Las grandes ideas son, a menudo, fruto del azar. El personaje publicitario más conocido del mundo, no es una excepción. Su peculiar silueta, su particular sentido del humor, e incluso su insólito nombre (bebamos, en latín), todo en él es excepcional y surge de una serie de coincidencias en las que han tomado parte hombres tan diferentes como un ingeniero, un publicista, un cartelista, un poeta clásico (Horacio) y un piloto de automóviles.
