(…) La globalización no es un fenómeno nuevo. Como analiza Thomas Friedman en The World is flat, en los siglos XVI y XVII se globalizaban los imperios, en el siglo XX se han globalizado las empresas, y el factor diferencial consiste en que desde finales del milenio, desde hace diez años, somos las personas las que nos estamos globalizando. Y nuevamente es una tercera revolución tecnológica la que esta provocando la transformación: la provocada por las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, de la cual Internet es la expresión más transformadora.
(…) Tres guerras europeas en menos de un siglo que culminan con la debacle de 1945 hacen replantear el modelo del estado-nación clásico y la soberanía absoluta. El proyecto de Unión Europea es quizá el modelo más innovador para dar una respuesta a las fallas de una realidad que sigue basada en el sistema estatal, pero lo innova creando nuevos espacios e interacciones superadoras del concepto tradicional de frontera. (…) Kenichi Ohmae había analizado ya en 'De los estados-nación a los estados-región' el surgimiento de nuevas realidades económicas, constituidas por hinterlands más homogéneos que en algunos casos hacían de las regiones espacios más dinámicos y en otros creaban áreas que disolvían las fronteras como azucarillos creando nuevos ámbitos de relación. (…) El Club de Roma, en un trabajo de prospectiva publicado en 1992 con el título “La primera revolución global”, analiza estas dos tendencias, una centrípeta, y otra centrífuga que se están produciendo en el mundo, y concluye diciendo: “El aparente conflicto es el resultado de la dificultad de reconciliar esas dos tendencias en el marco del actual sistema político, que está basado de manera rígida sobre el modelo de estado-nación. Lo que nos hace falta es una reformulación de los niveles apropiados para la toma de decisiones, con el objetivo de acercar todo lo posible los lugares para la toma de decisiones a aquellos que aprovechan o sufren las consecuencias de las mismas”.
(…) Los vínculos del territorio se flexibilizan y se crean redes y comunidades en las que la conexión geográfica es en algunos casos sustituida por afinidades, intereses comunes y objetivos compartidos. El concepto de pertenencia no desaparece, sino que se amplía a espacios con más grados de libertad. Es como si hubiésemos sido hasta ahora figuras planas viviendo en un espacio bidimensional dividido en líneas negras con ámbitos pintados en diferente color y de repente hubiésemos pasado a tener tres dimensiones: ahora somos cuerpos geométricos más amplios, con formas más complejas. Seguimos interactuando con ese plano que nos corta, por lo que seguimos adscritos a las identidades nacionales clásicas, pero ganamos en matices, en dimensiones. E incluso descubrimos vínculos que nos unen más allá de la pertenencia o no al mismo color sobre el plano en el que anteriormente vivíamos, y que ahora es un plano más de los infinitos que podemos considerar como parte de nosotros mismos.
(…) He estado recientemente durante medio año en una universidad estadounidense, en la que una parte importante de mi grado de relación personal e incluso profesional se había convertido en virtual. La red formaba parte de mi vida, la red creada se había convertido en parte de mi propia identidad y yo mismo vivía una cierta experiencia de desterritorialización. Por motivos académicos y profesionales había vivido en los 80 y en los 90 seis años en el extranjero. Pero el fenómeno de participación en redes referido en este libro, solo lo he podido experimentar en la vivencia de este último año. ¿Por qué? Por el desarrollo de una tecnología que permite la articulación de la red en toda su dimensión, …
(…) Dice el profesor Innerarity, considerado por Le Nouvel Observateur como uno de los veinticinco pensadores europeos más importantes del siglo XXI, en su ensayo "La sociedad invisible" que los nuevos espacios tienden a la desaparición de los centros y a la formación de redes. No se configuran ya a partir del modelo de las antiguas concentraciones, sino que empiezan a ofrecer el aspecto de una extensa malla. (…) El proceso de civilización, apunta Daniel Innerarity, posiblemente no sea más que una creación de mallas y redes más densas que van rompiendo el carácter radial, y van tejiendo algo mucho más multipolar, en lo que la incorporación de nuevos nodos (nuevas realidades) y la creación de muchas mayores conexiones de todo tipo generan la globalización.
(…) La energía de activación de los sistemas, es decir, el esfuerzo que necesita un nuevo actor para saltar la barrera de entrada competitiva en un sector o mercado, es cada vez menor. Como dice Thomas Friedman, el mundo comienza a ser plano. Esto es, más mallado de red, y menos “cuestas” y “pendientes” para países y entornos que quieren entrar en el sistema.
(…) No será sencillo. Hay temas que a priori me preocupa que no se resuelvan adecuadamente en estos nuevos entornos. Por ejemplo, la solidaridad con los más débiles,... Es un aspecto a trabajar, a construir y a articular. Hay también riesgos de integrismo,... Pero hay también grandes oportunidades. Las identidades clásicas minorizadas, los pequeños espacios culturales y lingüísticos, pueden ganar en este mundo que se crea si apuestan por la red frente al muro y si optan por ser un nodo más, con sus propias conexiones internas con los que comparten esa vivencia, a su vez abiertos a otros nodos.
(…) En la nación clásica, el riesgo de construirse frente al otro, contra la otra identidad era muy fácil. El reafirmarse frente a… podía fortalecer a los ojos de algunos la identidad propia. Sin embargo, la red exige apertura. Valgo más cuanto más conexiones tengo, cuanto más identidades de pertenencia tengo, cuanto mayor sea mi presencia en foros y realidades… En el fondo la red superadora del concepto clásico de nación facilita el que me construya con el otro en lugar de frente al otro. Y si me construyo con muchos, paso a ser nodo fuerte de una retícula que me rodea, y mi propia identidad se fortalece. Compartir me hace fuerte y aislarme me debilita. (…) Todo apunta a que el horizonte reticular, quizá postnacional, en el que los planos de las identidades y las interrelaciones sean múltiples y complejas, empieza a esbozarse. (…) Las guerras religiosas en occidente desaparecieron y ello no significa que nadie haya tenido que renunciar a la religión. ¿Podrá un mundo en red colaborar a superar los conflictos nacionales sin que nadie se vea obligado a renunciar a una identidad y sin que nadie tenga que imponer ninguna? No imponer – no impedir puede ser un logo que acompañe a un mundo en red. Es todo un desafío.