"La verdad es como el arte, está en los ojos de quien la ve". |
Dicen... |
La verdad es como el sol: Hace ver todo sin dejarse mirar
Un muelle entre el agua y el cielo
Aparece la niebla en los días contradictorios,... para dejar paso a horas más despejadas,... hasta que cae la noche,... que revive con el alba de cada amanecer.
Poesía del día, mejorable pero sincera.
Poesía del día, mejorable pero sincera.
El arte como presentimiento de la verdad
"El arte es un juego, pero hay que jugar con la seriedad de un niño que juega". |
Robert Louis Stevenson. |
Costa, a toda costa
Aún a costa de lo que sea, mejor acostarse al costado de cualquier costa.
Cuando paseamos por alguna de nuestras costas, la cantábrica o la mediterránea, comentamos lo triste que sería vivir en Wulumuchi, la capital de la provincia china más extensa con 1.600.000 Km2, Xinjiang, que significa “nueva frontera” y fue el “Turquistán Chino” anexionado en el Siglo XVIII por la Dinastía Manchú.
Wulumuchi es el lugar terrestre más alejado de cualquier mar según los mapamundis, siendo preciso recorrer un mínimo de 2.400 Km. para alcanzar alguna costa marítima.
Vivir a orillas del mar, donde se escucha la risa multitudinaria de las olas del océano, es el mejor antídoto antitodo. Cualquier tosca costa, sea en forma femenina de playa o en forma masculina de acantilado, simbolizan al alba o al crepúsculo la unión del aire, el agua y la tierra.
Quienes nunca abandonamos la costa y dejamos a otros la alta mar o la tierra adentro, creemos que debería ser un derecho universal de todo terrícola el ver, al menos una vez, el mar desde una costa. Habría que organizar viajes para que todos los humanos comprendiesen qué es el mundo viendo las olas marítimas en un planeta como el nuestro que merecería llamarse Agua y no Tierra.
Cuando paseamos por alguna de nuestras costas, la cantábrica o la mediterránea, comentamos lo triste que sería vivir en Wulumuchi, la capital de la provincia china más extensa con 1.600.000 Km2, Xinjiang, que significa “nueva frontera” y fue el “Turquistán Chino” anexionado en el Siglo XVIII por la Dinastía Manchú.
Wulumuchi es el lugar terrestre más alejado de cualquier mar según los mapamundis, siendo preciso recorrer un mínimo de 2.400 Km. para alcanzar alguna costa marítima.
Vivir a orillas del mar, donde se escucha la risa multitudinaria de las olas del océano, es el mejor antídoto antitodo. Cualquier tosca costa, sea en forma femenina de playa o en forma masculina de acantilado, simbolizan al alba o al crepúsculo la unión del aire, el agua y la tierra.
Quienes nunca abandonamos la costa y dejamos a otros la alta mar o la tierra adentro, creemos que debería ser un derecho universal de todo terrícola el ver, al menos una vez, el mar desde una costa. Habría que organizar viajes para que todos los humanos comprendiesen qué es el mundo viendo las olas marítimas en un planeta como el nuestro que merecería llamarse Agua y no Tierra.
Promesas y compromisos
Churchill señaló: “De nada vale decir ‘Estamos haciendo todo lo posible’; hay que triunfar haciendo todo lo necesario”.
Dicen que la Política es el arte de intentar llegar al poder, mientras que Gobernar es el arte de resolver los problemas de una nación. Ambos verbos, gobernar y hacer política, suelen coincidir, pero no siempre. Todos sabemos la distancia que media entre las promesas electorales y los resultados de una gestión de gobierno. ¿Por qué existe tal abismo entre lo prometido por los partidos políticos y cómo actúan cuando toman el poder? ¿Cómo podremos saber si van a preocuparse realmente de nuestros intereses?
El primer paso serí desechar y desaprobar toda exageración política de los resultados esperables. De nada vale alimentar nuestras esperanzas mediante promesas irrealizables, para que luego se desvanezcan y ahondar así nuestra frustración. Está de sobra el exagerado optimismo de algunos políticos que, pensando que somos incautos, nos prometen “pleno empleo”, “viviendas para todos”, “erradicar la pobreza”, “eliminar la violencia” o “descontaminar el medio ambiente”. Además, frecuentemente desde la oposición y a la espera de alcanzar el poder, hablan solemnemente de mantener nuestro bienestar económico, llevar a la práctica nuevos programas sociales y, además, con presupuestos equilibrados, sin déficit ni aumento de la presión fiscal.
La ciudadanía en ocasiones se siente fascinada por cantos de sirena, lo que anima a alguna clase política a seguir entonando himnos triunfales. Todo cambiaría si fuésemos más los que respondiéramos a esta música celestial con bostezos y diciendo: “Muy bien, pero dennos plazos para la realización por fases de todo ello”. A los políticos de las promesas, debería juzgárseles por los resultados alcanzados y el grado de cumplimiento de objetivos concretados.
Un ardid habitual recurre a las palabras en lugar de los hechos. Los políticos han aprendido el arte del “pseudo-acto”, la promesa en formato de leyes. Aprueban leyes para satisfacer la opinión pública, pero después se incumplen de forma interminable. Los programas se formulan, para luego aprobarlos sin financiación adecuada, sin competencia legislativa o, incluso, con soterrado ánimo de incumplimiento parcial. Por tanto, debemos aprender a fijarnos en los resultados de resolución de los problemas sociales existentes.
Rechacemos la maraña de promesas electorales que no venga acompañada de plazos temporales y de la palabra del político de responder con el abandono de su cargo en caso de incumplimiento en el tiempo previsto. Ello aseguraría que resultase menos tentadora la técnica de la promisión a los aspirantes a cargos públicos. Los ciudadanos podríamos diferenciar cada vez mejor a los partidos según lo que realmente consiguen en la administración pública. No es que los partidos políticos sean mentirosos, sino que sólo enfrentándose con la fuerte presión de un electorado vigilante estudian, elaboran, verifican y replantean continuamente los programas dirigidos a solucionar nuestras necesidades más profunda mediante proyectos factibles con los recursos disponibles.
Mejor que acudir a los actos electorales de campaña de promesas, cursemos una visita a un centro público de educación y a un hospital público. ¿Sería mejor la educación con otros gobernantes? ¿La sanidad mejora la atención y recorta los plazos de espera? Facta, non verba (Hechos, no palabras). Racionalicemos nuestro aplauso -y nuestro voto- con esmero. Los mejores partidos son los que representan algo más que una simple maquinaria electoral; son aquellos que presentan soluciones verosímiles y practicables para solventar gradualmente los desequilibrios y las injusticias sociales.
Fomentemos la máxima participación de la ciudadanía en los asuntos públicos, y en la vida interna de los partidos para quienes deseen una intervención directa, aunque sea modesta. Para el bienestar de un Pueblo es mucho más eficaz la fiscalización ciudadana que la crítica indiscriminada contra todo lo político. No es complicado ejercer esa labor de inspección. La calidad de un partido o un gobierno se tasa por su preocupación en temas escolares u hospitalarios, o por su búsqueda de la paz como cuestión final del examen político; la medida de una Nación o de una Sociedad se evalúa estimando cómo cuida y protege a los más desvalidos. Así de fácil.
Texto para imprimir.
Dicen que la Política es el arte de intentar llegar al poder, mientras que Gobernar es el arte de resolver los problemas de una nación. Ambos verbos, gobernar y hacer política, suelen coincidir, pero no siempre. Todos sabemos la distancia que media entre las promesas electorales y los resultados de una gestión de gobierno. ¿Por qué existe tal abismo entre lo prometido por los partidos políticos y cómo actúan cuando toman el poder? ¿Cómo podremos saber si van a preocuparse realmente de nuestros intereses?
El primer paso serí desechar y desaprobar toda exageración política de los resultados esperables. De nada vale alimentar nuestras esperanzas mediante promesas irrealizables, para que luego se desvanezcan y ahondar así nuestra frustración. Está de sobra el exagerado optimismo de algunos políticos que, pensando que somos incautos, nos prometen “pleno empleo”, “viviendas para todos”, “erradicar la pobreza”, “eliminar la violencia” o “descontaminar el medio ambiente”. Además, frecuentemente desde la oposición y a la espera de alcanzar el poder, hablan solemnemente de mantener nuestro bienestar económico, llevar a la práctica nuevos programas sociales y, además, con presupuestos equilibrados, sin déficit ni aumento de la presión fiscal.
La ciudadanía en ocasiones se siente fascinada por cantos de sirena, lo que anima a alguna clase política a seguir entonando himnos triunfales. Todo cambiaría si fuésemos más los que respondiéramos a esta música celestial con bostezos y diciendo: “Muy bien, pero dennos plazos para la realización por fases de todo ello”. A los políticos de las promesas, debería juzgárseles por los resultados alcanzados y el grado de cumplimiento de objetivos concretados.
Un ardid habitual recurre a las palabras en lugar de los hechos. Los políticos han aprendido el arte del “pseudo-acto”, la promesa en formato de leyes. Aprueban leyes para satisfacer la opinión pública, pero después se incumplen de forma interminable. Los programas se formulan, para luego aprobarlos sin financiación adecuada, sin competencia legislativa o, incluso, con soterrado ánimo de incumplimiento parcial. Por tanto, debemos aprender a fijarnos en los resultados de resolución de los problemas sociales existentes.
Rechacemos la maraña de promesas electorales que no venga acompañada de plazos temporales y de la palabra del político de responder con el abandono de su cargo en caso de incumplimiento en el tiempo previsto. Ello aseguraría que resultase menos tentadora la técnica de la promisión a los aspirantes a cargos públicos. Los ciudadanos podríamos diferenciar cada vez mejor a los partidos según lo que realmente consiguen en la administración pública. No es que los partidos políticos sean mentirosos, sino que sólo enfrentándose con la fuerte presión de un electorado vigilante estudian, elaboran, verifican y replantean continuamente los programas dirigidos a solucionar nuestras necesidades más profunda mediante proyectos factibles con los recursos disponibles.
Mejor que acudir a los actos electorales de campaña de promesas, cursemos una visita a un centro público de educación y a un hospital público. ¿Sería mejor la educación con otros gobernantes? ¿La sanidad mejora la atención y recorta los plazos de espera? Facta, non verba (Hechos, no palabras). Racionalicemos nuestro aplauso -y nuestro voto- con esmero. Los mejores partidos son los que representan algo más que una simple maquinaria electoral; son aquellos que presentan soluciones verosímiles y practicables para solventar gradualmente los desequilibrios y las injusticias sociales.
Fomentemos la máxima participación de la ciudadanía en los asuntos públicos, y en la vida interna de los partidos para quienes deseen una intervención directa, aunque sea modesta. Para el bienestar de un Pueblo es mucho más eficaz la fiscalización ciudadana que la crítica indiscriminada contra todo lo político. No es complicado ejercer esa labor de inspección. La calidad de un partido o un gobierno se tasa por su preocupación en temas escolares u hospitalarios, o por su búsqueda de la paz como cuestión final del examen político; la medida de una Nación o de una Sociedad se evalúa estimando cómo cuida y protege a los más desvalidos. Así de fácil.
Texto para imprimir.
Organizaciones jerarquizadas
"Un empleado ha de vivir tan cerca de sus superiores como del fuego; ni tan cerca que se queme, ni tan lejos que se hiele". |
Siempre he creído... |
La sabiduría es como la luz de una vela
"Una vela no pierde su luz por compartirla con otra". |
La primera palabra
¿Cuál fue la primera palabra humana o la primera que cada uno de nosotros pronunció?
Existen sugestivas preguntas, manantiales de los que brotan ideas y sentimientos que merecen ser compartidos. Muchas surgen del extraño origen del lenguaje. ¿Por qué comenzó el habla? ¿Alguien quiso decir algo a otro? ¿Sólo fue un pensamiento dicho en alto?
Destaca la cuestión de cuál fue la primera palabra pronunciada por un ser humano, sugerida por una poesía de Rainer María Rilke referida a Dios: “Tu primera palabra fue: LUZ; / entonces apareció el Tiempo. / Después callaste por mucho tiempo. / Tu segunda palabra fue: HOMBRE / y tiemblo (nos oscurecemos aún con su sonido) /y seguido recuerdo tu faz. / Pero no quiero oír tu tercera”...
Sobre la primera palabra humana hay algunas hipótesis derivadas de la teoría de Darwin sobre la evolución. La filogénesis de la especie humana incluye un lento proceso en el que los órganos que producen y, sobre todo, los que identifican los sonidos (laringe, lengua, cerebro,…) van formándose hasta el amanecer de la humanidad con el descubrimiento supremo de designar por su nombre a las cosas más elementales. En opinión de ilustres etno-lingüistas, como A.S. Diamond, la historia de todas las lenguas navega a través de una secuencia en la que las oraciones comienzan siendo simples y primitivas para acabar intrincándose en sintaxis y en semántica.
Según esa tendencia históricamente verificable, se supone que en su umbral primigenio la mayor parte del peso comunicativo recaía en el verbo, introduciéndose gradualmente substantivos, adjetivos y adverbios hasta alcanzar la densidad contextual de una frase actual. Si esta teoría es correcta y si dejamos volar un poco la imaginación, podemos pensar que la primera palabra fue un verbo en su más inmediato y urgente uso, es decir, en imperativo. Algo parecido a VEN, DAME, VETE,… Así pues tampoco es de extrañar que la primera frase dicha a través de un teléfono por Graham Bell fuera: “Por favor, venga, señor Watson. Le necesito”.
