Pormenores del fracaso escolar

Ilustración de Ripa con la que DEIA acompañaba a este artículo el día 4-11-2006¿Cómo aumentar el éxito escolar de aquellos colectivos que cosechan peores resultados académicos?

Las estadísticas globales encubren aspectos esenciales de un problema, como el del fracaso escolar que persiste en el Estado español de modo muy superior a la media europea. Según los datos de 2004, el 75% del alumnado supera la ESO (Enseñanza Secundaria Obligatoria). Pero existen diferencias importantes entre los chicos y las chicas: Ellas aprueban en un 85% y ellos en sólo un 65%. El éxito escolar es muy dispar en los diferentes centros y de origen multifactorial. Incluso se observan enormes diferencias geográficas. Vascos, navarros y asturianos obtienen los mejores resultados, con un fracaso inferior a la mitad del que sufre el alumnado canario, balear, extremeño y murciano. Pero siguen siendo promedios demasiado generales.

Analicemos más detenidamente los datos de 4º de la ESO en Bizkaia del penúltimo curso 2004-2005, sobre un total de 8.676 alumnos y alumnas. Ellas representan el 50,25% del total, pero son menos en la enseñanza pública, el 49,48%, mientras en la enseñanza concertada las alumnas representan el 51,63%. Dado que en la enseñanza concertada promociona el 87,72% del alumnado frente a sólo el 80,16% de la pública (la media es del 84,62%), esta mayor presencia discente femenina en la concertada puede ser un factor coadyuvante.

Género.

Alumnas, son el 50,25% del total del alumnado; fracaso medio, 12,24%.
Alumnos, son el 49,75% del total del alumnado; fracaso medio, 18,61%.
Diferencial, 6,36% a favor de las alumnas.

Un análisis por género, vuelve a manifestar que las chicas son mejores alumnas que sus compañeros, aprobando la ESO el 84,19% en la pública (ellos, sólo el 76,21%), y en la enseñanza concertada, ellas el ¡90,13%! (ellos, sólo el 85,15%). Simplificando, se podría decir que en la C.A.V. el fracaso medio fue el pasado curso de, exactamente, el 15,38% (diez puntos menos que en el Estado), pero que en cuatro subgrupos podría matizarse indicando que las alumnas de centros privados concertados sólo ‘fracasaron’ en un 9,87%, mientras que los alumnos de centros públicos ‘fracasaron’ en un 23,79%.

Titularidad del centro.

En centros Concertados, está el 59,05% del total del alumnado; fracaso medio, 12,28%.
En centros Públicos, está el 40,95% del total del alumnado; fracaso medio, 19,84%.
Diferencial, 7,56% a favor de la enseñanza concertada.

La titularidad del centro, con todo lo que conlleva de “mochila familiar”, fue más determinante que el género, porque incluso los alumnos de la concertada ‘fracasaron’ significativamente menos (el 14,85%) que las alumnas de la pública (el 15,81%).

Modelos lingüísticos.

En modelo D, está el 38,39% del total del alumnado; fracaso medio, 11,92%.
En modelo B, está el 16,95% del total del alumnado; fracaso medio, 15,64%.
En modelo A, está el 43,34% del total del alumnado; fracaso medio, 18,46%.
En modelo X (colegios extranjeros), está el 1,31% del total del alumnado; fracaso medio, 11,40%.
Diferenciales, 3,72% a favor del modelo D sobre el B, y 6,54% a favor del modelo D sobre el A.

Si introducimos un tercer factor, el modelo lingüístico, el intervalo del ‘fracaso escolar’ se abre aún más. En la ESO existen tres modelos, el A, B (A reforzado en datos estadísticos) y el D, con presencia creciente del euskera como lengua de aprendizaje. Sin entrar en detalles, que pueden verse en el gráfico anexo, los alumnos en A públicos fracasan en un escalofriante 35,89%, mientras que las alumnas de D concertado ‘sólo’ en un 6,02%. ¡Seis veces menos, en el mismo sistema educativo, y financiado con los mismos presupuestos públicos!

Sumariamente, para los progenitores el promedio de fracaso no predice nada para el caso específico de su prole, pero las últimas estadísticas señalan que el ‘fracaso escolar vasco’ se escalona así: 6,02% Chicas, modelo D, concertado; 10,25% Chicos, modelo D, concertado; 10,92% Chicas, modelo B, concertado; 10,96% Chicas, modelo D, público; 11,40% Chicas, modelo A, concertado; 15,25% Chicos, modelo B, concertado; 16,56% Chicas, modelo B, público; 17,06% Chicos, modelo A, concertado; 18,53% Chicos, modelo D, público; 21,02% Chicos, modelo B, público; 27,15% Chicas, modelo B, público; y 35,89% Chicos, modelo A, público.

Algunas sugerencias finales pueden extraerse de estos porcentajes de graduación en ESO, la principal prueba de medida de calidad en evaluaciones internacionales.

