MaZinger cruzó el tiempo fugaz para reunirse con el Zorro. Entrecruzaron la espada con los puños voladores y se contaron con avidez su feroz zozobra: algún secuaz nos ha zampado nuestro matiz. ¡Qué gazuza: un zurdo sin ziz-zag y un forzudo sin mezcla Zeta! Zurcieron sus bocazas tozudas zambulléndose a ultranza en el zurrón de sus zurradas hazañas.
Mientras se enzarzaban en sus andanzas cazadoras, algún zalamero locuaz nos atizaba y zumbaba con la belleza de la moza, las masas alzadas, las mesas democratizadas, las misas rezadas en abrazo de la musa que otros azotaban por azuzar veloz su calabaza cual amazona avezada. ¡Sea en la Zarzuela feliz la zagala de faz azucarada y tez azabachada como zumo azul, luz vivaz de esperanza y veraz voz de paz!
Sexualidad y nacionalismo
El binomio escogido como cabecera puede resultar estridente, pero aún lo sería más si se hubiese escogido la terna de “sexualidad, religiosidad y nacionalismo”. Adelantemos sin preámbulos la idea a defender: El nacionalismo es una emoción humana, tan arraigada en la sensibilidad de la persona como pueda serlo la sexualidad, más instintiva si se quiere, o la religiosidad, más refinada históricamente. El nacionalismo es una poderosa pasión, que unos sienten y otros no, que unos cultivan y otros no, que unos reconocen y otros no, que a unos les sirve como un motor vital y a otros no,… exactamente como la sexualidad o la religiosidad. Estos sentimientos bien canalizados se han demostrado que generalmente contribuyen a la plenitud humana, aunque persista el riesgo de fanatismos y perversiones por excesos o extravíos.
El nacionalismo es una de las fibras, como el amor o la amistad, de las que está hecho el ser humano. Un componente, como las citadas expresiones del sexo y la religión, de mayor o menor trascendencia en cada individuo en particular, pero de los que convendría no negar ni su existencia ni su validez para quienes optan voluntariamente por un armónico desarrollo personal a través de su ejercicio. No se trata aquí de asemejar la religiosidad con la sexualidad, ni éstas con el nacionalismo,… sino de que se acepte la obvia existencia de este último, recordando cuando han negado y reprimido la sexualidad algunos credos o cuando se persiguieron las religiones por considerarse patrañas. Para cada uno de nosotros, la religiosidad, la sexualidad o el nacionalismo serán mucho, poco o nada importantes, pero existir ¡vaya si existen! y para otras personas (muchas o pocas) son potencias transformadoras. Es legítimo debatir sobre qué abusos de estos sentimientos son inadmisibles por los daños sociales o personales derivados, pero lo más absurdo sería pretender que no coexisten.
El nacionalismo no lo inventó Bismarck, ni Sabino Arana. No es “una alucinación inventada por un loco”. Y es que hemos llegado a un momento en el que se pregona un despropósito de tal calibre. La palabra "nacionalismo" proviene de nación, que, a su vez, deriva del latín “nasci” (nacer). El nacionalismo es un sentimiento natural de protección de los elementos simbólicos, sociales y culturales de una colectividad (lengua, historia, mitología, tradiciones,…), mucho antes que un movimiento político que puede invocar el derecho a una Nación propia con alguna forma de Autogobierno o de Estado. Por supuesto que a lo largo de la Historia, este impulso ha sido semilla de muerte y destrucción, como la guerra de Troya se inició por el amor de una mujer o las cruzadas e inquisiciones fueron desencadenadas por la religión. Pero este resorte humano, el nacionalismo, también ha elevado al hombre a la categoría de ser social, ha estructurado la tribu, la colectividad y es la base de cualquier democracia moderna actual. El proceso de humanización, de superioridad del ser humano se debe a su razón y a una óptima explotación de sus instintos básicos de conservación, de cuidado del grupo y de la especie, reconociendo y conduciendo su sexualidad, sus deseos de identidad personal y colectiva, sus ansias de pervivencia y trascendencia más allá de la muerte.
Despreciar el nacionalismo como algo caducado o propio de charlatanería localista, o como un tabú que no existe o no se puede interpretar, es tan insensato como sería hacerlo con la sexualidad o la religiosidad. Mantener que “el nacionalismo conduce a la estupidez o a la guerra”, es tan grotesco como sostener que la sexualidad o la religión son malsanas, en sí mismas y sin más precisiones. Un ser humano, y una comunidad humana, construyen su cosmovisión identitaria mediante un imaginario común, un entramado multidimensional donde “el cuidado de lo propio”, el nacionalismo, está presente y actuante.
