Durante este fin de semana he estado escuchando música retro de mi infancia y juventud, reencontrada en Internet. Analizando las recopilaciones he comprendido una gran diferencia entre cómo éramos entonces y cómo somos ahora.
Antes, todos eran grupos: Los Brincos, los Pekenikes, los Pecos, los Pasos, los Mustang, los Sírex, los Bravos, los Canarios, los Relámpagos, los No, los Mitos, los Salvajes, los Ángeles, los Puntos, los Íberos, los Z-66, los Diablos, los Bravos, los Payos, los Truenos, los HH, los Huracanes, los Javaloyas, los Mismos, los Milos, los Chijuas, los Sonor, los Amaya, los Cheyenes, los Buenos, los Estudiantes, los Falcons, los Gritos, los Llopis, los Rivero, los Teen Tops, los Top-Son, los Iruñako, Módulos, Mocedades, Aguaviva, Alameda, Recuerdos, Duncan Dhu, Fórmula V, Oskorri, las Grecas,...
Cierto que abundaban más los grupos de chicos, que los mixtos o sólo de chicas. Pero la inmensa mayoría eran grupos y no solistas. Hasta Carlos Mejía Godoy iba con los de Palacaguiña. Aquí y en todo el mundo, se prefería a los conjuntos: Beatles, Rolling Stones, Abba, The Doors, The Police, The Who,…
Ahora que basta un concurso televisivo para lanzar a una nueva estrella de la canción, se estila más el cantante o la intérprete en solitario. Quizá un reflejo del excesivo individualismo actual, lejano del compañerismo de antaño. En pleno siglo XXI nos convendría recordar a todos que en el universo ningún ser vivo es singular, ninguno nace único, ni crece solo. Por el contrario, todos pertenecemos a alguna familia, a algún grupo social, y todas las personas somos de una misma especie humana.
Versión para imprimir: mikel.agirregabiria.net/2006/losdeantes.htm