Ha amanecido Catalunya tras el 16N claramente más nacionalista y más de izquierdas. Más nacionalista porque los 10 escaños perdidos por CiU son recuperados con uno más por los 11 adicionales de ERC, y con un PSC de Maragall mucho más… federalista asimétrico. Y despunta Catalunya más de izquierda porque la derecha pierde 7 escaños (10-3), que gana la izquierda (11+6-10).
Fracasan tres partidos, en mayor o menor grado: El Partit dels Socialistes de Catalunya porque pierde 10 escaños, desde los 52 anteriores, y partía desde expectativas superiores. Le ha perjudicado el barullo del PSOE con unos barones extremeño-manchegos que, sin lograr avanzar sus regiones, insisten en “arreglar” las autonomías ajenas para recibir el aplauso envenenado de algunos medios con gran contento de su adversario político. La petición de Ibarra de que continúe Aznar, ha sido el mejor caballo de Troya para su “colega” Maragall. La segunda contrariedad electoral corresponde a Convergència i Unió, que también pierde 10 escaños respecto de los 56 iniciales, lo que significa un rapapolvo por su ‘entente’ con el PP, pero puede consolarse sabiéndose contra pronóstico el partido hegemónico tras 6 legislaturas en el poder y tras el difícil relevo de un histórico Pujol por Mas. El tercer fracaso es el del Partido Popular que, aunque gana 3 escaños y votos, pasa a ser el 4º partido en Catalunya y ve desaparecer toda su influencia, porque es el único partido que no cuenta en ninguna quiniela, quedando marginado como el reducto españolista (11,9% del electorado parecido al de Iniciativa per Catalunya Verds) en un panorama cada vez más catalanista y más de izquierdas.
Como inmediata conclusión sólo caben dos gobiernos articulados en torno a un nacionalismo más remarcado de CiU + ERC, o a un pacto de izquierda acentuadamente catalanista con PSC + ERC + ICV. La ciudadanía catalana ha hablado con claridad, y por ello el partido estrella ha sido Esquerra Republicana de Catalunya, soberanista y de izquierdas. Su líder Joseph Lluís Carod-Rovira ha planteado inmediatamente una condición a sus posibles socios: Avanzar hacia una propuesta de “Libre Asociación con el Estado” como en el denominado “Plan Ibarretxe”. Desde esta perspectiva existen muchas diferencias y algunas semejanzas entre Catalunya y Euskadi. Destaquemos únicamente alguna realidad incontrastable: la política bronca y frentista de la España homogénea e imperial de Aznar es posible que sea su granero de votos en algunas regiones centralistas, pero no confunde a casi nadie en la periferia y está descohesionando el Estado. ¿No fue Aznar quien ha dicho hace unos días que el electorado catalán no pide la reforma del Estatut? Pues sólo lo pide el 88%. A la gran protagonista del día, Catalunya, sólo queda recordar la frase bíblica: ¡Levántate, anda y… asóciate libremente!
El PSOE de Rodríguez Zapatero debiera aprender alguna lección de las urnas, porque su confusión política no proviene tanto de su ideología como de su estrategia: Si realmente acabase con su etapa de “oposición útil” (nos tememos que para el PP), podría seguir una táctica más cercana a los territorios confiando en sus ejecutivas periféricas, y frenando a sus barones ensalzados por la prensa derechista, aparte de desautorizar a los agentes declaradamente aznaristas como Redondo Terreros. Incluso podría reconsiderar su “firmeza” ante el imparable nacionalismo democrático vasco, porque parece responder más a la orden del PP de “¡Firmes!” (en su doble acepción de firmar todo y ponerse en posición de obedecer al PP), que a la solidez de sus argumentos e historia reciente (léanse los programas electorales del PSOE en la transición). Si no reconduce su brújula el PSOE, que vaya buscando adjetivos en el diccionario para su larga travesía por el desierto y ponga un anuncio de “Se busca líder de recambio: Empleo temporal”.
