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Leviatán: Del monstruo bíblico al poder absoluto

Ha surgido, en dos contextos muy diferentes, la referencia a Leviatán (Leviathan). Hemos recordado la historia y el significado de Leviatán: Del Monstruo Bíblico al Símbolo del Poder Absoluto. A lo largo de los tiempos, el término Leviatán ha representado diferentes conceptos, desde un monstruo mitológico hasta una metáfora del poder absoluto. Pero, ¿de dónde viene esta idea y qué significa hoy en día?

Origen: El Leviatán aparece en textos bíblicos como el Libro de Job (41:1-34) y los Salmos, descrito como una gigantesca criatura marina indomable, símbolo del caos y la fuerza del mal. Algunos estudiosos creen que pudo inspirarse en cocodrilos, serpientes marinas o antiguas deidades mitológicas de Oriente Medio.

En 1651, el filósofo Thomas Hobbes usó el término para titular su obra Leviatán o La materia, forma y poder de un estado eclesiástico y civil, en la que describe al Estado como un ente supremo que impone orden en la sociedad (Leviatán Político). Según Hobbes, sin un gobierno fuerte, la humanidad caería en un estado de naturaleza violento y anárquico, donde "el hombre es un lobo para el hombre".

En la cultura moderna, "Leviatán" se usa como sinónimo de poder desmesurado. Puede referirse a Estados totalitarios, burocracias gigantescas o incluso a megacorporaciones con un control excesivo sobre la sociedad. También ha aparecido en la literatura, el cine y la filosofía como un símbolo de opresión o caos. La historia del Leviatán plantea un dilema clave: ¿Es mejor un poder absoluto que garantice orden o el riesgo de la anarquía? Desde Hobbes hasta la actualidad, el debate sigue abierto.

El término Leviatán ha aparecido en numerosas obras literarias y filosóficas, además de influir en el cine, la política y la cultura en general. Aquí tienes algunas de sus referencias más destacadas:

"Paradise Lost" de John Milton (1667). En El paraíso perdido (degustar en PDF con ilustraciones de Gustave Doré), Leviatán aparece como una de las figuras que representan a Satanás y su poder. Milton lo describe como una bestia imponente, relacionada con el caos y la rebelión contra Dios.

"Moby Dick" de Herman Melville (1851). Apela a la figura del Leviatán como símbolo del poder descomunal y misterioso de la naturaleza. La ballena blanca Moby Dick es descrita como una criatura gigantesca e imparable, evocando al monstruo bíblico y al destino inevitable.

"Leviatán" de Paul Auster (1992). En esta novela, Auster usa el nombre como símbolo de fuerzas incontrolables en la vida humana. La historia sigue a un escritor cuya vida cambia tras una explosión misteriosa, explorando temas de identidad, destino y caos.


Leviatán es un Símbolo Universal de poder desmesurado. Desde la filosofía de Friedrich Nietzsche que menciona el Leviatán al hablar del poder del Estado sobre los individuos o Carl Schmitt, filósofo alemán, retoma la idea del Leviatán como símbolo de soberanía y control, hasta en películas como Pacific Rim y Godzilla, los monstruos gigantes recuerdan a Leviatán como fuerzas destructoras.

El Leviatán sigue representando el poder incontrolable, ya sea el Estado, la naturaleza o el destino. Su imagen ha evolucionado, pero su esencia como símbolo de grandeza y peligro permanece intacta.

Llamadme Ismael,... así comienza Moby Dick

El capítulo primero "Espejismos" de Moby Dick, que se puede leer en PDF libre en la red, comienza así, con una apuesta a la acción sin caer en la desesperanza de la melancolía. Sólo así, embarcándose día a día en una aventura se puede vivir. No caben excusas, ni contemplaciones, ni lamentos sobre la mala fortuna.

"Llamadme Ismael («Call me Ishmael»). Hace unos años -no importa cuánto hace exactamente-, teniendo poco o ningún dinero en el bolsillo, y nada en particular que me interesara en tierra, pensé que me iría a navegar un poco por ahí, para ver la parte acuática del mundo. Es un modo que tengo de echar fuera la melancolía y arreglar la circulación. Cada vez que me sorprendo poniendo una boca triste; cada vez que en mi alma hay un nuevo noviembre húmedo y lluvioso; cada vez que me encuentro parándome sin querer ante las tiendas de ataúdes; y, especialmente, cada vez que la hipocondría me domina de tal modo que hace falta un recio principio moral para impedirme salir a la calle con toda deliberación a derribar metódicamente el sombrero a los transeúntes, entonces, entiendo que es más que hora de hacerme a la mar tan pronto como pueda. Es mi sustituto de la pistola y la bala. Catón se arroja sobre su espada, haciendo aspavientos filosóficos; yo me embarco pacíficamente. No hay en ello nada sorprendente. Si bien lo miran, no hay nadie que no experimente, en alguna ocasión u otra, y en más o menos grado, sentimientos análogos a los míos respecto del océano".

