No alcé la voz...
Primero vinieron por los comunistas,
pero como yo no era comunista
no alcé la voz.
Luego vinieron por los socialistas y los sindicalistas,
pero como yo no era ninguna de las dos cosas,
tampoco alcé la voz.
Después vinieron por los judíos,
y como yo no soy judío,
tampoco alcé la voz.
Y cuando vinieron por mi,
ya no quedaba nadie que alzara la voz
para defenderme.
Martin Niemöller.
Cuando los nazis vinieron por los comunistas
pero como yo no era comunista
no alcé la voz.
Luego vinieron por los socialistas y los sindicalistas,
pero como yo no era ninguna de las dos cosas,
tampoco alcé la voz.
Después vinieron por los judíos,
y como yo no soy judío,
tampoco alcé la voz.
Y cuando vinieron por mi,
ya no quedaba nadie que alzara la voz
para defenderme.
Martin Niemöller.
Cuando los nazis vinieron por los comunistas
Receta de estrellas
Nuestra relatividad en el universo como refugio frente a la zozobra vital
Cuando los acontecimientos nos sobrepasan, no sabríamos decir si por angustia o por aburrimiento, es tiempo de recogerse. Cada cual mantiene su propia fórmula de retirada: la música, la lectura, la melancolía,... Por mi parte, prefiero el refugio de la poesía, incluida esa lírica actual que se expresa mediante el cine. Este fin de semana, he creído llegado el momento de volver a ver alguna de mis películas de culto como “Las cenizas de Ángela” o “El Club de los Poetas Muertos”.
Pero cuando la sensación de fracaso es profunda, sólo puedo combatirlo desde la hondura de mi remedio final, bien entendido lo de recurso supremo sólo en el ámbito de lo audiovisual: el planetario. Lamentando nuevamente no disponer de tan excelso espectáculo ni en Getxo, ni en toda la Comunidad Autónoma Vasca, sólo me queda la opción de acercarme al “Planetario de Pamplona”.
Poco importa el programa concreto que puedan exhibir en ese momento. Basta cualquiera que, desde la comodidad de un asiento reclinado, permita abandonarse ilusoriamente e incluso dormirse en la inmensidad de una noche estrellada. Escuchar, una vez más, que nuestra galaxia, la Vía Láctea, una entre las 100.000 millones de nebulosas estimadas en el Universo, contiene en su seno a más de 100.000 millones de estrellas. Entonces se comprende la nadería que representa un problema de un ser humano, que entre 6.371.253.775 personas (que según el Reloj de Población habitamos la Tierra en este preciso instante), en un insignificante planeta de una estrella mediana en un sistema solar que apenas es una décima parte de una trillonésima fracción del cosmos.
Aún más reconfortante es pensar que hasta el más olvidado de los humanos puede pedir, como los niños, una estrella. Existe más de un billón de estrellas que brillan, aunque no las veamos a simple vista, sólo para cada uno de nosotros. La fulgurante estela de estrellas infunde quietud a la mente y al espíritu. Van Gogh salía de noche para pintar las estrellas, y Whitman creía que una hoja de hierba no es menos que un día de trabajo de todo el firmamento. La ternura infinita que despierta en todos los corazones humanos una noche llena de estrellas, siempre me obliga a musitar el poema de Mallock: “Si no puedes ser pino en la cima de la colina, sé hierba en el valle, pero sé la hierba mejor junto al torrente. Si no puedes ser camino, sé sendero; si no puedes ser sol, sé estrella”.
Amado hijo mío, querido alumno mío: para ti escribo. Cree en tu estrella, porque no tienes una, tienes un billón de estrellas encendidas solamente para ti. Y otros astros menores que también confían en ti, como tus padres, hermanos, familiares y amigos. Puede que un maldito cometa se haya cruzado en tu camino, pero ningún pétreo asteroide podrá apartarte de tu destino celeste, cuando tantos y tantos creemos firmemente que eres un Sol.
Cuando los acontecimientos nos sobrepasan, no sabríamos decir si por angustia o por aburrimiento, es tiempo de recogerse. Cada cual mantiene su propia fórmula de retirada: la música, la lectura, la melancolía,... Por mi parte, prefiero el refugio de la poesía, incluida esa lírica actual que se expresa mediante el cine. Este fin de semana, he creído llegado el momento de volver a ver alguna de mis películas de culto como “Las cenizas de Ángela” o “El Club de los Poetas Muertos”.
