La educación 2.0 que nos conviene es una reflexión compartida, no tan futurista como pudiera parecer en una primera lectura, sobre la deseable evolución a corto plazo del sistema educativo en una sociedad con una creciente dimensión digital.
La
vieja escuela, diseñada en el siglo XIX, aún pervive en su arquitectura, organización y estructura. Incluso se infiltra en los currículos, las metodologías y la evaluación en todos sus niveles. Aquel diseño respondía a las necesidades de la industrialización con un alumnado rural tipo
Tom Sawyer, que había de convertirse en obreros de fábricas como la recreada por Chaplin en "
Tiempos modernos", con horarios establecidos y una disciplina uniformadora. La propia Universidad mantiene, incluso tras
la oportunidad de Bolonia, clases dictadas siguiendo las pautas eclesiásticas, previas a la invención no ya de Internet, sino incluso anteriores a la imprenta de
Gutenberg, que aún podemos reconocer en las iglesias donde tras las lecturas públicas (previstas para analfabetos) viene el sermón explicativo.
Se impone romper con la sempiterna
estrategia gatopardista de Lampedusa, de cambiar algo para que nada cambie y el penúltimo resplandor puede ser
revestirse con más tecnología (ya no tan nueva),... En Educación Primaria y Secundaria se corre el riesgo de que tras entregar
netbooks al alumnado, por inercia se instale una pizarra (por muy digital e interactiva que sea) y se mantenga la obsoleta disposición del aula (como mirando en un cine), y el rol dominante del profesorado para una relación unidireccional. Tampoco se facilita el aprendizaje durante las 8.760 horas del año, dificultando -cuando no impidiendo- que dichos miniportátiles sean llevados a los hogares, donde tampoco está asegurada una buena conectividad para la universalidad de las familias (algo que sería una exigencia de
Inclusión Digital y que, pronto, será un derecho universal más).
La
educación contemporánea necesita preparar a nuestra infancia y juventud para convivir con y aportar a instituciones sociales reticulares muy novedosas. Seguirá habiendo fábricas, pero muy robotizadas, y la mayoría serán otros escenarios de trabajo cooperativo más parecidos a algunos
entornos laborales avanzados (como esos “paraísos” que ofrece
Google a sus colaboradores). Ese es el modelo de aulas de una "
Escuela Google" que debiéramos imaginar entre familias, alumnado, profesorado, administración y sistema productivo.
Como herramienta universal de aprendizaje se utilizarán los
netbooks, por el momento, las tabletas, muy pronto, y en uno o dos años algo parecido a los actuales
smartphones (teléfonos inteligentes, como la mayoría de los actuales a partir de la gama media). El acceso inalámbrico generalizado permitirá la conectividad en banda ancha en todas las áreas de los centros, de los hogares y de los municipios.
Los
entornos personalizados de aprendizaje (Personal Learning Environment PLE) provocarán una revolución educativa sin precedentes, generando una
REDucación personalizada que crecerá y se adaptará en todo momento a la persona a quien sirve. Estos
perfiles individualizados
también se generarán para ser accesibles a la diversidad de las familias, cuya formación y participación son condiciones necesarias para una educación propia de esta era Internet.
Una premisa educativa, de profundo calado y ya factible, es esta
conexión permanente con la red de redes, en todo momento, incluidos los tiempos de examen.
La evaluación conectada y en red será el motor de cambio y el punto de partida. No caben más pruebas donde no se pueda consultar libremente desde la
Wikipedia… hasta
el Rincón del Vago. Sólo esta condición alterará profundamente la didáctica necesaria para establecer en la segunda década del siglo XXI los modos pedagógicos de
programar, orientar, informar, motivar y evaluar.
La
nueva escuela debe ofrecer más de lo que puede vivirse en un hogar del siglo XXI. En caso contrario el
home-schooling extenderá los movimientos latentes de desescolarización. Y
el elemento esencial, en todas las épocas, han sido… las y los condiscípulos. Sólo que ahora, además del alumnado presencial, la educación 2.0 nos enlazará con nuevo alumnado remoto que comparta los mismos intereses y pasiones que cada aprendiz o aprendiza. La inteligencia, el conocimiento, la sabiduría,… residen en las redes, tanto en las redes humanas conectadas cara a cara o por medios digitales.
