Mostrando las entradas para la consulta voltaire ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas para la consulta voltaire ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas

Con Voltaire a babor y Bossuet a estribor se puede navegar

"Navegar es, precisamente, navegar, esto es, moverse, pisar muchos puertos, no forjar compromisos que te lastren y condenen, estar pendiente siempre del horizonte, de lo por venir. Y eso es preciso, si la alternativa es vivir en un estancamiento, que, a fin de cuentas, no es vivir."
Leído en la web

El arte de pensar en equilibrio, entre dudas y certezas

A propósito de las elecciones norteamericanas, donde los votantes de Trump parecen tan seguros mientras que los de Harris dudan, ha surgido este post. La historia del pensamiento humano ha estado marcada por una tensión constante entre la duda y la certeza. Estas dos fuerzas, aparentemente opuestas, son también las que impulsan el desarrollo de la inteligencia. La duda cuestiona y deconstruye, mientras que la certeza, al menos temporalmente, estabiliza y orienta. Pero, ¿cómo se entrelazan estos conceptos en el proceso de pensar? ¿Es posible alcanzar una inteligencia plena sin oscilar entre ambos?

La duda como motor del conocimiento

La duda ha sido una de las herramientas más poderosas de la humanidad para descubrir nuevas verdades. Descartes, el filósofo racionalista, afirmó: "Dudo, luego existo", en su famosa Meditación metafísica. Para él, el acto de dudar no solo probaba la existencia del yo pensante, sino que abría la puerta a una búsqueda de verdades más sólidas. Esta postura resalta que la duda, lejos de ser un obstáculo, es el primer paso hacia el conocimiento.

Sin embargo, la duda no es solo un método filosófico, sino una experiencia humana fundamental. Nos enfrenta con la incertidumbre del mundo y con nuestras propias limitaciones. La duda nos impulsa a cuestionar nuestras creencias, nuestras certezas y, en última instancia, nuestra comprensión del mundo. Tal como lo expresó Voltaire, el célebre filósofo de la Ilustración: "Quien es incapaz de dudar es incapaz de aprender".

En este sentido, la inteligencia no es simplemente una capacidad para acumular datos o resolver problemas, sino también la habilidad de mantener un equilibrio entre la duda y la certeza. Un individuo verdaderamente inteligente reconoce que muchas verdades son temporales, sujetas a revisión, y que el escepticismo razonable es una condición necesaria para el progreso del conocimiento.

Las certezas que construyen sentido

Por otro lado, las certezas son indispensables para navegar en la vida cotidiana. Sin ellas, estaríamos constantemente paralizados por la indecisión. Ciertamente, la duda puede estimular la curiosidad y la investigación, pero en algún momento necesitamos puntos de anclaje: certezas que nos permitan actuar y tomar decisiones. El filósofo Ludwig Wittgenstein, en su obra Sobre la certeza, nos recuerda que hay conocimientos que aceptamos sin cuestionar, sobre los cuales se construyen todas nuestras creencias y acciones. Estas certezas son como el suelo bajo nuestros pies, el punto de partida para toda reflexión posterior.

La certeza no es siempre sinónimo de rigidez. Muchas veces, las certezas que adoptamos son flexibles y pueden adaptarse a nueva información. Las teorías científicas, por ejemplo, son "verdades" aceptadas hasta que se encuentren nuevas evidencias que las cuestionen. El físico Albert Einstein revolucionó el mundo de la ciencia al demostrar que muchas de las "verdades" de la física newtoniana no se sostenían en contextos de velocidades cercanas a la luz o en campos gravitacionales intensos. Aun así, los principios de la mecánica clásica siguen siendo "ciertos" dentro de sus límites.

Esto nos lleva a una reflexión clave: nuestras certezas no tienen que ser absolutas para sernos útiles. Incluso las verdades parciales o contextuales nos ofrecen la estabilidad que necesitamos para avanzar.

La inteligencia: Entre la duda y la certeza

La inteligencia, en este marco, no es la posesión de un conjunto de respuestas correctas, sino la capacidad para moverse entre la duda y la certeza con agilidad. Un individuo inteligente sabe cuándo dudar y cuándo aferrarse a una convicción. Sabe que algunas preguntas no tienen respuestas definitivas, y aun así, sigue explorando.

El escritor y filósofo Albert Camus, en su obra El mito de Sísifo, plantea que la vida misma es un acto de balance entre la certeza y la duda. En su análisis del absurdo, Camus describe a Sísifo, el hombre condenado a empujar una roca montaña arriba solo para verla caer una y otra vez. Este mito es una metáfora de la vida humana: la inteligencia consiste en aceptar la falta de respuestas absolutas sin caer en la desesperación. Es en la búsqueda, no en la resolución definitiva, donde radica la verdadera riqueza del pensamiento.

