Portase, comportarse y soportarse

"Yo no digo que todos deberíamos portarnos mal, pero sí que debería parecer que podemos".
Orson Welles.

¿Navidad o vanidad?

La natividad conmemora un nacimiento muy pobre, de un personaje histórico, cuya vida fue de entrega y sacrificio, y que concluyó con su muerte ajusticiado en la cruz entre dos ladrones. En vida fue abandonado por sus escasos seguidores, traicionado por uno de ellos, y a su ejecución sólo asistieron su madre con su hermana, su discípulo Juan y María Magdalena.

Jesucristo nació, vivió y murió pobre. La Navidad que conmemoramos describe el portal de Belén, único lugar donde pudieron refugiarse María y José, tras ser rechazados por ser extranjeros indigentes de todos los posibles lugares de acogida.

Dos mil años después los rituales navideños se limitan a comidas y cenas pantagruélicas, regalos por doquier pero sólo para la familia, y consumismo desbocado, todo aderezado de lotería para hacerse rico de golpe y sin dar golpe. Incluso a los niños se les encarrila por la senda de los juguetes por docenas, vacaciones sin tareas y egocentrismos en cadena.

Mientras, ese “cuarto mundo” que vive en nuestros suburbios se asoma por las calles comerciales, junto a los nuevos extraños venidos de fuera, a quienes parecemos no querer ver. Seguro que el niño Jesús preferiría unas navidades de menos viandas y más dádivas para socorrer a las nuevas familias que viven entre nosotros, y que por cierto son las que más nacimientos alumbran. Sólo habrá Feliz Navidad cuando la Felicidad y la Prosperidad sean para todos.

Navidad en Bilbao

Hoy Belén está en Euskadi, pero todavía peor, sin portal, sin animales, sin estrella fugaz, sin Reyes Magos, sin angelitos y, lo peor, sin San José. Ha nacido en Bilbao. Y su madre, en su extrema necesidad, no tuvo otra opción que abandonar la criatura a las puertas del Hospital de la Cruz Roja, en el céntrico barrio de Indautxu. La niña de apenas un día, es inmediatamente atendida, y se encuentra bien a pesar de la noche fría. La madre, horas después arrepentida, vuelve a la clínica donde es detenida. Esa criatura clandestina, que su madre hubo de ocultar para no ser despedida, es sólo de su madre. Esa niñita debe conocer como primera sonrisa la de su ama (mamá).

¡Que se la devuelvan, por favor! Con todo el apoyo social y económico que necesiten para que ambas vivan como merece cualquier ser humano. Ésa es nuestra petición a la Diputación Foral de Bizkaia, que sin duda cuenta con recursos para ello. Si no, no podremos disfrutar de la Navidad… ningún vizcaíno, ni nadie que se sienta parte de la Humanidad. No existe amor más perfecto que el de una madre. ¡Amor de madre, que todo lo demás es… aire!

Cartas navideñas

El Corte Inglés ha decidido que ya es Navidad, y vende con profusión postales. Aparte de las destinadas a la familia, decidimos comprar las tres habituales misivas que enseñamos a escribir en sus tres primeros idiomas a nuestros hijos para pedir tres regalos: al Olentzero en euskera el 24 de diciembre, a Papá Noel en inglés el 31 de diciembre y a los Reyes Magos en castellano el 6 de enero. Ahora que ellos redactan sus propias tarjetas, nos queda a los adultos la tarea de seguir cursando nuestros deseos de paz y felicidad para el próximo año 2004. Éstas son nuestras peticiones traducidas al castellano.

Olentzero Maitia: Ya sabrás lo que queremos para el año que viene. Lo mismo que te pedimos todas las navidades desde hace muchos años. Que nadie mate por razones políticas, y que nadie excuse la violencia de cualquier tipo entre nosotros. A ti que bajas del monte donde trabajas de carbonero para comunicarnos la buena noticia, “sólo” te pedimos la paz, porque cuando la consigamos Euskadi será feliz.

Queridos Reyes Magos: Hacednos comprender que las culturas no se pueden restar, sólo pueden sumarse; que pensemos todos que el español, el catalán, el euskera,… son lenguas de todos, que pueden ayudarnos a entendernos mejor. Vosotros que venís de muy lejos, que sois muy distintos los tres, seguro que podéis conseguirnos este regalo.

Dear Santa: Desde el Polo Norte tú vigilas toda la Tierra. Mucha tarea para ti y tus elfos. Te pedimos que en 2004 el mundo entero se civilice más y se militarice menos. Que el Personaje del Año de la revista Time no sea el soldado norteamericano, sino un anónimo niño menor de cinco años, cualquiera de esos 500 que muere cada hora de cada aciago día que vivimos en este planeta desalmado con amnesia del presente. Danos la humanidad necesaria para que la Organización Mundial de la Salud (OMS) no deba acusadoramente recordarnos tanta desigualdad y tanta injusticia entre los seres humanos sólo por el lugar de nacimiento.

¡Felices Navidades y Próspero Año Nuevo… para todas las personas del mundo!

Tiempo de ser

¿Elegiremos ser personas o autómatas?