Las
familias recuperarán la responsabilidad y presencia decisiva en la educación de su prole, algo que no fue fácil en etapas históricas actuales, pero que hoy es tan posible como necesario. Las familias, incluso más aún la sociedad en su conjunto, podrán intervenir de forma más continua y determinante en la formación que cada día reciben sus hijas e hijos.
El
alumnado ha de recobrar un protagonismo que ha desaparecido en las últimas décadas. Su responsabilidad, desde edades tempranas, debe ser cultivada reconociéndoseles la capacidad de cuidarse mutuamente, y colaborar en la educación de escolares menores con una función de mentores, adicional a las tutorías ejercidas por el profesorado adulto. En una Escuela 2.0 determinadas labores pueden quedar en manos de
miembros del alumnado, a fin de estimular su iniciativa y aportación a la comunidad. Además de la figura de delegada o delegado de grupo, cada alumna o alumno se hará cargo de distintas funciones dentro o fuera del aula. Las redes sociales canalizando procesos educativos darán visibilidad al alumnado que día a día estudia y se esfuerza (y no sólo al que se organiza para celebrar un botellón).
El
profesorado (así como su formación y estímulo) sigue siendo la clave educativa para lograr la transición hacia una educación 2.0. Su
autoritas, más que en la
potestas jerárquica, debe basarse en una identidad personal y digital que sea reconocida por la comunidad escolar. Este es el único modo de establecer una comunicación fructífera en la comunidad donde la jerarquía ha de respaldarse en la
redarquía (netarchy) derivada de la reputación en la red. La
identidad digital y su creación mediante un
portafolio personal que recogerá la obra construida día a día por alumnado y profesorado serán el fundamento curricular más trascendente.
La educación necesita más transparencia y las aulas deben abrirse mucho más hacia la sociedad, y en ambos sentidos. Desde el exterior sabremos qué se propone como labor de aprendizaje en cada jornada escolar, veremos cómo se interactúa entre los agentes educativos participantes, podremos aportar materiales y metodologías de avance y evaluaremos casi directamente los progresos individuales y grupales.
El propósito de la educación es aprender a vivir… y se extiende a lo largo de toda la vida… "viva" (valga la redundancia en el sentido de "despierta, creciente, soñadora",.. ). Dejar de aprender cada día y cada hora algo significativo que nos haga crecer como personas es… empezar a morir. Los calendarios y horarios escolares se ampliarán significativamente, más allá de los espacios físicos educativos cuyas instalaciones serán abiertas en los períodos vacacionales, vespertinos y de fines de semana.
El aprendizaje desde los hogares y desde lugares comunitarios (bibliotecas, mediatecas,…) cobrará mucho mayor desarrollo y generará nuevas comunidades superando distancias y tiempos. Las Actividades Complementarias y Extraescolares, presenciales y virtuales, vivirán un auge sin precedentes.
Las competencias educativas, el alma de los nuevos currículos,
se desplegarán también en horarios no reglados y mediante educación informal,… pero de alta calidad propiciada por
la conversación y
la cooperación más abierta y estrecha entre todos los agentes educativos: alumnado, familias, profesorado y sociedad.
Se ha extinguido la creencia de que sólo se aprende del profesorado, que sí ha de guiar y estructurar el conocimiento y alentar las actitudes idóneas. Hoy ya se puede cumplir a la perfección aquella máxima de que hemos de
aprender más todos... de todos los seres humanos. Porque los docentes también aprendemos de los discentes, los adultos de los niños, los "sabios" de los "ignorantes",...
Aprender es algo continuo, como respirar: Indispensable y gratificante. Reivindiquemos nuestro rol de aprendices permanentes, compartiendo nuestra pasión por el aprendizaje en cada instante de vida.