Otro gran exponente de esta tensión fue el poeta y pensador alemán Johann Wolfgang von Goethe, quien expresó en Fausto: "Quien duda de todo se pierde, y quien no duda sobre nada es un insensato". Goethe nos invita a encontrar el equilibrio, a no ser presa de la duda paralizante ni de la certeza ciega. Solo entonces podemos alcanzar una inteligencia más plena, consciente tanto de los límites de nuestra comprensión como de su potencial.

La duda y la certeza en el conocimiento científico

El progreso científico es un claro ejemplo de cómo la duda y la certeza coexisten en el avance de la inteligencia humana. Cada descubrimiento se basa en el cuestionamiento de lo que se sabía hasta entonces. La ciencia es, en esencia, un proceso de poner a prueba nuestras certezas.

El biólogo Charles Darwin, al desarrollar su teoría de la evolución por selección natural, dudó de las explicaciones teológicas predominantes de su tiempo sobre el origen de las especies. Su capacidad para cuestionar estas ideas le permitió formular una de las teorías más influyentes en la historia de la ciencia. Sin embargo, también necesitaba certezas: datos empíricos, observaciones meticulosas, para construir su teoría.

Este ciclo de duda y certeza, retroalimentándose, es fundamental para el desarrollo del conocimiento. Incluso los científicos más brillantes reconocen que sus teorías están sujetas a revisión. Como dijo el físico Richard Feynman: "El conocimiento científico es una estructura de preguntas más que de respuestas".

Las sombras de la certeza: El peligro del dogmatismo

A pesar de la importancia de la certeza en nuestras vidas, también debemos ser conscientes de sus peligros. Cuando la certeza se convierte en dogmatismo, se cierra la puerta a nuevas ideas y a la posibilidad de cuestionar. Como advertía el filósofo Bertrand Russell: "Lo más dañino en la vida no es la ignorancia, sino las certezas absolutas". Las certezas inamovibles nos conducen al estancamiento del pensamiento y al rechazo de lo diferente, lo nuevo o lo incómodo.

El dogmatismo puede tomar muchas formas, desde las ideologías políticas hasta las creencias religiosas, pero en todas ellas se observa una característica común: la incapacidad para admitir la posibilidad de error. La inteligencia, por el contrario, está intrínsecamente relacionada con la apertura a la posibilidad de estar equivocado.

Conclusión: El equilibrio como forma de sabiduría

La vida humana es un viaje entre la duda y la certeza. Ninguna de las dos puede dominar completamente sin que algo se pierda en el proceso. La inteligencia reside en la habilidad de mantenernos en ese espacio intermedio, donde la duda nos permite explorar nuevas ideas y la certeza nos proporciona estabilidad para actuar.

Como bien lo resumió el poeta T. S. Eliot: "¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en el conocimiento? ¿Dónde está el conocimiento que hemos perdido en la información?". La sabiduría es más que conocimiento acumulado, es la capacidad de navegar con gracia entre lo que sabemos y lo que no sabemos, entre las certezas que nos guían y las dudas que nos impulsan a seguir buscando.

La duda puede ser un signo de inteligencia porque implica la disposición a cuestionar, reflexionar y buscar más información antes de llegar a una conclusión. Las personas que dudan no aceptan fácilmente lo que se les presenta como verdad; en lugar de eso, buscan entender, explorar diferentes perspectivas y examinar las evidencias. Esto fomenta un pensamiento crítico y evita caer en dogmatismos o suposiciones infundadas. 

Algunas citas que relacionan la duda con la inteligencia: 
  • “Duda de todo. Encuentra tu propia luz”. – Buda. 
  • La duda es el principio de la sabiduría”. – Aristóteles. 
  • “Quien nunca duda, nunca ha aprendido”. – Charles Darwin.
  • “El ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona”. – Aristóteles.
  • "La duda es el segundo nombre de la inteligencia". –  J. L. Borges.
  • "La duda es una condición incómoda, pero la certeza es ridícula". – Voltaire.  
  • "Si comienza uno con certezas, terminará con dudas; más si se acepta empezar con dudas, llegará a terminar con certezas".  – Francis Bacon.
  • El problema del mundo es que la gente inteligente está llena de dudas, mientras que los estúpidos están llenos de confianza”. – Charles Bukowski.

Los libros son espejos: mirándonos en ellos, descubrimos quiénes somos


bookshelf
Originally uploaded by chotda.
“La sabiduría no está en los hombres canos, sino en los libros viejos” Fray Antonio de Guervara

“Los mejores libros son aquellos cuyos lectores creen que también ellos pudieron haberlos escrito” Blaise Pascal

“Todos los libros pueden dividirse en dos clases: libros del momento y libros de todo momento” John Ruskin

“Para un auténtico escritor, cada libro debería ser un nuevo comienzo en el que él intenta algo que está más allá de su alcance” Ernest Hemingway

“Todo el mundo conocido, excepto sólo los países salvajes, está gobernado por los libros” François - Marie Arouet
Voltaire

“Es supersticiosa y vana la costumbre de buscar sentido en los libros, equiparable a buscarlo en los sueños o en las líneas caóticas de las manos” Jorge Luis Borges

Cultivarnos


Cultivar:
Dar a la tierra, a las plantas,
(o a las personas,)
las labores necesarias
para que fructifiquen.


