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La educación sentimental

En nuestros días se desconoce casi todo de esta materia, ni siquiera la insigne obra de Flaubert es reconocida.

Es indudable la mejoría de la formación de nuestra juventud, tanto en lo referente al desarrollo de la inteligencia cognitiva, como –también, aunque en menor grado- de la inteligencia emocional. Pero la “educación en valores”, y particularmente la “educación sentimental” son un déficit para el pleno desarrollo personal y colectivo de la generaciones futuras.

Con ánimo educativo y sin pretensiones de categorizar, se relacionan algunos consejos que se han demostrado útiles para orientar a jóvenes con incertidumbres y pesares en tan sensible problemática, que a veces conduce a la infelicidad de una vida solitaria o mal acompañada. El método nemotécnico podríamos denominarlo “CEDA”, por las iniciales de los verbos implicados.

Comprometerse. La búsqueda de una pareja exige decisión y empeño. Lo primero es determinar si se busca “un ligue” o un compromiso mayor. Es exigible que las dos partes tengan el mismo propósito. Este esquema se orienta más hacia quienes desean y pretenden un compromiso estable y duradero. Esta etapa es esencial, pero a menudo se olvida y luego es fuente de desengaño.

Elegir. Es preciso comprender que escoger una potencial pareja no es lo mismo que tomar parte en un jurado de “Miss o de Mister”. No se trata de buscar la candidatura óptima… para no se sabe quién. Escoger bien es hallar alguien que te convenga,… y que tú le convengas a esa persona. Porque alguien que te “conviene a ti” debe ser alguien a quien “tú también convengas”. Repetimos: Si tú no le convienes a esa persona, esa persona no te conviene a ti. Puede parecer muy prosaico, pero éste es el quid de una buena selección. El objetivo es encontrar una pareja que se hagan y se sientan bien mutuamente.

Declinar. Todo lo anterior resultaría insuficiente si no aseguramos nuestra capacidad de rechazar opciones que no cumplan con generosidad y rigor lo planteado anteriormente. Hay que aprender a romper lo que no ha empezado bien, o lo que empeora. La gente cambia, es cierto, pero una relación con dificultades de entendimiento o compromiso desequilibrado con el tiempo suele ir… a peor. Sólo desde un análisis frío, incorporando opiniones de quienes nos quieren incondicionalmente (como la familia), y desde la libertad de poder romper… se puede dar el último paso…

Aceptar. Que es mucho más que decir “SÍ” en un momento; es aceptarse y disfrutarse de cómo sois ambos, y aceptar que podéis amaros aún más. No sólo hay que aceptar las diferencias que puedan existir, también hay que adorarlas desde ambos lados. Significa apostar por la pareja, por encima de uno mismo. Hacer que la primera dicha buscada no sea la tuya, sino la de tu cónyuge. Aceptar significa pensar en el medio y largo plazo, no en lo inmediato. Aceptar es amar, profundamente y para siempre. Aceptar el amor es… asumir la vida y descubrir la felicidad.

Versión para imprimir: mikel.agirregabiria.net/2007/edusentimental.DOC

Poesía en un blog: Dime por qué no.

Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.

Es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.

Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero parasismo,
enfermedad que crece si es curada.

Éste es el niño Amor, éste es tu abismo:
mirad cuál amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo.


Definición del amor de Francisco de Quevedo.

Xabiertxo: Cartilla escolar en euskera

Entre otros varios, aprecio mucho esta Enciclopedia para enseñar a los niños a leer en euskara (Umiei euskaraz irakurtzen erakusteko idaztia).

Publicada en 1967. Autor: LOPEZ - MENDIZABAL' dar IXAKA'k.

Detalle y traducción de la primera lección:

Dios (Jaungoikoa) es el autor de todas las cosas. Él hizo la Tierra, el Sol, la Luna y todas las estrellas...
... Debemos amar de todo corazón a Dios.

Homenaje a Neil Postman (1931-2003)

Algunas de sus citas:
"Hemos olvidado que al lado de la oscura visión de Orwell (1984), hubo otra –un poco más antigua, un poco menos conocida pero igualmente estremecedora– : El Mundo Feliz de Aldous Huxley. Al contrario de lo que se cree, incluso entre gente ilustrada, Huxley y Orwell no profetizaron la misma cosa. Orwell advierte que sobrevendrá sobre nosotros una opresión impuesta externamente. Mientras que en la visión de Huxley, ningún Gran Hermano será necesario para privar a la gente de su historia, madurez y autonomía. Tal y como él lo vio, la gente llegará a amar su opresión, a adorar las tecnologías que deshacen sus capacidades para pensar" (en su obra 'Divertirse hasta morir').
"La inclusión de la televisión en los espacios de la vida privada alterará nuestra compresión de la esfera política, modificará nuestro entendimiento de las relaciones sociales e incluso inducirá un cambio en la manera en la que percibimos la realidad."
"Estados Unidos y el Occidente se han convertido en una “tecnópolis”: un estado donde la cultura busca su fundamento en la tecnología, halla la satisfacción en la tecnología y acepta órdenes de la tecnología
".

Pensar, amar y hacer

"Queremos educar a nuestro alumnado para sean personas que sepan utilizar la cabeza, el corazón y las manos".
Escuchado a un educador...
Mikel Agirregabiria

Aprendiendo lo principal

Cada mañana, justo al despertar, repaso estas verdades, que me enseñan a vivir y me dicen cómo amar.