No ridiculicemos un sentimiento humano tan hondo como la religión, el amor o la sexualidad. El nacionalismo no es un mito, y en todo caso como diría Lévi-Strauss "todo desciframiento de un mito es otro mito”. A pesar de que el nacionalismo ha quedado emparedado por las dos corrientes políticas dominantes del siglo XX que comparten un racionalismo economicista, liberalismo y socialismo, se puede pensar con la mente y también con el corazón, sin ser irreflexivos. Porque en el conflicto vasco-español, del que algunos niegan su existencia o la de un pueblo vasco, los más “antinacionalistas” son quienes han celebrado “Días de la Raza (Española)”, de la Hispanidad (Comunidad de Lengua) y los mismos que se sublevan en defensa de la ñ. Así pues, dejemos que dialoguen los argumentos y también la bondad de los corazones solidarios que comprenden cómo sienten los demás.
“El nacionalismo es frecuentemente la ideología de los aplastados”, según Gerd Behrens. Es una convicción que enraíza muy profundamente en una cualidad de la naturaleza humana. Aceptémoslo para avanzar hacia el acuerdo mediante el diálogo y el respeto mutuo. En este siglo XXI de la intercomunicación y de la globalización mundial que nos aboca hacia la uniformidad homogeneizadora, el nacionalismo rebrota como el calor del “hogar propio” en un planeta anodino. El nacionalismo se materializó en el pasado mediante conquistas en Imperios y en Estados, pero el progreso democrático ha purificado los elementos de sacralización, de belicosidad y de enfrentamiento para la autoafirmación autóctona, floreciendo un nacionalismo inteligente y moderno, cuyos primeros frutos en forma de nuevas Naciones pueden verse en la Unión Europea, en zonas tan desgarradas como los Balcanes o el Báltico. Muchos creemos que en Euskadi y en España, con arrobas de talento e imaginación, con comprensión y democracia, podríamos también abrir una modesta pero meritoria página en la cruenta Historia de la Humanidad, quizá incluso antes que en Irlanda, Flandes, Québec, el Sahara o Palestina.
El nacionalismo es una de las fibras, como el amor o la amistad, de las que está hecho el ser humano. Un componente, como las citadas expresiones del sexo y la religión, de mayor o menor trascendencia en cada individuo en particular, pero de los que convendría no negar ni su existencia ni su validez para quienes optan voluntariamente por un armónico desarrollo personal a través de su ejercicio. No se trata aquí de asemejar la religiosidad con la sexualidad, ni éstas con el nacionalismo,… sino de que se acepte la obvia existencia de este último, recordando cuando han negado y reprimido la sexualidad algunos credos o cuando se persiguieron las religiones por considerarse patrañas. Para cada uno de nosotros, la religiosidad, la sexualidad o el nacionalismo serán mucho, poco o nada importantes, pero existir ¡vaya si existen! y para otras personas (muchas o pocas) son potencias transformadoras. Es legítimo debatir sobre qué abusos de estos sentimientos son inadmisibles por los daños sociales o personales derivados, pero lo más absurdo sería pretender que no coexisten.
El nacionalismo no lo inventó Bismarck, ni Sabino Arana. No es “una alucinación inventada por un loco”. Y es que hemos llegado a un momento en el que se pregona un despropósito de tal calibre. La palabra "nacionalismo" proviene de nación, que, a su vez, deriva del latín “nasci” (nacer). El nacionalismo es un sentimiento natural de protección de los elementos simbólicos, sociales y culturales de una colectividad (lengua, historia, mitología, tradiciones,…), mucho antes que un movimiento político que puede invocar el derecho a una Nación propia con alguna forma de Autogobierno o de Estado. Por supuesto que a lo largo de la Historia, este impulso ha sido semilla de muerte y destrucción, como la guerra de Troya se inició por el amor de una mujer o las cruzadas e inquisiciones fueron desencadenadas por la religión. Pero este resorte humano, el nacionalismo, también ha elevado al hombre a la categoría de ser social, ha estructurado la tribu, la colectividad y es la base de cualquier democracia moderna actual. El proceso de humanización, de superioridad del ser humano se debe a su razón y a una óptima explotación de sus instintos básicos de conservación, de cuidado del grupo y de la especie, reconociendo y conduciendo su sexualidad, sus deseos de identidad personal y colectiva, sus ansias de pervivencia y trascendencia más allá de la muerte.
