La radio en el coche sólo ofrece malas noticias y peores expectativas. Últimamente, toda la información gira en torno a la crisis, económica, de valores, de modelos, de regulación,... Se barajan siempre diversas soluciones, de naturaleza económica, inyectar más dinero, apoyar a los bancos, a las grandes empresas,...
Sorprende que nunca se cita la educación como llave de resolución, quizá porque su efecto no es inmediato, aunque sí duradero. Sin embargo, ante una crisis de la envergadura actual convendría actuar de forma inminente en el ámbito formativo. Reconvertir un gigantesco problema en una formidable oportunidad de preparación, de perfeccionamiento laboral y personal de tanta ciudadanía. La formación ocupacional de personas en paro debería abordar objetivos más ambiciosos que la mera reincorporación al mercado de trabajo, sin descuidar esto naturalmente.
La mejora significativa en educación ayudaría a reinterpretar la vida personal y familiar en clave de
feliz austeridad, dotaría de nuevas oportunidades de empleo más cualificado y permitiría al conjunto de la sociedad una flexibilidad mayor para la evolución necesaria ante los cambios inexorables.
Junto a urgentes medidas coyunturales de ajuste,
apostemos estratégicamente por la educación, desde los niveles de infantil hasta la formación continua, a lo largo de toda la vida, de personas empleadas y desocupadas, de quienes no han accedido nunca al trabajo o de quienes se han jubilado. La educación media de la ciudadanía es la mejor medida de la riqueza de una sociedad, y está directamente correlacionada con la renta per cápita material. Lo contante y sonante, y lo espiritual, todo eso que genera felicidad nace de la educación. ¡Exijamos más educación para todas las generaciones que aspiramos a vivir mejor!