Cuando se empieza a cultivar la tierra,
otras artes de desarrollan;
en consecuencia,
los agricultores han fundado
la civilización humana.

Daniel Webster.

Debemos cultivar nuestro jardín.

Voltaire.

Miedo de lobos

La ambición de los todopoderosos debe ser reprobada.

Vivimos una confusa situación planetaria en la que los lobos siguen exigiendo garantías contra los ataques de las ovejas. Los gobiernos de los países más poderosos económica y militarmente, dotados con inmensos arsenales saturados de armas de destrucción masiva y un amplio historial de imperialismo en todos los continentes, continúan confundiendo a sus ciudadanías con artificiales miedos de diabólicos enemigos que sólo son famélicos países tercermundistas como Corea del Norte.

Siniestros personajes como Richard Perle, uno de los crueles promotores de la política de “ataques preventivos” y vinculado a los sórdidos intereses armamentísticos norteamericanos, ha dimitido consecutivamente de la Presidencia y recientemente de la misma Junta de Política de Defensa del Pentágono, porque sus criterios belicistas asustan incluso a la propia administración Bush, o al menos, causan un perjuicio a su campaña electoral. Un controvertido libro suyo recientemente publicado, “El fin del mal: cómo ganar la guerra contra el terrorismo”, propone una vasta reforma de los ministerios responsables de endurecer aún más su política, abogando por "acciones vigorosas" contra Irán, Arabia Saudí, Libia, Siria y otros Estados que, según su militarista visión, representan una intolerable amenaza. Este “halcón de halcones” opina que EE.UU. debe salir de la ONU e incluso ha calificado de "blando" al Secretario de Estado, Colin Powell.

La escritora francesa de finales del siglo XIX, la Princesa Karadja decía que “El mundo es un parque de animales en el que se olvidó separar los lobos de los corderos”. Revivimos todas las enseñanzas de los clásicos, desde Esopo que anticipó que “Cuando un lobo se empeña en tener la razón, ¡pobres corderos!” hasta la conclusión de Voltaire, “Así, en todos los tiempos, nuestros señores los leones han firmado sus tratados a costa de los corderos”.

Más trágicos y penosos son aún algunos raposos, que estando entre lobos aprendieron a aullar como ellos. Pero, aunque nos sintamos como en el proverbio latino “De frente un precipicio, detrás un lobo”, sepan los agresores que cuando los corderos montan en cólera son peor que los lobos. La audacia es pavor vencido, desbordamiento de los tímidos desencadenados, ferocidad de cordero encolerizado. No toleremos que “El hombre sea un lobo para el hombre”. Hagamos que el hombre sea un hombre frente a los lobos. Ya dura demasiado el silencio de los corderos…

En icono Medem, o no cine

"La pelota vasca": Una película que merece ser vista antes de juzgarla.

El escritor Okakura Kazuko decía que “el pueblo hace la crítica de la pintura con el oído”. Ahora también parece que algunos valoran una película sin verla, sólo escuchando a quienes la condenan… sin haberla contemplado tampoco. Recuerde que los críticos pueden llegar a ser constructivos (que no ha sido el caso con Medem), pero nunca serán objetivos. Si desea disponer de una opinión propia sobre “La pelota vasca”, sólo existe un método lógico: Véala. Si le resulta imposible encontrar una proyección por la limitada distribución en cines, recurra a la versión disponible en Internet a través de los programas P2P como Overnet (http://www.overnet.com/) o KaZaA (www.kazaa.com).

Vivimos en la era de los prejuicios, que son la razón de los tontos según Voltaire. Einstein lo señaló: “¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”.

Viaje a Euskadi con esta película. Según Anatole France, “Viajar no es cambiar de lugar, sino cambiar de ilusiones y de prejuicios”. Julio MeneM, de apellido palindrómico, ha dirigido una película de ida y vuelta sobre la tragedia vasca, un decidido alegato contra la violencia. Defiende inequívocamente a todas las víctimas, sin subordinarse a ningún interés político. Es el mensaje sobre una realidad contemporánea de un artista competente, de un cineasta vasco que se declara no nacionalista, pero que ama a su tierra.

Pruebe “La piel contra la piedra”, óigala, siéntala y dictamine por sí mismo. Sin censuras, sin prevenciones. Lo demás sería decir: Amén icono, no cinema.