Más recientemente, en 2003, conocimos el caso dramático de Terry Wallis, un estadounidense que recuperó el habla tras un accidente de tráfico que le produjo tetraplejia y un grave el daño cerebral. Sus primeras palabras articuladas al despertar de un coma prolongado 19 años fueron en este orden y en días sucesivos: MAMÁ, 'PEPSI' y PAPÁ. Preferimos suponer que no había intereses comerciales en la noticia.
En las últimas décadas los bebés suelen ser adiestrados para iniciar el habla balbuceando MAMÁ o PAPÁ (AMA o AITA), TATA (hermana), AMAMA (ABUELA),… Quizá la más frecuente sea MAMÁ como primera palabra que todos nosotros aprendimos. Por eso esta apelación materna es la primera que nos surge del alma cuando nos lamentamos o cuando necesitamos ayuda. Llamar a mamá es un talismán que conjura lo mismo los temores infantiles que las incertidumbres adolescentes e, incluso, las inquietudes adultas y las zozobras postreras.
Muchos creemos que la primera palabra humana fue el sollozo y el llanto, expresiones tan manifiestas como las palabras; otros, que fue NO o YO, a cuál peor para la historia de la humanidad. También pudieron ser palabras iniciales CIELO, LUNA, SOL, AGUA, HOLA o PÁJARO. Quizá mereció ser GRACIAS o NOSOTROS. Menos probablemente fuera DIOS, aunque ésta sea más frecuentemente una posible última palabra.
¿Quién votó a Bush?
Sabíamos que la elección sería reñida, pero había muchos datos esperanzadores.
Adaptación norteamericana del tradicional cuento de "los cinco cerditos" a la historia de “Él o Bush” (el obús):
1º. Éste compró un huevo. Abogaban por el cambio presidencial los pésimos resultados estadounidenses e internacionales en seguridad y en economía.
2º. Éste encendió el fuego. Kerry, ganador de los debates en TV, logró la preferencia de los jóvenes, las mujeres y de los nuevos votantes inscritos que anunciaban una alta participación, como se ha producido.
3º. Éste trajo la sal. El tándem Kerry-Edwards alcanzó el apoyo de la ciudadanía de origen hispano, de raza negra, pacifistas, minorías étnicas y sexuales, intelectuales, cantantes y artistas,...
4º. Éste comió un poquito. El partido demócrata era la mejor opción indiscutible para los Estados líderes del Oeste y del Noreste, así como en Europa, resto de América y casi todo el planeta respaldados por la prensa escrita mundial más prestigiosa (“el cuarto poder”).
5º. Entonces vino el “quinto poder”, el conglomerado financiero-televisivo de CNN-AOL-Time Warner, NBC-General Electric, CBS-Viacom y ABC-Disney encabezado por la pujante Fox-News Corporation, y el pícaro gordito Bush se lo comió enterito al electorado.
Discúlpenme, no soy objetivo, soy demócrata (entendido en su sentido genérico) y hasta creo en la ONU.
Adaptación norteamericana del tradicional cuento de "los cinco cerditos" a la historia de “Él o Bush” (el obús):
1º. Éste compró un huevo. Abogaban por el cambio presidencial los pésimos resultados estadounidenses e internacionales en seguridad y en economía.
2º. Éste encendió el fuego. Kerry, ganador de los debates en TV, logró la preferencia de los jóvenes, las mujeres y de los nuevos votantes inscritos que anunciaban una alta participación, como se ha producido.
3º. Éste trajo la sal. El tándem Kerry-Edwards alcanzó el apoyo de la ciudadanía de origen hispano, de raza negra, pacifistas, minorías étnicas y sexuales, intelectuales, cantantes y artistas,...
4º. Éste comió un poquito. El partido demócrata era la mejor opción indiscutible para los Estados líderes del Oeste y del Noreste, así como en Europa, resto de América y casi todo el planeta respaldados por la prensa escrita mundial más prestigiosa (“el cuarto poder”).
5º. Entonces vino el “quinto poder”, el conglomerado financiero-televisivo de CNN-AOL-Time Warner, NBC-General Electric, CBS-Viacom y ABC-Disney encabezado por la pujante Fox-News Corporation, y el pícaro gordito Bush se lo comió enterito al electorado.
Discúlpenme, no soy objetivo, soy demócrata (entendido en su sentido genérico) y hasta creo en la ONU.
Todos necesitados ayuda y podemos ayudar
"No podemos ayudar a todos, pero todos podemos ayudar a alguien". |
Loretta Scott. |
El deseo de Teseo
La leyenda del Minotauro es muy esperanzadora para niños y adultos, que compartimos con Teseo el deseo de Paz.
El mito de Teseo, Ariadna, Fedra y el Minotauro procede de la cultura minoica de hace 40 siglos, si bien fue recogido literariamente por el poeta latino Publio Ovidio Nasón en el inicio de nuestra era, poco antes del nacimiento de Jesucristo. Esta compleja tragedia de célebres personajes ha sido objeto de atención continuada por autores como Nietzsche, Freud, Cortázar o Borges.
La crónica comienza en Creta cuando reinaba el poderoso rey Minos. Cnosos, la capital de la isla, era famosa por el laberinto de intrincados corredores, en cuyo interior vivía el cruel Minotauro, un engendro con cabeza de toro y cuerpo de hombre, fruto de los amores de la Reina Pasifae con un toro que Poseidón, dios de los mares, hizo surgir de las aguas. Minos recibió la noticia de que su hijo Androgeo había sido asesinado cuando se dirigía a participar en unos juegos olímpicos. El monarca reunió un ejército y cercó Atenas que se rindió, aceptando la condición de que cada nueve años enviaría siete jóvenes y siete doncellas a Creta para que ser arrojados al Minotauro. Sólo si alguno de los atenienses mataba al Minotauro y salía del laberinto, Atenas sería eximida de la condena.
Teseo, hijo único del rey de Atenas Egeo, se ofreció como candidato cuando por tercera vez hubieron de pagar tan ominoso tributo, embarcando con las víctimas en una nave de velas negras. El monarca y su heredero convinieron en que si Teseo lograba la hazaña, el navío retornaría con velas blancas. Estando ya en la prisión cretense, Teseo fue visto por Ariadna y Fedra, hijas de Minos. Cautivada Ariadna por la valentía del príncipe, decidió ayudarle a derrotar al Minotauro, indicándole un ardid sugerido por el constructor Dédalo: un hilo tendido para encontrar la salida cuando acabase la lucha.
Teseo exterminó al temible Minotauro y pudo regresar hasta la puerta, salvando la vida de sus compañeros y liberando a su ciudad de tan horrible condena. Al reembarcar Teseo, también subieron a bordo en secreto Ariadna y Fedra, que acompañó a su hermana mayor. Durante la travesía se refugiaron en la isla de Naxos para protegerse de una pavorosa tormenta. Vuelta la calma, emprendieron el viaje sin Ariadna, al haber desaparecido tras dormirse en el bosque, extenuada por el cansancio. Dionisio, o Baco dios del vino, la rescató y le ofreció casamiento e inmortalidad.
En Atenas cundía la angustia por la tardanza y diariamente el anciano Egeo acudía a la orilla, esperando el retorno de su hijo. Cuando el barco apareció en el horizonte, traía las velas negras. El rey desesperado se suicidó arrojándose al mar, que desde entonces lleva su nombre. Teseo, abatido por la desaparición de Ariadna había olvidado izar el signo de su éxito, las velas blancas. Teseo fue elegido nuevo soberano, rigiendo los destinos atenienses por largos años, y casándose con Fedra (lo que originó nuevos dramas épicos).
Esta leyenda exhibe un torrente de enseñanzas sobre las cualidades y los defectos humanos. Destaca atributos como el altruismo y el valor de Teseo, o el amor y la inteligencia de Ariadna, junto a yerros como el abandono de Ariadna, el olvido de Teseo o la desesperación de Egeo. Las metáforas también son innumerables: un ideal con estrategia, la confianza en uno mismo, la superación del miedo a lo desconocido, la fe depositada por otra persona, la validez de un buen consejo, la salida por amor del laberinto, la descuidada gestión de la victoria,…
La Humanidad se ve reflejada en Teseo y Ariadna. Con amor, resolución y talento podemos superar al monstruo de la guerra (Minotauro), que reclama una continua matanza de víctimas inocentes. Sólo cuando la violencia desaparezca de nuestras vidas, saldremos del laberinto histórico de muerte y desolación. No desesperemos nunca, ni abandonemos nuestras convicciones, porque algún día, nosotros también, avistaremos las velas blancas de la paz.
El mito de Teseo, Ariadna, Fedra y el Minotauro procede de la cultura minoica de hace 40 siglos, si bien fue recogido literariamente por el poeta latino Publio Ovidio Nasón en el inicio de nuestra era, poco antes del nacimiento de Jesucristo. Esta compleja tragedia de célebres personajes ha sido objeto de atención continuada por autores como Nietzsche, Freud, Cortázar o Borges.
La crónica comienza en Creta cuando reinaba el poderoso rey Minos. Cnosos, la capital de la isla, era famosa por el laberinto de intrincados corredores, en cuyo interior vivía el cruel Minotauro, un engendro con cabeza de toro y cuerpo de hombre, fruto de los amores de la Reina Pasifae con un toro que Poseidón, dios de los mares, hizo surgir de las aguas. Minos recibió la noticia de que su hijo Androgeo había sido asesinado cuando se dirigía a participar en unos juegos olímpicos. El monarca reunió un ejército y cercó Atenas que se rindió, aceptando la condición de que cada nueve años enviaría siete jóvenes y siete doncellas a Creta para que ser arrojados al Minotauro. Sólo si alguno de los atenienses mataba al Minotauro y salía del laberinto, Atenas sería eximida de la condena.
Teseo, hijo único del rey de Atenas Egeo, se ofreció como candidato cuando por tercera vez hubieron de pagar tan ominoso tributo, embarcando con las víctimas en una nave de velas negras. El monarca y su heredero convinieron en que si Teseo lograba la hazaña, el navío retornaría con velas blancas. Estando ya en la prisión cretense, Teseo fue visto por Ariadna y Fedra, hijas de Minos. Cautivada Ariadna por la valentía del príncipe, decidió ayudarle a derrotar al Minotauro, indicándole un ardid sugerido por el constructor Dédalo: un hilo tendido para encontrar la salida cuando acabase la lucha.
Teseo exterminó al temible Minotauro y pudo regresar hasta la puerta, salvando la vida de sus compañeros y liberando a su ciudad de tan horrible condena. Al reembarcar Teseo, también subieron a bordo en secreto Ariadna y Fedra, que acompañó a su hermana mayor. Durante la travesía se refugiaron en la isla de Naxos para protegerse de una pavorosa tormenta. Vuelta la calma, emprendieron el viaje sin Ariadna, al haber desaparecido tras dormirse en el bosque, extenuada por el cansancio. Dionisio, o Baco dios del vino, la rescató y le ofreció casamiento e inmortalidad.
En Atenas cundía la angustia por la tardanza y diariamente el anciano Egeo acudía a la orilla, esperando el retorno de su hijo. Cuando el barco apareció en el horizonte, traía las velas negras. El rey desesperado se suicidó arrojándose al mar, que desde entonces lleva su nombre. Teseo, abatido por la desaparición de Ariadna había olvidado izar el signo de su éxito, las velas blancas. Teseo fue elegido nuevo soberano, rigiendo los destinos atenienses por largos años, y casándose con Fedra (lo que originó nuevos dramas épicos).
Esta leyenda exhibe un torrente de enseñanzas sobre las cualidades y los defectos humanos. Destaca atributos como el altruismo y el valor de Teseo, o el amor y la inteligencia de Ariadna, junto a yerros como el abandono de Ariadna, el olvido de Teseo o la desesperación de Egeo. Las metáforas también son innumerables: un ideal con estrategia, la confianza en uno mismo, la superación del miedo a lo desconocido, la fe depositada por otra persona, la validez de un buen consejo, la salida por amor del laberinto, la descuidada gestión de la victoria,…
La Humanidad se ve reflejada en Teseo y Ariadna. Con amor, resolución y talento podemos superar al monstruo de la guerra (Minotauro), que reclama una continua matanza de víctimas inocentes. Sólo cuando la violencia desaparezca de nuestras vidas, saldremos del laberinto histórico de muerte y desolación. No desesperemos nunca, ni abandonemos nuestras convicciones, porque algún día, nosotros también, avistaremos las velas blancas de la paz.
La verdad es inmutable
"La verdad no cambia en función de nuestra habilidad para digerirla.". |
Flannery O'Connor. |
Afronta la impronta
La emulación de patrones externos es un instinto básico de gran influencia social.
La impronta es un proceso biológico de aprendizaje, por el cual las crías se identifican con los adultos de su especie y aprenden de ellos, mediante observación e imitación, los distintos métodos de supervivencia, búsqueda de alimento y refugio, así como modelos de defensa, ataque, convivencia, apareamiento,...
Entre los años 1940 y 1950, el Premio Nobel austriaco Konrad Lorenz, fundador de la moderna Etología, describió cómo los patitos que nacieron en su jardín de Altenberg lo tomaron como “madre pata”, siguiéndolo a todas partes. Los ánades nacen con una "disposición" a considerar "madre" al animal o artilugio que se mueva de un modo concreto y a una determinada distancia. Esta “programación genética” desenlaza una serie de comportamientos que favorecen la protección de las crías al amparo de sus progenitores.
