La educación sentimental

En nuestros días se desconoce casi todo de esta materia, ni siquiera la insigne obra de Flaubert es reconocida.

Es indudable la mejoría de la formación de nuestra juventud, tanto en lo referente al desarrollo de la inteligencia cognitiva, como –también, aunque en menor grado- de la inteligencia emocional. Pero la “educación en valores”, y particularmente la “educación sentimental” son un déficit para el pleno desarrollo personal y colectivo de la generaciones futuras.

Con ánimo educativo y sin pretensiones de categorizar, se relacionan algunos consejos que se han demostrado útiles para orientar a jóvenes con incertidumbres y pesares en tan sensible problemática, que a veces conduce a la infelicidad de una vida solitaria o mal acompañada. El método nemotécnico podríamos denominarlo “CEDA”, por las iniciales de los verbos implicados.

Comprometerse. La búsqueda de una pareja exige decisión y empeño. Lo primero es determinar si se busca “un ligue” o un compromiso mayor. Es exigible que las dos partes tengan el mismo propósito. Este esquema se orienta más hacia quienes desean y pretenden un compromiso estable y duradero. Esta etapa es esencial, pero a menudo se olvida y luego es fuente de desengaño.

Elegir. Es preciso comprender que escoger una potencial pareja no es lo mismo que tomar parte en un jurado de “Miss o de Mister”. No se trata de buscar la candidatura óptima… para no se sabe quién. Escoger bien es hallar alguien que te convenga,… y que tú le convengas a esa persona. Porque alguien que te “conviene a ti” debe ser alguien a quien “tú también convengas”. Repetimos: Si tú no le convienes a esa persona, esa persona no te conviene a ti. Puede parecer muy prosaico, pero éste es el quid de una buena selección. El objetivo es encontrar una pareja que se hagan y se sientan bien mutuamente.

Declinar. Todo lo anterior resultaría insuficiente si no aseguramos nuestra capacidad de rechazar opciones que no cumplan con generosidad y rigor lo planteado anteriormente. Hay que aprender a romper lo que no ha empezado bien, o lo que empeora. La gente cambia, es cierto, pero una relación con dificultades de entendimiento o compromiso desequilibrado con el tiempo suele ir… a peor. Sólo desde un análisis frío, incorporando opiniones de quienes nos quieren incondicionalmente (como la familia), y desde la libertad de poder romper… se puede dar el último paso…

Aceptar. Que es mucho más que decir “SÍ” en un momento; es aceptarse y disfrutarse de cómo sois ambos, y aceptar que podéis amaros aún más. No sólo hay que aceptar las diferencias que puedan existir, también hay que adorarlas desde ambos lados. Significa apostar por la pareja, por encima de uno mismo. Hacer que la primera dicha buscada no sea la tuya, sino la de tu cónyuge. Aceptar significa pensar en el medio y largo plazo, no en lo inmediato. Aceptar es amar, profundamente y para siempre. Aceptar el amor es… asumir la vida y descubrir la felicidad.

Versión para imprimir: mikel.agirregabiria.net/2007/edusentimental.DOC

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