Eufemismo o transformismo

Asistimos al dinamismo del optimismo y del conformismo sin alarmismo por la vía del eufemismo.
 

Eufemismo (palabra feliz) es una figura retórica que sustituye a expresiones vulgares, de mal gusto o tabúes. Frecuentemente con el paso del tiempo, las propias frases indirectas pasan a ser consideradas incorrectas por lo que son sustituidas por nuevos eufónicos eufemismos (borracho, bebedor, alcohólico, dipsómano). 

Desde siempre la muerte ha sido un término maldito, por lo que la locución prohibida se ha citado con múltiples rodeos en todos los idiomas. Lo común no es fallecer, sino descansar eternamente, pasar a mejor vida, recoger el alma, emprender el viaje sin retorno, abandonarnos, no estar ya con nosotros, irse, volar al cielo, ser llamado por el Señor, causar baja o perderlo, y ello sin mencionar las formas más populares como estirar la pata, sacarlo con los pies por delante, recibir la visita de la parca con la guadaña o irse a ver crecer los rábanos por debajo. Incluso en medicina se oyen locuciones como desvitalizar un nervio, enfermo terminal o lesiones incompatibles con la vida. 

Ciertamente resulta más educado, emplear eufemismos en temas fisiológicos o escatológicos demasiado crudos, como ir al excusado para hacer aguas (mayores o menores), pero la difusión contemporánea de los giros y ambigüedades llega a ser enfermiza y patológica. Vivimos tan rodeados de circunloquios que hemos camuflado la realidad por el expeditivo mecanismo de evitar que se mencionen cualquier concepto descriptivo que no sea positivo o esperanzador. Todo es ya de de pronóstico reservado. 

Sigmund Freud advertía que se empieza cediendo en las palabras y se termina transigiendo con los hechos. Habría que tener un mayor respeto al lenguaje y, en definitiva, a la realidad. Lo que hacemos con el lenguaje nos lo hacemos a nosotros mismos. Como decía Octavio Paz, si se corrompe, nos corrompe. Si jubilamos palabras que contienen lo que algunos califican de "prejuicios morales", es decir, contenido ético (como asesinato, tortura, pr0st****ción, aborto o eutanasia), estamos extinguiendo nuestra propia conciencia y nuestra dignidad. 

El léxico se ha edulcorado y aligerado tanto como los valores humanísticos imperantes. Veamos cómo nos estamos anestesiando con un lenguaje evasivo y equívoco. El ardid semántico pulula tanto que distrae y confunde a la opinión pública. La poderosa arma de la palabra actúa como recurso lingüístico de malabarismo sintáctico-expresivo para conformar una pseudo-realidad que entretiene o justifica hechos insostenibles o inaceptables por sí mismos. Nos desorientamos con textos plagados de tapujos, disimulos o contra-negaciones. Veamos cómo nos cuentan la realidad. 

Asuntos socio-económicos: Con el nuevo orden planetario ahora crecemos negativamente por los ajustes monetarios, siendo económicamente débiles los países en vías de desarrollo o la ciudadanía del tercer o cuarto mundo o en la cuarta o tercera edad (eméritos de edad avanzada o en la época dorada). Los reajustes de recursos humanos por la globalización o la externalización de servicios generan expedientes de regulación de empleo o quizá desempleo con los paraísos fiscales donde blanquean el dinero. Abundan las personas con riesgo de exclusión social o sin techo, y el trabajador a lo sumo espera una promoción horizontal. La prensa del corazón parece salida de alguna clínica mental contándonos cómo rehacen la vida los famosos tras episodios de hacer el amor con mujeres de vida alegre o casos de violencia doméstica o de género relatadas por empleadas de hogar de color ilegales e indocumentadas, con fotógrafos perseguidos por servidores públicos en grandes superficies. 

Política y guerras: Fueron Hitler y Goebbels quienes crearon la solución final (Endlösung) de limpieza étnica, mediante la evacuación y relocalización de la comunidad judía. Nixon engendró la ofensiva de paz, Clinton tuvo una relación impropia con una becaria y Bush hijo comenzó con el conservadurismo con compasión e inventó en Irak la guerra del eufemismo: Un conflicto bélico preventivo de baja intensidad organizado por ministros aliados de defensa sirven para extender la democracia, neutralizando al eje del mal con bombas inteligentes de ayuda humanitaria, pocos daños colaterales y sin apenas bajas por fuego amigo. En países castellano parlantes se cuentan los apremios ilegítimos, excesos y confusos incidentes que justifican la existencia de presuntos desaparecidos por cuerpos y fuerzas de seguridad, o en ambientes donde circulan los maletines quienes abusaron de los fondos reservados sugieren que los indultos se los metan donde la espalda pierde su honesto nombre. 

Amado Nervo anunció que "nada más que con conferir a las cosas su verdadero nombre, se produciría la mayor revolución moral que han visto los siglos". Ojalá no debamos lamentarnos de haber sido demasiado tolerantes con un lenguaje, y una mentalidad, que sustituye a la verdad con palabras “de diseño”, políticamente correctas pero éticamente anodinas.

Un muelle entre el agua y el cielo

Aparece la niebla en los días contradictorios,... para dejar paso a horas más despejadas,... hasta que cae la noche,... que revive con el alba de cada amanecer.

Poesía del día, mejorable pero sincera.

Costa, a toda costa

Aún a costa de lo que sea, mejor acostarse al costado de cualquier costa.

Cuando paseamos por alguna de nuestras costas, la cantábrica o la mediterránea, comentamos lo triste que sería vivir en Wulumuchi, la capital de la provincia china más extensa con 1.600.000 Km2, Xinjiang, que significa “nueva frontera” y fue el “Turquistán Chino” anexionado en el Siglo XVIII por la Dinastía Manchú.

Wulumuchi es el lugar terrestre más alejado de cualquier mar según los mapamundis, siendo preciso recorrer un mínimo de 2.400 Km. para alcanzar alguna costa marítima.
Vivir a orillas del mar, donde se escucha la risa multitudinaria de las olas del océano, es el mejor antídoto antitodo. Cualquier tosca costa, sea en forma femenina de playa o en forma masculina de acantilado, simbolizan al alba o al crepúsculo la unión del aire, el agua y la tierra.

Quienes nunca abandonamos la costa y dejamos a otros la alta mar o la tierra adentro, creemos que debería ser un derecho universal de todo terrícola el ver, al menos una vez, el mar desde una costa. Habría que organizar viajes para que todos los humanos comprendiesen qué es el mundo viendo las olas marítimas en un planeta como el nuestro que merecería llamarse Agua y no Tierra.