Estimada Margueritte Subra:
En 1936 usted y sus dos hermanas Marie y Berta acogieron y educaron durante 12 años a uno de los llamados "niños de la guerra", evacuado en el barco "HAVANA" cuando contaba sólo 6 años. Fue un acto de heroísmo colectivo, más meritorio aún cuando tuvo lugar en aquellos trágicos años, algunos de los cuales bajo la ocupación nazi. Ustedes respondieron a una petición del médico Marcel Barreré, quien pocos años después moriría en un campo de concentración por pertenecer de Resistencia.
Aquel niño, Pedro Díez Gambra, regresó a Bilbao después de cumplir 18 años. Él falleció prematuramente el 19 Octubre de 1982, pero pudo transmitir a su hijo y nietos una educación sólida en valores de libertad, fraternidad e igualdad que ustedes le inculcaron con sus lecciones y con su ejemplo.
Sólo recientemente, cuando ya sólo sobrevive Margueritte, ha recibido –a instancia de Pedro Díez hijo- una carta firmada por Josu Erkoreka, en nombre del Grupo Vasco en el Parlamento español, de gratitud por su generosa solidaridad. La grandeza de su altruismo, queda ratificada por la sorpresa al recibir una misiva oficial, que no considera merecer “porque cualquiera hubiera hecho lo mismo”.
Admirada Margueritte: En pleno siglo XXI, sigue habiendo muchos niños y familias de las guerras, declaradas o no, y esta Europa no siempre responde con el hospitalidad del que ustedes hicieron gala. Así como hoy las recuerdan los nietos de Pedro Díez Gambra, que existen gracias a estas “bisabuelas”, casos como el suyo deben exponerse como modelos plenamente actuales ante el fenómeno, eterno, de la huida y de la emigración en busca de un hogar y de un país donde se manifieste la humanidad.
Mikel Agirregabiria Agirre. Educador
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