El cielo de los recuerdos
Debe existir un paraíso para los recuerdos, un edén para los sentimientos vividos. Porque los objetos van al basurero o se reciclan; los cuerpos se entierran en los cementerios y vuelven a la tierra; los hechos se recogen en la historia, aunque sean falseados; el trabajo material queda en forma de prosperidad y desarrollo; el arte se colecciona en los museos; la música en las partituras que resuenan en los conservatorios; los escritos van a libros que se amontonan en las bibliotecas; y hasta las teorías son recolectadas, incluso las más inciertas casi siempre las más razonables y bellas como la del flogisto. El conocimiento, los razonamientos, las obras quedan… pero ¿dónde van los sentimientos?
Las emociones se expresan indirectamente y llegan a materializarse, a veces de modo solemne y comunitario en forma de pirámides o catedrales o, en otras ocasiones, de estilo más privado como un árbol o una sortija, que se cuida y transmite en la cadena de seres humanos que legan y allegan engrandeciendo el recuerdo de épocas pasadas, pero no olvidadas. Pero toda la inmensa fortuna acumulada de ternura, de pasión, de humanidad, de civilización, ¿dónde se alberga?
Los sentimientos también construyen elementos de cultura, muy valiosos que siempre podrán apreciarse y utilizarse como base de futuras vidas, especialmente a través de las lenguas, de las creencias o de las tradiciones. Hablar un idioma milenario hace que reverbere en el espacio infinito la vivencia de muchas generaciones de ancestros, lo que llega a conmover a un hablante sensitivo. Pero, ¿dónde se esconde el nirvana de todas las nostalgias?
Lo más humano que siempre florecerá es el amor, marcando los hitos de nuestra vida, balizando nuestro pasado, señalando nuestro presente y apuntando-apuntalando a nuestro futuro. La vivencia del cariño traza nuestra existencia en forma de recuerdos: la mano de nuestra madre llevándonos de paseo al parque y dándonos la merienda; caminar abrazados a los faldones de la gabardina de nuestro padre a salvo de cualquier contingencia; la compañía leal de nuestros hermanos y primos en cualquier circunstancia; la primera sonrisa pícara de una amiga; el primer amor; el primer beso; el primer “te quiero”; el cortejo, la boda, el primer embarazo; el nacimiento de cada hija y de cada hijo, sus primeras palabras y sus primeros pasos; la orfandad tras la muerte de nuestros padres, y no importa la edad que ya tengamos;… Todo este tesoro de afecto y alegría no se puede desvanecer, debe ir a algún refugio secreto donde reside lo mejor de nuestras vidas.
Todos sabemos que compartiendo sentimientos comunes con quienes convivimos, y especialmente con los más jóvenes (hijos, nietos, alumnos, amigos,…), transmitiremos este legado de amor que es exclusivo de los seres humanos. ¡Hablemos diariamente más de amor y de encuentro, y menos de discrepancias y alejamientos! En privado y en público, en casa y en el trabajo, en la calle y en la prensa. Muchos además creemos que este exorbitante patrimonio de fraternidad, cordialidad y simpatía habita en un mundo platónico que nos envuelve como el aire, y que puede presentirse muy íntima y trascendentemente cuando nos acercamos a los demás, cuando les miramos con aprecio, cuando les escuchamos con atención, cuando les damos la mano con amistad, cuando advertimos y sentimos quiénes son: nuestros hermanos y hermanas.
Las emociones se expresan indirectamente y llegan a materializarse, a veces de modo solemne y comunitario en forma de pirámides o catedrales o, en otras ocasiones, de estilo más privado como un árbol o una sortija, que se cuida y transmite en la cadena de seres humanos que legan y allegan engrandeciendo el recuerdo de épocas pasadas, pero no olvidadas. Pero toda la inmensa fortuna acumulada de ternura, de pasión, de humanidad, de civilización, ¿dónde se alberga?
