Ahora que aún no está decidido el campeonato, asistimos a un espectáculo que no se circunscribe al enfrentamiento Alonso-Hamilton.La
Fórmula máxima se numera con el número uno, para mostrar su superioridad sobre la Fórmula 2 o la Fórmula 3. Pero es un deporte de equipo, constituido por muchas personas que colaboran en el éxito final que en el podio representa y encarna un único protagonista. En el elitista y costoso deporte del motor, lo más significativo son las parejas de componentes: piloto-coche, dos campeonatos simultáneos (pilotos y marcas), dos coches por escudería, generalmente dos empresas por equipo (motor-bastidor), doblete de propietarios y patrocinadores,…
Más aún, en estos binomios, existen factores predominantes. Cuenta más el bólido que el conductor (sólo un piloto de
Ferrari o
McLaren podían ganar), la experiencia del constructor es más decisiva que el presupuesto,… También existen y se superponen otras realidades dobles: lo que no vemos en los entrenamientos y lo que se transmite en la carrera, lo que sucede en la pista y en los despachos de la
FIA, lo que acontece y lo que nos cuentan,…
La
F1 es deporte y negocio. Esta temporada se ha evidenciado que cada año predominan más los intereses que el
fair-play. Pero ello no desmerece la competición de pilotos, cuyos grandes campeones surgen del enfrentamiento por parejas, donde un gran adversario eleva la leyenda del ganador, como en el mítico duelo entre
Alain Prost y
Ayrton Senna. Por dos años, el inigualable heptacampeón Michael
Schumacher fue relevado por un gran luchador, Fernando
Alonso, quien ahora ha sido sorprendido por un promisorio novato llamado Lewis
Hamilton.
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