Pero cuando la sensación de fracaso es profunda, sólo puedo combatirlo desde la hondura de mi remedio final, bien entendido lo de recurso supremo sólo en el ámbito de lo audiovisual: el planetario. Lamentando nuevamente no disponer de tan excelso espectáculo ni en Getxo, ni en toda la Comunidad Autónoma Vasca, sólo me queda la opción de acercarme al “Planetario de Pamplona”.
Poco importa el programa concreto que puedan exhibir en ese momento. Basta cualquiera que, desde la comodidad de un asiento reclinado, permita abandonarse ilusoriamente e incluso dormirse en la inmensidad de una noche estrellada. Escuchar, una vez más, que nuestra galaxia, la Vía Láctea, una entre las 100.000 millones de nebulosas estimadas en el Universo, contiene en su seno a más de 100.000 millones de estrellas. Entonces se comprende la nadería que representa un problema de un ser humano, que entre 6.371.253.775 personas (que según el Reloj de Población habitamos la Tierra en este preciso instante), en un insignificante planeta de una estrella mediana en un sistema solar que apenas es una décima parte de una trillonésima fracción del cosmos.
Aún más reconfortante es pensar que hasta el más olvidado de los humanos puede pedir, como los niños, una estrella. Existe más de un billón de estrellas que brillan, aunque no las veamos a simple vista, sólo para cada uno de nosotros. La fulgurante estela de estrellas infunde quietud a la mente y al espíritu. Van Gogh salía de noche para pintar las estrellas, y Whitman creía que una hoja de hierba no es menos que un día de trabajo de todo el firmamento. La ternura infinita que despierta en todos los corazones humanos una noche llena de estrellas, siempre me obliga a musitar el poema de Mallock: “Si no puedes ser pino en la cima de la colina, sé hierba en el valle, pero sé la hierba mejor junto al torrente. Si no puedes ser camino, sé sendero; si no puedes ser sol, sé estrella”.
Amado hijo mío, querido alumno mío: para ti escribo. Cree en tu estrella, porque no tienes una, tienes un billón de estrellas encendidas solamente para ti. Y otros astros menores que también confían en ti, como tus padres, hermanos, familiares y amigos. Puede que un maldito cometa se haya cruzado en tu camino, pero ningún pétreo asteroide podrá apartarte de tu destino celeste, cuando tantos y tantos creemos firmemente que eres un Sol.
Prohibido prohibir
El suma y sigue del SE PROHÍBE,...
Meter el dedo en la jaula del loro (Zoológico de Barcelona).
Cantar mal y si cree que canta bien, váyase a la puta calle. (Leído en un bar de Donostia).
Arrojar bolsas de basura por las ventanas (Comunidad de Vecinos en Madrid).
Bajar en el ascensor (Facultad universitaria de Sevilla).
Dar de comer al hipopótamo (Zoológico de Madrid).
Entrar descalzo (Restaurante de muchas playas).
Entrar calzado (en muchas piscinas).
Tirar la ceniza en la taza del café, y si piensa hacerlo avísenos antes para servírselo en el cenicero (Aviso en un Restaurante de Tolosa).
Fotografiarse con el guardia (Palacio Real de Madrid).
Que los hombres salgan los jueves desde la 9 de la noche hasta las 2 de la madrugada, para que hagan el trabajo doméstico, mientras sus mujeres salen a divertirse. (Ayuntamiento de Torredonjimeno, en Jaén).
Arrojar escombros o verter desperdicios (solar vacío).
Calentar bocadillos en el microondas del laboratorio (Centro de Investigación de Málaga).
Entrar con comidas o bebidas a la sala de Internet o utilizar el ordenador personal con fines personales (Facultad universitaria de Sevilla).
Sacar la basura antes de las 6:00 a.m. (calle de Bruselas en Madrid).
Orinar en lavabos y duchas (Campo de deportes, El Escorial).
Apagar los cigarrillos en las macetas (Terraza de un bar, en la Costa del Sol de Málaga).
Jugar al fútbol en pasillos y galerías (Clínica privada en Madrid).
Montar esta yegua (Escuela de Equitación de Sevilla).
Hablar español en el recreo (Colegio Inglés de Madrid).
Entrar con casco (En el comedor de una mina de Aznalcóllar).