Hoy proseguiré mi tarea de aprender a existir, porque cada día siento que estoy aprendiendo. Estoy aprendiendo que no puedo obligar a nadie a que me ame, pero puedo convertirme en alguien a quien se puede amar. Estoy aprendiendo que puedo llegar mucho más lejos de lo que creí posible. Estoy aprendiendo que, aunque mis antecedentes y circunstancias me han condicionado, ahora sólo yo soy el responsable de lo que llegaré a ser,… Estoy aprendiendo que cuando soy honesto conmigo mismo, llego más lejos en la vida...

Estoy aprendiendo que es más satisfactorio reflexionar que apresurarse, aunque sea mucho más fácil reaccionar que pensar. Estoy aprendiendo que soy el único responsable de mis actos, cualquiera que sea el sentimiento que me embargue cuando los ejecute. Estoy aprendiendo que si no controlo mis emociones, ellas me dominarán. Estoy aprendiendo a ser más fuerte que mi dolor, y que el mundo no se detiene por mi duelo. Estoy aprendiendo que hay momentos en los que tengo el derecho de estar enojado, mas el derecho de hacer daño jamás.

Estoy aprendiendo que lo que verdaderamente cuenta en la vida no son las cosas que poseo, sino las personas que encuentro a mi alrededor. Estoy aprendiendo a ser generoso, porque hay cosas que puedo hacer en un instante y que pueden ocasionar dolor toda una vida, a mí y a los demás,... Estoy aprendiendo que se requieren años para construir la confianza y que bastan segundos para perderla.

Estoy aprendiendo que el dinero es un pésimo indicador del valor de algo o de alguien. Estoy aprendiendo que el verdadero amor y la verdadera mistad, continúan creciendo a pesar del tiempo y de la distancia. Estoy aprendiendo que dos personas pueden mirar la misma cosa y ver algo totalmente diferente. Estoy aprendiendo que tanto el escribir como el hablar, alivia las penas compartidas. Estoy aprendiendo que aunque la palabra amor pueda tener diferentes significados, pierde su valor cuando se utiliza con ligereza,...

Estoy aprendiendo que no he de compararme con lo mejor que hacen los demás, sino con lo máximo que puedo hacer yo. Estoy aprendiendo que lo más importante no es lo que me acontece, sino cómo respondo a lo que me sucede. Estoy aprendiendo que los héroes son quienes hacen aquello de lo que están convencidos. Estoy aprendiendo que es importante practicar para convertirme en la persona que quiero ser. Estoy aprendiendo que, sin duda alguna, necesitaré seguir aprendiendo...

Versión para imprimir en: mikel.agirregabiria.net/2007/aprendiendo.DOC

Única opción de lógica contradicción

Vivimos sin vivir, muriendo por no morir, un tragicómico claroscuro de amor-odio, donde todo es lo contrario de sí mismo.

La realidad virtual de este mundo inmundo, oculta un agudo sarcasmo bajo un aparente absurdo. Es algo nuevo y redundante, descrito por clásicos modernos con santos malditos, filósofos ignorantes, honorables villanos, cobardes matadores, reclusos en libertad, mártires crueles, leales traidores y rendidos victoriosos.

Este hielo abrasador, fuego helado que duele y no se siente, breve descanso muy cansado, es soñado bien y mal presente. Es un descuido de cuidado, un andar solitario entre la gente, libertad encarcelada, enfermedad que crece si es curada, un amar solamente ser amado. Un agridulce mundo así, de vista ciega y gentil descortesía tiernamente hiere la luz oscura, la música callada, la gloria triste, la vida muerta donde lo fugitivo perdura.

Nos inculcaron arquetipos híbridos como amor libre, discriminación positiva, lógica borrosa, cuadratura del círculo, estabilidad dinámica, apuesta segura, actuar con naturalidad, ambigüedad explícita, crecimiento negativo, caos controlado, club de solitarios, creencias científicas, cambio constante, aldea global, agricultura ecológica, comida basura,…

Primero fue la publicidad fiable, el espejismo real del pequeño milagro: Lujo imprescindible, nuevo y mejorado, estimación precisa, préstamo sin interés, ahorrar comprando, déficit cero, inversión segura, riesgo calculado y accidente premeditado, lavado en seco, café descafeinado, alarma muda, conservantes naturales, copia original, chocolate blanco de peso ligero, y para inyección letal estéril aguja.

Luego, el modelo plagiado de cultura de masas, espectacularmente aburrida, de intimidad compartida, espontaneidad calculada, improvisación pautada para perfectos idiotas, que en orden aleatorio siguen la línea discontinua de una organización caótica. El menos es más, la opulenta miseria de millonario arruinado, el éxito parcial del eterno presente, la emergencia rutinaria, el fanatismo cultural, la fantasía real, el realismo mágico de resultados iniciales, resumen detallado, porción completa de una realidad mística en silencio cacofónico de banalidad profunda.

Siguió la política privada, el rumor fidedigno, tregua permanente, calma tensa, suspensión indefinida, casi segura, principio del fin, paranoia justificada, pacto sin compromiso, paradas continuas, simples complicación de solución aproximada, el desacuerdo unánime, golpe institucional, derecha siniestra en una monarquía moderna de soberanía limitada.

