112 West 119th Street, donde se hizo amigo de Harry Freedman, el propietario, y su hermana, la señora Schlectien. Sidis ya no está con ellos y no te dirán adónde ha ido, pero te reenviarán cualquier correo que llegue por él. Aprecian al joven y aprecian su deseo de evitar la publicidad. "Tenía una especie de amargura crónica, como mucha gente que ves viviendo en habitaciones amuebladas", dijo recientemente Freedman a un investigador de la curiosa historia de William James Sidis. Sidis solía sentarse en un viejo sofá en la sala de estar de Freedman y hablar con él y su hermana. Sidis les dijo que odiaba Harvard y que cualquiera que enviara a su hijo a la universidad es un tonto: un niño puede aprender más en una biblioteca pública. Con frecuencia hablaba de su pasión por coleccionar transfers. "Él puede decirle cómo llegar a cualquier calle de cualquier ciudad de los Estados Unidos con un solo billete de tranvía", dijo el Sr. Freedman con asombro y admiración. Parece que Sidis mantiene correspondencia con peridromófilos en varias otras ciudades y de esta manera se mantiene al día con la situación del tranvía y los transbordos. Una vez, el joven bajó de su habitación un manuscrito en el que estaba trabajando y le pidió a la señora Schlectien si podía leerle "algunos capítulos". Dijo que resultó ser un libro del tipo "Buck Rogers", sobre aventuras en un mundo futuro de maravillosos inventos. Ella dijo que estaba genial.

William James Sidis vive hoy, a la edad de treinta y nueve años, en un dormitorio del destartalado extremo sur de Boston. Por una fotografía de él y de sus actividades, este disco está en deuda con una joven que recientemente logró entrevistarlo allí. Lo encontró en una pequeña habitación empapelada con el diseño de enormes flores rosadas, considerablemente descoloridas. Había una cama grande y desordenada y un enorme baúl medio abierto. En una pared colgaba un mapa de Estados Unidos. Sobre una mesa junto a la puerta había un paquete de transferencias de tranvía cuidadosamente unidas con un elástico. Sobre una cómoda había dos fotografías, una (sorprendentemente) de Sidis como el niño genio, la otra una chica de rostro dulce con gafas con montura de concha y un elaborado saludo de Marcel. También había un escritorio con una pequeña y antigua máquina de escribir, un Almanaque Mundial , un diccionario, algunos libros de referencia y un libro de la biblioteca que el visitante del joven recogió en un momento dado. "Oh, vaya", dijo Sidis, "esa es sólo una de esas historias de delincuentes". Dirigió su atención hacia la pequeña máquina de escribir. "Puedes cogerlo con un dedo", dijo, y así lo hizo.

William Sidis, de treinta y nueve años, es un hombre corpulento y corpulento, con una mandíbula prominente, un cuello grueso y un bigote rojizo. Su cabello claro cae sobre su frente como lo hizo la noche que dio una conferencia a los profesores en Cambridge. Sus ojos tienen una expresión que varía desde la ingeniosa hasta la cautelosa. Cuando es cauteloso, tiene una especie de dignidad incongruente que de repente se rompe en el alegre abandono de un niño de vacaciones. Parece tener dificultades para encontrar las palabras adecuadas para expresarse, pero cuando lo hace, habla rápidamente, asiente bruscamente con la cabeza para enfatizar sus puntos, hace gestos con la mano izquierda y, de vez en cuando, emite una risa curiosa y jadeante. Parece disfrutar mucho e irónicamente de llevar una vida de irresponsabilidad errante después de una infancia de escrupulosa reglamentación. Su visitante encontró en él cierto encanto infantil.

Sidis trabaja ahora, como de costumbre, como empleado en una casa comercial. Dijo que nunca permanece mucho tiempo en una oficina porque sus empleadores y compañeros de trabajo pronto descubren que él es el famoso niño prodigio y que no puede tolerar un puesto después de eso. "La sola visión de una fórmula matemática me enferma físicamente", dijo. "Todo lo que quiero hacer es ejecutar una máquina sumadora, pero no me dejan en paz". Resultó que una vez le ofrecieron un trabajo en la Eastern Massachusetts Street Railway Company. Parece que los funcionarios creían con cariño que el joven mago de alguna manera sería capaz de resolver todos sus problemas técnicos. Cuando se presentó a trabajar, le presentaron un montón de planos, gráficos y documentos llenos de estadísticas. Uno de los funcionarios lo encontró una hora después llorando en medio de todo. Sidis le dijo al hombre que no podía soportar responsabilidades, ni pensamientos complejos, ni cálculos, excepto en una máquina de sumar. Tomó su sombrero y se fue.

