Una vez más releemos "El Señor de las Moscas", de William Golding (ver en otros varios posts). Nos ofrece una visión descarnada de la civilización y la parábola definitiva sobre la naturaleza humana. Su relevancia literaria descansa en cómo la infancia desvela nuestro lado más oscuro, con símbolos como la caracola rota. Entre la hoguera y la caza esta obra actúa como espejo social.
William Golding nació en Cornualles, Inglaterra, en 1911. Educado en Oxford, trabajó como maestro de inglés y filosofía antes de servir en la Marina Real británica durante la Segunda Guerra Mundial, experiencia que marcaría profundamente su visión del ser humano. Las atrocidades que presenció durante el conflicto bélico lo llevaron a cuestionar la idea rousseauniana del "buen salvaje" y la creencia optimista en la bondad inherente del hombre.
Golding publicó "El señor de las moscas" en 1954, tras múltiples rechazos editoriales. La novela se convirtió en un clásico instantáneo y le valió el Premio Nobel de Literatura en 1983. Falleció en 1993, dejando un legado literario que continúa interpelando a generaciones de lectores sobre la delgada línea que separa la civilización de la barbarie.
La isla como microcosmos de la sociedad. "El señor de las moscas" narra la historia de un grupo de niños británicos que, tras un accidente aéreo, quedan varados en una isla desierta del Pacífico durante una guerra nuclear no especificada. Sin adultos que los guíen, los muchachos intentan organizarse democráticamente bajo el liderazgo de Ralph, quien es elegido por su carisma y sensatez. Junto a Piggy, un niño inteligente pero físicamente vulnerable, Ralph establece normas: mantener una hoguera como señal de rescate, construir refugios y utilizar una caracola como símbolo de autoridad para ordenar las asambleas.
Sin embargo, la frágil estructura social pronto comienza a resquebrajarse. Jack, líder del coro convertido en cazadores, representa el impulso primitivo hacia la violencia y el poder. Su obsesión por cazar cerdos salvajes lo aleja progresivamente de las responsabilidades colectivas. La división entre Ralph y Jack simboliza el eterno conflicto entre civilización e instinto, entre razón y pasión.
La violencia escalada culmina con el asesinato de Piggy, cuya muerte simboliza la destrucción completa de la racionalidad y el orden. Jack y su tribu de cazadores, con rostros pintados y comportamiento salvaje, cazan a Ralph por la isla hasta que la llegada de un oficial naval británico interrumpe abruptamente la persecución, devolviendo a los niños a una conciencia repentina de lo que han hecho.
Reflexiones sobre la condición humana. Golding construye una alegoría devastadora sobre la naturaleza humana. Cada personaje encarna un aspecto de la sociedad: Ralph representa el liderazgo democrático y la razón; Piggy, la inteligencia y el pensamiento científico; Jack, el autoritarismo y la sed de poder; Simon, la espiritualidad y la verdad; Roger, la crueldad desenfrenada . La caracola simboliza el orden legal y el derecho a expresarse; las gafas de Piggy, el conocimiento y la capacidad de transformar el entorno; la cabeza de cerdo ensartada —el "señor de las moscas"— personifica el mal inherente al ser humano.
La obra plantea preguntas incómodas: ¿es la civilización simplemente un barniz superficial que oculta nuestros instintos más oscuros? ¿Qué nos impide caer en la barbarie cuando desaparecen las estructuras sociales? Golding sugiere que el verdadero enemigo no está fuera, sino dentro de nosotros mismos.
La novela conserva su vigencia porque habla de verdades universales: la facilidad con que el miedo puede manipularse para obtener poder, cómo la violencia genera más violencia, y la fragilidad de las normas sociales que damos por sentadas. En tiempos de polarización política y tensiones sociales, "El Señor de las Moscas" sigue siendo una lectura obligatoria para comprender los peligros de la deshumanización del otro y la importancia de defender los valores civilizatorios.
EL SEÑOR DE LAS MOSCAS: La novela que todos leímos en el cole y que NUNCA dejó de dar miedo. Niños solos en una isla paradisíaca. ¿Final feliz? TODO LO CONTRARIO. https://t.co/0OqEkGRHi9 Golding nos mostró en 1954 lo que NO queremos ver: quita las normas sociales y la bestia… pic.twitter.com/gy8mZ2yHa6
— Mikel Agirregabiria (@agirregabiria) November 26, 2025



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