Después, las medias verdades: Fuerza de paz, invasión humanitaria, guerra santa, ataque defensivo, ofensiva preventiva, armas inteligentes, destrucción creativa, ejército pacificador, fuego amigo, dulces derrotas, juegos de guerra, peligros controlados, desastres menores, y el yugo liberador de una paz armada.

Finalmente, la verdad relativa, la violación consentida de una moral flexible con opción obligatoria, plan espontáneo de opinión objetiva, la vida extinta en la historia del futuro, del hoy es el mañana para encontrarnos perdidos… en un secreto compartido de esperar lo imprevisto, de la versión definitiva de mudanza constante, semiprecioso zig-zag de simplicidad kafkiana vagamente consciente del nunca generalices.

Solos entre la multitud, soñamos despiertos las noches blancas de los recuerdos olvidados, medio muertos y medio enterrados. Para romper con cuidado esta atronadora mudez seamos pacientes ansiosos, pacíficos furiosos, tímidos arrogantes de graciosa torpeza, llena de vacíos repletos de tolerancia cero. Apresúrate despacio, calla y responde: ¿Prohibido prohibir la utopía viable?

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La tercera facultad humana

¿Por qué nos sugieren que hay tres misiones que cumplir en la vida, escribir un libro, plantar un árbol y tener un hijo?

Los seres humanos somos complejos y ambiciosos. Ansiamos mucho de una corta vida. Quizá, porque sabemos que estamos dotados de varios y poderosos talentos. El primero es la capacidad de pensar, potencia de la estamos especialmente orgullosos. Somos animales “racionales”, porque estamos dotados de inteligencia. Es algo único en la naturaleza y ha permitido a la especie humana un desarrollo sin parangón.

La segunda aptitud es igualmente exclusiva: la fuerza de amar. El afecto, la amistad, la ternura, la pasión nos convierte en gigantes espirituales, en seres que desean amar y ser amados, un exclusivo don místico que nos proyecta por encima de lo físico y de lo material, que recrea nuestras vidas y nos alza hacia el cielo.

El corto y reciente tramo feliz de la Historia de la Humanidad arranca cuando la Razón comienza a imperar en la ciencia, en la filosofía y en la política. Incluso, siendo optimistas, podríamos llegar a creer que vislumbramos una nueva etapa histórica de fraternidad, de solidaridad y de justicia si el Amor estuviese presente en todos nuestros objetivos y actos.

Existe una tercera potestad inigualable. Quizá crecientemente olvidada en nuestra vanidosa civilización, especialmente en las clases sociales más frívolas, seguramente por quiénes son sus mejores intérpretes. Esta potencia humana nos dota de una dimensión inigualable, proyectando nuestra existencia más allá del tiempo y del espacio. Este máximo poder que nos asegura la continuidad, la ubicuidad y la eternidad es… la maternidad o la paternidad, en todas sus formas, incluida la docencia, que crean y transmiten a nuestros descendientes todo nuestro legado genético, educativo y cultural para su perpetuación y perfección.

Según Víctor Hugo, cada uno de nosotros posee en sí tres centros para cumplir su función terrenal: el cerebro, el corazón y el vientre. Cada uno de estos centros es augusto para una gran función: pensamiento, amor y concepción. Son tres poderes con muchas semejantes: son dolorosos inicialmente, cuesta aprender, amar y procrear; infinitamente gozosos cuando se descubre la alegría que encierran; y son irreversibles porque marcan nuestro destino definitivo. Sólo con el desarrollo de estas tres posibilidades, al máximo posible, humanizaremos nuestra realidad y nuestro futuro.

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El secreto de la felicidad: Tómate tu tiempo

El desdichado dedica su tiempo a pensar si se es o no feliz. Para evitarlo, tómate tu tiempo en…

Reír… Es la música del alma.
Leer… Es la fuente del saber.
Pensar… Es la llave del éxito.
Soñar… Es el aliento de la felicidad.
Jugar… Es la inocencia de la infancia.
Llorar… Es el signo de un gran corazón.
Escuchar… Es la fuerza de la inteligencia.
Amar… Es el secreto de la eterna juventud.
Tómate tu tiempo en vivir… pues el tiempo pasa rápido… y no vuelve jamás.

Versión para imprimir en: mikel.agirregabiria.net/2006/tutiempo.doc

El rapto recíproco

¿Seguimos enamorados o lo dejamos? Mucho se ha escrito de las separaciones matrimoniales, pero la ruptura de un noviazgo largo también suele resultar muy dura.

Las personas maduras e inteligentes, mujeres y hombres enamorados, saben que el noviazgo es una etapa destinada a conocer lo que es vivir con (y en) pareja. Es una etapa de prueba que concluye con un compromiso mayor o con la separación de los dos implicados en el proceso. Durante esta fase ambos aprenden a mutuamente conocerse mejor. Para ello, cada uno debe observar cómo responde ante un reto que exige superar el individualismo y que requiere entrega para ceder ante la otra persona en todo aquello, y será mucho, sobre lo que no opinen exactamente igual. En un amor verdadero nunca hay una persona que manda y otra que acata; son dos seres humanos que obedecen y siguen las mismas pautas que dicta una única pasión.

