Nota Bene: Cuento de León Tolstoi recordado mientras buscábamos libros clásicos para niños,....
La camisa del hombre feliz
Nota Bene: Cuento de León Tolstoi recordado mientras buscábamos libros clásicos para niños,....
Ejercicio complicado, cuadro de 1895
El cálculo puede resultar fácil o difícil: depende del cristal con el que se mire. Para el personaje del maestro, que mira atentamente a sus alumnos, resulta sencillo porque conoce las propiedades de los números. Se trata del educador Serguei A. Rachinski (1833-1902), quien influido por las ideas literarias de Tolstoi (autor de Guerra y paz y Ana Karenina), se dedicó a la instrucción pública y a enseñar a niños campesinos en lugar de dedicarse a su cátedra de Ciencias Naturales en la universidad. “Es necesario que todos los rusos cultos conozcan los libros para niños del conde L.N.Tolstoi” (Alfabeto y Nuevo Alfabeto, p.141, Moscú, 1978).
En cuanto a la solución, si se sabe, como sabía Rachinski, que 102 + 112 + 122 = 132 + 142, y teniendo en cuenta que 100 + 121 + 144 = 365, no resulta difícil ver que el resultado de la operación planteada es 2. Fuente: Epsilones.
La vida es como una botella
La vida es como una botella de buen vino. Algunos se contentan con leer la etiqueta; otros prefieren probar su contenido. El tiempo es como una botella llena de agua, no se ve si está llena o vacía; pero cuando la coges, pesa. La vida es como una botella de aguardiente, que después que se nos termina no sabemos dónde nos lleva,…
La cultura es como una garrafa estrecha. Se aprende en pequeñas dosis, como una botella lentamente se rellena. Con la gente de mente limitada sucede lo mismo que con las botellas medio llenas: Cuanto menor es su contenido, tanto mayor ruido hacen al vaciarse. Cada libro es como una botella de vino: Basta un sorbo para saber si vale la pena.
La gente es como una botella opaca. Nos fijamos en la apariencia, en el físico de las personas, pero sólo nos bebemos su contenido,… y el envase queda fuera. La amistad es como una botella que un náufrago solitario lanza al mar. Puede romperse al primer golpe o sobrevivir a las tormentas,… a veces, hasta regresa.
Este mismo escrito es una botella arrojada al océano, que por doquier busca dejar huella si hay alguien que lo lea. Para compartir que, a veces, nos sentimos como el barquito encerrado en una botella, sin más destino que un boomerang hacia las estrellas. Porque a algunos nos retumban las palabras de Tolstoi, “Mi silencio les estorbaba. Yo era como botella boca abajo, cuya agua no puede salir porque la botella está demasiado llena”, y la prosa de Dostoievski: “Pensé: Ha llegado el momento de tirarles una botella a la cabeza. Cogí la botella y,… me serví una copa”.
Versión final: mikel.agirregabiria.net/2005/botella.htm
Proyecto Amor
PROYECTO: ¿Por qué en una tan corta vida gestamos tantos proyectos? Por la noche y al amanecer, creamos proyectos; luego, a lo largo de la jornada, no realizamos sino rutina y tontería. Los proyectos que necesitan de mucho tiempo o muchos recursos para ser ejecutados no tienen éxito casi nunca. La vida en sí debe ser un proyecto factible, lo que ocurre es que no somos sus únicos arquitectos,... pero sí sus principales artífices.
Los perezosos, especialmente, solemos ser grandes proyectistas. Algunos vamos camino de la jubilación y, todavía, forjamos grandes proyectos. Nos decimos: “Voy a hacer esto, lo otro y lo de más allá. Y, en efecto, muy pronto iremos a parar al ‘Más allá’”. Pero antes de que eso ocurra, aún estamos a tiempo de programarnos un proyecto alcanzable, grandioso y gratificante.
AMOR: ¿Qué cuarto, qué casa, qué barrio, qué pueblo preferimos entre los millones que existen? ¿Por qué apreciamos a nuestras amistades por encima de todas las demás? ¿Por qué incluso llegamos a amar tanto esos pequeños objetos que atesoramos? ¿Qué tiene de especial esa concha marina que conservamos desde la niñez?
Nos sucede a todos. Extrañamente preferimos unos viejos zapatos, una prenda desgastada, nuestro humilde bonsái o el habitual paseo cotidiano frente a cualquier otra alternativa. A mí que no me quiten mi quebrantado sillón que tantas horas y veladas me ha soportado por otro más moderno. Sé que algún día me lo sustituirá mi esposa Carmen, pero será en mi ausencia y sin mi aquiescencia.
En cada persona, e incluso en cada objeto, amamos, en suma, lo que nosotros ponemos en él. Admiramos casi siempre por razones fundadas, pero generalmente amamos sin motivos inteligibles. Cuando amamos, el corazón es el que juzga principalmente. Sólo amamos de verdad, cuando aceptamos por lo que es a quien o a lo que amamos. Así se puede adorar una desvaída fotografía de nuestra madre, más que cualquier cuadro famoso y costoso.
PROYECTO AMOR: La polisemia de “proyecto”, nos ofrece una solución vital asequible y valiosa. Sumémonos al proyecto de decir “proyecto amor”. León Tolstoi dijo que “El único refugio contra la desesperación es proyectar el propio yo dentro del mundo”. Quizá así emulamos la descripción bíblica de que la Divinidad proyectó a la Humanidad como un remoto reflejo de su esencia.