Entrar sin casco (en la misma mina).
Entrar a caballo (Urbanización de Alcalá de Guadaíra. Sevilla).
Rezar en voz alta (Parroquia burgalesa).
Sonarse los mocos sin pañuelo (Colegio segoviano).
Sobar los cuadros (Galería de arte en Teruel).
Morirse, por falta de espacio en el cementerio (Ayuntamiento de Lanjarón, Granada)
Preguntar si Hemingway venía a tomar cerveza aquí (En un Bar próximo al Arco de Cuchilleros de Madrid).
Hacer aguas mayores y menores en esta calle (Peñafiel, Valladolid).
Cagarse en Dios en este pueblo (Cenicero, La Rioja).
Preguntar por La Dolores (Estación de Autobuses de Calatayud).
Contar chistes (Sala de espera de un cementerio).
Sentarse en las camas vacías, y en las ocupadas se ruega no hacerlo sobre las enfermeras (Hospital Materno-Infantil de Málaga).
Sacudir alfombras en los balcones (Ayuntamiento de Marchamalo, en Guadalajara)
Tender la ropa sin centrifugar (en el mismo lugar).
Tocar al toro y a Jesulín (Plaza de toros con torero y toro simulados. Aguadulce, Sevilla).
Informar por teléfono del estado de los pacientes (Hospital del Aire en Madrid).
Ponerse enfermo los fines de semana a partir del viernes a las 3 de la tarde, por falta de personal médico. (Ayuntamiento de Zagra en Granada).
Subir en el ascensor a los niños menores de 14 años, sin ir acompañados por un adulto (Comunidad de vecinos. Madrid).
Hacer publicidad de sus servicios entre las víctimas apenas se ha producido el accidente (Estatuto Gral. de la Abogacía Española).
Utilizar la vía de frenado de emergencia, excepto en casos de emergencia (Autovía Sevilla-Málaga).
Salir a la calle, si eres menor de 16 años, después de las 11 de la noche (Ayto. de Agüimes. Gran Canaria).
Hacer fiestas en casas particulares y garajes (Ayto. de Villanueva del Río y Minas. Sevilla).
Aparcar en la calle durante la Semana Santa (Sevilla - España).
Que los niños toquen los libros (En una papelería de Dos Hermanas - Sevilla).
Apostar portando armas u otros objetos que puedan utilizarse como tales (Hipódromo de Dos Hermanas - Sevilla).
Pasar, excepto si es al Palacio de la Zarzuela (Carretera de acceso al Palacio de la Zarzuela. Madrid).
Escupir, eructar o tirarse pedos (Casino Recreativo e Instructivo de Amposta)
El paso a los que vienen a tirarse en parapente. (Sendero en la provincia de Guadalajara - España).
Asistir con vestimenta playera (bikinis, pareos, chanclas) a las clases. (Instituto de San Fernando, en Cádiz).
Escupir, por respeto a este lugar sagrado (Iglesia de Nª Sra. de la Encina, Patrona del Bierzo, en Ponferrada, León).
Meter el dedo en la jaula del loro (Zoológico de Barcelona).
Cantar mal y si cree que canta bien, váyase a la puta calle. (Leído en un bar de Donostia).
Arrojar bolsas de basura por las ventanas (Comunidad de Vecinos en Madrid).
Bajar en el ascensor (Facultad universitaria de Sevilla).
Dar de comer al hipopótamo (Zoológico de Madrid).
Entrar descalzo (Restaurante de muchas playas).
Entrar calzado (en muchas piscinas).
Tirar la ceniza en la taza del café, y si piensa hacerlo avísenos antes para servírselo en el cenicero (Aviso en un Restaurante de Tolosa).
Fotografiarse con el guardia (Palacio Real de Madrid).
Que los hombres salgan los jueves desde la 9 de la noche hasta las 2 de la madrugada, para que hagan el trabajo doméstico, mientras sus mujeres salen a divertirse. (Ayuntamiento de Torredonjimeno, en Jaén).
Arrojar escombros o verter desperdicios (solar vacío).
Calentar bocadillos en el microondas del laboratorio (Centro de Investigación de Málaga).
Entrar con comidas o bebidas a la sala de Internet o utilizar el ordenador personal con fines personales (Facultad universitaria de Sevilla).
Sacar la basura antes de las 6:00 a.m. (calle de Bruselas en Madrid).
