La cuestión es distinguir

La gente distinguida, la genuina, no es la que sólo sabe distinguirse, sino la que sabe distinguir.

Dicen que todos nos parecemos en lo que ocultamos, pero que nos distinguimos en lo que mostramos. Lo mejor es poder distinguir aquello que merezca ser distinguido, recóndito o expreso, etéreo o visible. Distinguir entre el bien y el mal, entre lo posible y lo imposible, entre el héroe y el aventurero, entre el deber y el bienestar, entre la firmeza y la obstinación, entre la fidelidad y la intransigencia, entre la originalidad y la extravagancia.

Quizá el truco radique en aprender a distinguirse de los supuestos distinguidos, sabiendo trabajar y comportarse cortésmente con todos y, lo más comprometido, aprendiendo educadamente de todos. La clave es optar, querer, saber y poder distinguirse de los demás en lo difícil, no en lo fácil.

La primera premisa de una vida plena radica en la sabiduría de distinguir lo inevitable de lo reformable, para aceptar con serenidad lo primero y luchar para cambiar lo segundo. Sobrellevar lo irremediable con ánimo puede ser una forma suprema de distinción, al igual que sublime singularidad puede ser corregir con coraje todo lo transformable.

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Nuestro paseo de hoy

Niños leyendo tebeos hace 70 años

Kids reading comics, de John Gutmann. Niños leyendo cómics, historietas o tebeos en San Francisco, 1938,