"El maestro no aparece hasta que el discípulo está preparado". |
Dicen... |
El maestro necesita discípulos que quieran superarlo
Vuelvo a oír voces
Agosto es un suspiro que nos recuerda los años felices.
Siempre creí escuchar voces jugando de niño con mi "fuerte" de indios y vaqueros. Incluso mi hijo pequeño heredó esta cualidad. Cuando tenía diez años se quedó un día sin ir al colegio por enfermedad. Un poco avergonzado, rebuscó en el fondo del armario y rescató su juguete preferido: una isla del tesoro con piratas de plástico. Pronto los recogió nuevamente: "Ya no me contestan…", explicó.
Ahora, gracias a algunos munícipes de Pilar de la Horadada, toda la familia vuelve a oír voces. De día, en la siesta y de madrugada. Veraneamos en este bella localidad desde que nació por segregación de Orihuela hace 18 años y simultáneamente con nuestro hijo menor. Nos encanta su clima, sus playas y sus gentes de todo el mundo, incluso a pesar del trato que nos dispensa la alcaldía en las zonas turísticas.
Recientemente el ayuntamiento nos ha recordado que las aceras de nuestra urbanización son públicas. Las construimos y las pagamos nosotros, como las calzadas, las reparamos y las barremos desde la comunidad de vecinos, no conocemos ningún sistema humano ni mecánico de limpieza municipal y cada agosto nos manifestamos ante el Ayuntamiento recordando que Mil Palmeras también existe. El único "servicio prestado" ha sido permitir teléfonos públicos pegados a las casas, con "voces intempestivas" y sin privacidad ni para residentes ni para hablantes, eludiendo elegir ubicaciones céntricas pero alejadas de cualquier vivienda.
Es un lamentable secreto a voces cómo interpretan algunos el "ser… vicio público". Su interés meramente recaudatorio en las áreas de segunda residencia o residencia de extranjeros, denota un abuso flagrante hacia quienes ni pueden responder electoralmente, ni desean perder sus vacaciones en protestas inútiles... El técnico que lo autorizó señala que no fue él, sino otro que está fuera… El concejal de turno o no ha llegado o ya ha salido. Sí ha recibido el mensaje y les llamará… pero nunca está entre las voces que oímos.
Las voluntades débiles se traducen en discursos; las fuertes, en actos
"Las almas grandes tienen voluntades; las débiles tan sólo deseos". |
Proverbio chino. |
Hacen falta dos
Casi todo lo que tiene de grandioso esta vida requiere dos personas.
Una entrañable canción repite en su estrofa: 'Siempre hacen falta dos, para hacer algo importante, siempre hacen falta dos'. Desde niños aprendimos que para jugar, hacen falta dos. En la juventud, sentimos que para la amistad hacen falta dos almas. Y pronto descubrimos que para bailar y para besar, hacen falta dos corazones.
Para amar sólo hacen falta dos pasiones que se disputen por ser cada una de ellas quien más ame. Para casarse, hacen falta dos compromisos. Para el milagro de que nazca una nueva vida, se precisan dos destinos entrecruzados.
Para educar, para cuidar, para ayudar, para crear felicidad… hacen falta dos seres humanos. Para dialogar hacen falta dos inteligencias. Para comunicar, para negociar y hasta para pactar hacen falta dos voluntades. Thoreau dijo que para decir la verdad hacen falta dos personas: una que quiera contarla y otra que desee escucharla. Para que estas palabras tengan algún sentido, también hacen falta dos: quien lo escribió y tú si al leerlas decides compartirlas.
Una entrañable canción repite en su estrofa: 'Siempre hacen falta dos, para hacer algo importante, siempre hacen falta dos'. Desde niños aprendimos que para jugar, hacen falta dos. En la juventud, sentimos que para la amistad hacen falta dos almas. Y pronto descubrimos que para bailar y para besar, hacen falta dos corazones.
Para amar sólo hacen falta dos pasiones que se disputen por ser cada una de ellas quien más ame. Para casarse, hacen falta dos compromisos. Para el milagro de que nazca una nueva vida, se precisan dos destinos entrecruzados.