1. El factor modelo lingüístico se correlaciona directamente con el éxito académico. El modelo A debe ser revisado, dado que provoca una indeseada acumulación de un alumnado predestinado a las dificultades escolares graves, especialmente en la enseñanza pública y para los alumnos varones, que denominamos “dique de marginación discente”.
2. El factor titularidad (público o privado concertado) denota que el muy diferente bagaje sociocultural de las familias es determinante, y que la enseñanza pública no logra compensar apenas el déficit de partida. Ello cuestiona el modelo de calidad, y el de equidad, que hemos establecido y que requiere más eficacia y eficiencia.
3. El factor género está abriendo un desfase inaceptable que requiere acciones inmediatas semejantes a las que se desplegarían si las chicas fracasasen un 20% más que los chicos. Entre las medidas necesarias, es preciso revisar el efecto de la feminización docente, que ha desequilibrado todos los niveles de educación infantil y primaria, que alcanza a la secundaria y superior, y que generará una sociedad donde entre la población universitaria las mujeres representen 40% más que los hombres (70% vs 30%).

No bastan simplezas de predeterminismo biológico o sociológico que condena a los más desfavorecidos, ni explicaciones manidas de que las alumnas, ante la mirada del profesorado predominantemente femenino, tienden a ser “más ordenadas, cumplidoras y se adaptan mejor a las normas escolares” que sus condiscípulos masculinos. Hemos de corregir, antes de que sea irreversible y principalmente en los alumnos, la escasa lectura, el insuficiente dominio de la lengua vehicular, y el exiguo esfuerzo de estudio en todas las etapas. Hemos de orientar mejor, especialmente a las alumnas, en sus opciones académicas de optativas, ciclos y grados.

Ningún país puede permitirse no desarrollar al máximo las capacidades de su ciudadanía. Ni las niñas, ni los niños, están por naturaleza mejor o peor dotados para estudiar. Tampoco los escolares ricos o pobres, o quienes eligen un modelo público, un centro religioso, o una ikastola. Pero sus resultados académicos, tempranos, medios y finales, son inaceptablemente diferentes, hasta el punto de requerir medidas urgentes que competen a las autoridades educativas y al conjunto de la sociedad que se juega su futuro en ello.

Hemos de reducir esos índices de “fracaso social” (que no sólo fracaso del estudiantado, sino también del profesorado, de las familias, de los responsables políticos,…). En todas sus categorías. Todavía pueden rendir más las alumnas de los modelos en euskera de la enseñanza concertada, pero otros colectivos aún deben mucho superarse más. A las y los docentes, a las madres y padres, y a la administración educativa, nos corresponde un impulso mucho mayor para corregir estos desequilibrios. Se requieren decididas medidas específicas de género, de red, y de modelo lingüístico.

Para imprimir: mikel.agirregabiria.net/2006/pormenores.doc

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Estoy totalmente de acuerdo contigo en que el fracaso escolar no es solo de los estudiantes y sus profesores, las familias también tenemos una labor importante que hacer al respecto.

Desde mi punto de vista, los niños de hoy en día, debido en gran parte a la circunstancia de que ambos padres trabajan fuera de casa, reciben una menor atención de sus progenitores, que tieneden a compensarles dándoles todo aquello que desean.

Por esto, hay que concienciar también a los padres para que, de alguna manera se impliquen más en la educación de los hijos para conseguir unos estudiantes más motivados.

Josi Sierra dijo...

Me parece un buen acercamiento al tema y haciendo un análisis al modo "freakonomics" (incluso explorando el lado oculto que no es politicamente correcto).
Como bien plantea el artículo, no es una sola causa la que subyace, y por tanto no habrá una única (y facil) solución.
Seguro que podemos profundizar más en las razones subyacentes, que son complejas, sin quedarnos en la superficie.
Y entre padres (y madres) como dice J. Lopez,
* que hacen más caso a sus hij@s, en vez de intentar colmar solo sus deseos,
* que les dedican parte de su tiempo personal y se plantean actividades "sociales" en las que se aprende, en interacción con otras personas...
podremos mejorar un poquito esta situación

Anónimo dijo...

Veo mucha verdad en este post. Yo particularmente me desvivo con la educación de mis hijas. O lo intento. El catalán es una de sus lenguas familiares, hemos comenzado este año fuerte con el inglés en el cole (P4) y en casa, y también les introduzco como un juego el alemán. Dicen que primero va el grafismo, eso ya lo aprenden en la escuela. A mí me interesa mucho que aprendan idiomas. Y si lo hacemos como un acto lúdico, tiene efectos positivos comprobados. El euskera es mucho más complicado que el catalán, por eso, los padres vascos has de hacer un sobreesfuerzo. No olvidemos jamás que la mayoría de cuentos e historias populares las conocemos vía oral a través de nuestros antepasados. Hemos de usar las lenguas para impedir que mueran. Y todos los niños/as son capaces de aprender.

Un saludo.

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