Orinar en lavabos y duchas (Campo de deportes, El Escorial).
Apagar los cigarrillos en las macetas (Terraza de un bar, en la Costa del Sol de Málaga).
Jugar al fútbol en pasillos y galerías (Clínica privada en Madrid).
Montar esta yegua (Escuela de Equitación de Sevilla).
Hablar español en el recreo (Colegio Inglés de Madrid).
Entrar con casco (En el comedor de una mina de Aznalcóllar).
Entrar sin casco (en la misma mina).
Entrar a caballo (Urbanización de Alcalá de Guadaíra. Sevilla).
Rezar en voz alta (Parroquia burgalesa).
Sonarse los mocos sin pañuelo (Colegio segoviano).
Sobar los cuadros (Galería de arte en Teruel).
Morirse, por falta de espacio en el cementerio (Ayuntamiento de Lanjarón, Granada)
Preguntar si Hemingway venía a tomar cerveza aquí (En un Bar próximo al Arco de Cuchilleros de Madrid).
Hacer aguas mayores y menores en esta calle (Peñafiel, Valladolid).
Cagarse en Dios en este pueblo (Cenicero, La Rioja).
Preguntar por La Dolores (Estación de Autobuses de Calatayud).
Contar chistes (Sala de espera de un cementerio).
Sentarse en las camas vacías, y en las ocupadas se ruega no hacerlo sobre las enfermeras (Hospital Materno-Infantil de Málaga).
Sacudir alfombras en los balcones (Ayuntamiento de Marchamalo, en Guadalajara)
Tender la ropa sin centrifugar (en el mismo lugar).
Tocar al toro y a Jesulín (Plaza de toros con torero y toro simulados. Aguadulce, Sevilla).
Informar por teléfono del estado de los pacientes (Hospital del Aire en Madrid).
Ponerse enfermo los fines de semana a partir del viernes a las 3 de la tarde, por falta de personal médico. (Ayuntamiento de Zagra en Granada).
Subir en el ascensor a los niños menores de 14 años, sin ir acompañados por un adulto (Comunidad de vecinos. Madrid).
Hacer publicidad de sus servicios entre las víctimas apenas se ha producido el accidente (Estatuto Gral. de la Abogacía Española).
Utilizar la vía de frenado de emergencia, excepto en casos de emergencia (Autovía Sevilla-Málaga).
Salir a la calle, si eres menor de 16 años, después de las 11 de la noche (Ayto. de Agüimes. Gran Canaria).
Hacer fiestas en casas particulares y garajes (Ayto. de Villanueva del Río y Minas. Sevilla).
Aparcar en la calle durante la Semana Santa (Sevilla - España).
Que los niños toquen los libros (En una papelería de Dos Hermanas - Sevilla).
Apostar portando armas u otros objetos que puedan utilizarse como tales (Hipódromo de Dos Hermanas - Sevilla).
Pasar, excepto si es al Palacio de la Zarzuela (Carretera de acceso al Palacio de la Zarzuela. Madrid).
Escupir, eructar o tirarse pedos (Casino Recreativo e Instructivo de Amposta)
El paso a los que vienen a tirarse en parapente. (Sendero en la provincia de Guadalajara - España).
Asistir con vestimenta playera (bikinis, pareos, chanclas) a las clases. (Instituto de San Fernando, en Cádiz).
Escupir, por respeto a este lugar sagrado (Iglesia de Nª Sra. de la Encina, Patrona del Bierzo, en Ponferrada, León).
Flogisto político
El más célebre error de la historia científica nos revela la fórmula de la convivencia humana.
El descubrimiento del fuego se produjo hace 400.000 años. Anteriormente, desde hace 7 millones de años, los homínidos recurrieron únicamente a la caza como fuente de energía vital. Desde sus orígenes, la humanidad se preguntó por la naturaleza del fuego. En el siglo V antes de Jesucristo, Empédocles sugirió la existencia de cuatro elementos (fuego, tierra, aire y agua), como constituyentes -en proporciones variables- de toda materia. Esta visión, perpetuada por Aristóteles durante siglos, incorporó el concepto de “fuego” como una propiedad contenida en algunas sustancias.