Despreciar el nacionalismo como algo caducado o propio de charlatanería localista, o como un tabú que no existe o no se puede interpretar, es tan insensato como sería hacerlo con la sexualidad o la religiosidad. Mantener que “el nacionalismo conduce a la estupidez o a la guerra”, es tan grotesco como sostener que la sexualidad o la religión son malsanas, en sí mismas y sin más precisiones. Un ser humano, y una comunidad humana, construyen su cosmovisión identitaria mediante un imaginario común, un entramado multidimensional donde “el cuidado de lo propio”, el nacionalismo, está presente y actuante.
No ridiculicemos un sentimiento humano tan hondo como la religión, el amor o la sexualidad. El nacionalismo no es un mito, y en todo caso como diría Lévi-Strauss "todo desciframiento de un mito es otro mito”. A pesar de que el nacionalismo ha quedado emparedado por las dos corrientes políticas dominantes del siglo XX que comparten un racionalismo economicista, liberalismo y socialismo, se puede pensar con la mente y también con el corazón, sin ser irreflexivos. Porque en el conflicto vasco-español, del que algunos niegan su existencia o la de un pueblo vasco, los más “antinacionalistas” son quienes han celebrado “Días de la Raza (Española)”, de la Hispanidad (Comunidad de Lengua) y los mismos que se sublevan en defensa de la ñ. Así pues, dejemos que dialoguen los argumentos y también la bondad de los corazones solidarios que comprenden cómo sienten los demás.
“El nacionalismo es frecuentemente la ideología de los aplastados”, según Gerd Behrens. Es una convicción que enraíza muy profundamente en una cualidad de la naturaleza humana. Aceptémoslo para avanzar hacia el acuerdo mediante el diálogo y el respeto mutuo. En este siglo XXI de la intercomunicación y de la globalización mundial que nos aboca hacia la uniformidad homogeneizadora, el nacionalismo rebrota como el calor del “hogar propio” en un planeta anodino. El nacionalismo se materializó en el pasado mediante conquistas en Imperios y en Estados, pero el progreso democrático ha purificado los elementos de sacralización, de belicosidad y de enfrentamiento para la autoafirmación autóctona, floreciendo un nacionalismo inteligente y moderno, cuyos primeros frutos en forma de nuevas Naciones pueden verse en la Unión Europea, en zonas tan desgarradas como los Balcanes o el Báltico. Muchos creemos que en Euskadi y en España, con arrobas de talento e imaginación, con comprensión y democracia, podríamos también abrir una modesta pero meritoria página en la cruenta Historia de la Humanidad, quizá incluso antes que en Irlanda, Flandes, Québec, el Sahara o Palestina.
La acción no debe de ser una reacción, sino una creación
"Siempre que hay alegría, hay creación. Cuanto más rica la creación, más profunda la alegría". |
Henri Louis Bergson |
Absurda hora central europea en husos horarios tan distantes
El pasado domingo 26 de octubre de 2003 concluyó el horario de verano válido durante 7 meses y debimos retrasar los relojes una hora. Los más remisos dejamos la tarea para el domingo último del próximo mes de marzo, con lo que nos ahorramos dos ajustes a cambio de 5 meses sin la hora oficial. También es una forma íntima de protesta contra la normativa vigente por la que sufrimos un retrasado y ridículo horario, sin que la ciudadanía parezca conocer siquiera sus múltiples efectos negativos. Maticemos que nuestra protesta no es por el cambio de hora en verano, sino por la falsa hora que utilizamos siempre, no ajustada a nuestra posición geográfica.