Hay algunas razones de peso para disolver una relación de noviazgo, si parece que no va bien. Si alguien no se separa de la persona equivocada, nunca tendrá la oportunidad de conocer a quien sí le podrá hacer feliz. Aparte de los motivos obvios (signos por ínfimos que sean de violencia, tendencia a la infidelidad,…), dos son los casos de alejamiento inmediato: Una insalvable diferencia de visión sobre el futuro a compartir; o la inmadurez de quien no sabe “lo que quiere”, porque nunca merecerá lo que tenga. Cuando no hay sintonía, la peor solución es confiar en que la otra persona cambiará: Primero, porque es más probable que le toque la lotería; segundo, porque si cambia, lo más previsible es que sea ella quien cambie de pareja; y tercero, porque cuando hay cambios del noviazgo al matrimonio, predominan los cambios… a peor.

En definitiva, si una relación no hace crecer a ambos, si no les hace mucho más dichosos, si no les hace superarse, mejorarse y quererse cada día más,… es absurdo aferrarse al dolor de un error de consecuencias crecientes. Por último, dejarlo no indica que ninguna de las personas sean inadecuadas para la vida en pareja; solamente lo son con ese partenaire. Sólo cuando una persona escoge reiteradamente parejas desacertadas, debe plantearse qué y cómo busca para dar de continuo con quienes resultan inapropiados.

También son muchas e importantes las razones para luchar por una relación, pero sólo si existe un amor mutuo capaz de superar cualquier otra dificultad desde el respeto para el encaje y la complementación. Las ventajas de amar son infinitas y nos descubren qué amor es verdadero: Sólo aquél que simplifica, alegra y estimula la vida, deshaciendo problemas y generando oportunidades. Son falsos amores los destructivos. Un genuino cariño crea, ilusiona y facilita su impagable desarrollo.

Buen indicador de estabilidad y acierto suele ser el dinamismo de un proceso de secuestro bilateral, nunca inmediato ni instantáneo, que no deja resquicios a la duda sobre el acierto. Las palabras “Te quiero” surgen con certidumbre de los labios de una pareja con la que comprometerse de por vida. Al principio con timidez; luego cada día, cada encuentro, cada mañana, cada tarde, cada noche,…
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Versión final en: mikel.agirregabiria.net/2006/seguimos.htm

Belleza a la que amar

No comprendo cómo se puede pasar junto a un árbol y no ser feliz de verlo; hablar con una persona y no ser feliz de amarla. Y cuántas cosas hermosas hay a cada paso: mirad la infancia, mirad la aurora de Dios, mirad los ojos que os miran y os aman.

Fiódor Dostoyevski

Nacidos humanos

Cada recién nacido nos recuerda lo más esencial: para qué nacimos y que pronto o tarde moriremos.

No nacimos para explotarnos los unos a los otros, ni para odiarnos, ni para dominar o ser sometidos. Tampoco nacimos para triunfar, si ello supone la derrota de otros. No nacimos para perder, ni para sufrir, ni para ser esclavos de una forma u otra. Nacimos para ser libres, para ser justos, para ser solidarios, para ser felices.

Nosotros, todos, de un color u otro, de un continente u otro, somos personas, seres nacidos para compartir, para crear, para creer, para crecer, para aprender, para leer y para escribir, para trabajar, para sentir, para cantar, para bailar, para salvarnos, juntos, unidos,…

Nacimos necesitados de cuidados y destinados a cuidar. Nacimos indefensos, de una madre y de un padre, con el instinto de cuidar a los más pequeños, a los más débiles, para considerarnos como hermanos. Nacimos como seres sociales, para convivir mancomunados, para apoyarnos los unos en los otros, para compartir alegrías y para sobrellevar penas, para solucionar mejor nuestros problemas.

Nacimos para la alegría, para la gloria, para ser amigos, para enamorarnos, para perpetuarnos,… Somos seres nacidos con mente para pensar, con manos para contribuir, con corazón para amar, con cuerpo para gozar y con espíritu para que, cuando llegue la hora final, podamos decir: he vivido y mi vida ha tenido sentido.
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Versión final en: mikel.agirregabiria.net/2006/nacidos.htm

Un día perdido

Veloz el tiempo corre y queda sólo el pesar de haberlo mal perdido.

Un día perdido es un día irrecuperable. De todo lo que hemos perdido, lo que más añoramos es el tiempo perdido. Napoleón creía que “Podemos recuperar el terreno perdido. El tiempo perdido, no”. Otros matizan más: Dinero perdido, nada perdido; tiempo perdido, algo perdido; corazón perdido, todo perdido.

Un día perdido es un día sin pasear, sin jugar, sin pintar, sin estudiar, sin aprender, sin leer, sin escribir,… pero sobre todo es un día sin amar. El día más irremediablemente perdido es aquel en que no nos hemos reído, o ni siquiera sonreído. Peor aún es el día que no hemos logrado que otros sonrían, o rían, o lean, o aprendan,… con nosotros.

Esos son los días más perdidos. Aquéllos en que no hemos amado o ayudado a nadie. Cayo Suetonio atribuyó al Emperador Tito la siguiente frase: “¡Amigos, he aquí un día perdido para mí!”. Palabras pronunciadas cierta noche, cuando advirtió que no había realizado ninguna buena obra. Lo no hecho cada día, es lo irremisiblemente perdido. También lo diferido, es medio perdido.

