Pasteles sobre la nevera de hielo

Vendedoras de hielo durante la I Guerra Mundial
Ice-women: Chicas repartiendo hielo en una foto de 16-9-1918, tras ser coloreada por Dana Keller.

El pasado 4 de diciembre de 2020 falleció nuestro Tío Félix Aguirre. En el funeral recordábamos muchas anécdotas del pasado, de cuando coincidíamos en la casa familiar de la calle María Muñoz de Bilbao (véase foto). Allí donde nuestra madre enferma estuvo dos años hasta que falleció bajo el cuidado de sus hermanas y hermanos.  Aquellas comidas eran memorables, en las que nos vigilaba el tío Félix a los cinco primos mayores Aguirre: Juan Carlos, Juan Mari, yo mismo Txemi (José Miguel, Mikel), Mari Pili y Javi.

El tío Félix era el encargado de la mesa en aquellos primeros años de los '60. Teníamos que comernos todo de todos los platos, incluidas las habas, que algunos odiábamos. Al final aprendimos, de por vida, a comer de todo. En justa reciprocidad y a él le exigíamos que comiese hígado, sabiendo que no era de su agrado. Y lo hacía, demostrando que la firmeza era para todos. Por cierto, dos platos que han desaparecido de nuestros menús.

Aquellas gloriosas comidas quedaron grabadas por la felicidad que emana de la familia,… Quienes más nos reíamos, sin saber exactamente de qué, éramos los dos más traviesos o niños,  Mari Pili y yo, que ya criamos nietos y seguro les hemos contado aquellos almuerzos,… o las meriendas-cenas antes de salir a jugar a los Auxiliares (Plaza Unamuno) a la vuelta del colegio.

El tío Félix nos daba su paga, si bien creo que toda ella la ahorrábamos en una hucha común de arcilla que, finalmente, un inolvidable día rompimos. Buena práctica para valorar el ahorro con aquella peseta o eran cincuenta céntimos, que ahora nuestros nietos no sabrían ni expresar en menos de un céntimo de euro.

Un aprendizaje directo del tío Félix, útil para toda la vida, fue sobre cómo elegir el mejor pastel de una bandejaRecuerdo exactamente la escena en la amplia cocina de aquella casa, encima del frigorífico de hielo, que se rellenaba con barras de hielo que cada semana traía a casa el hielero o heladero (ver otra imagen)

Aquella nevera ¿quizá una Gelat? (no confundir con la fresquera con su malla para ventilar) medía poco más de un metro  porque no tenía maquinaria alguna ni se enchufaba, y encima estaba la docena de pasteles entre los que debíamos elegir,... 

El tío Félix zanjó la dificultad de elegir (l'embarras du choix, como dicen los franceses), sobre todo para un niño entre aquellos manjares dulces, con un criterio objetivo: Selecciona por el peso. Todos los pasteles son deliciosos, de modo que el que tenga más masa o cantidad será el más placentero por degustarlo más tiempo. Una fórmula aplicable en muchas casos y momentos diferentes.

Una heladera en la época de la depresión repartiendo hielo.

2 comentarios:

Purificacion Minguez Losua dijo...

Qué recuerdos. Yo tardé un poco más en conocer la nevera Teníamos fresquera y si había tormenta se estropeaba la leche. Hasta que salió en bolsas de plástico y se nos rompían antes de llegar a casa cuando las traíamos de la tienda.
Me he reído un rato recordándolo. Eran inmanejables.
Gracias por tus recuerdos Mikel. Desencadenan miles de historias.

Alberto Ereña dijo...

Una lectura muy agradable que nos traslada a nuestro ayer. Lo recordamos muy bien ayudados por ella.
Lo de las habas es cierto, a los que nos gustan o nos las hacemos nosotros o no las encontramos casi en ningún sitio. Y la teoría del pastel al peso es muy buena, lo aplicaré.

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