En 1702, Stahl desarrolló la “teoría del flogisto” para explicar la combustión. El “flogisto o principio inflamable”, descendiente directo del "azufre" de los alquimistas y más remoto del elemento "fuego", era una esencia oculta que formaba parte de los combustibles. Cuanto más flogisto tuviese un cuerpo, mejor combustible era. Al encender un combustible, su flogisto pasaba al aire que se flogistizaba. Si se agotaba el flogisto, las cenizas no podían continuar ardiendo. Si el aire se saturaba de flogisto, también se impedía la combustión. El avance en el estudio de los gases y de la conservación de la masa en las reacciones obligó a desechar esta errónea hipótesis. Al medir el peso de reactivos y productos de una combustión, se comprobó que -en muchos casos- la cal quemada de un metal pesaba más, lo que obligaría a que el flogisto tuviese una masa negativa.
Lavoisier, el mayor químico de todos los tiempos, descubrió que el “aire desflogistizado”, que “deseaba flogistizarse” era realmente un gas existente en la atmósfera: el oxígeno. Sólo en presencia de dos componentes, combustible y comburente, se producía la combustión. La ciencia hubo de esperar 23 siglos para averiguar que sólo la participación simultánea de dos elementos producía el fenómeno de la combustión, desarraigando la creencia simplista de que toda la potencialidad del fuego residía en un solo componente, como el imaginario “fluido calórico” que se trasvasaba de un cuerpo caliente a uno frío.
La falacia del flogisto nos muestra que en numerosas áreas de la vida, lo más definitorio es la interrelación de entes distintos. Desde la vitalidad de un ser unicelular, cuya membrana más que protegerle le comunica con el exterior, o desde la grandeza del amor humano, es fácil comprender que el secreto de la existencia está en la suma de elementos complementarios. Las relaciones humanas, familiares, sociales, profesionales o políticas deberían regirse por esa pizca del sentido común que subyace en frases mágicas como “te quiero”, o al menos de “tal vez tengas razón”. Sólo los “demás” dan sentido al “nosotros”; el “yo” no existe sin el “tú”.
En las ciencias políticas estemos aún en un estadio muy primitivo de interpretación y comprensión de las leyes que rigen su dinámica. Nunca se escucha entre políticos adversarios el “quizá tú también tengas parte de razón”. Todavía persiste la simpleza de considerar que un solo partido político posee la “piedra filosofal” que puede transformar un mundo de plomo en una áurea utopía. Aplicando un ápice del “método científico”, obtendríamos auténticos progresos en la práctica política que requiere nuestra civilización, en la que el progreso tecnológico nos ha permitido ser capaces de destruirnos concienzuda y planetariamente, pero aún no de gobernarnos pacífica y solidariamente.
Señores de la Política: “El flogisto no existe. La verdad política absoluta no existe. Pero sí existe la capacidad de producir un cálido hogar de luz cuando se pactan y combinan ideas y proyectos suplementarios, que nada aportan por separado. A ver cuándo surge la chispa del entendimiento y descubrimos el modo de salir del paleolítico inferior donde se encuentra la política actual, cuando parece que sólo cabe la caza para sobrevivir. Aprendamos que los otros son… nuestro oxígeno”.
El descubrimiento del fuego se produjo hace 400.000 años. Anteriormente, desde hace 7 millones de años, los homínidos recurrieron únicamente a la caza como fuente de energía vital. Desde sus orígenes, la humanidad se preguntó por la naturaleza del fuego. En el siglo V antes de Jesucristo, Empédocles sugirió la existencia de cuatro elementos (fuego, tierra, aire y agua), como constituyentes -en proporciones variables- de toda materia. Esta visión, perpetuada por Aristóteles durante siglos, incorporó el concepto de “fuego” como una propiedad contenida en algunas sustancias.
En 1702, Stahl desarrolló la “teoría del flogisto” para explicar la combustión. El “flogisto o principio inflamable”, descendiente directo del "azufre" de los alquimistas y más remoto del elemento "fuego", era una esencia oculta que formaba parte de los combustibles. Cuanto más flogisto tuviese un cuerpo, mejor combustible era. Al encender un combustible, su flogisto pasaba al aire que se flogistizaba. Si se agotaba el flogisto, las cenizas no podían continuar ardiendo. Si el aire se saturaba de flogisto, también se impedía la combustión. El avance en el estudio de los gases y de la conservación de la masa en las reacciones obligó a desechar esta errónea hipótesis. Al medir el peso de reactivos y productos de una combustión, se comprobó que -en muchos casos- la cal quemada de un metal pesaba más, lo que obligaría a que el flogisto tuviese una masa negativa.