1º Aceptable “sistema de cambio horario de verano”, a pesar de esos extraños días con 25 o 23 horas que desreglan los biorritmos del reloj corporal, por sus innegables ventajas económicas y por su implantación casi universal en el planeta. El considerable ahorro energético en la Unión Europea, de estimación variable según las fuentes, demuestra que el aprovechamiento solar se optimiza globalmente, si bien se discute si el ahorro es industrial beneficiando a las grandes empresas y el coste generado doméstico pagado por cada hogar, o por cada contribuyente que trabaja con sol pero debe retirarse a casa antes para pagar allí la luz eléctrica. En todo caso, con una visión macroeconómica, consideramos válidos este cambio horario de verano e invierno, que fue insinuado por primera vez en el siglo XVIII, a fin de aprovechar la iluminación natural y consumir menos velas. Durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) fue cuando los países en conflicto recurrieron por primera vez al Horario denominado originalmente “horario de guerra”. En España se estableció el horario de verano por primera vez en 1918, con el objetivo de ahorrar carbón, y durante años se aplicó intermitentemente la medida, hasta que se abandonó esta práctica entre 1950 y 1973. La crisis del embargo petrolero de la OPEP en 1974, aconsejó recurrir al adelanto veraniego en Europa. Desde entonces muchos países de todo el mundo, atrasan y adelantan el horario oficial anualmente. La normativa europea otorga carácter indefinido a esta práctica por lo que el debate que se suscitó en épocas pasados ha decrecido. Pero subsiste otra polémica…
2º Rechazable y arbitrario “horario oficial GMT+1 (y GMT+2 de verano)”, propio de la Europa central cuando en nuestro caso debiera ser GMT (y GMT+1 en verano) porque nuestros meridianos son los del Reino Unido e Irlanda. El horario oficial, basado en el tiempo solar, fue introducido en 1912, por acuerdo internacional para evitar complicaciones en los medios de transportes cuando cada nación empleaba su propia hora solar. Se dividió la Tierra en 24 husos horarios, partiendo del meridiano que pasa por Greenwich. Este Tiempo del Meridiano de Greenwich (GMT), que en astronomía se denomina Tiempo Universal Coordinada (UTC) o hora universal Z o zulú, fija con más o menos 11 horas el horario de cualquier zona mundial. En toda la Europa “central”, desde España a Polonia, Suecia y Noruega, el horario oficial es GMT+1 (y GMT+2 en verano), mientras que Islandia, Irlanda, Reino Unido, Portugal, o el archipiélago adoptan el horario GMT sincronizado con Greenwich.
He aquí el absurdo: España, Francia y el Benelux están en el uso horario del Irlanda, Reino Unido y de Portugal, pero copiaron la hora de Alemania, Suecia, Noruega, Polonia,… con algunas ventajas y muchos inconvenientes. La Unión Europea cuenta actualmente con 3 usos horarios, desde GMT de Portugal hasta GMT+2 de Finlandia y Grecia (a las que en 2004 se sumarán los países bálticos y en 2007 Rumania y Bulgaria). Incluso la incorporación sin fecha de Turquía o la de Islandia (en la doble hipótesis de su inclusión en la UE y de la adopción de un horario natural) ensancharía a 5 los husos solares europeos desde GMT+3 hasta GMT-1. La hora europea continental única pierde sentido, y debería adoptarse con naturalidad las auténticas zonas horarias al igual que EE.UU., e incluso como Australia, Brasil o México.
Siendo la incorrecta “homologación continental de hora” algo más disculpable en el caso de Francia o el Benelux, por proximidad a la Europa central (aunque existen numerosos grupos organizados para restablecer el horario solar), España copió pésimamente una vez más a Francia, olvidándose de su posición en el mapa y en lugar de seguir la hora GMT (la británica, con quien comparte Longitud) prefirió el horario que rige no ya sólo en Alemania,.., sino incluso en Polonia, Suecia y Noruega. Esta fijación de compartir la “hora” centroeuropea, provoca como resultado divergir en “horario”: Cuando un día de equinoccio amanece en el Noreste de Noruega todavía faltan 3 horas para que amanezca en Cádiz, y además esto se agudiza por la diferencia de latitud en el invierno o en el verano.
Así las “peculiares y caóticas costumbres hispanas de trabajo-reposo”, se basan en un horario pésimamente escogido por “homologarse” con la Europa central, agudizando el “Spain is diferent”. A las 5:00 pm ha oscurecido en Polonia tras la jornada laboral, mientras simultáneamente los andaluces se levantan de la siesta para disfrutar el ocio del sol en una interminable tarde. Cierto que se puede viajar de punta a punta de la Europa continental sin cambiar el reloj, pero hay que “cambiar de mentalidad” por no hacerlo.
Muchos reivindicamos aquel natural horario agrario, que rezaba el Ángelus en el campo sin necesidad de reloj, que sitúe realmente el mediodía a las 12:00 am, y no que el sol esté en su cenit a las… 3 de la tarde, como ridículamente sucede en verano en España, atribuyendo muchos turistas y oriundos esta idiosincrasia a las esencias carpetovetónicas cuando su origen más prosaico radica en una hora oficial mal establecida. Quizás 2004, fuese el momento de reajustar a GMT los horarios del Benelux, Francia y España como Portugal o Reino Unido (Canarias GMT-1), respetando el huso horario que les corresponde por su posición en el mapamundi.
