Este ha sido el verano de las casas vacías en las costas, de la búsqueda de un wifi abierto o un 3G válido, de las conversaciones sobre economía y de las cenas con amigos comiendo berenjenas.
Este ha sido el verano de los smartphones y de las tablets, que han arrinconado a los portátiles.
Este ha sido el verano de los parkings convertidos en campings junto a las playas.
Este ha sido el verano de las tarteras y neveras para pasar todo el día en la playa, con la comida traída de casa y los chiringuitos casi exclusivamente reservados para los turistas extranjeros.
Este ha sido el verano de calor y de gasolinas al alza.
Este ha sido el verano más, el del año 2012, un verano donde aprender y donde decidir qué haremos en el otoño que se avecina.
Este ha sido el verano de vida, de familia, de mercadillos y de ferias, y -como todos los vernos- de bellos recuerdos y dulces esperanzas.
Este ha sido el verano de sentirnos, eternos por momentos, y hacer planes a cinco y a diez años,... ¡Ah, plácidos y fugaces sueños de juveniles utopías de inmortalidad, como si la felicidad y la vida fuesen imperecederas!
Este ha sido el verano de los smartphones y de las tablets, que han arrinconado a los portátiles.
Este ha sido el verano de los parkings convertidos en campings junto a las playas.
Este ha sido el verano de las tarteras y neveras para pasar todo el día en la playa, con la comida traída de casa y los chiringuitos casi exclusivamente reservados para los turistas extranjeros.
Este ha sido el verano de calor y de gasolinas al alza.
Este ha sido el verano más, el del año 2012, un verano donde aprender y donde decidir qué haremos en el otoño que se avecina.
Este ha sido el verano de vida, de familia, de mercadillos y de ferias, y -como todos los vernos- de bellos recuerdos y dulces esperanzas.
Este ha sido el verano de sentirnos, eternos por momentos, y hacer planes a cinco y a diez años,... ¡Ah, plácidos y fugaces sueños de juveniles utopías de inmortalidad, como si la felicidad y la vida fuesen imperecederas!