Los sentimientos también construyen elementos de cultura, muy valiosos que siempre podrán apreciarse y utilizarse como base de futuras vidas, especialmente a través de las lenguas, de las creencias o de las tradiciones. Hablar un idioma milenario hace que reverbere en el espacio infinito la vivencia de muchas generaciones de ancestros, lo que llega a conmover a un hablante sensitivo. Pero, ¿dónde se esconde el nirvana de todas las nostalgias?
Lo más humano que siempre florecerá es el amor, marcando los hitos de nuestra vida, balizando nuestro pasado, señalando nuestro presente y apuntando-apuntalando a nuestro futuro. La vivencia del cariño traza nuestra existencia en forma de recuerdos: la mano de nuestra madre llevándonos de paseo al parque y dándonos la merienda; caminar abrazados a los faldones de la gabardina de nuestro padre a salvo de cualquier contingencia; la compañía leal de nuestros hermanos y primos en cualquier circunstancia; la primera sonrisa pícara de una amiga; el primer amor; el primer beso; el primer “te quiero”; el cortejo, la boda, el primer embarazo; el nacimiento de cada hija y de cada hijo, sus primeras palabras y sus primeros pasos; la orfandad tras la muerte de nuestros padres, y no importa la edad que ya tengamos;… Todo este tesoro de afecto y alegría no se puede desvanecer, debe ir a algún refugio secreto donde reside lo mejor de nuestras vidas.
Todos sabemos que compartiendo sentimientos comunes con quienes convivimos, y especialmente con los más jóvenes (hijos, nietos, alumnos, amigos,…), transmitiremos este legado de amor que es exclusivo de los seres humanos. ¡Hablemos diariamente más de amor y de encuentro, y menos de discrepancias y alejamientos! En privado y en público, en casa y en el trabajo, en la calle y en la prensa. Muchos además creemos que este exorbitante patrimonio de fraternidad, cordialidad y simpatía habita en un mundo platónico que nos envuelve como el aire, y que puede presentirse muy íntima y trascendentemente cuando nos acercamos a los demás, cuando les miramos con aprecio, cuando les escuchamos con atención, cuando les damos la mano con amistad, cuando advertimos y sentimos quiénes son: nuestros hermanos y hermanas.
Cartas al sucesor
Se cuenta que en abril de 1976, cuando Harold Wilson hubo de ceder su cargo de primer ministro a su compañero de partido James Callaghan, dejó en un cajón tres sobres cerrados y numerados que su sucesor debía abrir por orden cada vez que se produjese una crisis. Tras la primera crisis, Callaghan abrió el primer sobre y leyó: "Échale la culpa a su antecesor". Después de la segunda, leyó: "Destituye al secretario". Y por fin, tras la tercera: "Prepara tres sobres,...".
La supuesta receta del líder laborista Wilson, quien debió retirarse inesperadamente por la deteriorada economía y la conflictiva situación en Irlanda del Norte, podría ser imitada por Aznar, dejando tres cartas con los "secretos" de la política del PP:
1º Échale la culpa de todo lo que salga mal al antecesor de tu antecesor, es decir, al PSOE. Aprende de desastres como el Prestige, imputables más que al gobierno, a la oposición por alegrarse de que ocurran.
2º Desmantela lo que quede del autogobierno vasco y explota el conflicto para ganar votos. Aprende del revoltijo entre los poderes ejecutivo, judicial y mediático con ayuda de los tontos útiles de la oposición para combatir al nacionalismo democrático.
3º Escribe las tres cartas para tu sucesor, eligiendo al más manejable de los candidatos, para que desde su debilidad gobierne con rigidez. Aprende de Fraga cuando me eligió, y aprende de mí cuando te preferí a ti.
La supuesta receta del líder laborista Wilson, quien debió retirarse inesperadamente por la deteriorada economía y la conflictiva situación en Irlanda del Norte, podría ser imitada por Aznar, dejando tres cartas con los "secretos" de la política del PP:
1º Échale la culpa de todo lo que salga mal al antecesor de tu antecesor, es decir, al PSOE. Aprende de desastres como el Prestige, imputables más que al gobierno, a la oposición por alegrarse de que ocurran.
