Reflexiones compartidas sobre el profundo desafío para el profesorado que representa el cambio de algunos paradigmas sociales, tecnológicos y educativos.Todo comenzó con la compra de un portátil nuevo. Comprendí que algo había cambiado profundamente, pero de un modo tan paulatino y sigiloso que parecía una (r)evolución tan invisible como inevitable. Al llegar a casa, no hube de instalar ningún software. Sólo conectar mediante
wifi, abrir el navegador (
Firefox) y acceder a
netvibes.com (una página de inicio personalizable). Allí me identifiqué con mi correo
gmail e, inmediatamente, surgió mi interface con todo lo que necesito: mis correos electrónicos personales y laborales, mi agenda (
my.yahoo), mi periódico compuesto con retazos elegidos (
livejournal.com), mis links favoritos (
del.icio.us), mis fotos familiares (
flickr.com), mis
aplicaciones web para leer, escribir, compartir, publicar (textos en
Writely, presentaciones en
thumbstacks.com,…). Adquirido el entorno operativo con el equipo, todo lo demás estaba en el ciberespacio, era legal y accesible desde cualquier punto.
Cambios sociales. Algo estaba pasando, ya no era tan posible imponer unos dirigidos y descendentes criterios desde unos pocos canales de prensa o televisión, porque en Internet se navega libremente. Tampoco una poderosa multinacional del software obligaba a adquirir sus productos, dado que existen suites informáticas de dominio público, con genuinos estándares y visibles desde cualquier tipo de ordenador con independencia del sistema operativo. Más aún, las fuentes de noticias, información y conocimiento se multiplican exponencialmente. Los weblogs individuales y colectivos crecen en todas las lenguas con información cercana o global, especializada o genérica. Las enciclopedias de alto coste con el saber establecido, como la Británica o la Encarta, quedan superadas y arrinconadas por obras colectivas, conjuntadas, multilingües y libres como Wikipedia. Parece que el poderoso imperio del mercado globalizado no ahoga las necesidades personales, reales y plurales que exige la ciudadanía del siglo XXI.
Cambios tecnológicos. Se populariza Internet, aunque todavía su acceso no es universal, ni gratuito (¡algún día lo será!). Por ello surgen fórmulas para compartir, como la malla de fon wifi, quizá no definitivas pero que apuntan tendencias. Y la explosión de Web 2.0 es imparable, representando el Renacimiento de la era Internet. La principal característica es la sustitución del concepto del Web de lectura, por el de lectura-escritura. Ya no sólo surfeamos por el océano de exponencial crecimiento de información, sino que aportamos nuestra voz. No somos meros lectores, sino protagonistas activos: "Información con participación". La Web 2.0 se acerca al usuario y no al revés, con publicación y acceso simplificados sin directorios para documentalistas, sino con palabras naturales (tags, etiquetas) de clasificación que usamos todos y eximen de conocimientos técnicos.
Cambios educativos. El impacto digital en su aplicación educativa es inconmensurable. Nuestro alumnado, especialmente el más pequeño, es “nativo digital”, mientras que los adultos somos simples “inmigrantes digitales”, más o menos adaptados en el nuevo territorio cognitivo. Los niños y jóvenes interactúan cotidiana y simultáneamente con la amplia variedad de nuevos medios, donde destacan los teléfonos celulares, los videojuegos y los ubicuos ordenadores, desarrollando nuevas y desconocidas habilidades que conforman especialmente su estructura de pensamiento y sus hábitos de estudio, relación y ocio. Se ha bautizado a esta juventud como la “generación M”, caracterizada como media multi-tasking por interactuar en multitarea con varios medios al mismo tiempo.
Nuestro reto como educadores es colosal: Hemos de cambiar radicalmente nuestra guía didáctica para que los jóvenes (nativos digitales) no deban retrotraer sus capacidades intelectuales a las que predominaba décadas atrás, para la generación de sus abuelos o padres. La tecnología responde a las necesidades sociales (y a veces las crea). Como advirtió Marshall McLuhan, la interacción humana con la tecnología no sólo condiciona su sensibilidad, sino sobre todo su estructura de aprender y pensar; es decir, altera especial y significativamente la moderna epistemología (ciencia del conocimiento).
El alumnado ya no es pasivo, por lo que no es efectiva la psicología conductista unidireccional propia de instructores que enseñaban contenidos (know-what, saber qué). Tampoco es suficiente el aprendizaje cognitivo guiado por tutores para un alumnado activo, pero todavía con una comunicación exclusivamente verbal y desequilibrada en la bidireccionalidad de la comunicación (know-how, saber cómo). Conductismo y cognitivismo son insuficientes: ahora el alumnado es creativo, y el profesorado debe actuar como entrenadores con una pedagogía constructivista, con una comunicación visual, equilibrada y orientada a “aprender haciendo” (knowing-in-action).