Hemos perdido demasiado tiempo, pero no sabemos cuál exactamente. La sabiduría considera que no es tiempo perdido el dedicado al trabajo, aunque éste parezca modesto e intrascendente. Tampoco es tiempo perdido el empleado en escuchar con humildad. Menos perdido aún es el día en el que hayamos fallado; al contrario, es enriquecedor pues el fracaso siempre acaece preñado de enseñanza.

Los verdaderos paraísos son los que hemos perdido, y esos paraísos perdidos sólo están en nosotros mismos. Luego están a nuestro alcance los paraísos genuinos. Recuperemos el tiempo perdido. Que no sea hoy un día perdido. Todavía estamos a tiempo de sonreír y de lograr que otros sonrían.
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Versión final en: mikel.agirregabiria.net/2006/perdido.htm

Amor correspondido


El amor no correspondido es el más extendido y duradero, pero es superable, olvidable y sustituible por un amor recíproco.

Todo el secreto de la felicidad se basa en la elección justa de los amores, soslayando los no correspondidos y apostando fuerte por los amores que funcionan, en la pareja, en la amistad, en la profesión, en la vocación, en la vida,... El amor, en su mayor parte y en su fase preliminar, es amor no correspondido: Amor hacia una persona que no nos recompensa, amor hacia una labor no agradecida, amor hacia una afición que no progresa, amor hacia un destino que no avanza,…


Comprendamos que es el amor, o el odio, lo que mueve el mundo. Elijamos el amor, el amor correspondido, consumado y fructífero. Según Erich Fromm, hay varias formas de amor: maternal, fraternal, erótico, el amor a sí mismo y el amor a Dios. Los dos primeros penden de la suerte familiar de cada uno de nosotros; que los demás sean correspondidos depende de nosotros mismos.

Porque el amor no es esencialmente una relación con una persona específica, sino una actitud de quien ama, de quien por sí mismo dispone y ejerce la fabulosa capacidad de amar. Amar no es establecer una correspondencia bidireccional, sino proyectar el amor hacia alguien (o algo). La persona amada, o el objetivo del amor, puede responder o no. Si algo no funciona del todo, no esperemos que el tiempo lo cure porque la vida es breve. Tampoco caigamos en un enamoramiento pleno con quien no esté igualmente embelesado.

Pero el desamor no siempre debe ser devuelto, aunque quizá sea mejor así con respecto a una persona que definitivamente rechaza nuestro ofrecimiento de amor. Cuando no hay solución, recordemos la vieja técnica del OSO Necio: Obtener; si falla Sustituir; y en caso negativo Olvidar, sino queremos actuar como Necios. Otros afanes, casi todos como los profesionales o las amistades, pueden ser vencidos con tesón y coraje cuando lo deseado merece el empeño.

El esplendor del amor se alcanza con un amor correspondido, que siempre es posible. Para volar alto se necesita un corazón entero – respirando sincronizado con otro corazón- y dos alas, la del amor ofrecido y la del amor recibido. Por eso, cuando el amor nos responde y corresponde, sólo hay que reactivarlo y revivirlo día a día con pasión consciente y sentida. No dejemos apagar nunca un amor recíproco, porque el amor siempre puede crecer, un poco más, mucho más, hasta el infinito y aún más. Se puede estar eternamente enamorado… y correspondido.

La revolución de la ternura

La última revolución habrá de ser de ternura para comprender las diferencias y hallar el camino hacia una singularidad convivida en la abundancia de la multiplicidad.

Pablo Neruda citó, hablando del poeta Mayakovski, el invento de una alianza indestructible entre la revolución y la ternura. También Víctor Hugo sugirió que “la indignación y la ternura constituyen la misma facultad vuelta en los dos sentidos de la dolorosa esclavitud humana; y quienes son capaces de encolerizarse son también capaces de amar”. El mismo Ernesto "Ché" Guevara señaló que “a veces debemos endurecernos, pero jamás debemos olvidarnos de la ternura”. Antes se decía que una mujer sin ternura era una monstruosidad, todavía más que un hombre sin coraje; ahora, hemos de considerar que toda persona sin coraje y sin ternura es alguien truncado.

Lo cierto es que la ternura aunque soterrada, se halla por doquier. Jacques Brel, el trovador de la ternura, cantaba “Cuando sabemos dar la ternura y también sabemos recibirla, nos damos cuenta que se halla presente todas partes: en un perro, en un amigo o en una desconocida”. Hay una ternura infinita en todos los corazones humanos como en una noche llena de estrellas.

Aún los más centenarios y gigantes árboles, los que inspiran solidez, altura y firmeza, se rodean de una tierna corteza donde los amantes graban sus nombres y amores para la posteridad. La ternura nos hace vulnerables, nos convierte en humanos, y nos eleva a la categoría de ángeles mortales. Tenemos la misma edad que nuestra ternura. Nuestro desgaste de ternura no es más que amor sin utilizar, porque el amor crea ternura… que sobrevive al amor. La ternura es esa realidad que consigue superar al ensueño de la utopía.

Hay ternuras de todas clases. Todas, menos las ternuras postizas, son válidas. Un niño describió la ternura como una luz y un calor que permanece en nuestro corazón aunque afuera esté lloviendo. Por ello, la ternura infantil es la más entrañable, pero en la mirada de una mujer alcanza la ternura su expresión suprema. Aunque jamás en la vida encontraremos ternura mejor, más profunda, más desinteresada, ni más verdadera que la de una madre. Nunca agradecemos lo suficiente a las mujeres del mundo, por mantener algo de ternura y sensatez en nuestras infancias, en nuestros juegos y en nuestra existencia a lo largo de la historia.