2º Desmantela lo que quede del autogobierno vasco y explota el conflicto para ganar votos. Aprende del revoltijo entre los poderes ejecutivo, judicial y mediático con ayuda de los tontos útiles de la oposición para combatir al nacionalismo democrático.
3º Escribe las tres cartas para tu sucesor, eligiendo al más manejable de los candidatos, para que desde su debilidad gobierne con rigidez. Aprende de Fraga cuando me eligió, y aprende de mí cuando te preferí a ti.
Cárnicas malsanas
Crónicas Marcianas (The Martian Chronicles) fue una célebre obra de Ray Bradbury aparecida en 1950 y reeditada en castellano varias veces en la última década, lo que prueba su valor literario para los amantes del género en el que Bradbury siempre destacó: la ciencia-ficción. Existe un programa televisivo que adoptó irreverentemente el mismo título, pero que es representativo justamente de la categoría opuesta: la incultura-real. Esa supuesta variedad de ‘talk-show’ nocturno, no representa la visión de un marciano que intenta descubrir y entender lo que pasa en Celtiberia, sino que da pábulo al mantenimiento de la más indigna ordinariez con personajillos repelentes que serían anodinos hazmerreír de taberna, si no se les arropase por el manto de una audiencia televisiva manipulada y desmantelada que se aferra a lo más tirado y trillado: escuchar chismes relativos a majaderos irrelevantes excepto por su propia estupidez.
El director de CM, Javier Sardà, es un periodista de acreditada trayectoria en prensa, televisión y, sobre todo, en radio. Siempre recordaremos al entrañable Sr. Casamajor, su alter ego quien le acompañó durante años en una sorprendente proeza radiofónica. Lamentablemente parece que en su etapa de producción televisiva, descubrió la “piedra filosofal” de la franja nocturna en su ángulo más cutre, soez y chabacano. Cierto que CM no es responsable del bajo nivel cultural de la audiencia que realmente existe, y que Sardá no es un educador a quien paguen para formar ni para informar. Pero cabría esperar del talento y conocimiento del medio de un profesional como Sardá, otro tipo de ‘cocktail’ en una franja de entretenimiento que procurase además de espectáculo, diversión, imaginación e ironía, que siempre se agradecen, un fondo de análisis y crítica social sobre temas menos ramplones y con contertulios menos toscos. Quizá así contribuiría decisivamente a elevar el nivel cultural y de debate entre nuestra ciudadanía.
También cabe esperar de la cadena que mantiene esta programación, y que desgraciadamente se asemeja a otras en su nivel de telebasura, una búsqueda de audiencia frente a la competencia sin acceder a concesiones tan cárnicas y malsanas, donde triunfa el vergonzoso escándalo de eruditos en griteríos. La excelencia de la televisión, que para muchos es su único alimento intelectual, se mide no sólo por la cantidad de audiencia, sino también por su calidad.
El director de CM, Javier Sardà, es un periodista de acreditada trayectoria en prensa, televisión y, sobre todo, en radio. Siempre recordaremos al entrañable Sr. Casamajor, su alter ego quien le acompañó durante años en una sorprendente proeza radiofónica. Lamentablemente parece que en su etapa de producción televisiva, descubrió la “piedra filosofal” de la franja nocturna en su ángulo más cutre, soez y chabacano. Cierto que CM no es responsable del bajo nivel cultural de la audiencia que realmente existe, y que Sardá no es un educador a quien paguen para formar ni para informar. Pero cabría esperar del talento y conocimiento del medio de un profesional como Sardá, otro tipo de ‘cocktail’ en una franja de entretenimiento que procurase además de espectáculo, diversión, imaginación e ironía, que siempre se agradecen, un fondo de análisis y crítica social sobre temas menos ramplones y con contertulios menos toscos. Quizá así contribuiría decisivamente a elevar el nivel cultural y de debate entre nuestra ciudadanía.