Razones a tazones
La sobreactuación ya crónica del PP con el tema vasco es una plaga que se supera día a día. La penúltima cabriola ha sido a cargo de uno de los habituales animadores: el inefable Michavila, cuando voceó que el denominado 'Plan Ibarretxe' supone una mutilación de la Constitución “en más de cien ocasiones". Pudo haber dicho en más de diez o de treinta, pero su frenesí propio más de un legionario que de un ministro de Justicia le desbocó hasta superar las “cien amputaciones”.
Quizá por mi remota formación en Física teórica, evoqué el célebre libro “Cien autores contra Einstein”, ante el cual subrayó el preclaro científico: "Si yo no tuviera razón, ¡bastaría con uno solo!". Pocos saben que, en vida de Einstein, se fundó una asociación en su contra e, incluso, una persona fue llevada ante los tribunales por incitar a su asesinato, siendo condenada a pagar una irrisoria multa de 6 dólares. El Poder Judicial, ya se sabe…
Pero dejemos de hablar de política y entendámonos bajo fórmulas de convivencia. Restablezcamos los niveles entre los “vascos comunicantes” con una melodía, que aporta muchas más y mejores razones, las de Juan Luis Guerra: “Mil razones para amarte. Tú eres mi razón primera, mil poemas en la calle, yo rodando donde quieras,...”
Quizá por mi remota formación en Física teórica, evoqué el célebre libro “Cien autores contra Einstein”, ante el cual subrayó el preclaro científico: "Si yo no tuviera razón, ¡bastaría con uno solo!". Pocos saben que, en vida de Einstein, se fundó una asociación en su contra e, incluso, una persona fue llevada ante los tribunales por incitar a su asesinato, siendo condenada a pagar una irrisoria multa de 6 dólares. El Poder Judicial, ya se sabe…
Pero dejemos de hablar de política y entendámonos bajo fórmulas de convivencia. Restablezcamos los niveles entre los “vascos comunicantes” con una melodía, que aporta muchas más y mejores razones, las de Juan Luis Guerra: “Mil razones para amarte. Tú eres mi razón primera, mil poemas en la calle, yo rodando donde quieras,...”
Mansión familiar
Esta historia es rigurosamente verídica. Desvela un secreto familiar, que muy pocos de nuestros amigos conocen. Hacia 1922 nuestro abuelo Ezequiel Agirregabiria Usobiaga, y su único hermano menor Ángel, adquirieron una hermosa morada en la mejor localidad vizcaína, para legarla a sus hijos y a los hijos de sus hijos. Situada en la mejor avenida, manzana 19, rodeada de quietud de los espigados árboles, un cuidado jardín de césped y una señorial reja exterior, se destaca sobre las construcciones de su alrededor. No estaba en la capital, porque este tipo de residencia señorial, tranquila y recogida no tendría cabida, ni entonces, en la Gran Vía bilbaína. Para ambos hermanos debió suponer un importante esfuerzo económico que aún no acertamos a comprender cómo pudieron afrontar, pero lo cierto es que nos donaron completamente libre de cargas esta finca que jamás venderemos.
Toda la familia mantiene inolvidables recuerdos vividos en esta heredad, que los extraños verán como un simple monumento, pero que para nosotros es un hogar y un templo. En realidad, pocas veces nos reunimos en ella, pero siempre es con ocasión de emotivas circunstancias que han logrado estrechar los fuertes lazos familiares que constantemente nos han unido a la cada vez más extensa parentela de apellido común. Cinco y dos hijos respectivamente tuvieron aquellos hermanos, veinte nietos, muchos biznietos y pronto tataranietos, que siempre les recordarán por la previsión que intuyeron, por la provisión transmitida y por sus innumerables cualidades personales.