No sólo las aves, como gansos, patos y faisanes, desarrollan el fenómeno de la impronta. También se ha estudiado en diversas especies desde insectos a vertebrados. Los mamíferos también demuestran en sus primeras etapas vitales un apego y una preferencia permanente, por algo cercano que por lo común es su progenitor. De ahí que sea más fácil domesticar animales si desde cachorros han sido criados en casa, jugando un papel decisivo el olfato al resultar atraídos permanentemente por aromas similares a los primeros que percibieron.
Con la impronta el aprendiz discrimina lo familiar y seguro de lo desconocido y temible. Parece irreversible esa influencia que es difícil de modificar posteriormente. La conducta de impregnación o troquelado forma parte de la evolución ontogénica de todo individuo, animal o humano. La vinculación de la cría con la figura materna ocurre tras nacer a lo largo de una fase crítica de duración variable.
El período sensible de apego se prolonga más en las especies superiores. Mientras en los niños esta fuerte vinculación de arraigo dura hasta los tres años, las ovejas o cabras requieren apenas unos minutos tras el nacimiento para que la cría se acostumbre a su madre y mame, tiempo igual al que la nodriza necesita para mostrase sensible al olor del retoño, aceptándole y segregando leche.
Los estudios en primates y en bebés humanos demuestran el peligro del desarraigo maternal durante las primeras fases del desarrollo cerebral. La carencia o insuficiencia de relación emocional entre el recién nacido y sus progenitores (impronta filial), genera inhibición en el comportamiento, lagunas de afectividad y retrasos del progreso psíquico.
El fenómeno de la impresión causada por los adultos significativos desde la infancia, en sentido amplio, se extiende educativa, cultural y socialmente a lo largo de la vida de las personas, condicionando nuestro libre albedrío. Los patrones imperantes en la sociedad dejan huella indeleble en todos nosotros. Los talantes, las conductas, los modelos de los líderes marcan y se extienden por mecanismos de emulación. El efecto mundial del prototipo Kerry no es igual al impacto del arquetipo Bush.
Los personajes famosos, los políticos, los educadores, los progenitores, incluso todos los adultos haríamos bien en valorar las secuelas de nuestro ejemplo en los demás, especialmente en los menores. El poeta Longfellow señaló: “Ninguna acción, buena o mala, termina nunca, sino que deja en algún lugar su impronta, escrita como una bendición o como un maleficio por unos dedos ultraterrenales”. Recordemos que no sólo somos responsables de nuestros actos directos, sino también de imagen que proyectamos y de las pautas que inducimos en quienes confían en nosotros.
Mesa familiar
Homenaje a un elemento mágico que, a pesar de su sencillez, puede transformar el mundo reuniendo a las familias.
¿Qué hace falta para crear y mantener una familia? Mucho amor y pocas cosas. Basta cruzar los proyectos de futuro de una pareja y mantener la voluntad común de vivir juntos, criando y educando a los hijos en un hogar manteniendo una feliz unidad familiar.
Vivimos épocas materialistas en los que nos imponemos demasiadas condiciones previas antes de casarnos o tener familia. Parece que son obligatorios buenos sueldos estables, grandes casas totalmente equipadas y vehículos lujosos antes de que llegue el momento de ser padres. Incluso con todo ello, algunos siguen creyendo que lo principal es dedicar todo su tiempo a ganar mucho dinero para que no falten capricho alguno a los hijos, suponiendo que con ello se les garantiza una vida dichosa desde su nacimiento y que se les prepara para el futuro.
Sinceramente muchos creemos que una casa bien equipada sólo necesita para convertirse en un verdadero hogar mucho cariño y un mobiliario básico. Quizá el mueble esencial sea la mesa donde la familia se junta, come y dialoga, especialmente mientras los descendientes crecen. Para construir una invulnerable familia basta una mesa que, aunque no sea de roble, agrupe diariamente a toda la familia para alimentarse con comida material y espiritual.
Alrededor de la mesa familiar se produce la transmisión de valores entre padres e hijos. Allí se celebran fiestas, se dialoga, se argumenta, se aprende, se reprende y se disfruta del tesoro del apoyo familiar en miles de desayunos, comidas, meriendas y cenas. Todos reunidos, escuchando y hablando por turnos de lo ocurrido en cada jornada, los niños se preparan con historias, ideas y valores compartidos antes de adentrarse en los diversos escenarios del mundo exterior.
Todos deben contar sus experiencias y comunicar sus alegrías y sus problemas. En la mesa y en la sobremesa se buscan y se encuentran las ayudas para sobrellevar las cargas de los demás, porque todos podemos colaborar aunque sólo sea acompañando, y porque todos necesitamos hablar y que nos escuchen. Nada es más educador y fecundo para una familia que alcanzar un ambiente de confianza mutua, congregándose a menudo en la mesa y conversando en broma y en serio de todo lo que preocupa a cada miembro de la casa.
El grado de ocupación de la mesa común es un buen indicador de la armonía familiar. Conviene que los días laborables sea lugar de estudio de todos los hijos tras la merienda, mejor que por separado en los cuartos, y sitio de juegos durante el fin de semana, siempre bajo la supervisión paterna y materna, o mejor aún, con la participación y colaboración directa de los progenitores en las actividades de trabajo o lúdicas, incluso para ver la televisión en familia y comentar los programas.
A medida que los niños crecen la mesa se encoge, la familia se apiña. Luego llega el tiempo en que por razones de estudio o de trabajo el quórum no se alcanza, porque los hijos van emancipándose o ya faltan los abuelos. La mesa, rectangular o redonda, sólo concentra a toda la prole y a sus parejas en ocasiones contadas. Pero allí queda, rodeando la vieja mesa un halo del lazo familiar, porque en su centro hemos depositado nuestras vidas abrazadas en común y también nuestros sueños personales y familiares, unos cumplidos y otros sólo en promesa… de mesa.
¿Qué hace falta para crear y mantener una familia? Mucho amor y pocas cosas. Basta cruzar los proyectos de futuro de una pareja y mantener la voluntad común de vivir juntos, criando y educando a los hijos en un hogar manteniendo una feliz unidad familiar.
Vivimos épocas materialistas en los que nos imponemos demasiadas condiciones previas antes de casarnos o tener familia. Parece que son obligatorios buenos sueldos estables, grandes casas totalmente equipadas y vehículos lujosos antes de que llegue el momento de ser padres. Incluso con todo ello, algunos siguen creyendo que lo principal es dedicar todo su tiempo a ganar mucho dinero para que no falten capricho alguno a los hijos, suponiendo que con ello se les garantiza una vida dichosa desde su nacimiento y que se les prepara para el futuro.
Sinceramente muchos creemos que una casa bien equipada sólo necesita para convertirse en un verdadero hogar mucho cariño y un mobiliario básico. Quizá el mueble esencial sea la mesa donde la familia se junta, come y dialoga, especialmente mientras los descendientes crecen. Para construir una invulnerable familia basta una mesa que, aunque no sea de roble, agrupe diariamente a toda la familia para alimentarse con comida material y espiritual.
Alrededor de la mesa familiar se produce la transmisión de valores entre padres e hijos. Allí se celebran fiestas, se dialoga, se argumenta, se aprende, se reprende y se disfruta del tesoro del apoyo familiar en miles de desayunos, comidas, meriendas y cenas. Todos reunidos, escuchando y hablando por turnos de lo ocurrido en cada jornada, los niños se preparan con historias, ideas y valores compartidos antes de adentrarse en los diversos escenarios del mundo exterior.
Todos deben contar sus experiencias y comunicar sus alegrías y sus problemas. En la mesa y en la sobremesa se buscan y se encuentran las ayudas para sobrellevar las cargas de los demás, porque todos podemos colaborar aunque sólo sea acompañando, y porque todos necesitamos hablar y que nos escuchen. Nada es más educador y fecundo para una familia que alcanzar un ambiente de confianza mutua, congregándose a menudo en la mesa y conversando en broma y en serio de todo lo que preocupa a cada miembro de la casa.
El grado de ocupación de la mesa común es un buen indicador de la armonía familiar. Conviene que los días laborables sea lugar de estudio de todos los hijos tras la merienda, mejor que por separado en los cuartos, y sitio de juegos durante el fin de semana, siempre bajo la supervisión paterna y materna, o mejor aún, con la participación y colaboración directa de los progenitores en las actividades de trabajo o lúdicas, incluso para ver la televisión en familia y comentar los programas.
A medida que los niños crecen la mesa se encoge, la familia se apiña. Luego llega el tiempo en que por razones de estudio o de trabajo el quórum no se alcanza, porque los hijos van emancipándose o ya faltan los abuelos. La mesa, rectangular o redonda, sólo concentra a toda la prole y a sus parejas en ocasiones contadas. Pero allí queda, rodeando la vieja mesa un halo del lazo familiar, porque en su centro hemos depositado nuestras vidas abrazadas en común y también nuestros sueños personales y familiares, unos cumplidos y otros sólo en promesa… de mesa.
Los cuatro protocolos
Un sabio adagio popular dice: "En ciertas circunstancias, es mejor hacerse el muerto". Pero sin exagerar.
Se afirma frecuentemente que todo animal, frente a situaciones de peligro tiene solamente dos opciones, luchar o huir, olvidando una tercera respuesta posible: Hacerse el muerto. Muchas especies como los insectos y algunos vertebrados como los sapos, zorros y zarigüeyas, cuando se sienten amenazadas por un peligro grave y no tienen ninguna posibilidad de solución activa, sea ésta la fuga o el enfrentamiento, encuentran que la única reacción posible es hacerse el muerto, lo que permite ser ignorado por el atacante y sobrevivir.
Las respuestas fisiológicas que desencadenamos instintivamente los seres humanos son las mismas que desataban nuestros primitivos antepasados. Pero, a lo largo de la historia de la humanidad, se ha desarrollado un cuarto protocolo: Dialogar y negociar para pactar un acuerdo que evite la victoria de uno sobre otro, lo que sólo aseguraría demorar futuras peleas de revancha del perdedor.
La cuádrupla opción humana huida- lucha- hacerse el muerto- diálogo debería ser analizada en toda ocasión. Seguramente la acción más habitual y acertada sea el escape, previendo y evitando situaciones conflictivas. También es frecuente, aunque no siempre consciente, la reacción de inmovilidad y mimetismo con el entorno para tratar de pasar inadvertidos. Esta estrategia, que ejemplifican a la perfección las ratas almizcleras marsupiales, la adoptamos muchos que preferimos un perfil público bajo para ser actores secundarios en historias anónimas. "Hacerse el muerto" es una vieja treta vital muy practicada en situaciones desesperadas por las zarigüeyas y que los homínidos aprendimos quizá flotando “a lo muerto” en el agua o en las cruentas batallas aparentando ser ya cadáveres.
La táctica defensiva de “hacerse el muerto” no debe ser exagerada hasta el punto de hurtase el gozo de vivir, sólo para no afrontar el dolor de una existencia real plagada de dichas que se alternan con desventuras. Sin abusar demasiado de “hacernos el vivo” y de “cargar con el muerto” a otros, huyamos de la actitud de mantenernos “más muertos que vivos”, aunque estemos "muertos de frío, hambre y de sed” y no tengamos siquiera “dónde caernos muertos”.
Recordemos que siempre podemos perseverar y dialogar, si mantenemos un animoso optimismo. No existirán “horas muertas”, si dejamos “el punto muerto” y engranamos las velocidades de una vitalidad decidida compartiendo nuestras tristezas y alegrías. Así pronto experimentaremos ocasiones risueñas e incluso algunas de estar “muertos de risa”.
Se afirma frecuentemente que todo animal, frente a situaciones de peligro tiene solamente dos opciones, luchar o huir, olvidando una tercera respuesta posible: Hacerse el muerto. Muchas especies como los insectos y algunos vertebrados como los sapos, zorros y zarigüeyas, cuando se sienten amenazadas por un peligro grave y no tienen ninguna posibilidad de solución activa, sea ésta la fuga o el enfrentamiento, encuentran que la única reacción posible es hacerse el muerto, lo que permite ser ignorado por el atacante y sobrevivir.
Las respuestas fisiológicas que desencadenamos instintivamente los seres humanos son las mismas que desataban nuestros primitivos antepasados. Pero, a lo largo de la historia de la humanidad, se ha desarrollado un cuarto protocolo: Dialogar y negociar para pactar un acuerdo que evite la victoria de uno sobre otro, lo que sólo aseguraría demorar futuras peleas de revancha del perdedor.
La cuádrupla opción humana huida- lucha- hacerse el muerto- diálogo debería ser analizada en toda ocasión. Seguramente la acción más habitual y acertada sea el escape, previendo y evitando situaciones conflictivas. También es frecuente, aunque no siempre consciente, la reacción de inmovilidad y mimetismo con el entorno para tratar de pasar inadvertidos. Esta estrategia, que ejemplifican a la perfección las ratas almizcleras marsupiales, la adoptamos muchos que preferimos un perfil público bajo para ser actores secundarios en historias anónimas. "Hacerse el muerto" es una vieja treta vital muy practicada en situaciones desesperadas por las zarigüeyas y que los homínidos aprendimos quizá flotando “a lo muerto” en el agua o en las cruentas batallas aparentando ser ya cadáveres.