También cabe esperar de la cadena que mantiene esta programación, y que desgraciadamente se asemeja a otras en su nivel de telebasura, una búsqueda de audiencia frente a la competencia sin acceder a concesiones tan cárnicas y malsanas, donde triunfa el vergonzoso escándalo de eruditos en griteríos. La excelencia de la televisión, que para muchos es su único alimento intelectual, se mide no sólo por la cantidad de audiencia, sino también por su calidad.
Cordada familiar
Ella tenía 18 años y yo 20 cuando nos cogimos de la mano, y ya nunca nos hemos separado. Por nuestra cama de matrimonio, siempre la misma, han pasado varios colchones que siempre acaban cedidos a dos vertientes y con caída hacia el centro, lo que es muy recomendable para la estabilidad conyugal. El caso es que nos casamos casi sin casa y casualmente aparecieron los hijos: ella y él. Por algún extraño mecanismo de impronta, como los patitos siguen instintivamente a los patos, se han pegado a nosotros y nos persiguen a todas partes, veinte años después.
Los hijos, y sus conflictos continuos, también colaboran a la unión matrimonial, porque hacen falta dos aliados firmes para aguantar las tribulaciones del ataque filial. Los retoños han crecido y con su virulenta adolescencia también aumenta la capacidad de protesta continua, pero sin riesgo alguno de alejamiento. Se sublevan para ir de vacaciones con nosotros, pero se molestarían más si no les obligásemos a acompañarnos, eso sí, tras enviarles un mes a conocer tierras e idiomas lejanos y para que aprecien el refugio doméstico.
La familia es como una cordada de escalada: Ir atados a una soga común restringe la movilidad individual, pero otorga mucha confianza a todo el equipo. Como en una cordada, a veces hay que dar más cuerda a algún miembro díscolo, pero nunca se debe cortar del todo el cordón umbilical que une a toda la familia.
Los padres también sabemos que una cuerda no puede ser empujada desde atrás, sino que hay que tirar desde adelante para remolcarla. Los hijos aprenden directamente de los padres, no de lo que dicen sino de lo que hacen. Si perciben que el lazo entre marido y mujer es fuerte, ellos se vinculan a esa seguridad familiar. Un proverbio ruso dice que “La familia es una cuerda cuyos nudos nunca se deshacen”. Lo cierto, y todos lo sabemos, es que nuestra vida depende de aquellos con quienes convivimos familiarmente, y la felicidad reside básicamente en la calidad y en la calidez del hogar que nos acoge.
Los hijos, y sus conflictos continuos, también colaboran a la unión matrimonial, porque hacen falta dos aliados firmes para aguantar las tribulaciones del ataque filial. Los retoños han crecido y con su virulenta adolescencia también aumenta la capacidad de protesta continua, pero sin riesgo alguno de alejamiento. Se sublevan para ir de vacaciones con nosotros, pero se molestarían más si no les obligásemos a acompañarnos, eso sí, tras enviarles un mes a conocer tierras e idiomas lejanos y para que aprecien el refugio doméstico.
La familia es como una cordada de escalada: Ir atados a una soga común restringe la movilidad individual, pero otorga mucha confianza a todo el equipo. Como en una cordada, a veces hay que dar más cuerda a algún miembro díscolo, pero nunca se debe cortar del todo el cordón umbilical que une a toda la familia.
Los padres también sabemos que una cuerda no puede ser empujada desde atrás, sino que hay que tirar desde adelante para remolcarla. Los hijos aprenden directamente de los padres, no de lo que dicen sino de lo que hacen. Si perciben que el lazo entre marido y mujer es fuerte, ellos se vinculan a esa seguridad familiar. Un proverbio ruso dice que “La familia es una cuerda cuyos nudos nunca se deshacen”. Lo cierto, y todos lo sabemos, es que nuestra vida depende de aquellos con quienes convivimos familiarmente, y la felicidad reside básicamente en la calidad y en la calidez del hogar que nos acoge.