Disponer de un patrimonio inmobiliario recóndito y compartido, con una fortísima significación espiritual, siempre ha sido un aliento para nuestras vidas, en la seguridad de que –aún en el peor de los casos- dispondremos de un refugio fortificado por piedra dispuesto por nuestros precavidos antecesores para nuestro descanso y el de nuestros cónyuges. Siempre que acudimos allí, en grupo o individualmente, para encontrarnos con nuestros seres más queridos, padres, tíos,… llevamos algún regalo entre las manos, generalmente un ramillete de flores. Ello apenas puede compensar la incalculable dosis de consuelo, serenidad, amor, paz y trascendencia que indefectiblemente recibimos sólo por acudir a esta casa para saludar a los cada vez más numerosos parientes allí reunidos y para encontrarnos directamente con nuestro infalible destino. Anualmente hay un día preferente que nos reúne allí, a distintas horas, a toda la familia: el Día de Todos los Santos, en el que acudimos sin falta a cuidar de nuestra principal propiedad terrenal, el panteón familiar en el cementerio de Derio, la mejor zona residencial de Bizkaia.
[Actualización: Derio, el cementerio de Bilbao, figura entre los más significativos de Europa (ASCE)]
Toda la familia mantiene inolvidables recuerdos vividos en esta heredad, que los extraños verán como un simple monumento, pero que para nosotros es un hogar y un templo. En realidad, pocas veces nos reunimos en ella, pero siempre es con ocasión de emotivas circunstancias que han logrado estrechar los fuertes lazos familiares que constantemente nos han unido a la cada vez más extensa parentela de apellido común. Cinco y dos hijos respectivamente tuvieron aquellos hermanos, veinte nietos, muchos biznietos y pronto tataranietos, que siempre les recordarán por la previsión que intuyeron, por la provisión transmitida y por sus innumerables cualidades personales.
Disponer de un patrimonio inmobiliario recóndito y compartido, con una fortísima significación espiritual, siempre ha sido un aliento para nuestras vidas, en la seguridad de que –aún en el peor de los casos- dispondremos de un refugio fortificado por piedra dispuesto por nuestros precavidos antecesores para nuestro descanso y el de nuestros cónyuges. Siempre que acudimos allí, en grupo o individualmente, para encontrarnos con nuestros seres más queridos, padres, tíos,… llevamos algún regalo entre las manos, generalmente un ramillete de flores. Ello apenas puede compensar la incalculable dosis de consuelo, serenidad, amor, paz y trascendencia que indefectiblemente recibimos sólo por acudir a esta casa para saludar a los cada vez más numerosos parientes allí reunidos y para encontrarnos directamente con nuestro infalible destino. Anualmente hay un día preferente que nos reúne allí, a distintas horas, a toda la familia: el Día de Todos los Santos, en el que acudimos sin falta a cuidar de nuestra principal propiedad terrenal, el panteón familiar en el cementerio de Derio, la mejor zona residencial de Bizkaia.
[Actualización: Derio, el cementerio de Bilbao, figura entre los más significativos de Europa (ASCE)]
Miss Afganistán
Tras décadas de guerras internas con intervención de los ejércitos más poderosos del planeta, el 5-12-2001 nació en Bonn un nuevo Afganistán, mediante un acuerdo auspiciado por la ONU y firmado los principales grupos afganos. Lakhdar Brahimi, el representante de la ONU para Afganistán, declaró que el pacto suponía “un primer paso para la construcción de un Afganistán pacífico, democrático y próspero”. El líder pastún Hamid Karzai, leal al ex rey Zahir Shah y designado primer ministro, señaló que, aunque proseguía el enfrentamiento armado en Kandahar, sus “principales preocupaciones serían la economía y la seguridad”. En el seno de un complejo gobierno interino con pastunes, tayicos, hazaras, uzbecos y otras etnias afganas, destacaban dos mujeres: Sima Samar, para la cartera de Asuntos de la Mujer, y Suhaila Seddiqi como ministra de Sanidad. Estas incorporaciones femeninas fueron especialmente significativas porque las mujeres afganas sufrieron especialmente la represión talibán durante los últimos años, debiendo abandonar sus puestos de trabajo, renunciando a la educación y viviendo totalmente marginadas de la vida social. El jefe de la delegación del Frente Unido Yunus Qanooni, y posterior ministro de Interior, se comprometió a trabajar para transformar Afganistán “en un país pacífico, democrático, donde se respeten los derechos humanos y los derechos de las mujeres”.