La táctica defensiva de “hacerse el muerto” no debe ser exagerada hasta el punto de hurtase el gozo de vivir, sólo para no afrontar el dolor de una existencia real plagada de dichas que se alternan con desventuras. Sin abusar demasiado de “hacernos el vivo” y de “cargar con el muerto” a otros, huyamos de la actitud de mantenernos “más muertos que vivos”, aunque estemos "muertos de frío, hambre y de sed” y no tengamos siquiera “dónde caernos muertos”.
Recordemos que siempre podemos perseverar y dialogar, si mantenemos un animoso optimismo. No existirán “horas muertas”, si dejamos “el punto muerto” y engranamos las velocidades de una vitalidad decidida compartiendo nuestras tristezas y alegrías. Así pronto experimentaremos ocasiones risueñas e incluso algunas de estar “muertos de risa”.
Extraños, no enemigos, sino amigos futuros
"Extraño no equivale a enemigo, sino a un amigo que aún no conocemos". |
Creemos muchos... |
Anónimos acólitos
El anonimato nos convierte a todos en afónicos, atónitos y agónicos seres que sólo recuperamos la humanidad con nuestro nombre propio.
El anonimato es una prueba determinante que mide el carácter verdadero de las personas. Cuando nos sentimos seres sin rostro ni nombre, resulta más fácil comportarnos como nunca lo haríamos entre nuestros conocidos. Ocultos al volante de un coche podemos actuar como salvajes o podemos contestar intempestivamente tras un teléfono cuando recibimos una llamada equivocada. La grandeza de un corazón se aprecia realmente cuando siempre, aún desde el completo anonimato, actúa educada y generosamente.
A casi todos nosotros, el sentirnos reconocidos y perfectamente identificables, nos aporta altas dosis de juicio y responsabilidad. No se trata únicamente de poder rehuir la culpa o el castigo, sino que el mantenimiento de nuestro buen nombre personal y familiar nos impone unos patrones de conducta irreprochablemente éticos e intachablemente ejemplares.
Los uniformes, por el contrario, pueden coadyuvar a sepultar o diluir la individualidad y la consiguiente responsabilidad personal. Una guerrera, una placa o una bata, si no se acompañan de una identificación fácilmente recordable pueden ser el preludio de un trato impersonal, ejercido desde la supuesta superioridad de quien autoritariamente no se identifica ante aquel a quien debe servir.
Las instituciones y los poderes públicos harían bien en identificar nominalmente a todas las autoridades y agentes que tratan con la ciudadanía, desde los funcionarios civiles hasta los policías, desde cada educador hasta cada sanitario, desde cada barrendero hasta cada concejal. Las empresas igualmente se asegurarían una mejor relación con los clientes y proveedores, si cada empleado portase una identificación, desde los camareros hasta los jefes de ventas.
Toda la convivencia experimentaría una profunda mejoría si llevásemos prendida a nuestra chaqueta una etiqueta con nuestro nombre y apellido. Incluso los hábitos de conducción mejorarían sustancialmente si los conductores llevasen su nombre impreso en las matrículas de los vehículos. Llevar el apellido expuesto a la vista de los demás contribuye a un reconocimiento más directo y eficaz de nuestras acciones, promoviendo actuaciones sensatas, voluntariosas y amables de esas buenas personas que somos cuando actuamos a cara descubierta y en nombre propio.
El anonimato es una prueba determinante que mide el carácter verdadero de las personas. Cuando nos sentimos seres sin rostro ni nombre, resulta más fácil comportarnos como nunca lo haríamos entre nuestros conocidos. Ocultos al volante de un coche podemos actuar como salvajes o podemos contestar intempestivamente tras un teléfono cuando recibimos una llamada equivocada. La grandeza de un corazón se aprecia realmente cuando siempre, aún desde el completo anonimato, actúa educada y generosamente.
A casi todos nosotros, el sentirnos reconocidos y perfectamente identificables, nos aporta altas dosis de juicio y responsabilidad. No se trata únicamente de poder rehuir la culpa o el castigo, sino que el mantenimiento de nuestro buen nombre personal y familiar nos impone unos patrones de conducta irreprochablemente éticos e intachablemente ejemplares.
Los uniformes, por el contrario, pueden coadyuvar a sepultar o diluir la individualidad y la consiguiente responsabilidad personal. Una guerrera, una placa o una bata, si no se acompañan de una identificación fácilmente recordable pueden ser el preludio de un trato impersonal, ejercido desde la supuesta superioridad de quien autoritariamente no se identifica ante aquel a quien debe servir.
Las instituciones y los poderes públicos harían bien en identificar nominalmente a todas las autoridades y agentes que tratan con la ciudadanía, desde los funcionarios civiles hasta los policías, desde cada educador hasta cada sanitario, desde cada barrendero hasta cada concejal. Las empresas igualmente se asegurarían una mejor relación con los clientes y proveedores, si cada empleado portase una identificación, desde los camareros hasta los jefes de ventas.
Toda la convivencia experimentaría una profunda mejoría si llevásemos prendida a nuestra chaqueta una etiqueta con nuestro nombre y apellido. Incluso los hábitos de conducción mejorarían sustancialmente si los conductores llevasen su nombre impreso en las matrículas de los vehículos. Llevar el apellido expuesto a la vista de los demás contribuye a un reconocimiento más directo y eficaz de nuestras acciones, promoviendo actuaciones sensatas, voluntariosas y amables de esas buenas personas que somos cuando actuamos a cara descubierta y en nombre propio.
Estatuto disecado
Algunos prefieren un estático Estatuto de Gernika marchito antes que adaptarlo a los deseos ciudadanos.
La reciente polémica sobre la celebración del vigésimo quinto aniversario del Estatuto Vasco, recuerda aquel antiguo chiste de un veterinario que también era taxidermista. En su consulta mantenía un letrero donde se leía: “De una u otra forma, le devolveremos su mascota”.
El Estatuto de Gernika cumple el 25 de octubre su primer cuarto de siglo, tras su reiterado incumplimiento por parte de los sucesivos gobiernos de UCD, PSOE y de PP. Una vida de 25 años, en una norma reguladora del actual marco jurídico-político de la Comunidad Autónoma Vasca bien merece una revisión de su vigencia en un nuevo escenario europeo y mundial. Especialmente porque nació en la procelosa época de la Transición tras una larga dictadura de Franco y con “poderes fácticos militares” muy reales como se demostró el 23-F de 1981.
Aquel compromiso de base, que se pactó en "una situación de graves emergencias en todos los órdenes" y para "evitar un riesgo de involución", fue interpretado tras la intentona golpista de forma de “forma muy restrictiva" por todos los poderes centralistas del Estado. Incluso tras cumplirse dos décadas y media sigue aún sin alcanzarse la transferencia de importantes competencias previstas.
No sorprende que quienes votaron en contra como el PP (entonces Alianza Popular) y otros como el PSOE que no lo han cumplido, desean su momificación como una reliquia que detenga el paso del tiempo. Afortunadamente, desde la presente Legislatura, el Lehendakari vasco lidera una propuesta de “Nuevo Estatuto Político de Euskadi” desde un gobierno tripartito con muy favorables expectativas electorales. Tras un extenso debate parlamentario y social, que dura ya más de dos años, esta propuesta conocida públicamente como “Plan Ibarretxe” está destinada a ser planteada como clave plebiscitaria en la próxima convocatoria autonómica de la primavera de 2005.
Afortunadamente somos mayoría quienes en la sociedad vasca preferimos adaptarnos dinámica y demócratamente a un mundo en evolución, donde se respeten todos los derechos humanos individuales y colectivos, donde se alcance la pacificación y normalización política, y donde la naturaleza no se diseque sino que se admire cuando vive en plena libertad.
La reciente polémica sobre la celebración del vigésimo quinto aniversario del Estatuto Vasco, recuerda aquel antiguo chiste de un veterinario que también era taxidermista. En su consulta mantenía un letrero donde se leía: “De una u otra forma, le devolveremos su mascota”.
El Estatuto de Gernika cumple el 25 de octubre su primer cuarto de siglo, tras su reiterado incumplimiento por parte de los sucesivos gobiernos de UCD, PSOE y de PP. Una vida de 25 años, en una norma reguladora del actual marco jurídico-político de la Comunidad Autónoma Vasca bien merece una revisión de su vigencia en un nuevo escenario europeo y mundial. Especialmente porque nació en la procelosa época de la Transición tras una larga dictadura de Franco y con “poderes fácticos militares” muy reales como se demostró el 23-F de 1981.
Aquel compromiso de base, que se pactó en "una situación de graves emergencias en todos los órdenes" y para "evitar un riesgo de involución", fue interpretado tras la intentona golpista de forma de “forma muy restrictiva" por todos los poderes centralistas del Estado. Incluso tras cumplirse dos décadas y media sigue aún sin alcanzarse la transferencia de importantes competencias previstas.
No sorprende que quienes votaron en contra como el PP (entonces Alianza Popular) y otros como el PSOE que no lo han cumplido, desean su momificación como una reliquia que detenga el paso del tiempo. Afortunadamente, desde la presente Legislatura, el Lehendakari vasco lidera una propuesta de “Nuevo Estatuto Político de Euskadi” desde un gobierno tripartito con muy favorables expectativas electorales. Tras un extenso debate parlamentario y social, que dura ya más de dos años, esta propuesta conocida públicamente como “Plan Ibarretxe” está destinada a ser planteada como clave plebiscitaria en la próxima convocatoria autonómica de la primavera de 2005.
Afortunadamente somos mayoría quienes en la sociedad vasca preferimos adaptarnos dinámica y demócratamente a un mundo en evolución, donde se respeten todos los derechos humanos individuales y colectivos, donde se alcance la pacificación y normalización política, y donde la naturaleza no se diseque sino que se admire cuando vive en plena libertad.
Los libros son espejos: mirándonos en ellos, descubrimos quiénes somos
“La sabiduría no está en los hombres canos, sino en los libros viejos” Fray Antonio de Guervara
“Los mejores libros son aquellos cuyos lectores creen que también ellos pudieron haberlos escrito” Blaise Pascal
“Todos los libros pueden dividirse en dos clases: libros del momento y libros de todo momento” John Ruskin
“Para un auténtico escritor, cada libro debería ser un nuevo comienzo en el que él intenta algo que está más allá de su alcance” Ernest Hemingway
“Todo el mundo conocido, excepto sólo los países salvajes, está gobernado por los libros” François - Marie Arouet Voltaire
“Es supersticiosa y vana la costumbre de buscar sentido en los libros, equiparable a buscarlo en los sueños o en las líneas caóticas de las manos” Jorge Luis Borges
“Los mejores libros son aquellos cuyos lectores creen que también ellos pudieron haberlos escrito” Blaise Pascal
“Todos los libros pueden dividirse en dos clases: libros del momento y libros de todo momento” John Ruskin
“Para un auténtico escritor, cada libro debería ser un nuevo comienzo en el que él intenta algo que está más allá de su alcance” Ernest Hemingway
“Todo el mundo conocido, excepto sólo los países salvajes, está gobernado por los libros” François - Marie Arouet Voltaire
“Es supersticiosa y vana la costumbre de buscar sentido en los libros, equiparable a buscarlo en los sueños o en las líneas caóticas de las manos” Jorge Luis Borges
La esperanza es un espejo colgado en el futuro
"La esperanza es la vida misma defendiéndose". |
Julio Cortázar. |
Niños contra la guerra
En un belicoso mundo de adultos, donde se presenta la guerra como un inevitable videojuego para los vencedores, el mejor argumento por la paz proviene de la inteligencia infantil desde el candor de sus diarios.
Parece imposible que hayan sido los niños quienes han escrito los mejores alegatos contra la guerra. Con sólo un lápiz y unas cuartillas, respaldados por el poder la palabra, algunas de sus composiciones infantiles en forma de cuadernos constituyen los ensayos pacifistas más memorables.
Probablemente, el más representativo de los fascinantes documentos históricos basados en relatos cotidianos de seres maravillosos que vivieron épocas y situaciones que nunca deberían ser olvidadas por la Humanidad sea el sublime “Diario de Ana Frank” (ver íntegramente en bitacoradefarrio.webcindario.com), la niña de 14 años que no llegó a crecer.
El 3 de mayo de 1944, Ana escribía a su amiga Kitty: “Primero, las noticias de la semana. La política está de asueto: nada, absolutamente nada que señalar. ¿De qué sirve esta guerra? ¿Por qué los hombres no pueden vivir en paz? ¿Por qué esta devastación?... ¿Por qué se gasta cada día millones en la guerra y no hay un céntimo disponible para le medicina, los artistas y los pobres? ¿Por qué hay hombres que sufren hambre, mientras que en otras partes del mundo los alimentos se pudren en el lugar porque sobran? ¡Oh! ¿Por qué los hombres han enloquecido así? Jamás creeré que únicamente los hombres poderosos, los gobernantes y los capitalistas sean responsables de la guerra. No. El hombre de la calle se alegra también mucho en hacerla. Si no, los pueblos hace rato que se habrían rebelado”.
Recientemente se ha descubierto otro caso similar, el de Helga Deen, una holandesa adolescente judía también exterminada en el Holocausto nazi. El diario que escribió Helga antes de perecer refleja, con mayor brevedad pero superior calidad prosística derivada de sus 18 años, la misma desesperación que Ana provocada por aquella indescriptible tragedia que aconteció en el centro de Europa hace sólo 60 años.
