El quiosquero feliz

No hay mal que por bien no venga,… al menos para algunos.

Fue noticia el inmenso atasco. A muchos perjudicó en sus horarios y compromisos, pero también hubo algunos beneficios colaterales. Algunos nos dimos un doble paseo de ida y vuelta desde donde dejamos el coche hasta nuestro trabajo. Pero luego supe de alguien que hizo su agosto en la misma fecha: Un afortunado quiosquero.

Estando su tenderete al borde mismo del gran embotellamiento, se acercaron los primeros conductores y rápidamente vendió todos los diarios. Primero, las cabeceras habituales de prensa; luego los periódicos minoritarios o remotos. Los siguientes automovilistas aceptaron revistas, de temática general al principio y las especializadas después. Más tarde, los más desesperados chóferes recurrieron a los libros variados, las colecciones estrafalarias y los cuentos infantiles. Concluyeron aceptando los ejemplares decolorados de las paredes del puesto, algunos de los cuales habían cumplido años y estaban rotulados en pesetas.

Ante semejante avalancha de éxito y agotadas todas las existencias, el tendero feliz por la limpieza de inventario decidió cerrar el, nunca mejor dicho, negocio. Repleto de alegría, no sólo por las ventas, sino por la confraternización que demostraban unos clientes sin prisa y con ganas de hablar, que demostraban la alta función social de los kioscos de prensa.

De esta pequeña historia se deduce que, en ocasiones, la buena suerte de unos es la mala suerte de los demás. Y algo mejor aún, reconozcamos un aprendizaje capital. Hemos de adaptarnos a las circunstancias que no podemos revocar, aceptar los contratiempos y encontrar dentro de ellos las inesperadas posibilidades que nos ofrecen.

Versión para imprimir: mikel.agirregabiria.net/2007/quiosquero.DOC

Fotos educativas recogidas por Aníbal de la Torre

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La Regla de Oro

Aunque la idea común de todas las religiones es "no hagas a los demás, lo que no quieras que te hagan", esta imagen de Urkitalde lo resume.

Vida en la Universidad

Mientras nos bombardean con noticias de muerte en Virginia, pasan desapercibidas grandes noticias que provienen de todas las universidades.

Esta misma semana hemos vivido la fiesta de graduación de nuestro hijo en la Universidad de Navarra. Hemos acudido a esta celebración no sólo sus padres, hermana y primas, sino otros tíos, parientes y amigos. Ha sido muy emocionante y, sin embargo, ocurre con tal frecuencia que no suele ser noticia.

Nuestra sociedad, por este criterio informativo de destacar sólo las excepciones negativas, está perdiendo referencias de excelencia. Asistir a una sobria y tradicional ceremonia, escuchar el Gaudeamus Igitur, y reunirse para ritualizar la madurez de uno de nuestros jóvenes es algo grandioso y memorable. El himno universitario glosa ideas a transmitir: ¡Alegrémonos pues, mientras seamos jóvenes! ¡Viva nuestra sociedad! ¡Viva la Universidad! ¡Vivan los que estudian! ¡Que crezca la única verdad, que florezca la fraternidad!

Ha sido un día que nos ha rejuvenecido a todos, hasta a los abuelos del nuevo titulado. Nos hemos felicitado mutuamente toda la comunidad que ha logrado un éxito tan notable: Convertir a unos desmañados adolescentes en adultos maduros, competentes y cabales. Ellos han agradecido a sus familias y a sus profesores la esperanza y el empeño que hemos puesto en su formación; los padres hemos elogiado la labor de esta Universidad que ha transformado a nuestros hijos como profesionales y como personas; y los profesores nos han reconocido por la confianza que depositamos en ellos. Y todos les hemos agasajado a ellos, a los protagonistas, a los nuevos graduados que han entendido cómo los días y las noches estudiando les han otorgado seguridad y se han demostrado cuánto más podrán hacer por sí mismos y por los demás.

Cuando vemos a nuestros hijos convertirse en aparejadores, en profesoras, en médicos,… ratificamos lo que siempre supimos: Que la educación es fuente de vida, de sabiduría, de felicidad y de progreso personal y social. Que merece la pena estudiar, en primaria, en secundaria, en formación profesional, en la universidad,…

Señores Directores de Periódicos: Basta de detalles escabrosos sobre un caso aislado de un enajenado. Envíen sus periodistas y sus fotógrafos a entrevistar a estos nuevos titulados universitarios. Háganles fotos con sus trajes recién estrenados, con los que apenas se reconocen entre ellos. Pregúnteles cómo vislumbran el futuro, siempre inquietante. Pero, ¡cómo han crecido, qué paz da verles seguros, satisfechos del esfuerzo realizado y llenos de ánimo para seguir trabajando duro! Enhorabuena a todos los que hemos colaborado para aprender cómo perpetuarnos y cómo perdurar.

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