Afganistán dejó de ser noticia, porque a un país pobre sólo la guerra le saca del anonimato, hasta que una pintoresca noticia circuló por los teletipos: El olvidado país volvía a competir en un concurso de belleza. Vida Samadzi, una afgana de 25 años, residente en Estados Unidos y estudiante en una universidad californiana, desataba el morbo universal por el contraste entre el biquini y la burka. Vida, precioso nombre, aducía que no sólo es una mujer guapa, sino que intenta impulsar los derechos de la mujer y su educación en su país. Con su presencia en el concurso, quería "demostrar al mundo que las mujeres afganas somos talentosas, inteligentes y hermosas", aunque su opinión no es compartida por la mayor parte de la población de su país, donde pervive una fuerte tradición islámica. La respuesta del Tribunal Supremo de Afganistán no se hace esperar y condenan la participación de Vida en el certamen de Miss Mundo, criticándola por aparecer en público en bikini, lo que va en contra de "la 'sharía', el Islam y la cultura del país".
Los medios de comunicación internacionales se hacen hecho eco de las opiniones, todas contrarias a la joven, de ciudadanos afganos, hombres y mujeres, sobre las imágenes difundidas de Vida en bikini: "No es afgana", "se le debería retirar la nacionalidad", "podría haber participado con ropa tradicional de nuestro país",… Pese a la caída del régimen Talibán, algunos de los gobernadores provinciales afganos siguen imponiendo un régimen islámico estricto, obligando a las mujeres a taparse de los pies a la cabeza con la "burka" e impidiéndoles algunas actividades públicas y el trabajo. Incluso en Kabul, donde las costumbres son menos estrictas, la gran mayoría de las mujeres viste la burka para salir a la calle.
Lo más lamentable de todo es que sólo una noticia de este tipo, foto con bikini rojo incluida, sea capaz de traspasar la criba de los informativos. Frivolidad, plasticidad, impacto visual, superficialidad, simplicidad, reflexión efímera,… parecen ser los criterios imperantes en la selección de contenidos. Seguiremos sin saber nada riguroso de Afganistán, sólo algo de su epidermis, de su dermis o de su Miss.
Afganistán dejó de ser noticia, porque a un país pobre sólo la guerra le saca del anonimato, hasta que una pintoresca noticia circuló por los teletipos: El olvidado país volvía a competir en un concurso de belleza. Vida Samadzi, una afgana de 25 años, residente en Estados Unidos y estudiante en una universidad californiana, desataba el morbo universal por el contraste entre el biquini y la burka. Vida, precioso nombre, aducía que no sólo es una mujer guapa, sino que intenta impulsar los derechos de la mujer y su educación en su país. Con su presencia en el concurso, quería "demostrar al mundo que las mujeres afganas somos talentosas, inteligentes y hermosas", aunque su opinión no es compartida por la mayor parte de la población de su país, donde pervive una fuerte tradición islámica. La respuesta del Tribunal Supremo de Afganistán no se hace esperar y condenan la participación de Vida en el certamen de Miss Mundo, criticándola por aparecer en público en bikini, lo que va en contra de "la 'sharía', el Islam y la cultura del país".
Los medios de comunicación internacionales se hacen hecho eco de las opiniones, todas contrarias a la joven, de ciudadanos afganos, hombres y mujeres, sobre las imágenes difundidas de Vida en bikini: "No es afgana", "se le debería retirar la nacionalidad", "podría haber participado con ropa tradicional de nuestro país",… Pese a la caída del régimen Talibán, algunos de los gobernadores provinciales afganos siguen imponiendo un régimen islámico estricto, obligando a las mujeres a taparse de los pies a la cabeza con la "burka" e impidiéndoles algunas actividades públicas y el trabajo. Incluso en Kabul, donde las costumbres son menos estrictas, la gran mayoría de las mujeres viste la burka para salir a la calle.
Lo más lamentable de todo es que sólo una noticia de este tipo, foto con bikini rojo incluida, sea capaz de traspasar la criba de los informativos. Frivolidad, plasticidad, impacto visual, superficialidad, simplicidad, reflexión efímera,… parecen ser los criterios imperantes en la selección de contenidos. Seguiremos sin saber nada riguroso de Afganistán, sólo algo de su epidermis, de su dermis o de su Miss.
Hablemos de inmigrantes
El mismo día que el PSOE y el PP presentan en el Parlamento Vasco mociones de censura contra la consejera de Educación, por utilizar el término “inmigrante” de un modo que, según la Real Academia de la Lengua Española, es correcto, las primeras planas de todos los periódicos muestran fotografías de la desalmada y despiadada sociología de la inmigración. Toda la crueldad descarnada, todo el odio xenófobo hacia quienes algunos creen distintos, toda la maldad de nuestra sociedad y de nuestro tiempo aparece ante nuestros ojos sin que se nos revuelvan las entrañas y pongamos fin inmediato al sufrimiento inhumano al que sometemos a quienes son nuestros hermanos, miembros de nuestra misma “raza”: la única y superior etnia, la raza humana.