La ternura es el reposo de la pasión, eso que convierte la existencia de la otra persona en nuestra segunda piel. Por ello, cuando se expresa la ternura, se expresa en plural. El escritor de la ternura, Jacques Salomé, cree que la ternura no es un estado permanente, sino un descubrimiento perpetuo que cada uno de nosotros podemos hacer, no a través de la fragilidad de las apariencias o la rutina de las costumbres, sino en una vivencia consciente y completa del presente. La ternura no nace de lo imposible, sino que engendra vitalmente lo posible.

Nada es pequeño para la ternura. Aquellos que esperan las grandes ocasiones para probar su ternura,… no saben amar. Si sólo por el sufrimiento se alcanza la grandeza, sólo por la ternura se descubre los grandes amores. Ternura es una palabra o un silencio convertido en ofrenda... para quien sabe escucharlo con confianza. Saber escuchar con tolerancia es otra de las mejores manifestaciones de la ternura. Una risa sin fronteras, un ligero roce y una caricia que hace temblar el suelo bajo nuestros pies,… son cumplidos reflejos de la ternura.

La ternura reencontrada es igual que unas gafas graduadas, destinadas a corregir nuestra prosaica visión de la vida. Cuando la muerte, la gran reconciliadora, llega a nosotros, nunca nos arrepentimos de nuestra ternura, sino de nuestra severidad. Nadie puede llamarse feliz hasta que haya aprendido a cultivar la alegría, la estima, la ternura y la buena voluntad hasta el punto de hallarse determinado a ser feliz todos los días, haciendo felices a los otros.

Todos buscamos ternura natural de forma desesperada. Jacques Brel lo cantó “Somos como barcos partiendo todos juntos en la pesca de la ternura”. Y recuerda: La ternura no pide nada, no espera nada, se basta a sí misma. Jamás hay que prestar la ternura; hay que obsequiarla, si no, duele demasiado.
 Versión final en: http://www.agirregabiria.net/mikel/2006/ternura.htm
Post reparado en 2021, sustituyendo el vídeo final.

Urgente: gente inocente

Aprendamos a descubrir y a reconocer a esas personas tiernas, intensas y emotivas, gigantes en inocencia, una cualidad en retroceso y en peligro de extinción.

La inocencia es algo más que sencillez, bastante más que ingenuidad y mucho más que puerilidad. La inocencia jamás es afectación, tampoco sensiblería, nunca debilidad. La inocencia no exige inteligencia, no requiere formación, no precisa recursos, no se expresa con palabras, no necesita explicaciones, porque nace de lo profundo de cada alma, donde anida desde que nacemos. La inocencia es más que una virtud, más que una condición, más que una vocación, más que una ilusión.

La inocencia es una trayectoria, un destino, una deontología, una potencialidad, una pasión, una ideología, una convicción, una conducta, una bendición. La inocencia es candor, naturalidad, espontaneidad y pureza, el primigenio estado óptimo del ser humano. La inocencia subyace innata en el fondo del corazón, y sobrevive si no se pervierte al velarse con la amarga realidad.

La inocencia es el juego de la existencia y un sinónimo de la gran libertad. La inocencia es la materia original de la que fuimos hechos. La inocencia es consubstancial a la más hermosa y suprema dignidad. La inocencia es la vida, es la verdad; la inocencia es la “verdad de la vida”. La inocencia es inherente a la naturaleza humana. La inocencia es el sustrato del que estamos hechos, nuestra original y primera piel. La inocencia es la superioridad del más débil. La inocencia es la primera forma de amor. La inocencia es belleza. La inocencia es, ante todo, felicidad.

La inocencia no es inconsciencia, ni ignorancia, sino ver, saber y comprender mucho mejor la vida. La inocencia es la huella más pura del conocimiento. La inocencia es la visión limpia y auténtica del mundo y de sus habitantes. La inocencia es amar a quienes tenemos cerca porque son necesarios, únicos y sagrados. La inocencia es un estado del alma limpia de culpa. A la inocencia la dicen locura, quienes perdieron su cordura, porque la inocencia es madre de la curiosidad, de la creatividad, de la solidaridad, de la alegría.

Es común la nostalgia de la inocencia, pero es mejor saber que la inocencia es recuperable. La infancia es la época de la inocencia, pero quieren acortarnos la niñez, y con ello la inocencia. La inocencia es la marca de los grandes, el atributo de los niños y de esas antorchas humanas que algunos toscamente designan como “Síndrome de Down”. Ellos fueron bautizados, mucho antes, por alguien muy superior, como los más nobles, perfectos e insuperables inocentes. Sólo ellos conocen las claves. Si comprendiéramos sus códigos de inocencia, hallaríamos el camino de vuelta al paraíso de la inocencia, del juego y del recreo.