Sólo odiamos, lo mismo que sólo amamos, lo que en algo, de algún modo, se nos parece; lo absolutamente contrario no nos merece ni amor ni odio, sólo indiferencia. El mundo se proyecta en nuestro yo, pero aún más el yo se proyecta hacia el mundo. La vida se vuelve gris sin amor. Jacques Brel cantaba que “Hay palabras negras y palabras blancas, y otras que vivimos cuando amamos o cuando sufrimos y que se vuelven de colores”.
Es fácil comprobar que todo funciona bien en la vida cuando realmente nos amamos, es decir, cuando nos aprobamos exactamente tal como somos. Aceptémonos a nosotros mismos y a los demás, tal como somos, lo que incluye una insaciable voluntad de mejora perpetua. Sólo vivimos en este mundo cuando lo amamos, aún en sus detalles más minúsculos. Únicamente es eternidad el tiempo en que perfeccionamos y amamos a quienes y a lo que tenemos cerca.
Versión final en: http://mikel.agirregabiria.net/2005/amor.htm
Comprender la compasión
El pasado martes, 28 de diciembre de 2004, falleció en Nueva York la influyente escritora, intelectual y activista estadounidense Susan Sontag, tras una larga y titánica lucha contra el cáncer al que venció en varias ocasiones. Su polifacética personalidad creativa le había permitido cultivar con gran éxito el ensayo, la novela, el teatro y el cine. Su obra -traducida a 32 idiomas- cuenta con libros de ensayo reflexivo como "Contra la interpretación" o "La enfermedad como metáfora", o de narrativa como "El benefactor" y "Yo, etcétera".
Su personalidad trascendió el mundo literario, participando con un dinámico activismo en favor de los Derechos Humanos, destacando su compromiso crítico contra la política norteamericana e incluso contra la generalizada pasividad de mundo occidental. La voz firme de Sontag criticó todo lo que juzgó ignominioso desde la guerra del Vietnam, cuando publicó que "la raza blanca es el cáncer de la historia humana''. Ante el escándalo de las torturas en la prisión iraquí de Abu Ghraib no dudó en apuntar que "En Estados Unidos evitamos la palabra tortura, decimos abusos, humillaciones, pero la palabra justa, es tortura".
Sus invectivas alcanzaron a Fidel Castro o Sadam Hussein, y se alzó nítidamente en el conflicto de Irak, declarando una y otra vez su "desprecio" hacia el belicoso George W. Bush, al que había recriminado su política de aplicación de la pena de muerte, apodándole "asesino en serie de Texas". Proclamó que Bush "es muy estúpido, pero él no es la persona que hace la política, tiene gente que le rodea que es muy inteligente y que sabe exactamente lo que hace”. En cada rueda de prensa reiteraba: "¿Os dais cuenta de que Estados Unidos no quiere firmar acuerdos internacionales, ni medioambientales ni de nada, para no limitar su libertad?".
Su irreprochable postura ética de “compañera compasiva” le valió furiosas críticas de la prensa gubernamental en su país, pero ella siempre supo pagar el precio de la honestidad, como cuando arriesgó su vida viviendo casi tres años en la martirizada Sarajevo, donde puso en escena la hermética obra de Samuel Beckett “Esperando a Godot”, apoyando desde su condición de judía newyorkina la causa bosnia en medio del trágico conflicto centroeuropeo.
Quizá sea su libro 'Ante el dolor de los demás' (publicado en Alfaguara) el título que mejor refleja el posicionamiento de Sontag ante la vida y la realidad. Describe cómo se siente la ciudadanía acomodada de Europa y Norteamérica al presenciar por televisión el sufrimiento de los dos tercios de la Humanidad pobre y apartada, mediante lo que denominó "compasión mediática del sufrimiento visto desde la comodidad". Corroboraba que una de las cosas que necesitan ser excesivas para ser apenas suficientes es la compasión. Seguramente la edad nos ayudará a comprender a quienes no poseemos la inteligencia culta de Sontag, lo que Albert Camus señaló: “envejecer es pasar de la pasión a la compasión”.
El poeta australiano Adam Lindsay Gordon dictó una de las citas más contundentes de la poesía del siglo XIX: “La vida es, en su mayor parte, espuma y pompas de jabón; pero existen dos cosas que son sólidas como el mármol: la compasión ante la desgracia ajena y el valor ante la desgracia propia”. Quizá incluso se podría permutar el orden de ambos elementos. La compasión ha sido un tema eterno de la literatura moderna, desde León Tolstoi la definiera como una de las más hermosas facultades del alma humana, hasta Constancio C. Vigil que citaba cuatro son los caminos para llegar a Dios: la sabiduría, la justicia, la belleza y, el más seguro de todos, la compasión. En la actualidad se reivindica la empatía como superadora de la compasión y la solidaridad, con la premisa de que es mejor para todos contar con los demás. La empatía se fundamenta en una lógica de la abundancia y refuta la idea de que al repartir perdamos algo de lo nuestro; por el contrario, expresa que lo compartido se incrementa y que sólo cooperando podremos lograr nuestros objetivos más personales.
Susan Sontag supo transmitirnos lo que sienten las víctimas de la guerra, así como lo que podemos experimentar desde la distancia, tanto física como metafísica, cuando vemos las imágenes del sufrimiento ajeno en medio de este naciente siglo XXI que no abraza la paz. Sontag, con su medio siglo de firme insubordinación, concluyó que la compasión debe ser activa para generar rebeldía ante el militarismo, repudio de la anacrónica fuerza y fomento de la justicia humana desde la insoslayable responsabilidad individual de cada uno de nosotros.