Rosa Lee Parks

El 1 de diciembre de 1955, con 42 años esta mujer cansada después de un largo día de trabajo en unos grandes almacenes del centro, se negó a dejar su asiento a un hombre blanco que viajaba de pie en el mismo autobús de su ciudad (Montgomery). Ha muerto una anónima costurera mulata que hace medio siglo cambió el curso de la Historia con el simple gesto de no moverse de su asiento en un autobús.

Bajo las leyes de segregación racial, y en Alabama, uno de sus Estados más discriminatorios, su conducta era “ilegal” y fue arrestada. Los ciudadanos “de color” debían sentarse sólo en la parte de atrás, y podían acomodarse en las filas intermedias únicamente si los “blancos” disponían de asientos en la zona delantera.

El autobús era un escenario más de la continua y humillante confinación en los peores barrios, casas, escuelas, lavabos y hasta de las peores sillas de quienes lucían una piel oscura. James Blake, el conductor del autocar aquel día, obligaba a los pasajeros negros a entrar por la puerta trasera tras haber pagado en la delantera y, mientras caminaban hacia la trasera, solía pisar el acelerador. Blake, al advertir que había un blanco de pie, gritó a Rosa y a otras tres personas negras: “¡Moveos todos, necesito esos sitios!”. Los compañeros de Rosa desalojaron en silencio, pero ella permaneció en su asiento. El racista conductor se acercó y, amenazante, le espetó: “¿Te vas a levantar?”. Rosa tan sólo respondió: “No”. Blake, algo desconcertado, replicó: “Voy a hacer que te arresten”. Rosa, serena corroboró la amenaza en su inglés más formal: “Podrías hacerlo” (“You may do that”).

Parks era la tercera mujer detenida en pocos meses (a un hombre negro una desobediencia similar podía acarrearle el linchamiento). Las anteriores, Mary Louise Smith y Claudette Colvin, pasaron desapercibidas por su juventud y –aunque parezca paradójico- por ser de tez menos clara. La detención de una mujer delicada, educada y madura se propagó rápidamente. La indignación descubrió un eficaz modo de protesta: un boicot a los autobuses de 381 días, tras el impulso de un entonces desconocido reverendo baptista llamado Martin Luther King. En 1956, el Tribunal Supremo estadounidense hubo de declarar inconstitucional cualquier división por razas en el transporte público.

Lo que pudiera parecer un hecho puntual, era la consecuencia de una sufrida vivencia. Parks acostumbraba de niña a dormir vestida, por si debía salir huyendo del Ku Klux Klan. Creció marcada por las afrentas originadas por su color de su piel. Su hartazgo de tanto abuso se acentuó al no poder votar (a Franklin D. Roosevelt), porque el derecho de voto exigía una tasa especial y superar un examen usualmente amañado. Cuentan que no era una líder, sino una abnegada trabajadora. En una asamblea a la que faltaron muchos miembros, casi por casualidad resultó elegida secretaria local del NAACP (Asociación para el Progreso de la Gente de Color). Rosa en su autobiografía relató que “era demasiado tímida para rechazar el puesto”. Toda una vida de intolerancia hasta aquel glorioso momento en el que decidió que no cedería su dignidad humana por aberraciones raciales.

Versión final en: http://mikel.agirregabiria.net/2005/parks.htm

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