Para educar, para cuidar, para ayudar, para crear felicidad… hacen falta dos seres humanos. Para dialogar hacen falta dos inteligencias. Para comunicar, para negociar y hasta para pactar hacen falta dos voluntades. Thoreau dijo que para decir la verdad hacen falta dos personas: una que quiera contarla y otra que desee escucharla. Para que estas palabras tengan algún sentido, también hacen falta dos: quien lo escribió y tú si al leerlas decides compartirlas.
Huido del ruido
No espere encontrar silencio en sus vacaciones.
Nunca la historia de la humanidad fue tan ensordecedora como en nuestra era. Nuestras ciudades se llenan cotidianamente de estruendo, pero al fin llegan las vacaciones y es posible la evasión. Un consejo: Si uno de sus particulares tormentos de la urbe es el ruido, no recale en las costas del Este y Sur de España. Allí, el alboroto es tan típico que sorprende a propios y extraños por la profesionalidad con la que se ejerce… durante todo el verano.
Está programado que amanezca entre explosiones de cohetes festivos, campanadas por doquier y ese simpático vendedor ambulante que, casi de madrugada, se ofrece a tapizar su sofá. Inmediatamente toma el relevo el panadero a bocinazos, seguido por las grúas de construcción y la algarabía del tráfico, donde en la mayoría de los coches esa juventud, la mejor formada de todos los tiempos, ha dispuesto los altavoces hacia fuera para cultivar el gusto popular por la rumba y la pachanga. La mañana playera se desarrolla entre motos acuáticas y avionetas publicitarias, y la sagrada hora de la siesta está dedicada en las viviendas vecinas a esas obras menores, pero altamente ruidosas, normalmente sinfonías de martillo, taladro y sierra. Al atardecer, comienza la discoteca remota a amenizar el entorno comarcal con su hilo musical, que más parece una soga de decibelios que dura sólo hasta el alba siguiente.
Sin duda, el delito del ruido es difícil de perseguir, porque cómo detener y multar a esos graciosos motoristas del escape libre que cada noche, durante varias horas continuadas, se pasean por todas las urbanizaciones haciéndose oír con varios minutos y kilómetros de antelación su aproximación y alejamiento por las calles más céntricas con una puntualidad digna de mejor causa. Quisiera saber dónde veraneaba Fray Luis de León cuando escribió aquello de: "¡Qué descansada vida / la del que huye del mundanal ruido / y sigue la escondida senda…!".
Nunca la historia de la humanidad fue tan ensordecedora como en nuestra era. Nuestras ciudades se llenan cotidianamente de estruendo, pero al fin llegan las vacaciones y es posible la evasión. Un consejo: Si uno de sus particulares tormentos de la urbe es el ruido, no recale en las costas del Este y Sur de España. Allí, el alboroto es tan típico que sorprende a propios y extraños por la profesionalidad con la que se ejerce… durante todo el verano.
Está programado que amanezca entre explosiones de cohetes festivos, campanadas por doquier y ese simpático vendedor ambulante que, casi de madrugada, se ofrece a tapizar su sofá. Inmediatamente toma el relevo el panadero a bocinazos, seguido por las grúas de construcción y la algarabía del tráfico, donde en la mayoría de los coches esa juventud, la mejor formada de todos los tiempos, ha dispuesto los altavoces hacia fuera para cultivar el gusto popular por la rumba y la pachanga. La mañana playera se desarrolla entre motos acuáticas y avionetas publicitarias, y la sagrada hora de la siesta está dedicada en las viviendas vecinas a esas obras menores, pero altamente ruidosas, normalmente sinfonías de martillo, taladro y sierra. Al atardecer, comienza la discoteca remota a amenizar el entorno comarcal con su hilo musical, que más parece una soga de decibelios que dura sólo hasta el alba siguiente.
Sin duda, el delito del ruido es difícil de perseguir, porque cómo detener y multar a esos graciosos motoristas del escape libre que cada noche, durante varias horas continuadas, se pasean por todas las urbanizaciones haciéndose oír con varios minutos y kilómetros de antelación su aproximación y alejamiento por las calles más céntricas con una puntualidad digna de mejor causa. Quisiera saber dónde veraneaba Fray Luis de León cuando escribió aquello de: "¡Qué descansada vida / la del que huye del mundanal ruido / y sigue la escondida senda…!".
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