Esas imágenes sí son “un disparate de enormes proporciones y una aberración, un sectarismo e instrumentalización del sistema” como señalan esos políticos, una monstruosidad de dimensiones parejas a la esclavitud. Y esta ferocidad proviene de una política que la ciudadanía ha dejado de abominar porque mira a otro lado: justamente al norte. Porque todos somos culpables, y muy responsables de que hoy también hayan aparecido 14 cadáveres más en la playa de El Puerto de Santa María, cuyos cuerpos descompuestos zahieren lo que queda de nuestro sentido de justicia y fraternidad. Quizá no tuvieran la nacionalidad española, pero eran personas tan valiosas y sagradas como cualquier europeo, como cualquier miembro de la Humanidad. Son incontables los ahogados, que no son magrebíes, ni subsaharianos, son seres humanos llenos de vida, empujados por la desesperanza y la desigualdad. Ellos no merecen ser llamados ni inmigrantes, ni ilegales. Bertrand Russell definió la emigración como un proceso hacia la democracia, porque si en una región hay mucha libertad y poca en otra, la gente de ésta tiende a emigrar a aquélla, hasta que se haya reestablecido la igualdad.
La muerte de estos niños, mujeres y hombres es la gran vergüenza de nuestra era, de la que algún día nos arrepentiremos y negaremos que este genocidio ocurriera ante nuestra pasividad. Porque esto es tan frecuente que ya no es noticia, y los poderes públicos lo único que hacen es levantar muros de vigilancia electrónica para cortarles el paso y devolverles a su particular infierno.
No nos distraerán con simplezas como una circular educativa, además de un sistema escolar que es modélico en el tratamiento de la interculturalidad y del plurilingüismo, para que olvidemos la tragedia del sur. ¡Vaya nuestro más cordial abrazo solidario para todas las buenas gentes e instituciones andaluzas y canarias que tratan de mitigar esta catástrofe de nuestros hermanos africanos! ¡Exijamos al PP y PSOE, y a todos los partidos políticos, que asuman sus responsabilidades y pongan fin a esta matanza!
Esas imágenes sí son “un disparate de enormes proporciones y una aberración, un sectarismo e instrumentalización del sistema” como señalan esos políticos, una monstruosidad de dimensiones parejas a la esclavitud. Y esta ferocidad proviene de una política que la ciudadanía ha dejado de abominar porque mira a otro lado: justamente al norte. Porque todos somos culpables, y muy responsables de que hoy también hayan aparecido 14 cadáveres más en la playa de El Puerto de Santa María, cuyos cuerpos descompuestos zahieren lo que queda de nuestro sentido de justicia y fraternidad. Quizá no tuvieran la nacionalidad española, pero eran personas tan valiosas y sagradas como cualquier europeo, como cualquier miembro de la Humanidad. Son incontables los ahogados, que no son magrebíes, ni subsaharianos, son seres humanos llenos de vida, empujados por la desesperanza y la desigualdad. Ellos no merecen ser llamados ni inmigrantes, ni ilegales. Bertrand Russell definió la emigración como un proceso hacia la democracia, porque si en una región hay mucha libertad y poca en otra, la gente de ésta tiende a emigrar a aquélla, hasta que se haya reestablecido la igualdad.
La muerte de estos niños, mujeres y hombres es la gran vergüenza de nuestra era, de la que algún día nos arrepentiremos y negaremos que este genocidio ocurriera ante nuestra pasividad. Porque esto es tan frecuente que ya no es noticia, y los poderes públicos lo único que hacen es levantar muros de vigilancia electrónica para cortarles el paso y devolverles a su particular infierno.
No nos distraerán con simplezas como una circular educativa, además de un sistema escolar que es modélico en el tratamiento de la interculturalidad y del plurilingüismo, para que olvidemos la tragedia del sur. ¡Vaya nuestro más cordial abrazo solidario para todas las buenas gentes e instituciones andaluzas y canarias que tratan de mitigar esta catástrofe de nuestros hermanos africanos! ¡Exijamos al PP y PSOE, y a todos los partidos políticos, que asuman sus responsabilidades y pongan fin a esta matanza!
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