Lavoisier, el mayor químico de todos los tiempos, descubrió que el “aire desflogistizado”, que “deseaba flogistizarse” era realmente un gas existente en la atmósfera: el oxígeno. Sólo en presencia de dos componentes, combustible y comburente, se producía la combustión. La ciencia hubo de esperar 23 siglos para averiguar que sólo la participación simultánea de dos elementos producía el fenómeno de la combustión, desarraigando la creencia simplista de que toda la potencialidad del fuego residía en un solo componente, como el imaginario “fluido calórico” que se trasvasaba de un cuerpo caliente a uno frío.
La falacia del flogisto nos muestra que en numerosas áreas de la vida, lo más definitorio es la interrelación de entes distintos. Desde la vitalidad de un ser unicelular, cuya membrana más que protegerle le comunica con el exterior, o desde la grandeza del amor humano, es fácil comprender que el secreto de la existencia está en la suma de elementos complementarios. Las relaciones humanas, familiares, sociales, profesionales o políticas deberían regirse por esa pizca del sentido común que subyace en frases mágicas como “te quiero”, o al menos de “tal vez tengas razón”. Sólo los “demás” dan sentido al “nosotros”; el “yo” no existe sin el “tú”.
En las ciencias políticas estemos aún en un estadio muy primitivo de interpretación y comprensión de las leyes que rigen su dinámica. Nunca se escucha entre políticos adversarios el “quizá tú también tengas parte de razón”. Todavía persiste la simpleza de considerar que un solo partido político posee la “piedra filosofal” que puede transformar un mundo de plomo en una áurea utopía. Aplicando un ápice del “método científico”, obtendríamos auténticos progresos en la práctica política que requiere nuestra civilización, en la que el progreso tecnológico nos ha permitido ser capaces de destruirnos concienzuda y planetariamente, pero aún no de gobernarnos pacífica y solidariamente.
Señores de la Política: “El flogisto no existe. La verdad política absoluta no existe. Pero sí existe la capacidad de producir un cálido hogar de luz cuando se pactan y combinan ideas y proyectos suplementarios, que nada aportan por separado. A ver cuándo surge la chispa del entendimiento y descubrimos el modo de salir del paleolítico inferior donde se encuentra la política actual, cuando parece que sólo cabe la caza para sobrevivir. Aprendamos que los otros son… nuestro oxígeno”.
Un año sin ETA
Asesinar para defender un ideal no es defender un ideal, es asesinar.
El 30 de mayo se cumplirá un año desde el último asesinato de ETA, cuando mató vilmente a Julián Embid y Bonifacio Martín, en Sangüesa (Navarra). Aparte de la tregua, delimitada por los homicidios de Manuel Zamarreño en Rentería y de Pedro Antonio Blanco en Madrid, entre el 25-6-1998 y el 21-1-2000, sólo en 1970 hubo un periodo tan extenso sin ETA.
El declive de ETA es debido a una confluencia de motivos, pero indudablemente la causa última de todas estas razones radica en el rechazo social y la náusea universal que provocan sus acciones, tanto dentro como fuera de Euskadi. Su manifiesta decadencia operativa, en brutales asesinatos y en fenómenos asociados como la violencia callejera (1.113 sabotajes en 1996), es quizá preludio de su final, y constituye la mejor noticia que puede recibir la ciudadanía pacífica, con independencia de su ubicación geográfica o sentir político.
ETA puede contribuir al futuro de Euskadi,… desapareciendo definitivamente. Su creciente gusto por los comunicados extensos sustituyendo a armas y explosivos, deberían llevarles a la elemental conclusión de que su opinión sólo podrá ser escuchada y respetada cuando ellos dejen de acosar y disparar a quienes discrepan de sus posiciones políticas.
El fin del akelarre etarra traería verdaderamente la “construcción nacional” después de tanta “destrucción racional” y “obstrucción pasional”. Significaría, en primer lugar, una catarsis ética colectiva para todo un Pueblo, el vasco, que ha sido injustamente mezclado con esta aberración moral. La paz sin ETA liberaría a millares de personas, actualmente bajo la despiadada violencia de persecución, y constituiría una restitución a las incontables víctimas de esta desgracia. Incluso sería un alivio y un respiro para el colectivo de personas encarceladas por pertenencia a ETA y de sus familiares, que comprobarían la generosidad de la sociedad actual ante la superación del anacrónico fenómeno del terrorismo en la Europa del siglo XXI.
