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Gatos raros

Lecciones gatunas para políticos de altura.

Me piden que escriba sobre los “cuatro gatos” que acuden a los mítines o ven los debates televisivos de estas apáticas elecciones europeas de 2004. Les respondo a vuelapluma que quizá fuese más interesante especular sobre gatos, y probablemente obtener algunas recomendaciones para los políticos.

Los gatos son los animales más analizados que existen. Se ha elucubrado sobre ellos más que sobre cualquier otra especie y en presencia literaria superan incluso a los perros. Jean Cocteau señalaba que “Si yo prefiero los gatos a los perros, es porque no hay gatos policías”. Los proverbios y citas son innumerables. Se ha publicado que la mujer tiene alma de gato (¡?), que no importa que el gato sea blanco o negro sino que cace ratones, que quién le pone el cascabel, que le buscan tres pies, que te lo pueden dar como liebre, que de noche todos son pardos, que traen mala suerte los negros, que escaldados huyen del agua fría, o que tienen siete vidas.

Analicemos los cuatro gatos más fantásticos, no comunes en los hogares pero distinguidos y afamados. En orden de complejidad creciente, comencemos primero por el gato más abundante y fuerte, tanto que podría levantar incluso a un elefante. Supongo que lo habrán adivinado. Si no es así, otra pista es que se refugia por las noches en los garajes.

El segundo gato popular es el de Murphy, reconocido por sus leyes de la fatalidad. Una de las más interesantes observa que si "una tostada cae al suelo, siempre lo hará por la cara untada de mermelada". Dado que también se sabe que “todo gato cae siempre de pie", obtenemos fácilmente la "paradoja del gato de Murphy o del gato volador". Si a un gato le pegamos una tostada con mermelada en la espalda, y lo lanzamos al aire, la tostada tenderá a caer por su lado al tiempo que el gato tenderá a caer de pie. Como las dos leyes anteriores no admiten excepción, la única solución posible es que el gato no caiga, es decir, se quede flotando en el aire. No intenten este experimento, pero el “gato de Murphy” es tan ininteligible como la “tortuga de Aquiles”.

El tercer minino es el de Alicia en el País de las Maravillas, el “gato de Cheshire”. Alicia le preguntó: “¿Podrías decirme qué camino debo seguir?”. “Eso depende en gran parte del sitio al que quieras llegar”, contestó el gato. “No me importa mucho el sitio...”, dijo Alicia y concluyó el felino: “Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes”. El relato es más extenso y merece ser releído, pero lo esencial es este inicio de la conversación.

El cuarto es el "gato de Schrödinger", protagonista de una célebre prueba imaginaria que propuso en 1935 este físico y Premio Nobel. El experimento mental consiste en imaginar a un gato metido dentro de una caja que contiene un dispositivo con gas venenoso, que se activa al detectar una partícula alfa y un átomo radiactivo con un 50% de probabilidad de emitir una partícula alfa. Si se emite una partícula alfa, el gato muere; y si no, el gato continúa vivo. Mientras no abramos la caja, según la naturaleza ondulatoria de la Mecánica Cuántica de probabilidad e incertidumbre aplicadas a este cuerpo macroscópico, entonces tendríamos un gato en la incómoda situación de quedar descrito por una función de onda extremadamente compleja, resultado de la superposición de dos estados combinados: los correspondientes a un gato vivo y a un gato muerto. Según el formalismo cuántico, el gato estaría a la vez vivo y muerto, y se trataría de dos estados indistinguibles.

Estos mis gatos preferidos: el mecánico-práctico, el humorístico-absurdo, el literario-imaginario y el científico-filosófico. Aplicados a la política sugieren consejos como los siguientes para nuestros gobernantes: 1º) Que sepan cuál es su lugar, necesario para ayudar en caso de apuro, pero no siempre omnipresentes, como el gato de los coches. 2º) Que no se planteen maximalismos imposibles de casar unos con otros, como el gato de Murphy. 3º) Que se pregunten adónde quieren llegar antes de emprender el camino, como el gato de Alicia. 4º) Que dejen los experimentos para los científicos, sobre todo cuando se trata de vivir o morir, como el gato de Schrödinger. Los políticos debieran aprender de esa indirecta que dice que -para guardar el sentido de las proporciones-es conveniente tener un perro que nos adore, pero también un gato que nos desprecie.

Una anécdota para terminar. Hace años, cuando apenas era una cría feminista, nuestra hija nos preguntó alzando la voz en una sala de espera atiborrada de público: “Aita (papá), ¿cómo sabes que el gato de la abuela no es una gata?”. El silencio se extendió a la espera de ver cómo salíamos de aquel compromiso. Al final, pude balbucear: “Es gato, porque… ¿no te has fijado en los bigotes que tiene?”.

