
El transporte público es otro observatorio de modales. La atención y cuidado hacia quienes más lo necesitan casi ha desaparecido. Ni se ceden asientos a personas mayores, ni a mujeres embarazadas o con niños pequeños,... ni se les facilita la entrada o salida. E incluso se hace ostentación de la mala educación, algo que avergüenza a cualquier persona con un mínimo de educación... o de sensibilidad.
La circulación en vehículos, aunque sean bicicletas, adolece de la misma agresividad y falta de civismo que se aprecia en otras latitudes. El respeto a los pasos de cebra, sin driblar a viandantes ni acercarse a ellos rugiendo, es absoluto incluso en países como Estados Unidos, donde hemos visto que los coches se paraban... sólo para no interferir en alguna foto que íbamos a obtener. La calma de conducir en otros países, índice perfecto de cultura general, es algo que se añora al circular por la jungla en la que hemos convertido a nuestras ciudades y carreteras.
Todo esto se echa de menos aquí, debido a siglos de incultura, décadas de dictadura y lustros de una educación laxa (quizá como reacción a la dictadura).... Conclusión: La educación para la ciudadanía, o los buenos modales aplicados a la convivencia cotidiana, necesita un urgente repaso general.