El adiós del campeón

La retirada del deportista más inteligente del siglo XX merece un análisis que trasciende lo personal de su figura.

Los que admiramos a Bobby Fischer hubimos de rendirnos hace lustros ante el talento de Gari Kaspárov, quien el pasado jueves 10-3-2005 anunció su retirada del ajedrez profesional. De la estirpe de los mejores ajedrecistas de todos los tiempos, es el último de la saga de Morphy, Steinitz, Lasker, Capablanca, Alekhine, Nimzovich, Tahl, Petrosian, Spassky, Fischer y Karpov. Su sucesor ya no será humano, sino de silicio.

Nació en Bakú, capital de Azerbaiyan, hijo de un judío llamado Harry Weinstein y de una armenia, Clara Shagenovna Kasparova, quien cedió su apellido al niño al quedar viuda. Su talento ajedrecístico fue descubierto cuando, con sólo 6 años, resolvió el problema en el tablero que solían disponer sus padres para resolver cuando volvían a casa después de trabajar como ingenieros. Al año siguiente quedó huérfano de padre, y su madre condujo a aquel niño problemático hasta la cima del ajedrez y le ha acompañado ininterrumpidamente hasta su despedida. Fue el campeón del mundo más joven de la historia (22 años), tras proclamarse con 12 y 18 años el más precoz campeón juvenil y absoluto de la historia de la URSS. En 1990 rebasó la mítica barrera de los 2800 puntos ELO, escala que mide objetivamente la competencia ajedrecística. En 1996 venció al artefacto Deep Blue de IBM, pero en 1997 perdió ante la máquina que se tomó la revancha en New Cork, tras doblar su velocidad de cálculo e instalarse microchips especializados en su procesador paralelo RS/6000.

A sus 41 años esta figura irrepetible ha elegido retirarse tras veinte años consecutivos como indiscutible número uno, después de su noveno triunfo en el prestigioso Torneo de Linares que inició con un pésimo arranque. "El Ogro de Bakú" se despide desde la cumbre, como los grandes deportistas tipo Michael Jordan, aunque Jordan volvió y tampoco es descartable que Kaspárov lo haga en el futuro, a pesar de su marcha declarada como irrevocable.

El mundo actual premia a sus mejores símbolos deportivos con mucho dinero. Los mejor pagados son golfistas como Tiger Woods, pilotos como Michael Schumacher, jugadores de rugby como Peyton Williams Manning, del baloncesto como Jordan, del béisbol como Alex Rodríguez, y futbolistas como David Beckham o Ronaldo. El ajedrez no es un deporte de masas que mueva tanto dinero, pero la dilatada y exitosa carrera de Kasparov le ha convertido en un personaje referencial. Sus intereses son variados, con fuentes de ingreso en torno al ajedrez (mediante libros y programas de éxito), así como mediante sus esperados artículos semanales en el Wall Street Journal.

Su posición política es fruto de una larga trayectoria, que sufrió avatares de enfrentamientos étnicos y sociales de una zona y un planeta convulso. Por problemas políticos, de joven hubo de huir de Bakú e ir a Moscú donde adoptó la nacionalidad rusa. En los últimos años se ha involucrado especialmente en los movimientos de reforma política en oposición a Vladimir Putin, a quien designa como fascista y el "Calígula de Moscú". Su denuncia del desmantelamiento democrático de Rusia, obviado en Occidente por razones de estabilidad y conveniencia económica, ha llevado a Kasparov a comparar la prevista reunión en Moscú del G8 con la Olimpíada de Berlin en la Alemania nazi de 1938.

Kasparov se retira con todas las glorias competitivas alcanzadas y superadas, pero con la sensación de fracaso al no haber podido contribuir a recomponer el mundo federativo del ajedrez, que sigue envuelto en divisiones y sin un campeonato reunificado. Es una muestra más de cómo resulta más fácil para los seres humanos resolver los insondables misterios de un tablero con 64 escaques, que aprender a convivir en paz… incluso para sentarse ante un juego de mesa.

Este deporte intelectual, extrañamente masculino donde sólo la húngara Judit Polgar compite al máximo nivel, quizá sea indicativo de una señal para que los políticos (unos pocos hombres) que han conducido la política durante siglos cambien las reglas, dejen paso a las mujeres y permitan que todos los seres humanos colaboremos antes de que las computadoras tomen el poder. Porque mientras los peones sólo podemos caminar monótonamente hacia delante, paso a paso y esperando no ser comidos antes de tiempo, el mate final podría sorprendernos a todos, incluso a las piezas mayores o menores, arrojándonos de golpe al cajón de recogida de los trebejos,… a toda la humanidad. No en vano el próximo libro anunciado por Gari se titulará… “Cómo la vida imita al ajedrez".

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