Carta abierta a los juristas
Excusen estas palabras propias de profanos en materia de Derecho, hablando únicamente como legos ciudadanos en nombre de la Justicia que también es patrimonio nuestro. Queremos expresarles primeramente todo nuestro respeto y admiración por su trabajo, que entendemos es especializado (como el de otros) y que a la mayoría de los mortales nos parece indescifrable y, a veces, alejado de la vida cotidiana. Este distanciamiento confiamos sea atribuible a complejidad de la materia en sí, y no a una deliberada voluntad de apartamiento, porque la Justicia (entendida como la verdad en acción) debe ser inteligible para servir al pueblo llano.
Ante la abundancia de pronunciamientos sobre diversas materias políticas, con una creciente presencia en los medios de comunicación escritos y audiovisuales, quisiéramos solicitar al aglutinado colectivo de juristas-divulgadores un especial énfasis en disociar su conocimiento jurídico especializado de su particular opinión política. Tomemos un caso concreto, a nuestro juicio paradigmático de un manifiesto abuso en nombre de supuestas leyes eternas y sacrosantas. En la Propuesta para la Convivencia del Lehendakari Ibarretxe, se están arguyendo motivos jurídicos espurios para NO DEBATIR UNA PROPUESTA POLÍTICA concreta, planteada pacífica y democráticamente y destinada a ser sometida a una consulta popular. Esto es tan ridículo como sería crear una barrera de especulaciones científicas o artísticas para declarar la invalidez de un planteamiento político, porque las ideas políticas son legítimas siempre que lo sean sus formas de difusión y convencimiento.
En una democracia, “cualquiera puede proponer libremente cualquier opinión política respetuosa con todos los derechos humanos, buscando su extensión y aceptación por la sociedad por medios pacíficos”. Y si esto no fuera posible, en ese lamentable caso, sobrarían todos los juristas. No pueden existir sino razones políticas para estar a favor o en contra de una oferta política, y queremos oír a unos y otros, sin que nos hurten el debate por extraños procedimientos en nombre de una “justicia con minúscula”, o en nombre de un texto legal por importante que sea. Las ideas políticas posibles caben o no en la Constitución, que es una ley marco revisable, mejorable y cuya modificación es tan aceptable como su mantenimiento o su derogación. O, ¿es que ahora lo que se interprete como anticonstitucional, no se puede ni plantear? ¿Ya no se puede predicar el republicanismo o la independencia? ¿Ni siquiera la adhesión sin es libre? ¿Dónde quedó aquello de que todas las ideas son defendibles por caminos de paz? Pronúnciense al respecto y dígannos algo claro.
Ustedes serán abogados, pero nosotros no somos abobados. Y perdonen el chiste fácil, pero corporativamente deben actuar para evitar el desprestigio de que algunos de sus miembros se aparten de su ámbito competencial. No permitan que se manipule y especule con fraudulentos argumentos jurídicos en materias puramente políticas. En democracia, el voto político de un jurista vale exactamente lo mismo que el de cualquier otra persona. Para refutar ideas políticas hacen falta argumentos políticos en un debate político que se dilucide democráticamente en las urnas, y sobran presiones de grupos o fuerzas armadas, así como falsas argumentaciones incluidas las pseudo-jurídicas. La justicia elimina los obstáculos para la paz, decía Tomás de Aquino. ¿Estamos de acuerdo, ilustres juristas?
Reyes, genes y leyes
Falta una pizca de coherencia con Letizia Ortiz. Mientras algunos radicales republicanos le exigen sangre azul y virginidad, los ultramontanos monárquicos enaltecen su nombre italiano, su origen plebeyo, su anterior boda civil, su divorcio y el de sus padres.
La lógica más elemental dicta que los monárquicos crean en la aristocracia y los demás consideremos que:
1º Si cualquiera puede ser reina, cualquiera puede ser rey (o presidente de la república).