Helga, en su libreta colegial de química de 20 páginas escasas y en cinco cartas dirigidas a su novio Kees van den Berg, nos narra allá por junio de 1943, estando ya encerrada en un barracón: "Cariño, hasta ahora no hay mayores problemas. Ocupo una litera de tres pisos y, desde la ventana, veo árboles, pájaros, el cielo azul y alguna nube. Qué desesperación. Todo es horrible. Las crisis de histeria a mi alrededor, la falta de disciplina... Y el ruido”. El 2 de julio, antes de ser deportada a Sobibor para su asesinato, anotó: "Todos los días vemos la libertad tras el alambre de espino que nos encierra".
Ambos diarios no son los únicos testimonios íntimos, a la vez que universales, de la desolación en las guerras. Inolvidables, y dignos de ser releídos, son también “Un saco de canicas” de Joseph Joffo, sobre las aventuras que vive junto a un hermano, con 10 y 12 años, para escapar de los nazis en Paris y reunirse con sus hermanos mayores en la zona libre de Francia, y “El diario de Zlata”, que empezó a escribir septiembre de 1991, poco antes de cumplir 11 años. Su autora, Zlata Filipovic, describe con gran emotividad la vida en la Sarajevo desangrada de hace apenas una década. Ambas obras resultan imperecederas declaraciones pacifistas, siendo la primera más una memoria autobiográfica que enraíza con la divertida novela picaresca y la segunda un diario de una niña croata que había leído a Ana y que se encuentra prisionera en su propia casa, sin agua, gas ni electricidad. La conclusión de todos estos muchachos, la resume Zlata: “Nosotros [los niños] seguro que no habríamos escogido la guerra".
Existen muchas iniciativas pedagógicas y metodologías didácticas de “niños contra la guerra”. Desde la escuela, con una educación en valores éticos y en defensa de los derechos humanos de todas las personas, se puede transformar el mundo. Las guerras acabarán cuando los escolares crezcan sin renunciar a su idealismo utópico, según el cual “no merece la pena escoger la guerra, porque no conviene ni a los niños ni a los hombres de la calle”, como nos contaron Ana, Helga, Joseph y Zlata.
Parece imposible que hayan sido los niños quienes han escrito los mejores alegatos contra la guerra. Con sólo un lápiz y unas cuartillas, respaldados por el poder la palabra, algunas de sus composiciones infantiles en forma de cuadernos constituyen los ensayos pacifistas más memorables.
Probablemente, el más representativo de los fascinantes documentos históricos basados en relatos cotidianos de seres maravillosos que vivieron épocas y situaciones que nunca deberían ser olvidadas por la Humanidad sea el sublime “Diario de Ana Frank” (ver íntegramente en bitacoradefarrio.webcindario.com), la niña de 14 años que no llegó a crecer.
El 3 de mayo de 1944, Ana escribía a su amiga Kitty: “Primero, las noticias de la semana. La política está de asueto: nada, absolutamente nada que señalar. ¿De qué sirve esta guerra? ¿Por qué los hombres no pueden vivir en paz? ¿Por qué esta devastación?... ¿Por qué se gasta cada día millones en la guerra y no hay un céntimo disponible para le medicina, los artistas y los pobres? ¿Por qué hay hombres que sufren hambre, mientras que en otras partes del mundo los alimentos se pudren en el lugar porque sobran? ¡Oh! ¿Por qué los hombres han enloquecido así? Jamás creeré que únicamente los hombres poderosos, los gobernantes y los capitalistas sean responsables de la guerra. No. El hombre de la calle se alegra también mucho en hacerla. Si no, los pueblos hace rato que se habrían rebelado”.
Recientemente se ha descubierto otro caso similar, el de Helga Deen, una holandesa adolescente judía también exterminada en el Holocausto nazi. El diario que escribió Helga antes de perecer refleja, con mayor brevedad pero superior calidad prosística derivada de sus 18 años, la misma desesperación que Ana provocada por aquella indescriptible tragedia que aconteció en el centro de Europa hace sólo 60 años.
Helga, en su libreta colegial de química de 20 páginas escasas y en cinco cartas dirigidas a su novio Kees van den Berg, nos narra allá por junio de 1943, estando ya encerrada en un barracón: "Cariño, hasta ahora no hay mayores problemas. Ocupo una litera de tres pisos y, desde la ventana, veo árboles, pájaros, el cielo azul y alguna nube. Qué desesperación. Todo es horrible. Las crisis de histeria a mi alrededor, la falta de disciplina... Y el ruido”. El 2 de julio, antes de ser deportada a Sobibor para su asesinato, anotó: "Todos los días vemos la libertad tras el alambre de espino que nos encierra".
Ambos diarios no son los únicos testimonios íntimos, a la vez que universales, de la desolación en las guerras. Inolvidables, y dignos de ser releídos, son también “Un saco de canicas” de Joseph Joffo, sobre las aventuras que vive junto a un hermano, con 10 y 12 años, para escapar de los nazis en Paris y reunirse con sus hermanos mayores en la zona libre de Francia, y “El diario de Zlata”, que empezó a escribir septiembre de 1991, poco antes de cumplir 11 años. Su autora, Zlata Filipovic, describe con gran emotividad la vida en la Sarajevo desangrada de hace apenas una década. Ambas obras resultan imperecederas declaraciones pacifistas, siendo la primera más una memoria autobiográfica que enraíza con la divertida novela picaresca y la segunda un diario de una niña croata que había leído a Ana y que se encuentra prisionera en su propia casa, sin agua, gas ni electricidad. La conclusión de todos estos muchachos, la resume Zlata: “Nosotros [los niños] seguro que no habríamos escogido la guerra".
Existen muchas iniciativas pedagógicas y metodologías didácticas de “niños contra la guerra”. Desde la escuela, con una educación en valores éticos y en defensa de los derechos humanos de todas las personas, se puede transformar el mundo. Las guerras acabarán cuando los escolares crezcan sin renunciar a su idealismo utópico, según el cual “no merece la pena escoger la guerra, porque no conviene ni a los niños ni a los hombres de la calle”, como nos contaron Ana, Helga, Joseph y Zlata.
Humanidad familiar
La fraternidad extendida podría transformar el mundo, pero aún sería mejor si tratásemos a los demás como hijos nuestros.
La reciente muerte de una abuela, madre de una buena amiga de la familia, nos ha hecho recapacitar a todos sobre el significado de la maternidad. Esta anciana, con una envidiable lucidez mental mantenida hasta los últimos minutos de sus 89 años, nos legó una lección de humanidad en la clínica donde, tras un rápido proceso de dos semanas, murió serenamente arropada por su fe.
Prefirió no preguntar qué le pasaba, a pesar de los alarmantes síntomas, y su único interés era atender a su familia y a las amistades que la visitábamos, bromeando sobre la imposibilidad de tomar un café con leche. Con una entereza inigualable supo disimular una despreocupación suprema, justamente para hacernos creer que desconocía la gravedad de su enfermedad. Madre hasta la muerte, se levantaba de noche para abrigar a la hija que le cuidaba, e insistía en que sus hijos y nietos debían seguir con sus tareas sin alterar sus horarios para acompañarla. Su interés fue siempre el cuidado de los demás, y su infinito cariño se desbordada hasta alcanzar a amigos y vecinos.
La fraternidad fue un lema cristiano y revolucionario, y Dios se nos presenta como un Padre en muchas religiones. Pero quizá todo sería mejor si nos comportásemos con los demás como cualquier madre trata a sus hijos, y atendiéramos a quienes nos rodean como los progenitores cuidan a los suyos. Todos somos hijos, muchos tenemos hermanos, pero sólo con la paternidad o la maternidad se llega a entender de verdad lo que es el amor incondicional, abnegado y sublime cuando se mezcla con la admiración por los hijos amados. Con razón se dice que de las muchas maravillas que hay en el universo, la obra maestra de la creación fue el corazón materno. Pongamos un poco más de maternidad o paternidad en nuestros endurecidos corazones de jóvenes, adultos, mayores o ancianos.
La reciente muerte de una abuela, madre de una buena amiga de la familia, nos ha hecho recapacitar a todos sobre el significado de la maternidad. Esta anciana, con una envidiable lucidez mental mantenida hasta los últimos minutos de sus 89 años, nos legó una lección de humanidad en la clínica donde, tras un rápido proceso de dos semanas, murió serenamente arropada por su fe.
Prefirió no preguntar qué le pasaba, a pesar de los alarmantes síntomas, y su único interés era atender a su familia y a las amistades que la visitábamos, bromeando sobre la imposibilidad de tomar un café con leche. Con una entereza inigualable supo disimular una despreocupación suprema, justamente para hacernos creer que desconocía la gravedad de su enfermedad. Madre hasta la muerte, se levantaba de noche para abrigar a la hija que le cuidaba, e insistía en que sus hijos y nietos debían seguir con sus tareas sin alterar sus horarios para acompañarla. Su interés fue siempre el cuidado de los demás, y su infinito cariño se desbordada hasta alcanzar a amigos y vecinos.
La fraternidad fue un lema cristiano y revolucionario, y Dios se nos presenta como un Padre en muchas religiones. Pero quizá todo sería mejor si nos comportásemos con los demás como cualquier madre trata a sus hijos, y atendiéramos a quienes nos rodean como los progenitores cuidan a los suyos. Todos somos hijos, muchos tenemos hermanos, pero sólo con la paternidad o la maternidad se llega a entender de verdad lo que es el amor incondicional, abnegado y sublime cuando se mezcla con la admiración por los hijos amados. Con razón se dice que de las muchas maravillas que hay en el universo, la obra maestra de la creación fue el corazón materno. Pongamos un poco más de maternidad o paternidad en nuestros endurecidos corazones de jóvenes, adultos, mayores o ancianos.
Crítica entre alabanzas
Sugerencias para dosificar un doble y eficaz recurso comunicativo: el elogio y la censura.
Muchas de las recomendaciones pedagógicas son válidas también para la vida cotidiana. Los juicios que emitimos o que recibimos son elementos clave para mejorar nuestra comunicación interpersonal, alcanzando con ello una mejor calidad de vida y procurando la felicidad a los demás y a nosotros mismos. Actualmente se juzga constantemente sobre hechos que ocurren en nuestro entorno, a veces con gran ligereza y acritud, con comentarios que prodigamos despreocupadamente sin evaluar sus repercusiones inducidas.
La experiencia docente nos enseña cómo prescribir con generosidad y eficacia las alabanzas, y cómo recurrir a las críticas con suma prudencia y decidido positivismo. Los años nos enseñan que, antes de emitir cualquier juicio de valor, se han de cumplir cuatro requisitos que conviene recordar en toda ocasión.
1º OPINIÓN NECESARIA. El juicio que dirijamos a otra persona sobre su conducta (o la sanción positiva o negativa, premio o castigo) debe ser estrictamente oportuno y estar fundamentado en alcanzar su bien, y no por el nuestro. No se puede criticar a otros para mejorar nuestra posición o para acallar nuestra envidia, sino en la búsqueda de su reflexión o rectificación para procurar su beneficio.
Evitemos la habitual autocrítica,… de culpar a los demás. Todos tememos ser juzgados, porque, en realidad, tenemos más virtudes de las que creemos, y menos defectos de los que nos atribuimos. Los educadores decimos que los escolares necesitan más modelos que críticos, y esto reza para todas las personas. El mejor consejo es un buen ejemplo.
2º CENSURA CONSTRUCTIVA. La censura debe ser constructiva y preferentemente en privado, relativa a un comportamiento o actitud, y sin descalificar nunca a la persona a quien se reprocha. Puede y debe criticarse algo que tenga enmienda, si es el momento oportuno (cuanto antes mejor, generalmente) y si cabe esperar un resultado de mejora o para reconducir una conducta; no únicamente para culpabilizar al otro o vanagloriarnos de nuestra supuesta superioridad.
Huyamos de la personalidad de un fiscal acusador y actuemos distantes de prejuicios. Sepamos que un crítico puede llegar a ser constructivo, pero nunca será objetivo. En caso de que nuestro comentario o percepción sean negativos, habrá que exponer nuestras razones y ofrecer una explicación lo más racional posible para justificar nuestro criterio.
3º ALABANZA OPORTUNA. El elogio debe ser verdadero, medido y en público. La alabanza merecida mejora la autoestima de cualquier persona y le ratifica como guía de su acierto. Una pauta interesante es decir algo agradable de vez en cuando, especialmente a quien no se espera el halago. Recordemos que alabar es más difícil que censurar y que el elogio debe surgir de la admiración. Obviamente, nunca jamás alabanza propia, que siempre apesta y envilece.
Para evitar sentirnos obligados a una alabanza inmerecida o a una crítica innecesaria cuando nos solicitan un encomio, lo que desacreditaría nuestra futura ponderación justa, una estrategia oportuna es devolver la pregunta. Por ejemplo, cuando un hijo o un alumno se acercan para preguntarnos si nos gusta su dibujo, o un colaborador nos pide nuestra valoración, en caso de que creamos que pueden perfeccionarlo podemos rebotarles la cuestión y pedirles que nos digan su opinión sobre si lo creen mejorable o no.