La inocencia es un territorio a ocupar, a invadir de modo permanente. La inocencia es la utopía acurrucada entre nuestros brazos. La inocencia es un ideal factible, que podemos creer, crear y propagar. La inocencia es instinto transformador, poderoso, necesario, aplicable, oportuno. La inocencia ilumina, actúa sin calcular, sin esperar, sin desesperar, sin dejar de perdonar. La inocencia es empezar de nuevo. La inocencia es una irrenunciable actitud de esperanza, de reafirmación ante el mundo, de rebeldía ante la injusticia. Ojalá que en el futuro a nadie, jamás, le sea usurpada nuestra primera naturaleza: la inocencia.

La inocencia es un tesoro a preservar, porque se agotan sus reservas mundiales. La historia ha degollado a demasiados inocentes. Hay que hacer algo: Comprendamos que todos somos presuntos inocentes. Ha llegado la hora de declararnos culpables de inocencia. Recordemos que la fuerza más poderosa de todas es un corazón inocente. Ya nadie sufrirá el trágico fin de la inocencia, que es eludible. Sólo los dotados de un corazón inocente merecen habitar la tierra. Para la supervivencia es necesario que el universo se cubra, por fin, de inocentes.

¿Conoces a Joe Black?

Un carismático personaje con quien algún día nos tropezaremos y cuyo seguro encuentro convendría que iluminase nuestra existencia.

Esta película de 1998, dirigida por Martin Brest, relata la jubilación de Bill Parrish (Anthony Hopkins), un magnate de las comunicaciones. Fuera del planificado programa, por esas fechas recibe la visita de un inefable personaje, Joe Black (Brad Pitt), quien viene a llevarle de este mundo. La trama retrasa la hora suprema del empresario, al surgir el amor entre este curioso invitado y Susan (Claire Forlani), una hija del anfitrión. El relato deriva hacia las vivencias de Joe Black, al tomarse unas vacaciones terrenales para experimentar las percepciones, sensaciones, alegrías y penurias que vivimos los seres humanos.

Lo más memorable de la historia es el peculiar pacto suscrito con Joe Black (una vaga representación de la muerte) por Parrish, y cómo afronta serenamente sus últimas jornadas. El guión, quizá insuficientemente apurado, obvia un planteamiento definido sobre la trascendente dimensión humana, o si cabe esperar algo en el más allá. Con ello evita entrar en opciones de fe, y se concentra en la peculiar circunstancia de una persona que tiene la plena y secreta certeza de morir en breve.

Este preludio del fin de nuestros días es algo que todos estamos viviendo, con más o menos lucidez según la edad y el entendimiento, casi siempre con incertidumbre sobre la cercanía o lejanía del momento final. El multimillonario Parrish, con su inmenso poder e incalculable fortuna no es una figura a la podamos equipararnos con facilidad, pero su postrera clarividencia marca una pauta vital que podríamos asumir.

Seguramente cambiaríamos mucho si, a partir de esta fábula, pudiéramos imaginar que un Joe Black está observando toda nuestra dedicación, otorgándonos unos días adicionales de vida, hasta que nos ponga la mano en el hombro y diga: "Es la hora". Cuánta vanidad efímera, jactancia fatua, oportunismo ridículo, avaricia fútil, ambición necia, odio estéril, violencia infame,… desaparecerían de súbito y para siempre de la faz de la tierra.

La muerte sólo será triste para los que nunca hayan pensado en ella. Nosotros todavía estamos a tiempo de ser recordados por lo esforzados, generosos y nobles que podemos ser, y por todo lo que aún podemos construir, solucionar, animar, ayudar, amar, legar,... Sólo así la muerte, cuando llegue, será una victoria sublime al alcance de cualquiera.

Versión final en: http://mikel.agirregabiria.net/2006/joe.htm

Enamorados: En amor a dos

Las personas enamoradas nacen por segunda vez. Quizá por ello, sólo las almas enamoradas son dichosas.

El día de los enamorados conmemora a San Valentín, obispo que defendió el matrimonio cuando Claudio II lo prohibió a los soldados profesionales al peligrar el Imperio Romano. San Valentín siguió bendiciendo las uniones en secreto, hasta ser encarcelado. Uno de sus carceleros, reconociendo su bondad, le pidió que educara a su hija ciega. Ella recobró la vista y se enamoró del Santo, quien envió una nota de adiós a su discípula antes de ser ejecutado el 14 de Febrero de 269.

Las actuales tarjetas también expresan un amor incondicional. Amor, amor con mayúscula, esa clase de pasión que ningún otro afecto puede superar. Por ello, se habla de estar enamorado como un loco, y se quiere decir como un… tonto. Así el primer deber de los enamorados es ponerse en ridículo, al pretender ser más amables de lo que es posible. Pero los enamorados se olvidan de que el mundo los observa (con envidia), dado que ambos enamorados no ven -de todo el entorno- sino a sí mismos.

El genial Shakespeare supuso que “el amor es ciego y los enamorados no pueden ver las graciosas locuras que cometen”. Por eso, se dice que los enamorados no ven, que la pasión les ofusca; pero muchos creemos que son los demás quienes no comprenden nada porque les apaga la indiferencia. Los seres humanos, cuando amamos, ponemos en el amor algo divino. Y ese amor se reduplica, se propaga y alcanza a quienes están cerca de cualquier enamorado, que son la más sólida alegría.

