En sus múltiples formas verbales sorprende la polisemia de “comunicar”, de mezquina infrautilización en nuestro tiempo.
El mágico vocablo “comunicar” contiene varios verbos en uno. Hasta hace unas décadas, este término era transitivo esencialmente: “Fulano comunica algo a Mengano" o "a la opinión pública". Más recientemente pasó a emplearse como intransitivo: "Alguien comunica bien (o mal)”. También como verbo reflexivo: "Sabe comunicarse". Incluso contiene una cuarta dimensión, de alto interés para el éxito en la vida cotidiana, la educación, la familia o la economía: La voz pasiva, el “dejarse comunicar por los otros, el entorno, el mercado,…”.
Los “medios de comunicación” no siempre ofrecen un buen modelo de comunicación. Exponen muchas noticias, más o menos precisas, pero apenas escuchan a sus audiencias lectoras o audiovisuales. Comunicar, además de extenderse o propagarse (“el incendió se comunicó a las casas circundantes”), también significa establecer un medio de acceso entre comunidades o lugares distintos (“el puente comunica las dos orillas”). La prensa, demasiadas veces, sólo crea o difunde una opinión que cree compartida con su audiencia, pero raramente se esfuerza en tender puentes entre distintas diferentes sensibilidades colectivas.
Communicatio es una palabra latina que designa la comunicación entendida como “facultad de sentirnos unos a otros”. Es un cultismo extraído de la comunión eclesial: “Communicantes et memoriam venerantes”... dice el canon de la misa. Cuando la tecnología extrajo este término de la liturgia para incorporarlo al “nuevo culto” que permitió la transmisión masiva mediante los primeros “medios de comunicación” (prensa, radio, TV), se produjo la preponderancia de una comunicación desequilibrada, truncada, exclusivamente unidireccional.
Esta imperfección, propia del siglo XX por los poderosos grupos de comunicación (y que Internet atenúa en el presente siglo), se infiltró en toda la comunicación interpersonal y causa verdaderos estragos de soledad e incomunicación a escala individual y social. A menudo, el peor referente de monólogo se escenifica pésimamente entre políticos en las grandes cadenas televisivas, con el contraejemplo cómico (si no fuese trágico) de “comunico, aunque sin escuchar ni ser escuchado, sin pretender compartir nada ni convencer a nadie que no esté ya convencido”.
Nuestra mayor torpeza vital proviene de la incapacidad para escucharnos diestra, efectiva y mutuamente como comunicantes que buscan un encuentro. Cuando falta la correspondencia (comunión) en la comunicación entre un comunicador y su audiencia, es culpa del comunicador. Y ésa es una buena noticia, porque la solución reside en cada uno de nosotros, en tanto que somos comunicadores. Bernard Shaw señaló: "El mayor problema de la comunicación es la ilusión de que ha sido realizada con éxito."
Analicemos nuestra capacidad personal de comunicación: ¿Comunicamos? ¿Nos comunicamos? ¿Bien? ¿Qué y a quiénes? ¿Nos dejamos comunicar? ¿Qué y de quiénes? ¿Nos hace bien esa comunicación? Revisemos todos los esquemas de nuestra comunicación activa y pasiva. En caso contrario, probablemente sigamos “comunicando como los teléfonos” cuando la línea está ocupada.
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