2º Si el varón no debe prevalecer en la línea de sucesión por ser discriminatorio para la mujer, tampoco se puede priorizar a un apellido (Borbón o el que sea) porque es injusto para el resto de familias de la ciudadanía.
Conclusión evidente: Letizia puede perfectamente ser primera dama real o republicana, en nombre propio por sus méritos personales, o como consorte por cualquiera de sus matrimonios pasados o futuros.
Indeseado actor político
En los orígenes del teatro en la Grecia Clásica, los actores se fueron sumando paulatinamente a las representaciones. A medida que los dramaturgos incorporaron nuevos personajes, aparecieron los sucesivos actores destacados en escena, aparte del coro. Tespis inventó el primer actor o protagonista. Posteriormente, Esquilo concibe al deuteragonista (segundo actor), y Sófocles crea el tritagonista (el tercer actor). Eurípides añade, en ocasiones, un cuarto personaje que no habla. Conforme va creciendo el número de actores, se incrementan las posibilidades dramáticas y la acción se enriquece haciéndose más realista, pero se pierde el sentido ritual y religioso del teatro griego originario.
En nuestro panorama político hemos vivido en las tres últimas décadas una transformación similar en la comedia política. De la dictadura franquista con un solo poder omnímodo de tragedia tiránica, se pasó a una democracia “vigilada” de finales de los años 70, seguida de un proceso esperanzador de protagonismo de los pueblos y de la ciudadanía, con pluralismo político, prensa variada y separación de poderes. Sin embargo, la última legislatura del PP con mayoría absoluta empieza a parecer un sainete retrógrado en opinión de muchos, por la infiltración y connivencia de poderes que debieran ser celosamente independientes en una democracia. Resulta indeseable este cuarto actor judicial, que no habla pero coarta, para la ciudadanía (héroe protagonista), para los partidos políticos (deuteragonista) y para los medios de comunicación (tritagonista).
El Talmud decía: ¡Ay de la generación cuyos jueces merecen ser juzgados! Vivimos una triste época en la que se propaga sobre el escenario político una extraña sombra negra para acallar la expresión, el debate y el diálogo entre los únicos intérpretes sociales: la ciudadanía y sus legítimos representantes políticos. El fraudulento protagonismo creciente del poder judicial en la vida política resulta escandaloso, con actuaciones estrella de primera plana amañadas por el poder ejecutivo del momento. Sólo resulta más lacerante y penoso el indigno silencio de una prensa, mayoritariamente comprada o amordazada, que otorga y calla.
En nuestro panorama político hemos vivido en las tres últimas décadas una transformación similar en la comedia política. De la dictadura franquista con un solo poder omnímodo de tragedia tiránica, se pasó a una democracia “vigilada” de finales de los años 70, seguida de un proceso esperanzador de protagonismo de los pueblos y de la ciudadanía, con pluralismo político, prensa variada y separación de poderes. Sin embargo, la última legislatura del PP con mayoría absoluta empieza a parecer un sainete retrógrado en opinión de muchos, por la infiltración y connivencia de poderes que debieran ser celosamente independientes en una democracia. Resulta indeseable este cuarto actor judicial, que no habla pero coarta, para la ciudadanía (héroe protagonista), para los partidos políticos (deuteragonista) y para los medios de comunicación (tritagonista).
El Talmud decía: ¡Ay de la generación cuyos jueces merecen ser juzgados! Vivimos una triste época en la que se propaga sobre el escenario político una extraña sombra negra para acallar la expresión, el debate y el diálogo entre los únicos intérpretes sociales: la ciudadanía y sus legítimos representantes políticos. El fraudulento protagonismo creciente del poder judicial en la vida política resulta escandaloso, con actuaciones estrella de primera plana amañadas por el poder ejecutivo del momento. Sólo resulta más lacerante y penoso el indigno silencio de una prensa, mayoritariamente comprada o amordazada, que otorga y calla.
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