Sidis tiene un nuevo interés que le absorbe actualmente más que los traslados en tranvía. Se trata del estudio de ciertos aspectos de la historia de los indios americanos. Da clases a media docena de estudiantes interesados ​​una vez cada dos semanas. Se reúnen en su dormitorio y se acomodan en la cama y en el suelo para escuchar el intenso pero vacilante discurso del otrora prodigio. A Sidis le preocupa principalmente la tribu Okamakammessett, a la que describe como una especie de federación proletaria. Ha escrito algunos folletos sobre la tradición y la historia de Okamakammessett y, si se le solicita adecuadamente, recitará poesía de Okamakammessett e incluso cantará canciones de Okamakammessett. Admitió que su estudio de los Okamakammessetts fue una consecuencia de su interés por el socialismo. Cuando la joven mencionó la manifestación del Primero de Mayo de 1919, miró el retrato de la niña en su cómoda y dijo: "Ella estaba en ella. Era una de las fuerzas rebeldes". Él asintió vigorosamente con la cabeza, como complacido con esa frase: "Yo era el abanderado", prosiguió. "¿Y sabes qué era la bandera? Sólo un trozo de seda roja". Él soltó su risa curiosa. "Seda roja", repitió. No hizo ninguna referencia a la imagen que tenía de sí mismo en los días de su gran fama, pero su entrevistador supo más tarde que en una ocasión, cuando un alumno suyo le preguntó a quemarropa sobre su precocidad infantil e insistió en una demostración de sus habilidades matemáticas. Sidis logró con dificultad expulsarlo de la habitación.

Sidis reveló a su entrevistador que tiene otro trabajo en marcha: un tratado sobre las inundaciones. Le mostró la primera frase: "California ha adquirido considerable fama gracias a su supuesto clima". Parece que estuvo en California hace unos diez años durante sus andanzas. Su visitante se animó, por fin, a mencionar la predicción, hecha por el profesor Comstock del Instituto Tecnológico de Massachusetts allá por 1910, de que el niño que ese año daba una conferencia sobre la cuarta dimensión a una reunión de eruditos crecería hasta Sé un gran matemático, un líder famoso en el mundo de la ciencia. "Es extraño", dijo William James Sidis, con una sonrisa, "pero, ya sabes, nací el Día de los Inocentes".

―Jared L. Manley (James Thurber) 1

1 En Los años con Ross Thurber escribió: "Era uno de los '¿Dónde están ahora?' serie, para la cual hice la reescritura (Grossett & Dunlap, 1957, p. 210)". Pero Jared Manley era el seudónimo de Thurber. "Bernstein escribe: 'A principios de 1936, Thurber comenzó a escribir (en realidad a reescribir, ya que algunos de los mejores reporteros de The New Yorker, como Eugene Kinkead, estaban haciendo la investigación) una serie de perfiles breves y retrospectivos. Bernstein también revela que Jared L. Manley fue un nombre que Thurber improvisó cuando escribió su primer artículo sobre un viejo boxeador basado en las iniciales del boxeador John L. Sullivan y Manley basado en "el arte varonil de la autodefensa".'" — Privacidad, Información y Tecnología.

2 Norbert Weiner, que estaba en la reunión del club de matemáticas, escribió: "El joven Sidis, que entonces tenía once años, era obviamente un niño brillante e interesante. Su interés estaba principalmente en las matemáticas. Recuerdo bien el día en el Club de Matemáticas de Harvard en el que GC Evans, ahora jefe retirado del departamento de matemáticas de la Universidad de California y amigo de toda la vida de Sidis, patrocinó al niño en una charla sobre las figuras regulares de cuatro dimensiones. La charla habría dado crédito a un alumno de primera o segunda dimensión. estudiante de posgrado de cualquier edad, aunque todo el material que contenía era conocido en otros lugares y estaba disponible en la literatura. El tema me lo había hecho familiar EQ Adams, un compañero de mis días en Tufts. Estoy convencido de que Sidis no tenía acceso según las fuentes existentes, y que la charla representó el triunfo de los esfuerzos sin ayuda de un niño muy brillante ( Ex-Prodigy , Simon & Schuster, p. 131 - 132)".