Corren tiempos extraños: Lo “políticamente correcto” es no ser demasiado radical, no ser demasiado religioso, no ser demasiado de izquierdas ni de derechas, no ser demasiado sindicalista ni empresarial, no ser demasiado defensor de ninguna cultura, de ninguna lengua,… En definitiva, se “lleva” no ser casi nada. Incluso los “sabios” reunidos por Chirac recomiendan no excesivas cruces, ni exagerados velos, ni innecesarios “kippa” (gorro judío).

Muchos no aceptamos nunca que se decrete la muerte de Dios y el fin de la Humanidad, marginando todas las creencias, todas las identidades en pro de una monótona uniformidad propia de autómatas clónicos. Nunca permutaremos las inmensas esencias y los plurales matices de cada ser humano por la neutral indiferencia y el “miedo al diferente” privativo de espectros hechos de etérea vacuidad.

Un individuo sólo es una persona integral si pertenece a una familia a la que engrandece; si demuestra poseer un alma que busca la trascendencia con su religión, un espíritu de defensa de su tierra y de sus lenguas con su cultivo, de la sociedad que le protegió con su trabajo; si escucha a su corazón para creer y practicar alguna fe; si encuentra energía para militar por alguna utopía política, solidaridad para asociarse sindicalmente y fraternidad para socorrer a los desheredados de la raza humana.

La alternativa actual no se establece entre laicismo o religiosidad, ni entre neutralidad o militancia, sino entre “hombres o robots”. Esta época también es tiempo de “seres humanos”, complejos, paradójicos, buscadores de ideales, desde la diversidad, desde la complementariedad, desde el esfuerzo por la convivencia con pleno respeto a la pluralidad. No pidiendo inadmisibles renuncias a los demás, sino desde la tolerancia máxima hacia todas las religiones (agnosticismo incluido), todas las ideologías, todas las culturas, tradiciones, símbolos o vestimentas. Cada persona es alguien irrepetible, que se auto-describe con esas visibles opciones religiosas, culturales, lingüísticas, políticas y sindicales.

Hagamos que sea realidad en cada uno de nosotros aquel desafío del poeta W. E. Henley: “Yo soy dueño de mi destino; yo soy el capitán de mi alma”. Apuraremos la vida terrenal con pacifismo militante, con defensa activa de los demás, desarrollando y transigiendo con todas las infinitas capacidades de los seres humanos.

Nos la dan con queso

Primero inventaron la pubertad, y convirtieron en malcriados insufribles a los adolescentes. Ahora, quieren fastidiar a la infancia con “libros de autoayuda” para niños de seis años. Un espabilado psicólogo de éxito mundial, quiere volvernos locos a los padres al tiempo que se embolsa nuestro dinero. El célebre Spencer Johnson, autor de libros best-sellers traducidos a 26 idiomas, ha publicado en castellano una adaptación de su obra “¿Quién se ha llevado mi queso?”, con más de 12 millones de ejemplares vendidos en 37 países, destinada a escolares que apenas saben leer. Pretende enseñarles a identificar objetivos vitales y a responder cuando no se alcanzan, como si fuese la clave que garantiza el éxito futuro.

¿Cómo se puede pasar de entrenador de ejecutivos en el mundo de los negocios a maestro de párvulos en la escuela infantil, sólo quitando letras y añadiendo dibujos para narrar la misma historia? Johnson relata las consabidas peripecias de dos ratoncillos y dos liliputienses que recorren un laberinto diariamente para encontrar siempre su queso en el mismo lugar. Pero un día el queso desaparece. Los ratones simple e instintivamente rebuscan otra fuente de queso. Los hombrecitos, sin embargo, quedan molestos y paralizados. Tras comprobar que el queso no volverá, Haw reacciona y decide buscar nuevos suministros, asumiendo el cambio como una oportunidad. No logra convencer a Hem para unirse a la búsqueda, porque éste decide que cualquier otro queso no le gustaría tanto como el anterior, y termina muriendo de hambre. Haw finalmente descubre más queso del que nunca soñó, aprendiendo lecciones como “no temas al cambio: anticípate; no te quedes parado; no te aferres a viejas ilusiones; observa los indicios que predicen los grandes cambios; disfruta de la novedad y saborea la aventura”.

La fábula permite a un adulto extraer la moraleja de la adaptación, porque instintivamente tratamos de evitar o minimizar los cambios que, inevitablemente, ocurren. Cada uno de nosotros mantiene su propia idea de lo que es el “Queso” (la Felicidad). Si lo conseguimos, nos encariñamos con él, pero si lo perdemos hemos de estar preparados para nuevas búsquedas. Pero es desatinado y prematuro anticipar a criaturas lemas tan prosaicos como “las viejas convicciones no te conducen al Queso Nuevo”, “cuanto antes olvides del Queso Viejo, antes encontrarás el Queso Nuevo»” o “debes imaginarte disfrutando del Queso Nuevo incluso antes de encontrarlo, para animarte en su búsqueda”.

Sólo cabe la excusa de que un librito así, realmente no se dirige a chiquillos, sino a adultos con edad mental propia de la infancia, que entienden mejor un mensaje con pocas palabras y grandes ilustraciones. A los niños de verdad, no pretendamos “auto-ayudarles”. Mejor que sigan soñando con un mundo feliz mientras leen precozmente cuentos clásicos como “El Principito”.