4º REPARTO 3 A 1. Una indicación final aconseja que cada crítica se efectúe acompañada de dos elogios, antes y después de la corrección, y de una autocrítica final. El primer cumplido hacia la intención plausible que pudo originar el error reprendido, y un posterior halago de confianza hacia la persona que sabrá rectificar o analizar la situación tras la crítica. La autocrítica final debe mostrar a quien reprende en la posición ética de comprensión del amonestado, por la propia flaqueza de quien juzga. Un reproche trata de convencer y no de vencer. Por ejemplo: “Sé que pretendías mejorar tu rendimiento (elogio), pero ese sistema es incorrecto (crítica) como seguramente ahora comprenderás (elogio). Saberlo, a mí me costó mucho más que a ti (autocrítica)”.
Elogiemos cada pequeño progreso. Seamos calurosos en la aprobación, generosos en los encomios y medidos en la crítica. A todo el mundo le agrada un elogio, la más dulce de las músicas. Mark Twain decía “Puedo vivir de un elogio durante dos meses”. Una sola palabra de aprecio es capaz de levantar el ánimo más decaído. El mejor régimen alimenticio para todos es, a fin de cuentas, la alabanza. Consejo final: Elogiemos a tres personas cada día; sólo después, quizá, tengamos la venia para criticar algún acto censurable.
Muchas de las recomendaciones pedagógicas son válidas también para la vida cotidiana. Los juicios que emitimos o que recibimos son elementos clave para mejorar nuestra comunicación interpersonal, alcanzando con ello una mejor calidad de vida y procurando la felicidad a los demás y a nosotros mismos. Actualmente se juzga constantemente sobre hechos que ocurren en nuestro entorno, a veces con gran ligereza y acritud, con comentarios que prodigamos despreocupadamente sin evaluar sus repercusiones inducidas.
La experiencia docente nos enseña cómo prescribir con generosidad y eficacia las alabanzas, y cómo recurrir a las críticas con suma prudencia y decidido positivismo. Los años nos enseñan que, antes de emitir cualquier juicio de valor, se han de cumplir cuatro requisitos que conviene recordar en toda ocasión.
1º OPINIÓN NECESARIA. El juicio que dirijamos a otra persona sobre su conducta (o la sanción positiva o negativa, premio o castigo) debe ser estrictamente oportuno y estar fundamentado en alcanzar su bien, y no por el nuestro. No se puede criticar a otros para mejorar nuestra posición o para acallar nuestra envidia, sino en la búsqueda de su reflexión o rectificación para procurar su beneficio.
Evitemos la habitual autocrítica,… de culpar a los demás. Todos tememos ser juzgados, porque, en realidad, tenemos más virtudes de las que creemos, y menos defectos de los que nos atribuimos. Los educadores decimos que los escolares necesitan más modelos que críticos, y esto reza para todas las personas. El mejor consejo es un buen ejemplo.
2º CENSURA CONSTRUCTIVA. La censura debe ser constructiva y preferentemente en privado, relativa a un comportamiento o actitud, y sin descalificar nunca a la persona a quien se reprocha. Puede y debe criticarse algo que tenga enmienda, si es el momento oportuno (cuanto antes mejor, generalmente) y si cabe esperar un resultado de mejora o para reconducir una conducta; no únicamente para culpabilizar al otro o vanagloriarnos de nuestra supuesta superioridad.
Huyamos de la personalidad de un fiscal acusador y actuemos distantes de prejuicios. Sepamos que un crítico puede llegar a ser constructivo, pero nunca será objetivo. En caso de que nuestro comentario o percepción sean negativos, habrá que exponer nuestras razones y ofrecer una explicación lo más racional posible para justificar nuestro criterio.
3º ALABANZA OPORTUNA. El elogio debe ser verdadero, medido y en público. La alabanza merecida mejora la autoestima de cualquier persona y le ratifica como guía de su acierto. Una pauta interesante es decir algo agradable de vez en cuando, especialmente a quien no se espera el halago. Recordemos que alabar es más difícil que censurar y que el elogio debe surgir de la admiración. Obviamente, nunca jamás alabanza propia, que siempre apesta y envilece.
Para evitar sentirnos obligados a una alabanza inmerecida o a una crítica innecesaria cuando nos solicitan un encomio, lo que desacreditaría nuestra futura ponderación justa, una estrategia oportuna es devolver la pregunta. Por ejemplo, cuando un hijo o un alumno se acercan para preguntarnos si nos gusta su dibujo, o un colaborador nos pide nuestra valoración, en caso de que creamos que pueden perfeccionarlo podemos rebotarles la cuestión y pedirles que nos digan su opinión sobre si lo creen mejorable o no.
4º REPARTO 3 A 1. Una indicación final aconseja que cada crítica se efectúe acompañada de dos elogios, antes y después de la corrección, y de una autocrítica final. El primer cumplido hacia la intención plausible que pudo originar el error reprendido, y un posterior halago de confianza hacia la persona que sabrá rectificar o analizar la situación tras la crítica. La autocrítica final debe mostrar a quien reprende en la posición ética de comprensión del amonestado, por la propia flaqueza de quien juzga. Un reproche trata de convencer y no de vencer. Por ejemplo: “Sé que pretendías mejorar tu rendimiento (elogio), pero ese sistema es incorrecto (crítica) como seguramente ahora comprenderás (elogio). Saberlo, a mí me costó mucho más que a ti (autocrítica)”.
Elogiemos cada pequeño progreso. Seamos calurosos en la aprobación, generosos en los encomios y medidos en la crítica. A todo el mundo le agrada un elogio, la más dulce de las músicas. Mark Twain decía “Puedo vivir de un elogio durante dos meses”. Una sola palabra de aprecio es capaz de levantar el ánimo más decaído. El mejor régimen alimenticio para todos es, a fin de cuentas, la alabanza. Consejo final: Elogiemos a tres personas cada día; sólo después, quizá, tengamos la venia para criticar algún acto censurable.
Sólo intentando lo imposible se alcanza lo posible
"Siempre es divertido hacer lo imposible". |
Walt Disney. |
Paradoja para la congoja
Una simple y eficaz terapia para superar nuestros temores en la vida cotidiana.
El concepto “intención paradójica” queda expresado perfectamente en los mismos términos del binomio. Es un truco básico que inicia una acción esperando su efecto contrario, como que nos pidan que no pensemos en un elefante rosa que camina bípedamente: Inmediatamente es imposible que no lo evoquemos con nitidez.
Otro ejemplo de “intención paradójica” tomado de la experiencia familiar consiste en prohibir la biblioteca principal a los niños de la casa, con la sana intención de que lean de todo. Cuando ellos crecen nos devuelven esta jugada recomendándonos que no accedamos a la trivial “literatura infantil”, con el resultado de impelernos a descubrir a autores como JK Rowling, futura Nobel de Literatura y creadora de esas -nada insignificantes- aventuras de un tal Harry Potter.
El concepto científico de “intención paradójica” proviene de una técnica psicológica que fue descrita por Erikson y Frankl, en 1973, para el tratamiento la ansiedad de anticipación. Es una sorprendente curación, basada en enfrentarse directamente a lo temido para superarlo. Se recomienda a los insomnes permanecer despiertos toda la noche y a los tartamudos iniciar cualquier frase repitiendo la primera sílaba.
Ante los miedos, la reacción típica es desear “huir”. El esfuerzo por evitar el problema que se avecina provoca mayor ansiedad, como el estudiante que teme realizar un mal examen y que con su desasosiego propicia un mal rendimiento. A través de la intención paradójica, se anima a “desear que suceda” lo que se teme. Siendo mutuamente excluyentes un deseo y un temor, se supera la situación.
Cuando nos angustia una cita comprometida o un reto como hablar en público, resulta oportuno que unos segundos o días antes imaginemos qué es lo peor que podría pasarnos, en lugar de esperar a que la aprensión y el temor se vayan apoderando de nosotros en un previsible círculo vicioso, que empeorará aún más nuestra disposición. Nada es más paralizante que el miedo al propio miedo. Con frecuencia, se da la paradoja de sólo podremos resolver los problemas cuando creemos que no son problemas. Las dificultades, como las soluciones, si se creen… se crean.
Esta técnica paradójica fue propuesta por Víctor Frankl, célebre psicoanalista austriaco de origen judío, que sobrevivió a campos de concentración como Auschwitz, y fundador de la logoterapia. Con órdenes contradictorias cortocircuitaba la reacción automática de procesos obsesivos, en lugar de la recomendación habitual de apartar la fobia, que puede contribuir a su mantenimiento y perpetuación. La intención paradójica cura el miedo. Si, a propósito, intentamos tenerlo, no podremos. Por ello, este método se ha aplicado en entrenamiento de deportistas de alta competición, como ajedrecistas, junto con otras fórmulas conductistas para vencer a la ansiedad previa a los torneos.
Según Frankl la esencia de la “intención paradójica” se basa en recurrir deliberadamente al sentido del humor. La intención paradójica nos enseña a reírnos de nosotros mismos y ridiculizar nuestros propios temores. Se basa en la maravillosa virtud del ser humano de trascender de sí mismo, como expone en su obra “El hombre en busca de sentido”.
Este tratamiento es valioso, a pesar de su aparente simplicidad, siempre que sea debidamente supervisado por un psicólogo. No debe aplicarse indiscriminada o arbitrariamente, pero su conocimiento nos permite entender mejor el funcionamiento de la mente humana. Así que ahora mismo, tras esta lectura propóngase ser totalmente desdichado con su historia personal. Trate de no apreciar lo que le rodea, de no compartir nada de su vida con nadie. Abandone la búsqueda de la felicidad, e intente ser infeliz. Verá que no lo consigue.
El concepto “intención paradójica” queda expresado perfectamente en los mismos términos del binomio. Es un truco básico que inicia una acción esperando su efecto contrario, como que nos pidan que no pensemos en un elefante rosa que camina bípedamente: Inmediatamente es imposible que no lo evoquemos con nitidez.
Otro ejemplo de “intención paradójica” tomado de la experiencia familiar consiste en prohibir la biblioteca principal a los niños de la casa, con la sana intención de que lean de todo. Cuando ellos crecen nos devuelven esta jugada recomendándonos que no accedamos a la trivial “literatura infantil”, con el resultado de impelernos a descubrir a autores como JK Rowling, futura Nobel de Literatura y creadora de esas -nada insignificantes- aventuras de un tal Harry Potter.
El concepto científico de “intención paradójica” proviene de una técnica psicológica que fue descrita por Erikson y Frankl, en 1973, para el tratamiento la ansiedad de anticipación. Es una sorprendente curación, basada en enfrentarse directamente a lo temido para superarlo. Se recomienda a los insomnes permanecer despiertos toda la noche y a los tartamudos iniciar cualquier frase repitiendo la primera sílaba.
Ante los miedos, la reacción típica es desear “huir”. El esfuerzo por evitar el problema que se avecina provoca mayor ansiedad, como el estudiante que teme realizar un mal examen y que con su desasosiego propicia un mal rendimiento. A través de la intención paradójica, se anima a “desear que suceda” lo que se teme. Siendo mutuamente excluyentes un deseo y un temor, se supera la situación.
Cuando nos angustia una cita comprometida o un reto como hablar en público, resulta oportuno que unos segundos o días antes imaginemos qué es lo peor que podría pasarnos, en lugar de esperar a que la aprensión y el temor se vayan apoderando de nosotros en un previsible círculo vicioso, que empeorará aún más nuestra disposición. Nada es más paralizante que el miedo al propio miedo. Con frecuencia, se da la paradoja de sólo podremos resolver los problemas cuando creemos que no son problemas. Las dificultades, como las soluciones, si se creen… se crean.
Esta técnica paradójica fue propuesta por Víctor Frankl, célebre psicoanalista austriaco de origen judío, que sobrevivió a campos de concentración como Auschwitz, y fundador de la logoterapia. Con órdenes contradictorias cortocircuitaba la reacción automática de procesos obsesivos, en lugar de la recomendación habitual de apartar la fobia, que puede contribuir a su mantenimiento y perpetuación. La intención paradójica cura el miedo. Si, a propósito, intentamos tenerlo, no podremos. Por ello, este método se ha aplicado en entrenamiento de deportistas de alta competición, como ajedrecistas, junto con otras fórmulas conductistas para vencer a la ansiedad previa a los torneos.
Según Frankl la esencia de la “intención paradójica” se basa en recurrir deliberadamente al sentido del humor. La intención paradójica nos enseña a reírnos de nosotros mismos y ridiculizar nuestros propios temores. Se basa en la maravillosa virtud del ser humano de trascender de sí mismo, como expone en su obra “El hombre en busca de sentido”.
Este tratamiento es valioso, a pesar de su aparente simplicidad, siempre que sea debidamente supervisado por un psicólogo. No debe aplicarse indiscriminada o arbitrariamente, pero su conocimiento nos permite entender mejor el funcionamiento de la mente humana. Así que ahora mismo, tras esta lectura propóngase ser totalmente desdichado con su historia personal. Trate de no apreciar lo que le rodea, de no compartir nada de su vida con nadie. Abandone la búsqueda de la felicidad, e intente ser infeliz. Verá que no lo consigue.
Cansancio semanal
"No sé si sobreviviríamos al viernes, si la semana fuese de más de siete días". |
Ocurrencias mías... |
¿Qué haría Jesucristo?
La campaña electoral norteamericana desata, por razones sectarias, una pregunta postergada.