Así arranca un apasionante libro, Moby Dick de Herman Melville publicada en 1851. Narra la travesía del ballenero Pequod en la obsesiva y autodestructiva persecución de una gran ballena blanca (cachalote) impulsada por el capitán Ahab. Singladura literaria que concluye con un epílogo cuya cita inicial es del Job: "Y sólo yo escapé para contártelo". Esa referencia bíblica indica que Ismael fue el único superviviente.

Como indica la Wikipedia, Moby-Dick es una obra de profundo simbolismo. Se suele considerar que comparte características de la alegoría y de la épica. Incluye referencias a temas tan diversos como biología, religión, idealismo, obsesión, pragmatismo, venganza, racismo, jerarquía y política. Los tripulantes del Pequod vienen de orígenes tan variados como Chile, Francia, Islandia, Holanda, Italia, Malta, China, Dinamarca, Portugal, India, Inglaterra, Tahití, España e Irlanda, lo que sugiere que el Pequod es una representación de la humanidad.

El vídeo es el final de una de las versiones fílmicas, pero lo sublime siempre fue el relato.

El mejor libro de la Historia

Diez imprescindibles libros que todos deberíamos haber releído varias veces, y que pueden descargarse gratuitamente desde Internet.

Muchos críticos consideran que el mejor libro de la historia de la literatura universal es “El Ingenioso Hidalgo Don Qujote de la Mancha”, escrito por Miguel de Cervantes a principios del siglo XVII. Otros creen que también podrían optar al primer puesto “La Divina Comedia” de Dante Alighieri, “Madame Bovary” de Gustave Flaubert, u obras de William Shakespeare como ”Hamlet”, “Otelo” o el “Rey Lear”.

Entre los más clásicos más modernos, en la cumbre siempre han figurado títulos tan variados como “Los hermanos Karamazov” de Dostoievski (o “Crimen y castigo” del mismo autor que fue mi primer gran libro), “Guerra y paz” de Tolstói, “La montaña mágica” de Thomas Mann o el más reciente “Ficciones”, un texto de Jorge Luis Borges del año 1944.

Muchos creen que el libro principal es alguno de carácter sagrado: la “Biblia”, el “Corán”, o el “Talmud”,… Todos de innegable valor literario e indudable trascendencia histórica. Otras obras de reconocimiento universal, como el "Ulises” de James Joyce, se excluyen porque nunca facilitaron su lectura.

Cada persona mantiene sus propias preferencias. Por su valor educativo para quienes se inician en la lectura, quizá algunos profesores nos decantaríamos por “El Principito” de Antoine de Saint-Exupéry, “Moby Dick” de Herman Melville, “Las aventuras de Tom Sawyer” de Mark Twain, o “La vuelta al mundo en 80 días” de Julio Verne,… Como lema final, se podría apuntar que en todo tiempo y lugar el mejor libro fue y será el que a más personas y en más lenguas, con menos páginas y requisitos previos, enseña más, alegra más, libera más y aviva más.

Moby Dick o La ballena blanca

Hay comienzos inolvidables y memorizables, como el de la traducción de Enrique Pezzoni de esta obra de Herman Melville:

Pueden ustedes llamarme Ismael. Hace algunos años —no importa cuántos exactamente—, con poco o ningún dinero en mi billetera y nada en particular que me interesara en la tierra, pensé darme al mar y ver la parte líquida del mundo. Es mi manera de disipar la melancolía y regular la circulación. Cada vez que la boca se me tuerce en una mueca amarga; cada vez que en mi alma se posa un noviembre húmedo y lluvioso; cada vez que me sorprendo deteniéndome, a pesar de mí mismo, frente a las empresas de pompas fúnebres o sumándome al cortejo de un entierro cualquiera y, sobre todo, cada vez que me siento a tal punto dominado por la hipocondría que debo acudir a un robusto principio moral para no salir deliberadamente a la calle y derribar metódicamente los sombreros de la gente, entonces comprendo que ha llegado la hora de darme al mar lo antes posible. Esos viajes son, para mí, el sucedáneo de la pistola y la bala. En un arrogante gesto filosófico, Catón se arroja sobre su espada; yo, tranquilamente, tomo un barco. No hay nada asombroso en esto. Pocos lo saben, pero casi todos los hombres, sea cual fuere su condición, alimentan en un momento dado esos sentimientos que me inspira el océano...