Galicia en el país de las maravillas

Durante mucho tiempo se creyó que los libros de Alicia eran relatos especialmente destinados a la niñez. Hasta que, a mediados del siglo XX, fueron leídos más atentamente y se advirtió la complejidad, la carga de angustia de ese universo onírico, antecedente del surrealismo y del absurdo. No eran meras obras infantiles, porque revelan mucha agresividad, una amenaza permanente y situaciones de gran arbitrariedad. Una creación literaria tan exuberante puede ser interpretada de múltiples formas: Los niños disfrutan de la vertiente más lúdica y fantasiosa de la aventura y el riesgo; los jóvenes se identifican con algunas facetas de Alicia relacionadas con la identidad y el crecimiento; y los adultos advierten otras sutilezas aplicables a la educación, e incluso a la política.

Versión 1ª: Lewis Carroll, un diácono y profesor de matemáticas, aquella tarde estival del 4 de julio de 1862 les contó a las chicas Liddell (Lorina, Edith y, desde luego, Alicia) la historia de la niña que cae en la conejera. Un pozo muy profundo (‘‘¿nunca terminaremos de caer?’’), al final del cual emerge el territorio de los prodigios, donde el primer ser vivo que se le aparece es un conejo parlanchín perpetuamente preocupado por no llegar tarde. En tanto que Alicia, melindrosa y remilgada, mediante bebidas, hongos o pasteles, se achica, se agranda o se le estira muchísimo el cuello (hasta ser confundida con una víbora), van surgiendo otros personajes sorprendentes. Hasta que, en el preciso momento en que un mazo de cartas cae sobre la protagonista y después de que la Reina ordena que le cortaran la cabeza, llega el despertar salvador, el final de la siesta bajo los árboles. Alicia ha vuelto a la normalidad.

Versión 2ª: José María Aznar, un inspector de hacienda y presidente español, aquella mañana del 19 de noviembre de 2002 no contó nada a la ciudadanía de lo que iba a pasar después de que el ‘‘Prestige’’ se hundiera definitivamente a 270 kilómetros de las Islas Cíes. Una fosa muy profunda (‘‘¿nunca terminará de fluir el fuel?’’), al final de la cual surge el país de las meigas donde el primer ente vivo que aparece es la plataforma impertinente ‘‘Nunca Máis’’. En tanto que Galicia, sufrida y nostálgica, mediante chapapote, protestas y despertares, se achica, se agranda o se estira muchísimo (hasta ser confundida con otros ‘‘nacionalismos’’), van desapareciendo otros personajes como Humpty-Fraga-Dumpty, el huevo zancudo en equilibrio imposible,... La Reina Naturaleza herida en su seno por el errante petrolero, amenaza a su capricho toda la costa atlántica y no se ve el final de esta pesadilla. En unos días, miles de personas han perdido su trabajo, su dinero, su futuro. ¿Cuándo volverá Galicia, y todo el Cantábrico, a la normalidad?

La siguiente obra será ‘‘Galicia a través del espejo… de las elecciones’’. Esperamos impacientes su entrega.

Alicia en el País de las Maravillas

LEWIS CARROLL, además del gran escritor que fue, era matemático, dibujante, se le considera uno de los mejores fotógrafos de su tiempo y un poeta genial. Era profesor en la universidad de Oxford. Allí conoció a la pequeña Alicia, a quien durante un paseo por el bosque, empezó a contar una historia:
Las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas, libro clave de la literatura, no sólo infantil, pues Carroll sabía que para entrar en el terreno de la fantasía y el ingenio, no existe distinción de edades. La presente edición electrónica reproduce las ilustraciones clásicas de JOHN TENNIEL. Leer la obra completa...

Poesía y literatura en Twitter

Potente metáfora sacada de la cotidianeidad, para aprovechar cada día y cada minuto. Carpe diem,... La vida no es "para llevar", sino para "comer aquí" y con todo. Tres tuits de @Literland, una imprescindible dieta de aprendizaje y literatura para alegra cada día,... La literatura es el modo más elegante de ignorar la vida. Y el amor, siempre el amor como el secreto de la felicidad, la esencia de la vida,... La felicidad es amor, no otra cosa. Quien sabe amar. es feliz. Por último: el amor no necesita ser perfecto; basta que sea verdadero.

¡Qué dulce es soñar!

Y mientras continuaba así sentada / con los ojos cerrados,/ casi creyó encontrarse realmente / en ese país maravilloso,/ aunque sabía que con sólo abrirlos / todo recobraría su insulsa realidad. Lewis Carroll, "Alicia en el País de las Maravillas".