Los seres humanos estamos compuestos de carne, sangre, ilusiones, sentimientos y paradojas, pero deseamos una individualidad pura.Somos una extraña y explosiva mezcla de cielo y tierra, mixtura borrosa de elementos en confusión compleja. Una parte mística, una porción terrenal, una ración de orgullo magullado, unas gotas de melancolía celestial y una pizca de locura. Somos, a un tiempo, prosaicos y angelicales, insensatos y sabios, hijos y padres. Buscamos las muchedumbres y reivindicamos las soledades, mientras navegamos sobre la superficial cotidianeidad admiramos las estrellas trascendentales.
Entremezclados, entreverados, entretejidos, entrecruzados, intercalados, interpolados, confundidos, desgarrados y enredados, así somos todos nosotros…. Nadie es una isla, ni siquiera un multitudinario archipiélago. Somos constelaciones de soles jibarizadas en un granito de arena, continentes con horarios diferentes pero que marchamos con un solo paso, viviendo un presente malhadado cargado de pasado y de porvenir escaso.
Creemos saber lo que queremos, pero nuestras metas aparecen enfrentadas, y –en ocasiones- no sabemos hacia dónde marchar. Somos combinaciones misceláneas de sueños y experiencias, de anhelos y frustraciones. Interdependientes desde su unicidad, cuerpos y almas sólo se manifiestan en nuestros ojos y sólo en esos instantes de brillo al intercambiar miradas,… o lágrimas. Aprendamos, desde nuestra turbia inteligencia, que ya que estamos mezclados, seamos solidarios.
Quizá lo único claro es que buscamos la hermosura de lo mestizo, el encuentro de los polos, la reunión de todo lo deseable. Desde el infortunio suspiramos por crecer, por ampliarnos, por superarnos en nuestro destino vital. ¡Somos tan híbridos, tan diversos, tan distintos,… y tan iguales! Cada uno de nosotros encierra a multitudes de gentes diferentes. Aún con todo, somos fórmulas nuevas y únicas de infinitos ingredientes.
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