Oppenheimer: el cine de Nolan como bomba ética e histórica

La espera ha merecido la pena. Han transcurrido dos años antes de disfrutar de esta gran película. La oportunidad la ha proporcionado RTVE Play (ver tuit final). Casi tres horas de visionado, que se nos ha hecho corto. Incluso la hemos visto dos veces, entre sábado y domingo.  Oppenheimer (2023) es un biopic dirigido por Christopher Nolan que dramatiza la vida de J. Robert Oppenheimer, físico teórico estadounidense a quien se le confió la dirección del Proyecto Manhattan, con el propósito de desarrollar la bomba atómica durante la Segunda Guerra Mundial

La película recorre distintos momentos clave de su vida —desde sus primeras reflexiones científicas, su incorporación al proyecto militar, el diseño, la Prueba Trinity y el lanzamiento sobre Japón— hasta las consecuencias personales y políticas que le persiguieron: su lucha interna, las audiencias de seguridad que cuestionaron su lealtad, la controversia pública y la sombra de la destrucción que su creación desató. 

Se estructura mediante saltos temporales, yuxtaposiciones de etapa personal con eventos públicos, y un enfoque parcial en la subjetividad de Oppenheimer para confrontar sus motivaciones, dudas morales y el peso histórico de sus actos. La película también refleja sus audiencias ante el gobierno y la presión de figuras políticas que lo acusan de simpatías con el comunismo, y explora la delgada línea entre avance científico, responsabilidad moral y el poder destructivo que eso conlleva

Christopher Nolan (director y guionista). Nolan ha manifestado que se sintió atraído por la figura de Oppenheimer precisamente por su complejidad, el conflicto ético intrínseco entre construir la bomba y comprender sus consecuencias. Para enfatizar esa dimensión íntima, optó por escribir partes del guion “en primera persona”, algo poco convencional para un guion cinematográfico, para “meterse en la cabeza” del protagonista. 

En relación con las escenas más duras o visiones de víctimas (después de la explosión), Nolan ha defendido su apuesta por la subjetividad: “lo que no muestro es tanto como lo que muestro”, pues su intención era reflejar la experiencia interna de Oppenheimer más que una crónica exterior total. Nolan también habló de la dificultad de condensar una vida tan amplia en una narrativa dramática, de seleccionar qué omitir y qué enfatizar, balanceando precisión histórica y densidad cinematográfica.  

Cillian Murphy (Oppenheimer): varios críticos destacan su actuación como el núcleo emocional del film, sensible, contenida y al mismo tiempo cargada de tensión interna. En una entrevista con The Guardian, Murphy reconoció que no es muy aficionado a las entrevistas, pero declaró sobre la película: “Estoy satisfecho con lo que conseguimos”.  

Robert Downey Jr., Emily Blunt, Matt Damon y otros nombres del reparto aportan solidez secundaria: algunos roles críticos políticos, figuras del gobierno y colegas científicos que contribuyen al entramado de tensión y confrontaciones.  

En entrevistas del equipo, se menciona que el rodaje fue intenso, con gran exigencia emocional por parte de todos, pues se trataba de representar no solo hechos, sino estados del alma bajo presión.  En cuanto a la música, la banda sonora compuesta por Ludwig Göransson ha sido muy elogiada, considerada una “explosión musical” que potencia la carga dramática y psicológica del film.  

Razones para no perderte este largometraje

- Ambición narrativa y visual: Oppenheimer ha sido recibido como un proyecto ambicioso que mezcla escala épica con intimidad, con una puesta en escena que impresiona tanto en lo técnico (fotografía, montaje, efectos prácticos) como en lo dramático.  
- Interpretación de Murphy como motor: Muchas reseñas alaban a Cillian Murphy como el corazón que sostiene la película, capaz de transmitir conflicto interior sin recurrir a grandes gestos exteriores.  
- Dilemas morales y dimensión filosófica: El filme estimula la reflexión sobre la ciencia, el poder, la responsabilidad y el costo humano. No se queda en la mera crónica, sino que propone interrogantes éticos.  
- Precisión histórica y episodios reales: Aunque inevitablemente selectiva, la película incorpora elementos documentados (las audiencias, la prueba Trinity, tensiones políticas) que anclan el relato en hechos reconocibles. 
- Recepción positiva general: En Rotten Tomatoes, la crítica señala que es otro logro absorbente de Nolan, con visuales impresionantes y actuación destacada de Murphy. En Filmaffinity, muchas voces lo catalogan como obra maestra o lo mejor de Nolan hasta ahora.  

Algunas debilidades de esta joya

- Longitud y ritmo: Algunos críticos consideran que el metraje (aproximadamente 172 minutos) y ciertos saltos temporales pueden resultar pesados o ralentizar el dinamismo en ciertos tramos.  

- Tratamiento de personajes secundarios (especialmente femeninos): Han surgido críticas acerca de que ciertos personajes femeninos quedan algo relegados o menos desarrollados frente al protagonismo dominante del científico.  

- Reserva frente a la representación del sufrimiento humano directo: Algunos opinan que Nolan elude mostrar de modo explícito el sufrimiento visual de las víctimas de la bomba, lo que algunos consideran un acto moral dudoso o una “omisión deliberada”. 

- Entre otros, James Cameron ha acusado al film de ser un “moral cop-out” (moral evasiva) por no representar con contundencia visual el daño humano inmediato.  
- Complejidad y exceso informativo: Para espectadores menos familiarizados con la historia, ciertas referencias, saltos cronológicos o términos técnicos pueden resultar densos.
- Tensión entre la subjetividad y la distancia histórica: Mientras que la apuesta subjetiva es audaz, algunos espectadores podrían sentirse distanciados al no tener una postura externa más firme sobre los hechos.

Nuestra opinión personal: Oppenheimer es una obra maestra, de gran envergadura que combina lo monumental con lo íntimo. Me parece que Nolan logra un equilibrio impresionante entre la épica del contexto histórico y la fragilidad interior del protagonista. La impresión que deja es más reflexiva que narrativa: no se trata de entretener por sí sola, sino de confrontar al espectador con preguntas incómodas sobre ciencia, poder y responsabilidad.

No es una película perfecta: en ciertos momentos el ritmo se resiente, y algunas figuras secundarias merecían un tratamiento más profundo. Pero su dimensión filosófica, su carga emocional contenida y su apuesta formal son tan contundentes que para mí se sitúa como una de las más relevantes de la década. 

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