Ambos contendientes Bush y Kerry han recurrido, para la movilización del electorado indeciso, a la búsqueda de todo tipo de aliados y simpatizantes, incluso en las instancias religiosas. Numerosas jerarquías y representantes de los diferentes cultos y sectores estadounidenses se han pronunciado a favor de uno u otro candidato, en función de su posicionamiento político.
Francamente, no vale la pena recopilar las exhortaciones de algunos prelados sugiriendo un aval del Dios universal a un candidato y comparando a su adversario con el mismo demonio. En plena batalla electoral y cuando parece que todo vale para ganar a cualquier precio, se desentierran grupos que han actuado incluso con parafernalia paramilitar de brazaletes con las siglas "QHJ" (¿Qué haría Jesucristo?, en Florida incluso en castellano). Intempestivas y desafortunadas opiniones que interpretan en clave partidista y unívoca la respuesta que Jesucristo podría ofrecer a sus seguidores.
Desde una perspectiva europea, todo ello denota el trasunto de la extendida percepción estadounidense de pueblo elegido y tierra prometida, como hebreos del Antiguo Testamento. Incluso hay quién se cuestiona si Dios es norteamericano. En ocasiones, los conservadores en USA actúan como ungidos por la divinidad con la Verdad absoluta. El fundamentalismo que combaten (el islámico ahora, el comunismo antes), se efectúa con una visión igualmente intolerante y fanática por parte de algunos máximos dirigentes, que se consideran “cruzados” del Bien categórico contra el Mal absoluto.
Somos mayoría en el mundo quienes creemos que, en una verdadera democracia y con el pleno respeto a la libertad religiosa (de creer o no creer), solamente cabe proponer claves éticas para guiar los pasos de de la ciudadanía ante sus problemas cotidianos. Cada uno puede elegir en quién se inspira para tomar sus resoluciones. Para los creyentes cristianos, Jesucristo respeta el libre albedrío personal, al tiempo que nos ofrece criterios de ayuda en nuestras decisiones.
Jesucristo no es una mala opción, creemos muchos; mas es difícil discernir con certeza cómo obraría Jesús en cada ocasión. La suya fue una revolución salvadora basada en el amor y la esperanza. Su mensaje evangélico de amor fraterno es grandioso, pero persiste la incertidumbre de cómo acertar en cada caso.
En cada situación podríamos traducir el "¿Qué haría Jesucristo?" por el equivalente ¿Qué haría una persona que ama a todos?" Jesucristo nos instó a amar aun en difíciles circunstancias (Lucas 6:27-33). “El amor se sacrifica y no exige recompensa; sólo el amor trasciende y nos trae una paz verdadera”. La injusticia crea conflictos; pero también es cierto que toda contienda puede hallar una solución pacífica, no violenta, de restitución de la verdad y de la justicia política, económica y social.
No es verosímil que Dios apueste por soluciones bélicas, ni guerras santas. Las citas bíblicas que abogan por el entendimiento son innumerables: "Busquemos, pues, lo que contribuye a la paz y nos hace crecer juntos” (Romanos 14, 17-19). El amor es el punto de partida de todo, con un querer que no excluya a nadie. No basta amar a familiares y amigos, ni a los de nuestra religión, etnia o grupo social. Derribemos los muros de prejuicios que nos hacen indiferentes ante el dolor ajeno, porque la pasividad siempre será culpable. Si anhelamos la paz, debemos practicar el amor hacia todos como si fuesen hermanos nuestros. Eso haría Jesucristo. Y nosotros somos las manos de Dios en la Tierra.
Ambos contendientes Bush y Kerry han recurrido, para la movilización del electorado indeciso, a la búsqueda de todo tipo de aliados y simpatizantes, incluso en las instancias religiosas. Numerosas jerarquías y representantes de los diferentes cultos y sectores estadounidenses se han pronunciado a favor de uno u otro candidato, en función de su posicionamiento político.
Francamente, no vale la pena recopilar las exhortaciones de algunos prelados sugiriendo un aval del Dios universal a un candidato y comparando a su adversario con el mismo demonio. En plena batalla electoral y cuando parece que todo vale para ganar a cualquier precio, se desentierran grupos que han actuado incluso con parafernalia paramilitar de brazaletes con las siglas "QHJ" (¿Qué haría Jesucristo?, en Florida incluso en castellano). Intempestivas y desafortunadas opiniones que interpretan en clave partidista y unívoca la respuesta que Jesucristo podría ofrecer a sus seguidores.
Desde una perspectiva europea, todo ello denota el trasunto de la extendida percepción estadounidense de pueblo elegido y tierra prometida, como hebreos del Antiguo Testamento. Incluso hay quién se cuestiona si Dios es norteamericano. En ocasiones, los conservadores en USA actúan como ungidos por la divinidad con la Verdad absoluta. El fundamentalismo que combaten (el islámico ahora, el comunismo antes), se efectúa con una visión igualmente intolerante y fanática por parte de algunos máximos dirigentes, que se consideran “cruzados” del Bien categórico contra el Mal absoluto.
Somos mayoría en el mundo quienes creemos que, en una verdadera democracia y con el pleno respeto a la libertad religiosa (de creer o no creer), solamente cabe proponer claves éticas para guiar los pasos de de la ciudadanía ante sus problemas cotidianos. Cada uno puede elegir en quién se inspira para tomar sus resoluciones. Para los creyentes cristianos, Jesucristo respeta el libre albedrío personal, al tiempo que nos ofrece criterios de ayuda en nuestras decisiones.
Jesucristo no es una mala opción, creemos muchos; mas es difícil discernir con certeza cómo obraría Jesús en cada ocasión. La suya fue una revolución salvadora basada en el amor y la esperanza. Su mensaje evangélico de amor fraterno es grandioso, pero persiste la incertidumbre de cómo acertar en cada caso.
En cada situación podríamos traducir el "¿Qué haría Jesucristo?" por el equivalente ¿Qué haría una persona que ama a todos?" Jesucristo nos instó a amar aun en difíciles circunstancias (Lucas 6:27-33). “El amor se sacrifica y no exige recompensa; sólo el amor trasciende y nos trae una paz verdadera”. La injusticia crea conflictos; pero también es cierto que toda contienda puede hallar una solución pacífica, no violenta, de restitución de la verdad y de la justicia política, económica y social.
No es verosímil que Dios apueste por soluciones bélicas, ni guerras santas. Las citas bíblicas que abogan por el entendimiento son innumerables: "Busquemos, pues, lo que contribuye a la paz y nos hace crecer juntos” (Romanos 14, 17-19). El amor es el punto de partida de todo, con un querer que no excluya a nadie. No basta amar a familiares y amigos, ni a los de nuestra religión, etnia o grupo social. Derribemos los muros de prejuicios que nos hacen indiferentes ante el dolor ajeno, porque la pasividad siempre será culpable. Si anhelamos la paz, debemos practicar el amor hacia todos como si fuesen hermanos nuestros. Eso haría Jesucristo. Y nosotros somos las manos de Dios en la Tierra.
Quien no comete errores, usualmente no hace nada
"Comete siempre nuevos errores". |
En la firma de correo de Esther Dyson,experta en nuevas tecnologías. |
Superman V
La película definitiva de Christopher Reeve, filmada con la última parte de su vida.
Ha muerte Christopher Reeve. Fue mucho más que un actor que logró la fama con el mítico héroe Superman. Su genuino heroísmo lo demostró al quedarse tetrapléjico tras caer de un caballo en 1995.
Recuperó su carrera cinematográfica como actor e, incluso, como director. Pero más trascendente fue y será su ejemplar compromiso con los problemas sociales de nuestro tiempo. Reeve se convirtió en un enérgico activista de UNICEF, de Amnistía Internacional y del movimiento ecologista. Fundó, junto a los actores Susan Sarandon y Alec Baldwin, un grupo de ayuda para la gente sin hogar. Y presidió su Fundación para la Parálisis, dedicada a la cura de lesiones medulares de la espina dorsal.
Reeve ha filmado con la última parte de su existencia una nueva versión de Superman. Cuando este personaje fue creado en 1938 como cómic, el acero y la aviación representaban los dos elementos indiscutibles de supremacía y modernidad. La utopía de entonces se edificaba sobre rascacielos sobrevolados por aviones, por lo que el poder sobrehumano lo otorgaba un invulnerable cuerpo de metal con infatigables poderes de vuelo y vista de rayos X.
Un tipo así fabricado luchaba desde el anonimato de un insulso periodista, su alter ego Clark Kent, con la doble tarea de arreglar el mundo y conquistar a la dubitativa Lois Lane. Superman, con excepción de la exigua kriptonita, estaba preparado para impedir las catástrofes típicas de una civilización basada en tecnologías y soluciones hoy obsoletas, como los descarrilamientos ferroviarios o el pánico de la rebelión de las masas del siglo XX.
El mundo se ha venido transformando. Hoy el silicio sustituye al acero y los aviones se convierten en naves espaciales. El antagonista malvado de Superman 3 ya fue un pérfido superordenador de cuatro pisos –todavía de dimensiones espectaculares-, pero la tragedia de la humanidad demanda una sabiduría que no proviene de la fuerza bruta, ni de ejércitos todopoderosos.
El testimonio vital de Christopher Reeve ha sido magnífico. Nos ha explicado que el valor se acredita con fortaleza mora al desde una silla de ruedas, que las batallas que nos quedan por ganar son médicas y no bélicas, y que la solidaridad fraternal derrota a todas las formas de maldad. Atrás quedaron los héroes de aleación con músculos oxidados sobre las ruinas de un mundo que con guerras sólo se destruirá. El nuevo héroe, Superman V, se construye desde la fragilidad humana con entereza ética, con esfuerzo continuado y luchando conjuntamente en nuestro rescate colectivo siguiendo los caminos de la paz. ¡Gracias y hasta siempre, maestro Christopher! ¡Ahora sí que has volado al cielo!
Ha muerte Christopher Reeve. Fue mucho más que un actor que logró la fama con el mítico héroe Superman. Su genuino heroísmo lo demostró al quedarse tetrapléjico tras caer de un caballo en 1995.
Recuperó su carrera cinematográfica como actor e, incluso, como director. Pero más trascendente fue y será su ejemplar compromiso con los problemas sociales de nuestro tiempo. Reeve se convirtió en un enérgico activista de UNICEF, de Amnistía Internacional y del movimiento ecologista. Fundó, junto a los actores Susan Sarandon y Alec Baldwin, un grupo de ayuda para la gente sin hogar. Y presidió su Fundación para la Parálisis, dedicada a la cura de lesiones medulares de la espina dorsal.
Reeve ha filmado con la última parte de su existencia una nueva versión de Superman. Cuando este personaje fue creado en 1938 como cómic, el acero y la aviación representaban los dos elementos indiscutibles de supremacía y modernidad. La utopía de entonces se edificaba sobre rascacielos sobrevolados por aviones, por lo que el poder sobrehumano lo otorgaba un invulnerable cuerpo de metal con infatigables poderes de vuelo y vista de rayos X.
Un tipo así fabricado luchaba desde el anonimato de un insulso periodista, su alter ego Clark Kent, con la doble tarea de arreglar el mundo y conquistar a la dubitativa Lois Lane. Superman, con excepción de la exigua kriptonita, estaba preparado para impedir las catástrofes típicas de una civilización basada en tecnologías y soluciones hoy obsoletas, como los descarrilamientos ferroviarios o el pánico de la rebelión de las masas del siglo XX.
El mundo se ha venido transformando. Hoy el silicio sustituye al acero y los aviones se convierten en naves espaciales. El antagonista malvado de Superman 3 ya fue un pérfido superordenador de cuatro pisos –todavía de dimensiones espectaculares-, pero la tragedia de la humanidad demanda una sabiduría que no proviene de la fuerza bruta, ni de ejércitos todopoderosos.
El testimonio vital de Christopher Reeve ha sido magnífico. Nos ha explicado que el valor se acredita con fortaleza mora al desde una silla de ruedas, que las batallas que nos quedan por ganar son médicas y no bélicas, y que la solidaridad fraternal derrota a todas las formas de maldad. Atrás quedaron los héroes de aleación con músculos oxidados sobre las ruinas de un mundo que con guerras sólo se destruirá. El nuevo héroe, Superman V, se construye desde la fragilidad humana con entereza ética, con esfuerzo continuado y luchando conjuntamente en nuestro rescate colectivo siguiendo los caminos de la paz. ¡Gracias y hasta siempre, maestro Christopher! ¡Ahora sí que has volado al cielo!
La calma como característica de la fuerza
"El estrés es el estado de ánimo en el que se cree que todo es emergencia". |
Dicen... |
Oportuno uno
Misteriosa y preferentemente, el primer dígito significativo de los datos naturales en cualquier unidad es bajo: 1, 2 ó 3.
Sólo por hojear estas líneas, usted merece un premio. Vea un truco para ganar apuestas, aunque no quinielas. Sin saber quién es usted, ni dónde vive o cuándo leerá este texto, predeciré datos suyos con un acierto superior al 75%.
Apunte en un papel el número de su portal, el de habitantes de su ciudad o la superficie de su municipio, la página del periódico donde está leyendo esto, la tirada y el precio de su periódico, la última factura abonada en su moneda o traducida a dólares o euros, su sueldo en cualquier moneda, la longitud de su río preferido en kilómetros o millas, la altura de su montaña predilecta, el número de votos obtenido por su partido en su localidad o en total,… Si recuerda pocas de estas cifras, amplíe la lista multiplicando los números anteriores por 2, luego por 3 o por el número que prefiera (como 17).
