La creatividad social es imparable. El Kindergarten o “jardín infantil” fue un hito de la revolución femenina, que ahora puede significar también una mejora educativa para la infancia. Pero la imaginación no se detiene, y en Hamburgo se ha inaugurado el primer Männergarten, un aparcamiento de maridos para dar un respiro a las atareadas mujeres mientras realizan sus ocupaciones (compras incluidas) con la tranquilidad de saber que sus “chicos” quedan en buenas manos, entretenidos y seguros. Por una módica suma de 10 euros, se mantienen distraídos los varones con dos jarras de cerveza y un almuerzo, fútbol televisado, naipes y otros pasatiempos. Antes de la hora de cierre, las esposas pasan con su recibo a recoger a sus compañeros depositados, a quienes se les coloca un distintivo con el nombre a su llegada, para evitar luego confusiones en la recogida.
También pululan otros “centros de día” para personas mayores o impedidas, así como “centros de cumpleaños” para improvisar guarderías en horarios y días festivos. Y abundan las guarderías de presos, de enfermos mentales,… Incluso existen guarderías de ganaderías, para mascotas domésticas. Y los estadios, las plazas de toros, las playas… ¿no cumplen también funciones de guardería? ¿Qué son las cafeterías sino guarderías? Aparte de la gran “guardería”: la televisión, que nos guarda a todos bajo custodia en nuestro cuarto de estar. A fin de cuentas, ¿qué son las guarderías sino guaridas con guardias?
¡Vivan las galerías con baterías de guarderías! ¡Oh, guardería, poesía de la avería, elegía de la burguesía, nadería de la fruslería, profecía de la herejía! Ya puestos a inventar, podríamos continuar: ¿Por qué no instaurar guarderías para políticos, para que nos dejen respirar un rato sin darnos la lata con “sus” problemas? ¿O guarderías de militares, para vivir en paz una temporada?
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