Adicionalmente, la disolución de ETA permitiría la normalización política de Euskadi y de los Estados español y francés. Implicaría la legitimidad de todas las candidaturas partidistas y el debate abierto de ideas y opciones políticas, por la vía del diálogo y la negociación, que siempre son imparables cuando se sustentan democrática y pacíficamente en la mayoría social de un Pueblo. Finalmente, la extinción de ETA generaría la valiosa recuperación de los ingentes recursos humanos y presupuestarios actualmente destinados a esta fatalidad, que permitirían atender desatendidas necesidades sociales e incrementar la solidaridad entre personas y Pueblos del mundo.
Los vascos hablamos de lo que nos duele. Un proverbio vasco dice: “Non mina, han mihia” (Donde el dolor, allí la lengua). Euskadi no merece ser un trozo del infierno terrorista, ni la maldición de esperar sin esperanza. Siempre hemos sabido qué anhelamos, qué perseguimos y qué conseguiremos. Ya vemos la luz al final del túnel. Próxima parada: la PAZ.
El 30 de mayo se cumplirá un año desde el último asesinato de ETA, cuando mató vilmente a Julián Embid y Bonifacio Martín, en Sangüesa (Navarra). Aparte de la tregua, delimitada por los homicidios de Manuel Zamarreño en Rentería y de Pedro Antonio Blanco en Madrid, entre el 25-6-1998 y el 21-1-2000, sólo en 1970 hubo un periodo tan extenso sin ETA.
El declive de ETA es debido a una confluencia de motivos, pero indudablemente la causa última de todas estas razones radica en el rechazo social y la náusea universal que provocan sus acciones, tanto dentro como fuera de Euskadi. Su manifiesta decadencia operativa, en brutales asesinatos y en fenómenos asociados como la violencia callejera (1.113 sabotajes en 1996), es quizá preludio de su final, y constituye la mejor noticia que puede recibir la ciudadanía pacífica, con independencia de su ubicación geográfica o sentir político.
ETA puede contribuir al futuro de Euskadi,… desapareciendo definitivamente. Su creciente gusto por los comunicados extensos sustituyendo a armas y explosivos, deberían llevarles a la elemental conclusión de que su opinión sólo podrá ser escuchada y respetada cuando ellos dejen de acosar y disparar a quienes discrepan de sus posiciones políticas.
El fin del akelarre etarra traería verdaderamente la “construcción nacional” después de tanta “destrucción racional” y “obstrucción pasional”. Significaría, en primer lugar, una catarsis ética colectiva para todo un Pueblo, el vasco, que ha sido injustamente mezclado con esta aberración moral. La paz sin ETA liberaría a millares de personas, actualmente bajo la despiadada violencia de persecución, y constituiría una restitución a las incontables víctimas de esta desgracia. Incluso sería un alivio y un respiro para el colectivo de personas encarceladas por pertenencia a ETA y de sus familiares, que comprobarían la generosidad de la sociedad actual ante la superación del anacrónico fenómeno del terrorismo en la Europa del siglo XXI.
Adicionalmente, la disolución de ETA permitiría la normalización política de Euskadi y de los Estados español y francés. Implicaría la legitimidad de todas las candidaturas partidistas y el debate abierto de ideas y opciones políticas, por la vía del diálogo y la negociación, que siempre son imparables cuando se sustentan democrática y pacíficamente en la mayoría social de un Pueblo. Finalmente, la extinción de ETA generaría la valiosa recuperación de los ingentes recursos humanos y presupuestarios actualmente destinados a esta fatalidad, que permitirían atender desatendidas necesidades sociales e incrementar la solidaridad entre personas y Pueblos del mundo.
Los vascos hablamos de lo que nos duele. Un proverbio vasco dice: “Non mina, han mihia” (Donde el dolor, allí la lengua). Euskadi no merece ser un trozo del infierno terrorista, ni la maldición de esperar sin esperanza. Siempre hemos sabido qué anhelamos, qué perseguimos y qué conseguiremos. Ya vemos la luz al final del túnel. Próxima parada: la PAZ.
Persistentes consecuencias
"En la vida no hay premios ni castigos, sino consecuencias". |
Robert Ingersoll. |
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