Probemos las dotes adivinatorias: Casi todas esas cantidades comienzan un dígito bajo. Por 1 empiezan el 30% de esas cifras y la mitad comienzan por 1 o por 2. Por 1, 2 ó 3 el 60% de sus números, y por 1, 2, 3 ó 4 el 70%. Aparecen muy pocos datos con el primer número que sea 5, menos con un 6, menos aún con 7, menos con 8 y muy pocos con 9. ¿A que sí? Seguramente no aparece el 9 ni en uno de sus veinte datos.
Esto no es magia. Es un asombroso fenómeno matemático denominado “Ley de Benford”, o también “Ley del primer guarismo”. Demuestra que en los números que existen en la vida real, aquellos que empiezan por el dígito 1 ocurren con mayor frecuencia que el resto de números. Además, según crece este primer dígito, más improbable es que forme parte de un dato. Se puede aplicar a hechos del mundo natural o social, como caudales de ríos, masas de los objetos celestes, tasas de natalidad o mortalidad, constantes físicas o series matemáticas, datos económicos, bursátiles o presupuestarios, pagos o impuestos, índices de conversión entre monedas,…
En 1938 el físico Frank Benford, investigador en los laboratorios de General Electric, observó que las primeras páginas de las tablas de logaritmos estaban más usadas que las hojas finales, lo que indicaban que los números que usaban en su laboratorio, en aquella época aún sin computadoras, comenzaban generalmente por números bajos. Tomó 20.229 datos con muestras de gran diversidad: áreas fluviales, constantes, magnitudes físicas y químicas, funciones matemáticas e incluso números de direcciones o soluciones en problemas de electrónica. Sorprendido, descubrió lo mismo que el astrónomo Simon Newcomb en 1881, por el mismo sistema de suciedad decreciente en las páginas de las tablas de logaritmos: Los dígitos iniciales de los números consultados no son equiprobables sino que el 1 aparece más insistentemente, seguido del 2,… hasta el infrecuente 9.
Sin complicarnos en la justificación científica del fenómeno, ni siquiera con su formulación matemática, la distribución de Benford establece que las probabilidades de la primera cifra significativa varía en los siguientes porcentajes: 30.1% para el 1; 17.6 % para el 2; 12.5 % con 3; 9.7 % con el 4; 7.9 % con 5; 6.7 % con el 6; 5.8 % con el 7; 5.1 % con el 8; y 4.6 % para el 9. Por tanto, el 1 aparece siete veces más que el 9, o el 2 se presenta dos veces y media más que el 8.
Esta ley se aplica intensivamente en múltiples campos para la detección de datos erróneos o falsificados como el fraude fiscal, manipulación contable o de engaño en experimentos clínicos, así como para acelerar las búsquedas de cantidades en soporte electrónico. Obviamente, no todos los datos se disponen con esta peculiar frecuencia de Benford, como las distribuciones uniformes del azar puro (números de lotería), consecutivos (como matrículas europeas del 0000 al 9999) o siguiendo una norma (números de identidad o teléfonos por zonas).
¿Jugamos sobre cuál será el primer dígito del cualquier número natural o social que vea a su alrededor? Apuesto que comenzará por 1, 2 ó 3. Usted ganará si se inicia por 4, 5, 6, 7, 8 ó 9. ¿Quién juega con ventaja?
Sólo por hojear estas líneas, usted merece un premio. Vea un truco para ganar apuestas, aunque no quinielas. Sin saber quién es usted, ni dónde vive o cuándo leerá este texto, predeciré datos suyos con un acierto superior al 75%.
Apunte en un papel el número de su portal, el de habitantes de su ciudad o la superficie de su municipio, la página del periódico donde está leyendo esto, la tirada y el precio de su periódico, la última factura abonada en su moneda o traducida a dólares o euros, su sueldo en cualquier moneda, la longitud de su río preferido en kilómetros o millas, la altura de su montaña predilecta, el número de votos obtenido por su partido en su localidad o en total,… Si recuerda pocas de estas cifras, amplíe la lista multiplicando los números anteriores por 2, luego por 3 o por el número que prefiera (como 17).
Probemos las dotes adivinatorias: Casi todas esas cantidades comienzan un dígito bajo. Por 1 empiezan el 30% de esas cifras y la mitad comienzan por 1 o por 2. Por 1, 2 ó 3 el 60% de sus números, y por 1, 2, 3 ó 4 el 70%. Aparecen muy pocos datos con el primer número que sea 5, menos con un 6, menos aún con 7, menos con 8 y muy pocos con 9. ¿A que sí? Seguramente no aparece el 9 ni en uno de sus veinte datos.
Esto no es magia. Es un asombroso fenómeno matemático denominado “Ley de Benford”, o también “Ley del primer guarismo”. Demuestra que en los números que existen en la vida real, aquellos que empiezan por el dígito 1 ocurren con mayor frecuencia que el resto de números. Además, según crece este primer dígito, más improbable es que forme parte de un dato. Se puede aplicar a hechos del mundo natural o social, como caudales de ríos, masas de los objetos celestes, tasas de natalidad o mortalidad, constantes físicas o series matemáticas, datos económicos, bursátiles o presupuestarios, pagos o impuestos, índices de conversión entre monedas,…
En 1938 el físico Frank Benford, investigador en los laboratorios de General Electric, observó que las primeras páginas de las tablas de logaritmos estaban más usadas que las hojas finales, lo que indicaban que los números que usaban en su laboratorio, en aquella época aún sin computadoras, comenzaban generalmente por números bajos. Tomó 20.229 datos con muestras de gran diversidad: áreas fluviales, constantes, magnitudes físicas y químicas, funciones matemáticas e incluso números de direcciones o soluciones en problemas de electrónica. Sorprendido, descubrió lo mismo que el astrónomo Simon Newcomb en 1881, por el mismo sistema de suciedad decreciente en las páginas de las tablas de logaritmos: Los dígitos iniciales de los números consultados no son equiprobables sino que el 1 aparece más insistentemente, seguido del 2,… hasta el infrecuente 9.
Sin complicarnos en la justificación científica del fenómeno, ni siquiera con su formulación matemática, la distribución de Benford establece que las probabilidades de la primera cifra significativa varía en los siguientes porcentajes: 30.1% para el 1; 17.6 % para el 2; 12.5 % con 3; 9.7 % con el 4; 7.9 % con 5; 6.7 % con el 6; 5.8 % con el 7; 5.1 % con el 8; y 4.6 % para el 9. Por tanto, el 1 aparece siete veces más que el 9, o el 2 se presenta dos veces y media más que el 8.
Esta ley se aplica intensivamente en múltiples campos para la detección de datos erróneos o falsificados como el fraude fiscal, manipulación contable o de engaño en experimentos clínicos, así como para acelerar las búsquedas de cantidades en soporte electrónico. Obviamente, no todos los datos se disponen con esta peculiar frecuencia de Benford, como las distribuciones uniformes del azar puro (números de lotería), consecutivos (como matrículas europeas del 0000 al 9999) o siguiendo una norma (números de identidad o teléfonos por zonas).
¿Jugamos sobre cuál será el primer dígito del cualquier número natural o social que vea a su alrededor? Apuesto que comenzará por 1, 2 ó 3. Usted ganará si se inicia por 4, 5, 6, 7, 8 ó 9. ¿Quién juega con ventaja?
Tiempo de ombligos
Vivimos una época de ‘mirarnos el ombligo’ y ‘creernos el ombligo’ del mundo
La moda en boga impone que nuestras adolescentes descubran una franja de cintura con el descarado ombligo guiñando pícaramente el ojo a los paseantes. No es extraño que los ombligos se hayan hecho visibles. La moda, siempre pasajera pero reveladora, emula explícitamente nuestra extendida inopia intelectual del ‘ombliguismo’: mirarnos a nosotros mismos y creernos el centro del universo.
La onfaloscopia fue una técnica monástica psicológica que practicaban como oración los monjes hesicastas de Grecia. Un ejercicio recursivo de contemplación del ombligo para acompasar la respiración con la repetición indefinida del nombre de Dios, para alcanzar “la guarda del corazón” como norma ascética de vida. Pero la expresión “mirarse al ombligo” quedó como sinónimo de egocentrismo, de ignorar lo que acontece más allá de nuestros intereses: La enfermedad social de nuestra era.
Peor que la empobrecedora excentricidad de mirarse el ombligo, es adicionalmente creerse el centro del mundo, o superior a los demás. Lo paradójico es que el ombligo humano es una cicatriz universal que mantenemos como testigo de nuestra dependencia, del cordón umbilical que nos unió a la humanidad a través de nuestra madre mientras vivimos en su útero. La anatomía humana, no por capricho, deja centrado el ombligo en el centro del tronco. Así ombligo se convierte en sinónimo de centro y oímos metáforas que invocan a la isla de Pascua o a Australia como ombligos del mundo.
Un libro publicado en 2003 se titula ¿Tenían ombligo Adán y Eva? Su autor, Martin Gardner, es un reputado escritor de divulgación ciencífica y matemática, redactor durante 25 años de la columna "Juegos matemáticos" del Scientific American. Versa sobre las estupideces que a lo largo de la historia se ha escrito sobre magia, ovnis, terapias alternativas y la interminable sarta de engaños, falacias y fraudes para almas simplonas, carentes de la más mínima formación y del imprescindible sentido común. Quizá el mayor engaño de la humanidad haya sido creerse el centro del universo (geocentrismo), o de algún país poderoso suponerse el corazón de la tierra, o de algunos políticos de considerarse ungidos por la divinidad.
La realidad es que todos estamos hechos de carne y hueso, con pieles de distintos colores, pero con ombligos que nos demuestran y recuerdan nuestra humana y frágil condición, en un minúsculo planeta que viaja por el proceloso firmamento de miríadas de estrellas. Quizá haya llegado la hora de elevar la mirada hacia el cielo y hacia los ojos… ajenos, reconociéndonos en el espejo de otras pupilas. No son las danzas del vientre o los frenéticos carnavales los peores representantes del ‘ombliguismo’, sino el egoísmo y la indiferencia de quienes olvidamos la igualdad y la fraternidad. El "yo" es una palabra tan pequeña que naufraga en el ombligo propio. Fuera nos aguarda el ilimitado espacio altruista del “vosotros” y el “ellos”, infinitamente más interesante para dedicarles nuestra atención y nuestro esfuerzo.
La moda en boga impone que nuestras adolescentes descubran una franja de cintura con el descarado ombligo guiñando pícaramente el ojo a los paseantes. No es extraño que los ombligos se hayan hecho visibles. La moda, siempre pasajera pero reveladora, emula explícitamente nuestra extendida inopia intelectual del ‘ombliguismo’: mirarnos a nosotros mismos y creernos el centro del universo.
La onfaloscopia fue una técnica monástica psicológica que practicaban como oración los monjes hesicastas de Grecia. Un ejercicio recursivo de contemplación del ombligo para acompasar la respiración con la repetición indefinida del nombre de Dios, para alcanzar “la guarda del corazón” como norma ascética de vida. Pero la expresión “mirarse al ombligo” quedó como sinónimo de egocentrismo, de ignorar lo que acontece más allá de nuestros intereses: La enfermedad social de nuestra era.
Peor que la empobrecedora excentricidad de mirarse el ombligo, es adicionalmente creerse el centro del mundo, o superior a los demás. Lo paradójico es que el ombligo humano es una cicatriz universal que mantenemos como testigo de nuestra dependencia, del cordón umbilical que nos unió a la humanidad a través de nuestra madre mientras vivimos en su útero. La anatomía humana, no por capricho, deja centrado el ombligo en el centro del tronco. Así ombligo se convierte en sinónimo de centro y oímos metáforas que invocan a la isla de Pascua o a Australia como ombligos del mundo.
Un libro publicado en 2003 se titula ¿Tenían ombligo Adán y Eva? Su autor, Martin Gardner, es un reputado escritor de divulgación ciencífica y matemática, redactor durante 25 años de la columna "Juegos matemáticos" del Scientific American. Versa sobre las estupideces que a lo largo de la historia se ha escrito sobre magia, ovnis, terapias alternativas y la interminable sarta de engaños, falacias y fraudes para almas simplonas, carentes de la más mínima formación y del imprescindible sentido común. Quizá el mayor engaño de la humanidad haya sido creerse el centro del universo (geocentrismo), o de algún país poderoso suponerse el corazón de la tierra, o de algunos políticos de considerarse ungidos por la divinidad.
La realidad es que todos estamos hechos de carne y hueso, con pieles de distintos colores, pero con ombligos que nos demuestran y recuerdan nuestra humana y frágil condición, en un minúsculo planeta que viaja por el proceloso firmamento de miríadas de estrellas. Quizá haya llegado la hora de elevar la mirada hacia el cielo y hacia los ojos… ajenos, reconociéndonos en el espejo de otras pupilas. No son las danzas del vientre o los frenéticos carnavales los peores representantes del ‘ombliguismo’, sino el egoísmo y la indiferencia de quienes olvidamos la igualdad y la fraternidad. El "yo" es una palabra tan pequeña que naufraga en el ombligo propio. Fuera nos aguarda el ilimitado espacio altruista del “vosotros” y el “ellos”, infinitamente más interesante para dedicarles nuestra atención y nuestro esfuerzo.
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