Para escribir una tarjeta de San Valentín no es suficiente, ni necesario, ser poeta: Es mucho más exigente, hay que estar enamorado. Y enamorarse es, por lo pronto, sentirse encantado por alguien, y alguien sólo puede hechizar si es o parece ser la perfección. Pero una persona enamorada no necesita ser rapsoda, ni perfecta: Logra ambas cualidades, a un tiempo, y sin perseguirlo.

Cuidado con lo que escribes. Nunca hables de ti, ni siquiera de ella. Habla de nosotros, y de un futuro con estrellas. En un amor vivo, todo es signo; el más nimio detalle anuncia difusas dichas o desdichas. Un amor a toda prueba se demuestra, cuando cada amante se enamora de la otra persona en cada aliento, percibiendo que su amada es única. Para un enamorado amar demasiado,… es no amar lo suficiente. Pero no desesperes; día a día aprende, hora a hora… ¡enamórate y enamora!

Versión final en: http://mikel.agirregabiria.net/2006/enamorados.htm

Necesitar, desear, intentar, obtener y merecer

Quizá no deseemos, ni hayamos obtenido, una gran verdad que necesitamos y merecemos: Lo que obtenemos, pocas veces es lo que necesitamos y casi nunca lo que deseamos, pero probablemente es lo que merecemos.

La secuencia lógica, pocas veces entendida, de consecución de objetivos es la siguiente: necesitar, desear, intentar - pedir o exigir (en su caso), obtener y merecer. Pero frecuentemente violamos esta cadena. No deseamos lo que necesitamos, no intentamos lo que deseamos, no obtenemos lo que intentamos, y claro finalmente no merecemos lo que obtenemos.

Tampoco recorremos la escalera correctamente en sentido contrario: Deseamos lo que no necesitamos; obtenemos lo que no deseamos y merecemos lo que no obtenemos. Conviene no saltarse ningún escalón, sobre todo el primero, porque la felicidad de la vida reside en comprender esta sucesión de cruciales verbos.

Antes de empezar a esforzarnos es clave determinar verdaderamente qué necesitamos, porque éste es el punto crítico donde arranca la mayoría de nuestros problemas. La mayoría de los fracasos comienzan en una mala detección de necesidades que confundimos con deseos. Por ejemplo, deseamos un amorío cuando lo que necesitamos es amor; o ansiamos el éxito cuando lo que precisamos es merecer el triunfo.

Necesitar es un gran verbo. Aprendamos a necesitar y a declarar nuestra necesidad. Así como necesitamos a personas que nos ayudaron a nacer, necesitamos que nos ayuden a vivir. Necesitar es vivir, es la primera y la última de las vivencias. Todos necesitamos mucho, es natural y generalizado necesitar de los demás. ¡Ah, y cómo amamos a las personas que necesitamos y a quienes nos necesitan! Quizá lo que más necesitamos en esta vida es que haya quien nos obligue a hacer todo lo que podemos hacer.

Desear o querer. Tal vez fuese mejor “querer" que "desear", porque en el deseo se expresa la impotencia, y en el querer, la fuerza. Por eso, amar no es desear sino querer. En todo caso, antes de desear algo ardientemente conviene comprobar la felicidad que le alcanza a quien ya lo posee. Hay deseos que es mejor echar de menos y que nunca se cumplan. El deseo debe ser medido por la necesidad, y quien obtiene lo que le es suficiente no debe desear más.

Intentar es trabajar. No basta desear aquello por lo que jamás nos esforzaremos en alcanzar. A la laboriosidad no le hace falta desear, porque está dispuesta a pagar el precio debido por la meta ansiada. Quizá no se pueda conseguir todo, mas se puede intentar todo. Para que pueda surgir lo posible, es preciso intentar una y otra vez lo imposible. Intentar algo denodadamente ya es merecerlo, aunque jamás se logre. Que jamás no venza el miedo a… intentarlo.

Obtener o conseguir. Una premisa necesaria para conseguir mucho es creer que el trabajo constante, firme e infatigable puede obtenerlo casi todo y asegura no merecer nunca el fracaso. Un buen consejo de William Shakespeare sugiere que “es más fácil obtener lo que se desea con una sonrisa que con la punta de la espada”. Trabajo y buenas formas son guías para conseguir lo que es justo y necesario.

Merecer: el gran verbo más difícil. Una cosa es alcanzar, y otra cosa merecer. Albert Camus decía “El éxito es fácil de obtener; lo difícil es merecerlo”. Notoriamente el éxito no es fácil, pero el éxito merecido es aún menos frecuente. Lo que es más fácil, con las reglas anteriores, es no merecer el fracaso, aunque no se alcance todo el éxito. La mayor desgracia, quizá la única desgracia, es merecer la desgracia. Una divisa para la gloria: Lo que merece ser hecho, merece que se haga bien.

Conclusión: Quien no ama la vida, no se la merece. En la fortuna y en la desgracia, en la gloria o en la amargura, mantengamos la esperanza pensando que luchando el fracaso será inmerecido en todo caso. Si faltaren las fuerzas, la sola audacia merecerá alabanza; en las grandes empresas, el intentarlas basta. La vida nos ha sido dada, pero sólo se merece dándola por algo más grande que nosotros.

La vida no se nos ha dado para ser felices, sino para merecer serlo. No está en manos de nosotros los mortales mandar en el éxito; pero podemos hacer mucho más que lograrlo: merecerlo.

Versión final en: http://mikel.agirregabiria.net/2006/merecer.htm
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