No lo consientas

Para empezar, no consientas ninguna falta de respeto. No esperes al insulto, no tienes por qué tener tanta paciencia: las malas contestaciones, las malas caras y los gestos desabridos están fuera de lugar desde el primer día. Házselo saber así a tus alumnos, y si no lo entienden haz que se lo explique algún miembro del equipo directivo. Los compañeros del equipo directivo están para recordarte a ti tus deberes -ser puntual, claro en tus explicaciones, objetivo en tus correcciones, etc.- y a los alumnos los suyos. Cumple tú en primer lugar, por supuesto, pero no hagas el primo: no seas tú el único que cumple.

No consientas que te marginen. Estás dentro de un sistema en el que todo tiende a culpabilizarte, aislarte y marginarte. Directa o indirectamente te dirán que en el fondo la culpa de que los alumnos se porten mal es tuya, porque no has sido lo bastante lúdico ni lo bastante participativo ni lo bastante comunicativo como para motivarlos. A veces fingirán que te dan la razón mientras te sugieren que deberías cambiar de estrategia educativa, ser más cordial, pactar las normas de comportamiento, etc. Pero recuerda que tú eres un profesor, no un animador cultural ni un monitor de tiempo libre.

Carta a un profesor joven, publicada en el Diario Montañés. Más aquí.

Las penas del amor

"Nada hay tan conmovedor como un enamorado que se llega a las puertas de la amada y cuenta sus dolencias a los goznes y a los cerrojos".
Moliere

Un cuento sobre el valor de una persona

Cabizbajo, el joven se dejó caer junto al anciano, que meditaba, bajo un frondoso roble.
- ¿Puedo hablar con usted, maestro?
El viejo, amablemente, respondió:
- Por supuesto, mis puertas están abiertas para ti siempre. Dime lo que te atormenta porque veo que tu corazón sufre.
- Sufro porque dice mi padre que soy un inútil, porque mi jefe desconfía de mi capacidad, sufro porque todo lo que hago parece que lo hago mal. Mientras otros, esforzándose menos, son aplaudidos, yo me debato entre las dudas y los miedos que me atenazan, y mis trabajos no sirven, no gusta lo que digo ni lo que pienso.
- En esto no puedo ayudarte. Nadie puede decidir por ti, ni otro puede asumir tus dudas. Pero ya que estás aquí sí puedes ayudarme. Quisiera que fueras al mercadillo del pueblo y vendieras esta sortija por más de 100 monedas. Confío en tus dotes de negociación.

A las dos horas volvió el joven aún más deprimido que antes.
- Maestro, he comprendido que tienen razón los que desconfían de mí. No he podido vender tu sortija, sólo me han ofrecido 20 monedas. Perdóname y adiós.
- ¡Espera! -dijo el sabio-. Necesito urgentemente dinero y sólo tengo mi sortija. Negocia con el joyero Rabí y pídele el precio que estaría dispuesto a pagar e incrementa en 100 monedas más, y no vengas hasta lograr esa cifra, pero no se lo vendas.
- ¿Acaso quieres burlarte de mí? Eso es imposible.
- Tú vete y haz lo mejor que sepas el encargo.

Al poco rato volvió alborozado:
- ¡Maestro, es increíble! Me ha ofrecido 2.000 monedas y al subir yo a 2.100 él ha aceptado sin discutir.
- Joven, los del mercadillo desconocían el verdadero valor de la joya y no han aprovechado la oportunidad de poseerla, pero el joyero hubiera pagado gustoso mucho más que 2.000 monedas. No confíes tu valía a quienes no saben tasar a las personas. Mira en tu interior e intenta poner precio a tu dignidad: ese será el valor que debes negociar en el mercdo de la vida. [Recogido de Artesanía en Red]