4 Cfr. Siete mitos del fracaso por Dan Mahony: "Las investigaciones muestran que la mayoría de los niños prodigio llevan vidas productivas. Al igual que Sidis".

PDF  Mecanografiando por Bill Paton.

William James Sidis: La persona más inteligente de la historia


William James Sidis (Nueva York, 1 de abril de 1898 - Boston, 17 de julio de 1944) fue un niño prodigio estadounidense. Sus padres eran judíos de origen ucraniano. Desde niño demostró poseer sorprendentes habilidades intelectuales de memorización, especialmente en las matemáticas y en el dominio de múltiples lenguas. 

El joven William Sidis (un curioso apellido palindrómico) a los 18 meses de edad podía leer el New York Times. A los ocho años conocía ocho idiomas —además de su lengua madre, el inglés: el latín, el griego, el francés, el ruso, alemán, el hebreo, el turco y el armenio; a los siete años inventó uno, el vendergood. Aprobó el tercer curso de primaria en tres días. 

Escribió cuatro libros (dos de anatomía y dos de astronomía) entre los cuatro y los ocho años1. Antes de cumplir los ocho años, fue aceptado en el MIT (Instituto de Tecnología de Massachusetts), y después de un intento fallido a los 10 años, a los once años entró en la Universidad de Harvard, formándose como un experto en matemáticas aplicadas.

Así lo describe James Thurber: "Una tarde nevada de enero de 1910, un centenar de profesores y estudiantes avanzados de matemáticas de la Universidad de Harvard se reunieron en una sala de conferencias de Cambridge, Massachusetts, para escuchar a un orador llamado William James Sidis. Nunca antes se había dirigido a un público, y al principio se mostró avergonzado y un poco torpe. Sus oyentes tenían que prestarle mucha atención, porque hablaba con una voz baja que no se oía bien, y puntuaba su discurso con risas nerviosas y estridentes. Un mechón de pelo rubio le caía sobre la frente y unos penetrantes ojos azules asomaban desde lo que uno de los presentes describió más tarde como un rostro "pixie". El orador llevaba medias negras de terciopelo. Tenía once años",...

Su padre, Boris Sidis, médico psiquiatra y filósofo, publicó numerosos libros y artículos, y destacó principalmente en psicología anormal. Había emigrado en 1887 para huir de la persecución política en su país de origen. Era admirador y amigo del gran psicólogo William James, y bautizó a su hijo con su nombre. La familia de su madre, Sarah Mandelbaum (Licenciada en Medicina), había huido de los pogromos en 1889. 

Nunca se le realizó a William James Sidis una prueba rigurosa para evaluar su cociente intelectual en vida; sin embargo, diversas fuentes científicas, tanto modernas como contemporáneas que siguieron su vida, lo consideran la persona más inteligente de toda la historia, con un IQ aproximado de entre 250 y 300. 

Como adulto, William James Sidis llevó una vida bastante reservada y alejada del público. A pesar de su increíble inteligencia, no tuvo una vida familiar propia ni pareja. Su vida adulta estuvo marcada por la soledad y se dice que murió solo y amargado a los 46 años. Trabajó en varias ocupaciones, incluyendo matemático, antropólogo, historiador, lingüista, inventor, escritor y activista por la paz. 

Escribió el libro The Animate and the Inanimate" (leer eb PDF), publicado en 1925, en el que especuló sobre el origen de la vida en el contexto de la termodinámica. Sin embargo, evitó las matemáticas por completo más tarde en su vida, escribiendo sobre otros temas bajo varios seudónimos. 
James Thurber, un famoso humorista y caricaturista estadounidense, describió la vida de Sidis como solitaria, en un "dormitorio en el desaliñado South End de Boston". Aunque Sidis intentó mantener su vida privada alejada del escrutinio público, su soledad y amargura se hicieron evidentes a través de sus escritos y su estilo de vida.

La vida de William James Sidis alimentó la creencia de que los niños prodigios pueden fracasar durante la edad adulta y que la educación acelerada podría ser perjudicial. A pesar de su triste final, la historia de Sidis sigue siendo un testimonio de las extraordinarias capacidades humanas. 

En 1977, la psicóloga Kathleen Montour intentó convencer la comunidad científica y educativa de que la educación especial (posts) o “acelerada” no era desventajosa para el desarrollo del talento, como el caso de Sidis daba a creer. Llamó a esta creencia “la falacia de Sidis” (Sidis fallacy)

Post complementario: