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Diane Arbus: la mirada que desnudó la normalidad

Diane Arbus fue esa Mirada Incómoda que Redefinió la Fotografía Documental con la Deconstrucción del Retrato Estadounidense. Diane Arbus (1923-1971) transformó la fotografía documental al dirigir su cámara hacia sujetos que la sociedad estadounidense prefería ignorar. Nacida como Diane Nemerov en una familia judía acomodada de Nueva York, creció en el entorno privilegiado del negocio de pieles de sus padres. Esta distancia de la clase trabajadora generó en ella una fascinación por mundos que le resultaban ajenos.

Comenzó fotografiando para revistas de moda junto a su marido Allan Arbus, trabajo que abandonó en 1956 para desarrollar un lenguaje visual propio. Estudió con Lisette Model, quien reforzó su inclinación hacia lo no convencional y le enseñó a fotografiar sin condescendencia. Este periodo marcó el inicio de su exploración sistemática de personas transgénero, artistas de circo, nudistas, enanos, gigantes y habitantes de instituciones mentales.

Su obra se caracteriza por el uso de flash directo y formato cuadrado de medio formato, principalmente con cámaras Rolleiflex y posteriormente Mamiya. Esta elección técnica producía imágenes frontales, sin dramatismo lumínico, donde los sujetos miraban directamente a la cámara. El resultado eliminaba la posibilidad de observación voyeurística: el espectador quedaba confrontado, obligado a sostener la mirada de quienes fotografiaba.

"Child with a toy hand grenade in Central Park" (1962) ejemplifica su método. El niño, contraído en tensión, con expresión perturbada y la granada de juguete en una mano, no representa la infancia idealizada. Arbus capturó el momento de disfuncionalidad emocional, rechazando la imagen edulcorada que se esperaba de la fotografía infantil.

"Identical Twins, Roselle, New Jersey" (1967) muestra dos niñas gemelas con vestidos y cintas idénticos, pero sus expresiones divergen sutilmente, generando inquietud. Stanley Kubrick utilizó esta fotografía como inspiración para las gemelas de "El Resplandor". La imagen cuestiona la identidad y la diferencia dentro de la similitud absoluta.

"Jewish Giant at Home with His Parents" (1970) presenta a Eddie Carmel, de 2.28 metros, encorvado bajo el techo de la vivienda familiar mientras sus padres lo observan desde abajo. La composición subraya la inversión de las relaciones de poder familiares y la imposibilidad física de que Carmel habite espacios domésticos normales.

Su serie de personas transgénero en Nueva York, particularmente "A young man in curlers at home on West 20th Street" (1966), documentó comunidades invisibilizadas. Fotografió sin sensacionalismo ni moralización, tratando a sus sujetos con la misma seriedad formal que cualquier retratista otorgaría a figuras prominentes.

La recepción crítica fue contradictoria. Algunos acusaron su trabajo de explotación o de buscar lo grotesco. Susan Sontag escribió que sus fotografías mostraban que "la vida es una feria de monstruos". Sin embargo, esta lectura ignora que Arbus no presentaba a sus sujetos como aberraciones, sino que revelaba la artificialidad de las normas sociales de apariencia y comportamiento.

Arbus participó en la exposición "New Documents" del MoMA en 1967, junto a Lee Friedlander y Garry Winogrand. La muestra consolidó un nuevo enfoque documental que abandonaba el narrativismo humanista de la Farm Security Administration para adoptar una visión más fragmentaria y ambigua de la realidad social estadounidense.

Se suicidó en 1971 a los 48 años, dejando negativos sin revelar y proyectos inconclusos. Un año después, el MoMA organizó una retrospectiva que estableció su influencia definitiva. El catálogo se convirtió en el libro de fotografía más vendido hasta ese momento.

Su legado reside en haber expandido los límites de quién merecía ser fotografiado y cómo. Demostró que la dignidad del retrato no dependía de la conformidad social del sujeto. Las generaciones posteriores de fotógrafos documentales —desde Nan Goldin hasta Wolfgang Tillmans— heredaron su voluntad de acceder a espacios íntimos de comunidades marginales sin turistismo visual.

La obra de Arbus permanece como evidencia de que la fotografía puede funcionar simultáneamente como documento social y declaración artística, sin que ninguna función invalide la otra. Su contribución no reside solo en los temas que retrató, sino en la formulación de una ética de la mirada. Arbus desmanteló la frontera entre lo normal y lo anómalo, y mostró que la fotografía, lejos de registrar lo evidente, es un instrumento de conocimiento. Su mirada no busca la belleza, sino la verdad en su estado más inestable. Aquí se puede ver nuestra Serie de Fotógrafas Célebres.

La matriz de Ralph Stacey

Preparando nuestra ponencia en ICOT 2015, nos vemos impelidos a repasar la matriz de Stacey, que se forma con un eje horizontal según el grado de certidumbre (del máximo al mínimo) y un eje vertical de acuerdo social (igualmente decreciente). 

Lo que han sido valores seguros en el pasado, certezas y acuerdos sólo producen tomas de decisión muy simples, casi triviales, esperadas y esperables, casi innecesarias por obvias.

Pero los más graves problemas reales esperan y necesitan, si persisten sin solución, respuestas rupturistas tipo Susan Sontag ("Las únicas respuestas interesantes son aquellas que destruyen las preguntas").

La matriz de Ralph Stacey dibuja un escenario donde se pueden dibujar zonas muy diferentes, desde el vértice donde son plenos el acuerdo y la certeza. Inicialmente, lo más habitual es el "cuadrante simple" (zona azul del primer gráfico) de la gestión ordinaria y estable de efectos lineales (causa-efecto), que se enreda (zona complicada) a medida se requiere solventar aspectos políticos o sociales donde hay menos premisas pactadas (en verde) o donde se requieren riesgos mayores de conocimiento experto en temas donde causas y efectos no son visibles (color salmón, de la primera imagen).

La zona de complejidad (en color gris), la que nos impide caer en lo H. G. Wells decía: "La civilización es una carrera entre la educación y la catástrofe". La innovación profunda, la disruptiva, nos incita a explorar estas procelosas aguas de la complejidad de lo líquido, de lo inexplorado,... pero sin llegar al vértice-vórtice de lo caótico.

Ha sido la matriz de Stacey una mención constante, por parte de Diego Soroa en TEDxNervionRiver y en Global Innovation Day, y en su preámbulo de la web de Wuzzin,...

Convencer, seducir o amedrentar

En las campañas electorales las candidaturas prefieren argumentar y persuadir, pero si todo falla recurren a atemorizar.

Nos tememos que las dos estrategias básicas para mover a la gente, son las mismas que para aguijonear a los burros: palo y zanahoria. Por ser justos, a las personas nos agrada más convencer y persuadir a nuestros congéneres con buenas razones y emociones, que obligarles a actuar por temor o miedo. Las campañas y motivos electorales recurren a complejos procedimientos y soluciones que combinan los argumentos para convencer, las sensaciones para cautivar y los recelos para amenazar. En definitiva se trata de atraer hacia lo propio, con argumentaciones y pasiones, al tiempo que se repele lo ajeno con inquietudes y sospechas.

La política puede ser una ciencia y debe ser un arte. Y, según Susan Sontag, el arte es seducción, no rapto. Los motivos positivos, los que atraen hacia una opción política, son siempre superiores a los alegatos negativos, que pretenden movilizar por la espantada de lo otro. Una ventaja obvia es que al huir de otro partido desacreditado, puede que los electores no acudan hacia el denunciante; mientras que una llamada de afinidad logra directamente que los votos caigan en el saco propio.

El mismo Ortega y Gasset advirtió: “Es penoso observar que desde hace muchos años, en el periódico, en el sermón y, en el mitin, se renuncia desde luego a convencer al infiel y se habla sólo al parroquiano ya convicto”. Siglos antes, Antoine Tournier señaló que “Los partidos discuten, no tanto para convencerse, como para decirse mutuamente cosas desagradables”. Décadas después, en pleno siglo XXI, todavía abundan los partidos políticos que abusan de la intimidación, introduciendo un exceso de escepticismo y desconfianza en el electorado.

Un buen indicador de la fortaleza de una candidatura política es medir el grado de afirmación de su programa, sopesar la valoración positiva que hace de su opción y evitar la confrontación o negación de sus alternativas partidistas. Miguel de Unamuno reconoció que “A un pueblo no se le convence sino de aquello de que quiere convencerse; cuando creemos haberle dado una idea nueva, si la recibe, es que se la hemos sacado de las entrañas de su propio pensamiento, donde la tenía sin darse él mismo cuenta de ella”. El mismo William Shakespeare declaraba que “El amor no prospera en corazones que se amedrentan de las sombras”.

La verdadera gloria estriba en convencer, más que en vencer. Por eso, no se empieza a perseguir sino cuando se desespera de convencer. Algunos partidos, intuyendo que no pueden llegar a conquistar nuevas cotas de electorado, proclaman manifiestamente su impotencia apelando al “mensaje del miedo”, esto es, a señalar que los otros son peores que ellos. Es su perdición. Alejandro Dumas apuntó que “Es inútil combatir las opiniones ajenas; a veces se logra vencer en una discusión a otros, pero a convencerlos, jamás. Las opiniones son como los clavos: cuanto más se las golpea, más profundamente penetran”.

Elijamos partidos políticos que hablan de su programa, sin menospreciar o descalificar a los demás. La seducción es un reto a la inteligencia y a los sentidos. Prefiramos candidatos inteligentes que nos convenzan, que nos persuadan por sí mismos, no por repulsión de los demás. Optemos por la mejor de las candidaturas, no por aquellas que se presentan como la menos mala.
La opción óptima es la que no trata de imponerse a sus adversarios, ni siquiera de convencerles de que están instalados en el error, sino de unirse a ellos para buscar conjuntamente mediante el diálogo una verdad más elevada y compartida. Sólo así, bajo el liderazgo de los mejores líderes, lograremos la paz, la superación del conflicto vasco, la democracia, el bienestar y la justicia social que la ciudadanía de Euskadi se merece.

Comprender la compasión

Susan Sontag, icono intelectual del siglo XX, nos enseñó que la compasión debe ser aprendida y ejercida con pasión.

El pasado martes, 28 de diciembre de 2004, falleció en Nueva York la influyente escritora, intelectual y activista estadounidense Susan Sontag, tras una larga y titánica lucha contra el cáncer al que venció en varias ocasiones. Su polifacética personalidad creativa le había permitido cultivar con gran éxito el ensayo, la novela, el teatro y el cine. Su obra -traducida a 32 idiomas- cuenta con libros de ensayo reflexivo como "Contra la interpretación" o "La enfermedad como metáfora", o de narrativa como "El benefactor" y "Yo, etcétera".

Su personalidad trascendió el mundo literario, participando con un dinámico activismo en favor de los Derechos Humanos, destacando su compromiso crítico contra la política norteamericana e incluso contra la generalizada pasividad de mundo occidental. La voz firme de Sontag criticó todo lo que juzgó ignominioso desde la guerra del Vietnam, cuando publicó que "la raza blanca es el cáncer de la historia humana''. Ante el escándalo de las torturas en la prisión iraquí de Abu Ghraib no dudó en apuntar que "En Estados Unidos evitamos la palabra tortura, decimos abusos, humillaciones, pero la palabra justa, es tortura".

Sus invectivas alcanzaron a Fidel Castro o Sadam Hussein, y se alzó nítidamente en el conflicto de Irak, declarando una y otra vez su "desprecio" hacia el belicoso George W. Bush, al que había recriminado su política de aplicación de la pena de muerte, apodándole "asesino en serie de Texas". Proclamó que Bush "es muy estúpido, pero él no es la persona que hace la política, tiene gente que le rodea que es muy inteligente y que sabe exactamente lo que hace”. En cada rueda de prensa reiteraba: "¿Os dais cuenta de que Estados Unidos no quiere firmar acuerdos internacionales, ni medioambientales ni de nada, para no limitar su libertad?".

Su irreprochable postura ética de “compañera compasiva” le valió furiosas críticas de la prensa gubernamental en su país, pero ella siempre supo pagar el precio de la honestidad, como cuando arriesgó su vida viviendo casi tres años en la martirizada Sarajevo, donde puso en escena la hermética obra de Samuel BeckettEsperando a Godot”, apoyando desde su condición de judía newyorkina la causa bosnia en medio del trágico conflicto centroeuropeo.

Quizá sea su libro 'Ante el dolor de los demás' (publicado en Alfaguara) el título que mejor refleja el posicionamiento de Sontag ante la vida y la realidad. Describe cómo se siente la ciudadanía acomodada de Europa y Norteamérica al presenciar por televisión el sufrimiento de los dos tercios de la Humanidad pobre y apartada, mediante lo que denominó "compasión mediática del sufrimiento visto desde la comodidad". Corroboraba que una de las cosas que necesitan ser excesivas para ser apenas suficientes es la compasión. Seguramente la edad nos ayudará a comprender a quienes no poseemos la inteligencia culta de Sontag, lo que Albert Camus señaló: “envejecer es pasar de la pasión a la compasión”.

El poeta australiano Adam Lindsay Gordon dictó una de las citas más contundentes de la poesía del siglo XIX: “La vida es, en su mayor parte, espuma y pompas de jabón; pero existen dos cosas que son sólidas como el mármol: la compasión ante la desgracia ajena y el valor ante la desgracia propia”. Quizá incluso se podría permutar el orden de ambos elementos. La compasión ha sido un tema eterno de la literatura moderna, desde León Tolstoi la definiera como una de las más hermosas facultades del alma humana, hasta Constancio C. Vigil que citaba cuatro son los caminos para llegar a Dios: la sabiduría, la justicia, la belleza y, el más seguro de todos, la compasión. En la actualidad se reivindica la empatía como su­peradora de la compa­sión y la solidaridad, con la premisa de que es mejor para todos contar con los demás. La empatía se fundamenta en una lógica de la abundancia y refuta la idea de que al re­partir perdamos algo de lo nuestro; por el contra­rio, expresa que lo compartido se incrementa y que sólo coope­rando podremos lograr nuestros objetivos más per­sonales.

Susan Sontag supo transmitirnos lo que sienten las víctimas de la guerra, así como lo que podemos experimentar desde la distancia, tanto física como metafísica, cuando vemos las imágenes del sufrimiento ajeno en medio de este naciente siglo XXI que no abraza la paz. Sontag, con su medio siglo de firme insubordinación, concluyó que la compasión debe ser activa para generar rebeldía ante el militarismo, repudio de la anacrónica fuerza y fomento de la justicia humana desde la insoslayable responsabilidad individual de cada uno de nosotros.